Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Un día más con vida en la tierra de los afar

Desembarco en Addis Abeba. Al recorrer sus amplias avenidas, en las que aún se hace evidente el legado del periodo comunista, se empeña en acompañarme una lluvia tediosa, gris, pesada, que da a la ciudad un aura de insoslayable nostalgia. Y eso que se supone que la ciudad se ha vestido de gala, ya que en poco tiempo celebrará el arribo del año 2000 según el calendario etíope.

Me muevo en taxis de color azul y blanco. Viejos coches Lada, descascarados, sostenidos con alambres, decorados de las formas más inverosímiles. Otro recuerdo del paso por este país del sanguinario Mengistu Haile Mariam, con la tortura y el terror de la Derg, que hasta 1978 asesinó y torturó a más de 30 mil personas, en lo que aquí se conoce como el Terror Rojo. Un período oscuro, como tantos otros de la historia de la antigua Abisinia. Como el reinado de Haile Selassie, como el Terror Blanco que llegó en los años ochenta , como el millón de muertos provocados por el hambre en la región de Tigré, o, para ser más exacto, por los experimentos colectivistas dignos de Stalin y la hambruna en la Ucrania de los años 30 a los que juegó el régimen amárico de Addis Abeba con apoyo soviético.

La lluvia me acompaña a todas partes, como el clima destemplado, que hace aún más desgarradora la miseria que te encuentras en cada una de las esquinas de esta urbe, la capital del quinto país más pobre del mundo: sucintos barrios de chabolas, mendigos, leprosos, montañas de basura, niños trabadores, familias que duermen en las aceras.

Paradójicamente, no tardo mucho en descubrir un marcado orgullo patrio en los habitantes de esta ciudad. Son los herederos de un imperio que acuñó su propia escritura y que dominó buena parte del cuerno de África. Semitas, descendientes de Sem, hijo de Noé, como los árabes y los judíos, constituyen el único pueblo africano no colonizado por los europeos.

No sé si será otra consecuencia del legado autoritario de este país, pero lo cierto es que los extranjeros no podemos comprar tarjetas para teléfonos móviles. Así que pierdo toda la mañana yendo al mercado negro, a las zonas más marginales de Piazza, hasta que logro conseguir que un portero de un hotel de mala muerte me alquile su equipo por unas semanas. El precio, exorbitado, pero resulta imuy difícil trabajar sin un medio para comunicarse.

Esta tarde he visitado un proyecto para mujeres que padecen fístulas obstétricas. Hay más de cien mil en Etiopía. La fístula es un orificio que se produce entre la vagina y la vejiga o el recto en los partos prolongados (en estas tierras como consecuencia de la falta a atención médica, la malnutrición que no deja que los cuerpos se formen correctamente y la corta edad de las madres). Mujeres que quedan estigmatizadas de por vida, ya que padecen incontinencia, y en las aldeas se las considera malditas y se las echa a la calle. Sólo en Nigeria el número de mujeres con fístula es aún mayor, aunque allí este mal responde a las violaciones de niñas.

Lluvia, viejos automóviles soviéticos, el dolor de esta mujeres empujadas a la miseria y el abandono. Mucho que contar en esta capital destemplada, la tercera más alta del mundo. Pero mi paso por aquí, al menos ahora, será breve, ya que mañana parto hacia la región de los afar, una raza de pastores nómadas que viven en una de las regiones más inhóspitas y calurosas del mundo, en la franja de este país que se ciñe a la geografía de Djibuti y Eritrea.

El cambio climático está acabando con la forma de existencia de esta gente, lo que la empuja a chocar con otros grupos tribales. Armados con AK 47, avanzan hacia las regiones altas en busca de agua. Desde hace meses, el hambre está causando estragos entre las mujeres, los ancianos y los niños de este pueblo.

A las seis de la mañana tomo un Toyota Landcruiser y voy hacia su tierra. Los afar que me acompañan me aseguran que no hay riesgos, aunque en la región hallan sido secuestrados hace unos meses varios turistas británicos y franceses. Estimo que me será muy difícil conectarme a Internet, por lo que no podré escribir el blog durante unos días.

Mientras tanto, os dejo este primer vislumbre del proyecto que hoy presentamos en 20 Minutos. Un proyecto que hemos hecho con mucho esfuerzo e ilusión: Un día más con vida. Más de cincuenta documentales que he rodado por una decena de países, y que abarcan desde la guerra y el tráfico de armas en Oriente Próximo; hasta la mutilación genital femenina, el cambio climático y el hambre en África; y la violencia, el trabajo infantil y la vida en los barrios de chabolas en Asia y Latinoamérica.

Aquí el link al anticipo de la serie: UN DÍA MÁS CON VIDA. En la que espero que los afar, con su forma de vida milenaria, su padecer y su lucha, puedan conformar otro de los capítulos.