Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Lecciones para sobrevivir en zonas de conflicto

La campiña galesa se extiende magnífica a nuestro alrededor. Un paisaje sobrecogedor, imponente, que parece desplegar hasta la última variación posible, hasta el último matiz imaginable, del color verde. En las hojas de los árboles centenarios, en las montañas sitiadas por la niebla que nos rodean, y hasta en el moho que suda las piedras de los eventuales caserones que pueblan la región.

De la nada aparece un hombre armado con un lanzagranadas RPG y detrás nuestro suena una tremenda explosión. Algunos corremos en busca de protección, otros se acercan a uno de los jóvenes que ha caído herido, cubierto de sangre después de que la metralla le arrancara el brazo.

Nos miramos, confundidos. ¿Lo hemos hecho bien? ¿Qué conclusión podemos sacar? El joven ensangrentado se levanta, se sacude el polvo de la cazadora y recoge el brazo de plástico del suelo.

El profesor, que nos ha estado observando desde la distancia da su veredicto: “Bien por los que volvieron sobre sus pasos y buscaron protección, mal por los que avanzaron. ¿Cómo sabéis que era amigo o enemigo? ¿Qué ropa lleva? ¿Qué queríais, ayudarlo?”.

Localización paradójica

De todos los lugares hacia los que he empacado mis maletas en estos dos años de Viaje a la guerra, este es sin dudas el que en apariencia más se aleja del objetivo de este blog: conocer, reflexionar, denunciar, la realidad de los conflictos armados.

Se aleja porque nada tiene que ver con el ambiente hostil, con el caos, con la incertidumbre, con el sufrimiento. Al contrario, se trata de un sitio agradable en extremo, perfecto para unas buenas vacaciones.

Y no sólo por el entorno, sino también por el hotel en el que estamos alojados: chimeneas, bibliotecas, grandes y mullidos sillones, magnífica comida, y el olor a humedad, a vida en ebullición, a naturaleza.

Pero esto tiene sentido, en el fondo lo tiene, creo, ya que he desembarcado en Gales para participar en un curso dedicado a periodistas que trabajan en ambientes hostiles: desastres naturales y guerras (aunque quizás también alguna que otra redacción).

Un curso bastante inusual que dan antiguos oficiales de las fuerzas especiales británicas, las SAS, que además de las clases teóricas realizan diversos simulacros como el que vivimos esta tarde para saber cómo reaccionar ante una emboscada y a un ataque con morteros.

Hoy ha sido el primer día, pero el programa promete más sorpresas y situaciones curiosas, sobre las que no sé hasta qué punto tiene sentido teorizar, pero acerca de las cuales no está demás reflexionar e intercambiar ideas con profesores y compañeros.

El aula que mayor intriga me provoca es la del jueves, que estará dedicada a los secuestros y que según alguien ha comentado tiene una puesta en escena bastante realista. Y las que sí tienen sin duda una innegable utilidad son las de primeros auxilios y prevención de enfermedades, a las que hemos asistido esta mañana.

He podido llegar aquí gracias a una beca de la CNN que me consiguió la fundación Rory Peck, organización que tiene como objetivo ayudar a los periodistas independientes, free lance, como lo era el fantástico reportero que le da nombre y que perdió la vida en Moscú en 1993.

Como los que nos hemos juntado aquí no hablamos más que de la profesión, y no en pocas ocasiones de aquellos compañeros que murieron para conseguir la noticia, aprovecharé esta semana para contar la historia de Rory Peck, que por su originalidad y arrojo, revolucionó el periodismo junto a Peter Jouvenal y Vaughan Smith a través de la agencia de noticias Frontline.