Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

Archivo de junio, 2012

Rumbo a Afganistán con el Gauchito Gil

Es un fenómeno que no existía hace 18 años en Argentina, cuando decidí hacer las maletas y partir hacia el mundo en busca de historias: las banderas rojas junto a la carretera; los altares atiborrados de velas, fotos, cigarrillos, botellas de vino; los devotos que paran, se bajan del coche y con gesto adusto dan gracias, piden nuevos favores, o los que simplemente tocan la bocina al pasar y gritan “gauchito”.

Gauchito Gil adorado e instagrameado (Hernán Zin).

En estos 27 días que llevamos rodando de una punta a otra de Argentina mi nuevo documental para TVE, en infinidad de ocasiones nos hemos cruzado con los improvisados altares del Gauchito Gil y hemos sido testigo de la devoción que por el siente tanta gente, en especial cuando nos dirigimos a la zona de Corrientes, de donde este santo pagano es originario.

Una devoción que creo que dice mucho de la transformación social y cultural que ha vivido en las últimas décadas de la Argentina, en especial a raíz de las nefastas políticas neoliberales y la corrupción endémica de los años 90, que tanto daño hicieron a este país (y que siguen presentes más allá del discurso populista del actual Gobierno argentino, de unas políticas distributivas a las que la inflación deja en poco y nada, y de algunas decisiones más que acertadas en el campo de los derechos humanos).

Santo de criminales

Un ícono, El Gauchito Gil, deudor de antecesores como San La Muerte y la Difunta Correa, que encierra en su génesis misma una serie de contradicciones que lo hacen ser no sólo el patrono de tanta gente de bien, sino también de los delincuentes. Los barras bravas, acerca de los que tanto hemos hablado aquí últimamente, lo llevan tatuado y en sus banderas.

Las reflexiones sobre este personaje tan curioso, su eclosión en la última década y papel como patrono de los criminales, me acompañan en estos días finales en Sudamérica. Reflexiones de despedida, pues tras haber pasado los últimos meses investigando sobre la violencia urbana, ha llegado la hora de regresar a la guerra con mayúsculas. Aquella que es la razón de ser de este blog y que en ningún lugar del mundo se despliega con tanta furia y vehemencia como en Afganistán.

Sí, así es, volvemos al conflicto armado del Hindu Kush en uno de sus momentos definitorios, cuando las potencias occidentales empiezan a dar los primeros pasos para retirar a sus tropas. Kabul, allá vamos…

Esta noche, cena con «barras bravas»

El estreno del documental no podría llegar en mejor momento. Apenas cuatro días después de que Javier Cantero, presidente de Independiente, revelara a la prensa que Pablo Álvarez, alias Bebote – y rebautizado acertadamente por Jon Sistiaga como “Bobote” -, el líder de la barra brava, recibía un sueldo mensual de miles de dólares de la antigua dirección del club de Avellaneda.

Acompañando a la policía argentina hacia el estadio de Independiente, minutos antes de que fuéramos agredidos con Jon Sistiaga por la barra brava local… y sin casco.

«42.000 dólares en septiembre, 32.000 dólares en octubre…», declaró frente al micrófono de mi buen amigo Rubén Suárez, reportero de la cadena argentina de noticias C5N.

Al final Bebote, que se llena la boca diciendo que ama los colores del club y que defiende su camiseta, resultó ser un mercenario, que lo único que realmente defiende es su economía personal y su bolsillo. El kiosco que tiene montado en la popular del club a costa de los jugadores, la directiva y los hinchas auténticos, que son la mayoría.

Un hombre contra la violencia

Desde que en noviembre Cantero ganara las elecciones, y decidiera privarlo de todo dinero de la institución, Bobote emprendió una lucha sin cuartel, aduciendo que lo hacía por pasión, por lealtad a la barra, cuando no hacía más que defender su cuenta de banco.

Sí, el mismo Bobote que nos agredió a Sistiaga y a quien escribe estas palabras, como podrán ver esta noche en Canal Plus. El mismo que tiene una íntima relación con destacados políticos y mandos policiales, que dicen que se gestó como criminal en el atraco a la salida de los bancos, y que fuera expulsado del mundial de Sudáfrica por indeseable para humillación de los empresarios que le pagaron el viaje.

De los documentales en los que tuve la suerte de trabajar hasta ahora con Jon Sistiaga – Los blancos de la ira, sobre la persecución de albinos en Tanzania y Los señores de la guerra sobre el caos en Somalia – este ha sido sin dudas el más complicado tanto por la agresión que sufrimos como por lo difícil que resultó acceder a algunos de sus protagonistas.

Como señalaba Hemingway en su teoría del iceberg, estas circunstancias se perciben en el resultado final, están allí, se palpan, laten bajo la superficie, y sin dudas le han dado una valor añadido a Con las barras bravas, que se podrá ver a partir de esta noche a las 23:30 en Canal Plus.

