Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Una teoría sobre el terror en la India

Tengo un buen amigo de los tiempos en que viví en la India, Mohamed Aslam, que cuando lo visito en el barrio bengalí en el que reside me pide insistentemente que lo llame Krishna Das.

Nadie quiere alquilar pisos a musulmanes en esta zona, así que fui al registro y me cambié el nombre”, explica Mohamed, que siempre ha sido indiferente a los avatares de su religión. De más está decir que tanto este joven, que estudia y trabaja, y su novia, viven bajo el constante temor a ser descubiertos.

Desde el momento mismo de la partición en 1947 de la antigua colonia británica en Pakistán e India, la tensión entre musulmanes e hindúes no ha remitido. Desde aquellos días sangrientos, en que las matanzas terminaron con cientos de miles de vidas en barrios, en trenes, en las calles, el enfrentamiento de estas comunidades ha continuado.

Violencia entre comunidades

En 1993, más de 250 personas fallecieron en Bombay por una serie de coches bombas que se interpretaron en su momento como la respuesta a la demolición por parte de fanáticos hindúes de la mezquita en Ayodhya. En el año 2002, fue el turno de los musulmanes: unos dos mil fueron asesinados en el estado de Gujarat, sin que ninguno de los responsables tuviese que enfrentarse a la justicia.

Con respecto a Bombay, donde la semana pasada tuvo lugar un atentado sin precedentes por la forma en que fue organizado, en el año 2003 más de cincuenta personas perecieron debido a dos atentados simultáneos a las puertas del Hotel Taj, que mira al océano Índico. Y en 2006, más de 180 personas perdieron la vida en una serie de ataques a trenes que recuerda al 11M en Madrid.

La India tiene 150 millones de musulmanes, por lo que se trata del tercer país de mayor población islámica del mundo. Según The Economist, un estudio realizado en 2006 señala que los musulmanes se encuentran peor situados que los hindúes en ingresos, trabajo y vivienda. Se ven a sí mismos postergados, relegados, del espectacular crecimiento experimentado por el país. Deduzco que de esta realidad viene la decisión de mi buen amigo Mohamed de cambiarse el nombre.

En general, la India es un país que trata con desdén a sus minorías. Basta ver la realidad de los sus pueblos indígenas o la guerra de baja intensidad que lleva décadas en los siete estados separatistas del nordeste, donde las violaciones a los derechos humanos son el pan de cada día.

Atentados en Nueva Delhi

Hace dos meses, nos encontrábamos en este blog en la India, cuando tuvo lugar otro atentado, que en el convulso Gaffar Market de Nueva Delhi se llevó por delante la vida de 24 personas (más de 400 han muerto en la ciudad por ataques similares desde 2005). Las cámaras de seguridad mostraban que las bombas se habían colocado en papeleras.

Las críticas de los medios de comunicación a Shivraj Patil, el ministro del Interior que renunció hace unos días a su cargo, resultaban furibundas: lo acusaban, entre otras cosas, de banalidad, de estar más preocupado por su aspecto que por luchar contra el terrorismo.

El BJP, partido conservador hinduista que se encuentra ahora en la oposición, también arremetía contra el gobierno, diciendo que era «demasiado suave» contra el terrorismo que en mayo había matado a 61 personas en Jaipur y en julio a 45 en Gujarat.

Finalmente, se encontró a los supuestos culpables de aquellos atentados y los de Ahmedabad. Estaban en un piso del barrio musulmán de Jamia Nagar. Tenían AK 47. Pertenecían en teoría a los Indian Mujahideen. En el intento de detenerlos murió el oficial Mohan Chand Sharma, condecorado en siete ocasiones por su lucha contra el terrorismo.

Al tiempo en que el país lloraba al policía durante la cremación, los vecinos de Jamia Nagar, un barrio de viviendas hacinadas, refugio de migrantes de zonas rurales, se quejaban frente a las cámaras del constante acoso policial al que son sometidos. Otra muestra de la división entre ambas comunidades.

Especulaciones sobre Pakistán

Mucho se ha especulado en los últimos días sobre la participación del ISI, los servicios de inteligencia paquistaníes, en el último atentado de Bombay. Las diferentes purgas sufridas por esta organización, responsable en buena medida de la creación de los talibán, no muestran indicios claros de que pudiera estar detrás de los ataques.

Inclusive el nuevo presidente de Pakistán, Asif Zardari, ha tomado en los últimos meses nuevas medidas para privarla de toda capacidad de apoyar al terrorismo islamista.

Es cierto que la situación en Cachemira, el único estado con mayoría musulmana del país, vuelve a ser muy tensa. El año pasado, más de 800 personas murieron en el conflicto. Las próximas elecciones, que serán boicoteadas por los musulmanes, han hecho subir la temperatura. Treinta manifestantes fueron asesinados recientemente cuando protestaban contra el gobierno indio.

El nuevo escenario de Al Qaeda

Los sangrientos sucesos de la semana pasada en Bombay podrían tener una explicación que va más allá de Cachemira o de la supuesta participación del ISI. Se trataría del descubrimiento de un nuevo escenario por parte de la Al Qaeda y su red de terrorismo internacional.

La estrategia de atentar contra musulmanes, como hicieron en Irak, finalmente ha jugado en su contra con el cambio de bando de los suníes y el surgimiento de los “hijos de Irak”. El nacionalismo y el sentido común terminaron por prevalecer en el país del Tigris y el Éufrates.

El intento por buscar nichos de jóvenes musulmanes descontentos en España, después del 11M, tampoco les funcionó. En Inglaterra, sí tuvieron más resonancia entre la población musulmana que se siente más relegada, pero al final los atentados no se han sucedido cómo se esperaba.

Tampoco en Indonesia encontraron un caldo de cultivo propicio después de los ataques de Bali de 2002. Ni siquiera en Somalia, donde los clanes enzarzados en su guerra fratricida y en la expulsión de la tropas etíopes han dado pocas muestras de querer acoger masivamente a Al Qaeda.

Pero en la India sí tienen todo a su favor. En primer lugar, se trata de un país aliado con Occidente, lo que justifica su causa. En segundo, existe una vasta población musulmana que se siente descontenta, marginada. Y las tensiones entre comunidades no dejan de crecer. Por estas razones es de esperar que, lamentablemente, la ola de violencia continúe y que India se convierta, si no lo es ya, en el nuevo epicentro del terrorismo internacional.