Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Aniversario del AK-47, mucho más que un fusil

El AK-47 es mucho más que un fusil semiautomático. Por su silueta inconfundible, por lo sencillo que resulta de emplear, por su resistencia a cuanta adversidad climática deba afrontar y por su rol fundamental en numerosos conflictos armados, se convirtió en un icono de la segunda mitad del siglo XX, equiparable a la imagen del Che Guevara o a la botella de Coca Cola.

En estos trece meses de Viaje a la guerra he visto infinidad de Kalashnikov, tanto en manos de tropas regulares como de grupos rebeldes, pastores nómadas, guardias de seguridad y niños soldados. AK- 47 rusos, búlgaros, chinos, afganos. De las formas más diversas: recortados en la parte posterior, con o sin bayoneta, aunque siempre dotados de ese cargador curvado que lo permite identificar fácilmente y que en buena medida ha contribuido a erigirlo en un símbolo.

En alguna que otra ocasión he cogido uno en mis manos. Una excusa para hablar de él con su dueño, para preguntarle cómo y dónde lo ha conseguido, cuánto ha pagado por él, ya que una de las ideas germinales de este blog es denunciar tanto el exceso de armas ligeras que hay en el mundo, la facilidad con se compran y se venden, como la falta de responsabilidad e hipocresía de los estados que las producen y comercializan sin preocuparse por el destino final que puedan tener.

La última vez fue la semana pasada, con pastores afar, en la frontera oriental de Etiopía, junto a Djibuti y Eritrea. Ellos dicen que lo usan para defenderse de los isa, otra comunidad de nómadas que vive en la misma región, y para proteger al ganado de los animales salvajes. Pero lo cierto es que en ese desierto perdido en los confines del mundo descubrí también el poder mítico del AK-47. Son los jóvenes afar quienes siempre los llevan a todas partes, sobre los hombros. Parece ser para ellos un signo de estatus, de virilidad. Algunos sufren tal nivel de indigencia que ni siquiera tienen dinero para balas.

Sé que hay gente que experimenta un irrefrenable sensación de poder al coger un arma, pero lo cierto es que a mí siempre me producen inquietud, desasosiego. No puedo dejar de pensar en la capacidad que tienen para terminar con la vida de las personas. Y mucho más aún si se trata de un objeto de apariencia tan rústica y poco fiable como el AK-47, que da la impresión de poder dispararse en cualquier momento. Eso sí, nunca falla, cuando le preguntas a un hombre por su arma, como si se tratase de un coche saca pecho y te la muestra con orgullo, ya sea un karamajong analfabeto y semidesnudo en la zona oriental de Uganda o un joven narco de las favelas de Río de Janeiro.

Vietnam, el comienzo del mito

Si bien fue creado hace sesenta años en la Unión Soviética, el mito del AK-47 comenzó a forjarse durante la Guerra de Vietnam. En buena medida constituyó la clave del éxito de los soldados del Vietcong en los enfrentamientos con las tropas estadounidenses. Mientras los M-16 fallaban en la humedad de la selva, lo que generó numerosas protestas de Marines, y hasta provocó en 1967 una comisión de investigación en Washington, los Kalashnikov resultaban siempre fiables. El resultado de la investigación parlamentaria señalaba que muchos efectivos de la infantería norteamericana usaban AK-47 que habían arrebatado a los norvietnamitas en lugar del fusil mucho más complejo tecnológicamente, creado por Eugene Stoner para suplantar al M14 empleado en Corea, y que tan malos resultados les estaba dando.

El AK-47, que hoy es el arma más extendida en el planeta, la única ley en vastos territorios del mundo, se convirtió en un icono a partir del conflicto en Indochina porque permitió a los norvietnamitas vencer a los estadounidenses más allá de la diferencia de poderío. En poco tiempo pasó a ser un emblema de la lucha del debil contra el fuerte, del oprimido contra el opresor.

No importaba que los aviones enviados por Washington lanzaran miles de toneladas de bombas, arrasando kilómetros de selva, terminando con cientos de aldeas, los comandos del Vietcong salían de la nada, con sus Kalashnikov (modelo Norico 56) intactos a pesar de la lluvia, para hacer frente a los marines apenas estos se bajasen de los helicópteros y pusieran un pie en tierra.

Continúa…