El pueblo…

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3 comentarios

  1. Dice ser Al sur de Gomaranto

    Y los niños cantan
    a la rueda, rueda
    el viejo estribillo
    que el viento se lleva:
    A la lima y a la limón
    se, llevan todo lo que puedan
    A la lima y a la limón
    y ya muy poco les queda,
    se reparten comisiones
    y también ellos se repartían
    las externalizaciones,
    y como tienen mayoría
    dicen que eso es democracia,
    la cosa no tiene gracia
    y para nuestra desgracia
    aún nos queda un año,
    para llegar a las urnas
    y, mandarlos a su casa,
    mientras los chorizos
    campan, y cantas a sus anchas.
    A la liman y a la limón
    nos llevamos lo que queda,
    a la lima y a la limón
    con nosotros no hay quien pueda
    las leyes las hicieron
    para los raba gallinas,
    y no son para nosotros,
    nosotros somos la casta,
    nosotros somos chorizos,
    longanizas y también los butifarras.

    12 noviembre 2014 | 15:00

  2. «A mediados de agosto, con medio Madrid de vacaciones, en el madrileño barrio de Tetuán dio comienzo una lucha vecinal que ha ido creciendo día tras día. Es la resistencia contra un desalojo que se logró frenar el 14 de agosto frente a decenas de antidisturbios, y que desde entonces ha tomado la forma de una acampada permanente en la azotea de la vivienda amenazada, situada en la calle Ofelia Nieto, nº 29. La autorización para el derribo de la casa vence este miércoles 28, a las 0.00 horas.

    La familia Gracia González lleva más de diez años tratando de frenar la demolición del que ha sido su hogar desde 1956. Allí viven juntos, en unidades separadas, tres ramas de una misma familia: los abuelos, y cada una de sus dos hijas con sus respectivas familias, con cuatro menores a cargo. El Ayuntamiento de Madrid esgrime para el derribo de su casa que cerca de seis metros cuadrados de la vivienda deben desaparecer para cederlos a la acera. El solar que hay pegado justo detrás, la amplia acera con la que ya se cuenta, el silencio del ayuntamiento, así como experiencias previas en el barrio, permiten deducir que la especulación es el auténtico motivo del derribo.

    Vecinos y miembros de la Asamblea de Tetuán del 15M, algunos de ellos curtidos en la lucha contra los desahucios, se implicaron desde el primer momento en la defensa de esta casa. No solo se desalojaba a una familia de una casa adquirida hace casi 60 años, es que se iba a demoler el edificio para construir una torre de pisos. El dinero ofrecido por lo que —sin haber una utilidad pública detrás— denominan «expropiación», además de ser insuficiente y menor al tasado (poco más de 300.000 euros), es rechazado por la familia aun si le dieran el triple. Ellos quieren mantener su hogar. La guinda a esta situación la ha puesto el Grupo Ortiz, que en connivencia con el Ayuntamiento es el encargado de realizar el derribo y al que se acusa de estar conectado con la trama Gürtel a partir de su aparición en un auto del juez Pedreiro.

    Con estos ingredientes básicos –más información en: http://ofelianieto29.wordpress.com/–, emerge una resistencia muy especial. En primer lugar, parte desde abajo, de una familia y los vecinos de su barrio. De pequeñas organizaciones de base que prestan enseguida su apoyo, como la Oficina de Vivienda de Madrid o la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Destaca también que aunque las redes sociales, especialmente Twitter, han estado muy presentes estos días de cara a la difusión y la búsqueda de nuevos apoyos, el origen y el motor de la resistencia está siendo real, no virtual.

    Quienes han estado acampando en la azotea de la casa desde la primera noche, hace ya dos semanas, han logrado establecer entre ellos vínculos auténticos, de cariño y confianza, basados en un trabajo político muy humano. A esto ha contribuido la presencia constante y la energía de la familia, volcándose con los visitantes de manera que las charlas con los más mayores y los juegos con las más pequeñas se alternaban con las asambleas y las cenas.

