Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

Atrapados en Gaza

La avenida Saladino, que habitualmente suele tener poco tráfico, hoy está plagada de vehículos que avanzan rápidamente hacia el sur, eludiendo los baches, los montículos de tierra colocados por los milicianos para detener a los tanques, los carros tirados por burros, los puentes destruidos por la aviación israelí.

Taxis, coches particulares, camionetas, con el techo y el maletero atiborrados de valijas, de cajas, de bolsas de plásticos, con personas que se asoman por las ventanas, sintiendo el roce del viento en la cara, soñando con la libertad que hace tiempo perdieron y que hoy esperan recuperar.

La carrera termina en Rafah, localidad del sur de Gaza, cuando el número de vehículos es tal que resulta imposible seguir adelante, y uno tras otro se van deteniendo a lo largo de la carretera. Entonces la gente se baja, coge las maletas y camina rumbo al puesto fronterizo.

A esta distancia, bajo el sol, se percibe un ambiente optimista. Niños que alquilan carros para llevar el equipaje, que venden zumos, policías de la Autoridad Nacional Palestina que hacen gestos con sus porras para tratar de encauzar el torrente humano que a cada paso se va haciendo más compacto y multitudinario.

El entusiasmo inicial se tambalea al divisar el caos que impera alrededor de la primera valla que los palestinos tienen que superar para cruzar el paso de Rafah, que comunica a Gaza con Egipto, y empiezan a emerger a la superficie, los miedos, las dudas, las vacilaciones que hasta ahora nadie se animaba a mencionar abiertamente.

Al día siguiente del secuestro del soldado Gilad Shalit, capturado el día 25 de junio, Israel decidió cerrar la franja de Gaza, dando así comienzo a la operación de castigo colectivo bautizada como Lluvia de verano, que implica la destrucción tanto de las infraestructuras palestinas – puentes, centrales eléctricas, edificios gubernamentales -, como viviendas particulares, campos de cultivos, invernaderos. Además del bombardeo constante de diversos barrios, incursiones militares con tanques, la distribución de propaganda amenazadora, y la restricción casi total del ingreso de mercaderías de primera necesidad: medicamentos, gasolina, alimentos.

Como consecuencia del cierre de la frontera sur, que es la única por la que podían salir y entrar los palestinos, más de 15 mil personas se encontraron atrapadas. Muchas han venido para visitar a parientes y amigos, y llevan semanas esperando que las dejen salir, que les permitan regresar a sus trabajos, a la universidad. En las listas de esperas se encuentran también cientos de pacientes necesitados de tratamiento médico urgente en el extranjero, a los que, por razones de seguridad, no se les permite entrar a Israel.

Tras varios días de rumores, finalmente hoy, a las tres de la mañana, se anunció que el paso de Rafah iba a estar abierto. Por esta razón, todos los que estaban esperando hicieron las maletas y partieron raudamente.

Las primeras que logran pasar la verja hasta la zona controlada por la Unión Europea son las ambulancias del hospital Al Shifa. Bajo el inclemente calor del desierto converso con quienes están en su interior, como Amina Arafat, que acompaña a su hijo Ramzi, de 23 años, que requiere una intervención quirúrgica por una herida de bala que recibió en la pierna.

En otra ambulancia está Rajdi Azur, de 70 años. Tiene cáncer en el estómago. Deben operarlo de urgencia. Le han dado 36 unidades de sangre, me dice su mujer. Tenía turno para entrar al quirófano hace una semana.

En la misma camioneta viaja un joven de 17 años, Mohamed Huwar, al que un misil hirió en la incursión israelí en el campo de refugiados de Al Maghazi. “La metralla me alcanzó en el brazo, en la pierna y en los genitales. Los médicos me dijeron que si no me operan pronto me tendrán que amputar el brazo. Pero creo que hoy podremos cruzar y que todo saldrá bien”, me comenta sonriente, esperanzado.

A las doce del mediodía veo que los oficiales palestinos hablan agitadamente con los de la Unión Europea. Minutos después comienza a correr la noticia: el paso se ha cerrado. Una mujer tunecina llora, pide por favor a un observador francés que la deje pasar, que está enferma. Él le dice que verá qué puede hacer.

El corredor que separa a Gaza de Egipto, conocido como Filadelfia, es administrado por Naciones Unidas. María Tellería, responsable de prensa del puesto, me comenta: «Acaban de llamar del ejército de Israel. Estamos cerrados. Dicen que hay una amenaza de atentado suicidad. Quizás mañana nos den luz verde para volver a abrir».

– Sólo he visto a mujeres, niños y personas enfermas en el paso fronterizo – le digo -. ¿La Unión Europea no presiona de alguna manera?

– Sí, desde Bruselas se está haciendo todo lo posible para que la gente pueda salir. Personalmente, Javier Solana se está ocupando de ello.

Del lado palestino, entre la primera y la segunda valla, la noticia no ha llegado. Los viajeros se pelean por subir a los autobuses que aún creen que los van a transportar hasta la frontera con Egipto.

Cargan sus maletas como pueden. Muchos de ellos han venido numerosas veces a Rafah por los rumores que han estado circulando durante los últimas semanas.

Cada persona tiene una historia desgarradora, cargada de rabia e impotencia. Hombres que han sido despedidos del trabajo por no regresar a tiempo. Jóvenes que no han podido asistir a los exámenes en la universidad. Tiempo, dinero, ilusiones, proyectos, perdidos, arruinados, que difícilmente podrán recuperar.