El coche de Emir Kusturica

“Kusturica”, me dice Gus, el productor. Y yo, como en aquella fantástica escena de The Wire en que el diálogo entre Dominic West y Wendell Pierce no pasa de un monosilábico y atónito fuck repetido hasta el paroxismo, le doy la razón: “Kusturica”.

Coche en granja de la provincia del Chaco, Argentina (captura vídeo de Hernán Zin para TVE).

Segunda semana de rodaje de mi nuevo documental para Televisión Española. Provincia del Chaco, Argentina. Treinta grados de calor aunque el calendario sostiene que estamos en invierno. Un coche que parece salido de Gato negro, gato blanco entra en escena y el equipo de rodaje se detiene fascinado para admirarlo. Avanza lentamente. Se convulsiona y muere. Sonido seseante de vapor que se escapa del motor.

Un coche que sorprende porque da la impresión de haberse amalgamado con el paisaje, de haber abandonado la forma definida de un automóvil para ser también vaca, estiércol, flor, camino de tierra henchido de sol al mediodía. O al menos eso me llevan a pensar la caja llena de plantas que yace sobre el techo, la chapa carcomida por el óxido y el interior atiborrado de ristras de ajo que se enhebran en el esqueleto metálico de unos asientos ausentes de tapizado.

El vendedor de ajos

Tampoco necesitamos decir demasiado para comprender que aquel coche debe formar parte de nuestro documental, así haya que encajarlo con forceps en el guión. Basta otro «Kusturica», nuestro espontáneo grito de guerra al estilo del «Maradona» de Gato Negro, Gato Blanco, para que nos lancemos sobre el conductor, que al tiempo en que baja nos pide que le facilitemos un teléfono ya que su coche ha dejado de funcionar. «Mire usted, dejarme aquí tirado, con lo bien que me anda siempre», se lamenta.

Hecha la llamada a un pariente que vendrá a ayudarlo con la reparación, se presenta, su nombre es Lautaro, y nos saluda con unas manos enormes, morenas, como lo es él, que también parece formar parte del mundo rural que lo rodea. Lodo, ganado, molino y ajo, sobre todo ajo, porque a eso se dedica ese hombre que acaba de irrumpir en nuestras vidas. Lautaro, el vendedor de ajos…

Miguel Ángel Devesa, el gallego que dominaba el tráfico de cocaína en África

La pregunta que aún hoy se hace Miguel Ángel Devesa es cómo fue que aquellos policías que lo detuvieron en su casa de Bamako fueron capaces de resistirse a los 20 mil euros que sacó de un cajón y que les puso sobre la mesa a cambio de su libertad. Parece que tuvo mala suerte y le tocaron los únicos agentes del orden no corruptos de todo Mali. Abdoulaye Sow, comisario del tercer distrito de Bamako, y sus hombres, para ser más precisos.

Miguel Ángel Devesa, centro de la fotografía, junto a sus cómplices tras haber sido detenidos en Bamako.

Veinte mil euros porque era lo que tenía en metálico aquel 22 de agosto de 2011, ya que de haber tenido un millón de euros, también se los hubiese ofrecido. Sabía que aquel arresto llegaba en el peor momento posible, con una evidencia difícil de negar o refutar: el cuerpo troceado del colombiano Juan Carlos García Soto, apodado Johnny, repartido por su casa.

De hecho, antes de ofrecer el dinero lo que había dicho a los policías era que había estado sacrificando un cordero por Ramadán, y que por esa razón tenía la camisa manchada de sangre.

Señalar al líder

Una vez en la prisión de Bamako, Miguel Ángel Devesa explicó que el muerto había intentado disparar contra él por una deuda y que Souza Miranda, su guardaespaldas, desenfundó más rápido y le mató disparó. Después lo descuartizaron para hacer desaparecer el cuerpo.

Durante varios meses las autoridades de Mali trataron a Miguel Ángel Devesa como a un homicida sin saber que tenían entre manos a uno de los mayores narcos de la región. Según cuenta El País, quien los alertó sobre quién era el gallego fue el ministro del Interior marroquí Taieb Cherkaoui durante una visita a Bamako, en octubre de 2011, para asistir a la reunión del grupo de acción antiterrorista del G-8 (CTAG), que se amplió a los países de la zona.

Taieb Cherkaoui reveló públicamente que 34 personas, entre ellas dos mujeres y también un ciudadano español, acababan de ser detenidas en Salé, ciudad próxima a Rabat, la capital. Estas personas conformaban una red que introducía droga en Marruecos para reexportarla a Europa (droga que llegaba a través de Mali y Mauritania).

La organización había efectuado ocho envíos de cocaína, por un total de 600 kilogramos, entre marzo y agosto de 2010. Gracias a los interrogatorios se supo que el jefe de la organización criminal era un español detenido recientemente en Mali por homicidio. Efectivamente, Miguel Ángel Devesa

A partir de ese momento, Miguel Ángel Devesa, que está preso en la cárcel de Bamako-Coura – construida para albergar a 400 reos, pero donde se hacinan más de 1.600 – empezó a ser interrogado por los hombres de la Dirección General de Seguridad del Estado de Malí, que emplearon métodos menos amables para intentar sacarle la verdad. Si llevaba droga a Europa, a través del diserto, era evidente que el expolicía gallego tenía contactos con Al Qaeda.