    La imaginación política ha vuelto con un ímpetu que muchos no veían desde las jornadas que siguieron al 15 de mayo de 2011: no solo la tribu de fotoperiodistas que acompaña día y noche esta lucha se ha superado en vídeos y fotografías fundamentales para darla a conocer, sino que la organización de los diversos grupos de trabajo, con esa mezcla de ordenadores, teléfonos, carteles y tortillas de patata por la casa, daban un ambiente especial a Ofelia Nieto. Además, las acciones que se han ido pensando han rebosado creatividad política de primer orden. No hay más que ver la inmediata conexión que enseguida se realizó con los intereses olímpicos del Ayuntamiento de Madrid. Y es que el modelo de ciudad que se busca con las Olimpiadas en 2020 es el que una vez más se ejemplifica en el caso de Ofelia Nieto.

    Teniendo en cuenta que la elección de la sede olímpica tiene lugar el 7 de septiembre, poner el foco en los Juegos ha sido además un modo ideal de presionar al Ayuntamiento e informar a la opinión pública: la nueva mascota de las Anti-Olimpiadas, Cobri, se ha dado así a conocer desde Ofelia Nieto, utilizada como vehículo para expresar este malestar. Su éxito en Twitter, con más de 3.000 seguidores en apenas 48 horas de vida, ha sido otro de los hitos de esta campaña.

    Pero insisto, aunque a lo largo de estos días diversas etiquetas como #Ofeliaresiste, #ON29, #OfeliaAlCOE, #Gürtelderriba o #Cobri2020 han sido tendencia principal en España, la resistencia se asienta en cimientos cotidianos, cercanos, tangibles. Ahí se ha fundamentado la apertura de la gente a nuevos apoyos, las relaciones entre organizaciones que en otras ocasiones podían haber tenido diferencias, la ausencia de ese aire de purismo que de vez en cuando nubla la vista de los más implicados en las luchas políticas de nuestro país. Esta es una resistencia que un día canta y baila el Bella ciao o A las barricadas en la azotea tras frenar el desalojo del 14 de agosto, y que otra noche monta un Cine de verano con los Goonies defendiendo sus muelles, pensando en las más pequeñas y, por qué no, también en los más nostálgicos.

    El desafío político está siendo de altura: se está practicando desde hace 15 días la desobediencia civil activa en un edificio oficialmente «expropiado». Se duerme cada noche en la azotea, y todas las mañanas, antes de las 7.00, grupos de vecinos aparecen en la puerta para impedir la entrada de los antidisturbios por si se les ocurre venir de nuevo.

    El fracasado intento de derribo del 14 de agosto mostró que se podía frenar hasta el más brutal de los desalojos. Con decenas de policías armados, con una grúa de dimensiones colosales preparada, hubo sin embargo gente pacífica que logró frenarlo. Vecinas con cacerolas en las ventanas, personas encaramadas en un andamio al modo de las antiguas luchas por la okupación, carteles de apoyo en los balcones. Ancianos y niños en primera línea, junto a sus mayores, resistiendo en la casa.

    Lo que está sucediendo en Ofelia Nieto 29, por otra parte, desvela problemas políticos esenciales. Carecemos de una representación política democrática en el Gobierno municipal. El Ayuntamiento gobernado por el Partido Popular, con su máxima responsable al frente, Ana Botella, se ha negado a recibir una y otra vez a la familia en estos días. Ni siquiera aceptaron las cerca de 4.500 firmas que se tenían recogidas el día 13 de agosto. Ha sido una experiencia desoladora desde el punto de vista democrático acercarse estos días a la Junta Municipal de Moncloa, o al propio ayuntamiento, y ser recibidos con las puertas cerradas, con la policía impidiendo el paso con la agresividad habitual.

    Y mientras, los supuestos representantes gubernamentales de la ciudadanía sin dar la cara, sin acceder a dialogar, a ofrecer razones, a escuchar. Ni siquiera a informar sobre el día que quieren derribar, condenando a la familia a una cruel angustia cotidiana. Se están comportando, día tras día, como representantes máximos de la oligarquía de este país, reflejando en la pequeña escala del barrio de Tetuán lo que estamos sufriendo a escala nacional.