«Soy ciudadana sueca», me dice una mujer desde la ventana de uno de los autobuses mostrándome el pasaporte. «Tengo cuatro hijos, uno discapacitado, y estoy aquí desde las cinco de la mañana. Necesito volver a mi país».

Observo el interior del autobús. Si el calor resulta insoportable fuera, dentro es mucho peor. Le digo a la mujer que la frontera está cerrada, que es mejor que bajen del autobús, que no vale la pena que sufra en vano.

Esos pasillos plagados de rostros sudados, de miradas perdidas, no me gustan nada, resuenan a trenes, a vagones, a destinos colectivos prisioneros de un poder sordo e inclemente. Pero nadie me escucha. Mi buen amigo Kayed me explica: “Se aferran a la esperanza de que van a salir, no les queda otra opción, llevan semanas esperando, lo tienes que comprender”.

Fuera del paso de Rafah, los coches siguen llegando. Es tal el nudo que se ha formado que resulta complicado caminar entre ellos.

Me conmueve un joven padre que, en medio del caos, el polvo y el calor, moja la cabeza de su niño y le susurra canciones para que la espera no se le haga tan dura.

Después converso con Maisa Yana, que vive en los Emiratos Árabes y que vino a Gaza para asistir al funeral de su madre. «Hace un mes que debería haber vuelto. Mi hijo sufre una enfermedad para la que necesita una medicina especial. Aquí es imposible de conseguir. Mi marido, que está en los Emiratos, trató de enviármela pero no la dejaron entrar. Mi hijo se está muriendo».

Amira Hass afirma en su libro «Drinking the Sea at Gaza» que los palestinos son gente de una paciencia infinita. Nada tienen que ver con las imágenes que se muestran en televisión de rabia y odio, que son consecuencias de momentos puntuales y que sirven para presentarlos como un pueblo naturalmente irascible y violento.

Doy fe de ello. Como occidental, tan poco proclive a aceptar que me hagan perder tiempo, no sé qué haría en su situación.

Y termino con una anécdota. Estamos sentados con Kayed en la terraza de uno de los restaurantes de la avenida Saladino, tomando algo antes de volver a la ciudad de Gaza, cuando vemos a una mujer que viene caminando de la puerta de acceso al puesto fronterizo.

Un hombre, seguramente su marido, le pregunta: “¿Qué tal las vacaciones en Egipto? ¿Me has traído algún regalo?” A pesar del calor, del cansancio, de la frustración, ambos se ríen.

111 comentarios

  1. Ok.Entendido.Don’t feed the troll.El patio està hermoso Portero…Has visto?Te ocupas de la mùsica?

    13 agosto 2006 | 12:05

  2. Dice ser EM

    Queridos Patricia y Portero de Noche. Interrumpo brevemente vuestro baile para deciros que no os preocupeis…Estos visitantes malvenidos no saben donde se han metido. Este es un blog que guerra, de armas tomar (de las buenas).Si no nos asustan la balas ni las bombas, si no tememos a mirarlas de frente, cómo nos van a asustar esta banda (que en realidad creo que es uno solo con múltiples personalidades) de memos con sus chorradas.Que siga la música!!EM

    13 agosto 2006 | 12:07

  3. Dice ser portero de noche

    Vaya, ahora ésto más que un patio parece el Edén. Con Angel Flamígero y todo (Gracias EM, tómate algo).Como fondo musical (aunque no sepa bailarlo)se oye el de la boda en Gaza…¡¡¡Vivan los novios!!!

    13 agosto 2006 | 12:22

  4. Dice ser portero de noche

    EM, aquí el Rasputín tiene invitación?

    13 agosto 2006 | 12:34

  5. Tantos brindis con cava y vueltas bailando y me agarro la perestroika.Hernàn deberìa haber tomado fotos del casamiento en ese contexto.Muy interesante.Habèis leido a Francesco Alberoni? El àrbol de la vida.Interesantìsimo!Tambien me recuerda a Viktor Frankl…E.M. no te vayas…Còmo serà la noche en la Franja de Gaza…?

    13 agosto 2006 | 12:40

  6. Dice ser EM

    Adiós Raspu… Un saludo Portero… que siga la fiesta. Ahora con vodka, que es lo que toca…EM

    13 agosto 2006 | 12:42

  7. Quèdate EM.todo es epistèmico…jajajaja

    13 agosto 2006 | 12:42

  8. Dice ser portero de noche

    Patricia, no sabíamos que hablabas tan bien el izvestio:-)Propongo un Kasatschock. Que estoy un poco harto de Katiushkas.Y de beber, limonada natural, por favor…

    13 agosto 2006 | 12:51

  9. Dice ser Patricia C.A.

    Yo beberè algun trago sin alcohol.Bailemos algo màs sereno…un vals, te parece?No se nada de ruso.

    13 agosto 2006 | 12:58

  10. Dice ser alejo

    Siempre lo mismo euu metiendose en los paises de izquierda tratando de derrocarlos y usando en este caso a otro para lograrlo creo que cada pais es libre de elegir su gobierno creo que es un mal tambien que hay que denunciar con el mundo entero y no creo que obama para esto ya que hasta un barco con mas municiones le han mandado a israel realmente son acesinos matar a ñinos y personas inocentes es inaceptable y no hay escusa para eso tienen que ser juzgados como acesinos,lo que se debe hacer es desarmar a israel y a hamas igual quitarle todas sus armas de los dos lados asi es parejo esto lo deberia hacer la onu y llevarse la gente que ha disparado matado y al que dio la orden a una corte creo que esto es lo mas correcto a mi parecer..

    14 enero 2009 | 05:19

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