Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Crónicas de la Argentina violenta

Valerio Verón terminaba otro recorrido nocturno al frente de uno de los autobuses de la famosa línea 60, cuando descubrió que tres jóvenes «se habían quedado dormidos al fondo del vehículo». Según recuerda Verón, que tiene 41 años y es padre de tres niñas, lo amenazaron con un arma y lo obligaron a apagar las luces y seguir conduciendo. Frustrados porque no podían abrir la máquina que contenía la recaudación del pasaje, sacaron una pequeña hacha y le cortaron un dedo.

El pasado viernes, los conductores de “colectivos” – nombre con el que se conoce a los autobuses en la Argentina – organizaron un piquete en la avenida Panamericana para protestar por la agresión. Se trata de la cuarta amputación que sufre un colectivero en lo que va de año.

Tanto en la prensa como entre las personas con las que conversamos en este nuevo desembarco en Argentina, predomina la idea de que la violencia ha alcanzado cotas antes desconocidas. La alarma social no la provocan los llamados secuestros express, que tuvieron su auge en los tiempos postcorralito y que hoy están casi desaparecidos, sino los asesinatos.

Morir por un coche

Cada día se suceden con mayor asiduidad los robos que terminan de manera brutal, innecesaria, gratuita, con la vida de las víctimas, como el caso de la arquitecta Renata Toscano, o el más reciente de la maestra Pilar Almirón. En ambas ocasiones se las mató para robarles el automóvil. El más conocido en España: Fernando Cáceres, futbolista que recibió un disparo en la cabeza cuando iba al frente de su BMW y que sigue luchando por salir adelante.

Hoy mismo, un vistazo a los periódicos permite descubrir más sucesos estremecedores: «Para robarle la moto, menor de 15 años asesinó a un policía», «Tiene 14 años y fue detenida en plena calle con una Magnum y una granada».

Justamente, parte de la conmoción social pasa por la juventud de quienes cometen estos crímenes. No hace tiempo se adelantó la mayoría de edad a los 18 años en la Argentina. Y cada caso nuevo reabre el debate sobre el endurecimiento de las penas a los adolescentes, como ocurre también en España o como vimos que sucedió en Brasil tras la muerte del pequeño Joao Hélio. «Matan porque saben que entran por una puerta y salen por la otra», nos comentan.

La barra brava

Durante las próximas semanas describiremos y trataremos de comprender las raíces de esta guerra contra sí mismos en la que parecen estar comprometidos tantos argentinos. Entre las causas no podemos dejar de mencionar, a modo de arranque, la pobreza que sufre el 30% de la población y que en zonas de la provincia de Buenos Aires, en los grandes cinturones de barrios de chabolas, se vuelve lacerante.

Pero intentaremos ir más allá y analizar la cultura de la violencia, de la «barra brava», que tanto emponzoña también la vida de esta sociedad. El papel de los políticos, de los medios de comunicación, del sistema judicial en este declive colectivo.

Asimismo, volveremos a visitar a algunas de las personas que entrevistamos aquí en 2007. Como ya hemos hecho en Congo, Kenia o India, una forma de dar continuidad a las historias, de seguirlas en el tiempo. Sabemos, a través de la prensa, que Isabel Vázquez, madre que lucha contra el «paco», perdió a su hijo. El joven, ex adicto a la pasta base, murió asesinado. Tiempo después, también su supuesto asesino. «Nos estamos matando entre todos», declaró Isabel.