    Lo que está sucediendo en Ofelia Nieto muestra una resistencia política que puede marcar el ritmo y el tono de las protestas este año. Resulta sencillo gritar, escribir o tuitear contra Rajoy o la Troika; lo que cuesta de verdad esfuerzo es organizarte en la lucha de tu barrio, de tu puesto de trabajo, en tu entorno personal, contra las políticas que aquellos impulsan. En Ofelia Nieto se está logrando. Y como en ocasiones precedentes, se muestra que este esfuerzo viene acompañado por recompensas no buscadas: una felicidad pública que surge del trabajo político conjunto, de saber que se lucha por una causa justa con personas ya para siempre cercanas, que conservan sus principios, que mantienen un impulso ético que nos puede salvar del desastre.

    Una chica que te dice que ha pasado las mejores vacaciones de su vida resistiendo a base de dormir poco mientras se juega multas o un mal golpe policial; un abuelo que por la noche, silencioso y discreto, arropa a aquel chico mientras duerme; una niña que cada día hace un corazón con sus manos y con su enorme sonrisa; una tarta de queso elogiada cada tarde por propios y extraños; unos amaneceres que, quienes duermen allí, los cuentan de cine; unas mañanas —y ya van…— con el despertador a las seis de la madrugada, por si acaso; gentes de Córdoba, de Girona, de la Pedriza, que acuden a pasar unas noches porque también es su lucha; la inolvidable parada de la Bici Crítica frente a la casa; aquel concejal de Izquierda Unida que aparece una mañana a mostrar su respaldo; aquellos chicos que rapean por Ofelia; asambleas del 15M que acuden cada día desde pueblos y barrios del extrarradio; cantos en honor a los mineros que desde Asturias también apoyan; cuerpos maltrechos por falta de sueño; resistencias cotidianas anónimas, imposibles de contar todas.

    Faltan apenas 24 horas para detener el derribo. El Ayuntamiento contaba con que la resistencia decaería con el paso de los días, pero ha sucedido exactamente lo contrario. Se teme que lo intenten una vez más. La policía ha aparecido por la casa intermitentemente en las últimas horas. Y es que a partir del jueves, se verán forzados a poner de nuevo en marcha la máquina burocrática para reactivar la orden de expulsión, lo que daría unos días de respiro a la familia mientras se resuelven los recursos pendientes.

    Desde Ofelia Nieto se asegura que si somos miles, no podrán derribar la casa. Eso seguro. Y piden apoyo, pues estas últimas horas son vitales para impedir una injusticia que se cierne concreta, con nombres y apellidos, sobre una familia. Quizá además, quién sabe, estemos ante la chispa que muchos estábamos esperando para empezar a cambiar algunas de las cosas que marchan rematadamente mal en este país».

    por Víctor Alonso Rocafort
    27/08/2013

    13 noviembre 2014 | 20:41

  3. «Se acaban de cumplir nada menos que 300 años desde la primera publicación del opúsculo El arte de la mentira política, falsamente atribuido durante siglos a Jonathan Swift. Y el lector contemporáneo, en estos tiempos de corrupción, no puede sino preguntarse si de verdad el ser humano cambia con el paso de los tiempos o si esa creencia es solo una ilusión.

    En realidad, podríamos remontarnos mucho más lejos, 2.000 años atrás si hiciera falta, y volveríamos a vernos fielmente reflejados en cada uno de los textos del momento, como en espejos prodigiosos. Si no lo creen, piensen, por ejemplo, en aquel pasaje de Séneca en De la serenidad del alma, en el que criticaba a la gente que adquiría libros solo para adornar sus salones, pensando en lo decorativo de sus lomos, o en lo conveniente de sus títulos, sin considerar siquiera llegar a leerlos. Sin duda, gozamos de una pasmosa capacidad para perseverar en nuestra propia naturaleza.