De Galicia al mundo

Quizás la pregunta más importante de esta historia sea cómo consiguió Miguel Ángel Devesa convertirse en uno de los grandes capos del narcotráfico en África Occidental. Cómo fue armando la redes de contactos y recursos financieros para montar semejante empresa.

Originario de Pontevedra, entre 1999 y 2003 formó parte del Cuerpo Nacional de Policía, en una carrera en las fuerzas de seguridad que distó de ser modélica. Es más, se lo terminó por suspender del cuerpo debido a sus comportamientos contrarios a la «integridad, la dignidad y la disciplina». Se lo relacionó con el tráfico de drogas, explosivos y armas, y con la falsificación de documentos de identidad.

En definitiva, el paso por la policía de este hombre que hoy tiene 42 años, le sirvió para adquirir los conocimientos y establecer los contactos que luego emplearía para comprar la droga en América Latina, llevarla a África y terminar por venderla en España.

A la sombra de la empresa Germain Export SL, cuyo fin social es «el comercio al pormenor de vehículos terrestres», en 2007 Miguel Ángel Devesa comenzó a articular su estrategia de tráfico de drogas. La otra punta del negocio estaba una oficina de la que era propietario en el edificio UATT de Bamako que también alberga a la delegación de la Unión Europea. Germain Export SL era uno de los patrocinadores del club de fútbol de Mopti, la ciudad de donde es originario el depuesto presidente de Malí Amadou Toumani Touré, por lo que queda claro que Devesa había sabido relacionarse con los poderosos del país.

Air Cocaine

En uno de esos duros interrogatorios salió a la luz que Miguel Ángel Devesa había estado detrás del accidente aéreo que había comenzado a llamar la atención del mundo sobre el tráfico de drogas en África Occidental. Accidente protagonizado por Boeing 727 cuyo fuselaje calcinado fue encontrado el 2 de noviembre de 2009 en el desierto de Mali, cerca del pueblo de Tarkint. Los restos de la aeronave – que según la UNDOC llevaba 10 toneladas de cocaína provenientes de Maracaibo, Venezuela – los mostró Jon Sistiaga en uno de sus últimos reportajes para Cuatro.

Ahora, acceder a lo que quedó del Boeing 727 alquilado por Devesa, no resulta sencillo, ya que se encuentra en Azawad, la recientemente creada república tuareg, en la que Al Qaeda está más que presente.

Ese es uno de los grandes obstáculos para el documental que, como comentaba hace un par de entradas, hace tiempo que sueño con hacer y que me gustaría ponerme manos a la obra a finales del año. Otro desafío importante es cómo llegar a Miguel Ángel Devesa en la cárcel y entrevistarlo… se aceptan sugerencias.

Sexto aniversario de Viaje a la guerra

Traed las tartas, las velas y los regalos que este blog cumple seis años desde que arrancara su andadura allá por junio de 2006, en aquel primer desembarco en el sur de Sudán que rápidamente enlazamos con la invasión israelí de la Franja de Gaza – tras la captura del soldado Gilad Shalit – para continuar por la llamada «Guerra de 33 días» en el Líbano.

Para no perder la sana costumbre, el sexto aniversario de Viaje a la guerra me encuentra en la ruta, dirigiendo un documental para TVE que verá la luz en diciembre.

Un nacimiento intenso, caótico, que forjó esta bitácora en el fuego de la ironía, la reflexión, las experiencias personales y, sobre todo, las voces de quienes sufren los conflictos armados.

Seis años de sobrevivir no ya sólo a los peligros evidentes de la guerra sino al tedio y la soledad que muchas veces marcan los relojes en la ruta, y a los comentarios cargados de afecto de ciertos lectores. Seis años, debo confesarlo también, aleccionadores, apasionantes. Los mejores seis años de mi vida.

Con el mérito añadido en estos últimos tiempos de sobrevivir a algo bastante más complejo que las bombas, las enfermedades o los intentos de secuestro: la bendita crisis. Supervivencia que agradezco sinceramente a Arsenio Escolar, Virginia Alonso y todos los responsables de 20 Minutos, que sé que han puesto especial empeño en que Viaje a la guerra siga aquí.

Y aquí sigue, en la ruta, para no perder la costumbre. En un proyecto que estreno en diciembre en TVE y del que por ahora no puedo compartir demasiados más detalles, sólo que en un mes estaremos en Afganistán y luego vendrán Siria, India, con más reflexiones y crónicas que poblarán estas páginas.

Sí puedo decir que, como se ve en la foto, en estas tierras hace un frío del carajo, así que traed ya esas velas y esas tartas para celebrar con calor y compañía este sexto aniversario… y que vengan muchos más.