    Y así de pasmado y atónito se queda el lector de nuestros días, asediado por las noticias políticas y económicas del presente, y sin demasiado tiempo para ahondar en la historia, cuando se adentra en las páginas de El arte de la mentira política y descubre a su autor sopesando cuáles de las mentiras de los dos partidos entonces dominantes —los Whigs y los Tories— habían sido más creíbles en las últimas legislaturas.

    Un autor que, por cierto y para colmo, no fue de manera alguna el señor Swift, sino su amigo, el mucho más reservado escritor escocés John Arbuthnot (1667-1735), médico de la reina Ana, quien a decir verdad disponía de una agudeza, un talento irónico e incluso un estilo muy semejantes a los del primero.

    Ese autor, el verdadero, el doctor Arbuthnot, comienza el ensayo reflexionando sobre la disposición fisiológica de los hombres a la mentira y continúa proclamando que un arte tan útil y tan noble como el de mentir debería tener, al igual que el resto de las artes y las ciencias, su propia entrada en la enciclopedia. Y poder así servir de ayuda para todo político que pretenda alcanzar la gloria en los siglos venideros.

    Su definición de la mentira política es sencilla y contundente: “es el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables con un buen fin”. Y, de inmediato, pasa a facilitar una clasificación de los posibles tipos de engaños. Si bien la gente suele pensar que toda mentira es difamatoria, Arbuthnot distingue hasta tres clases de falsedades: la “mentira calumniosa”, que es la que trata de arrebatar a un hombre la reputación que se ganó justamente, por temor a que la utilice contra lo que se cree que es bueno para el pueblo; la “mentira por aumento”, que atribuye al personaje político mayor reputación de la que le pertenece; y la “mentira por traslación”, que transfiere el mérito de una buena acción, o el demérito de una mala, de una persona a otra.

    Todo esto lo va trufando Arbuthnot de ejemplos y de consejos para que las mentiras funcionen mejor, se extiendan más rápido o duren más tiempo. Recomienda asimismo a los jefes de partidos políticos que no se crean sus propias mentiras, porque el exceso de celo en el ejercicio de este arte puede hacer que algunos se acaben persuadiendo de que lo que afirman es en efecto verdadero, y podrían terminar intentando resolver los asuntos de la nación según el dictado de las mentiras inventadas por ellos mismos. Algo que, al parecer, solía ocurrir a menudo.

    Si un partido, apunta más adelante este analista del siglo XVIII, se hubiese excedido en el número y tamaño de sus mentiras, “para restablecer su credibilidad acordará no decir nada, durante tres meses, que no sea verdadero; esto les dará derecho a difundir mentiras durante los siguientes seis meses”. Aunque el propio autor se ve obligado a reconocer que, en la práctica, es imposible encontrar políticos capaces de semejante esfuerzo de contención.

    Todo esto lo analiza John Arbuthnot en una época previa a la televisión, a las campañas mediáticas y a los debates de tertulianos, anterior a Internet, a los blogs, a los comentarios anónimos y a las redes sociales, en una era en la que ni siquiera se intuían las consecuencias del retoque fotográfico o la suplantación digital. Por suerte, ahora también contamos con los vídeos y las hemerotecas.

    En el artículo que cierra el pequeño volumen, Jonathan Swift —ahora sí, el famoso escritor irlandés— sostiene que “al igual que el más vil de los escritores tiene sus lectores, el más grande de los mentirosos tiene sus crédulos: y suele ocurrir que si una mentira perdura una hora, ya ha logrado su propósito, aunque no perviva”. El ruido y la confusión harán su trabajo. Nada parece pues haberse alterado en estos últimos tres siglos recién cumplidos. Hoy, todavía, “la falsedad vuela, mientras la verdad se arrastra tras ella”.

    Juan Jacinto Muñoz Rengel es escritor, su última novela es El sueño del otro.
    28-MAY-2013

    15 noviembre 2014 | 11:46

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