Por Vicky
El sonido de la maleta arrastrada por una calle de adoquines se hace cada vez más frecuente en el barrio ateniense de Koukaki. Según un informe de Enterprise Greece, Koukaki se ha colocado en la quinta posición del ránking mundial de los barrios con mayor concentración de viviendas AirBnb, habiendo incrementado un 800% su actividad turística.
Y aunque fuimos uno de los últimos países de la Unión Europea en asomarnos a la tendencia de los AirBnb, este fenómeno ha venido con fuerza y en poco tiempo ha cambiado el aspecto familiar de la urbe. En parte, tardó en aparecer por la crisis que asedió al país en 2011 con consecuencias terribles para su mercado. Ahora, no solo hay miles de opciones de alojamiento -aparte de los hoteles y hostales tradicionales-, sino que hay mucha demanda de lo que se conoce como visas doradas. Una parte significativa de los solicitantes de estas son chinos, que están llegando a la capital y en algunas de las islas más visitadas del país en busca de hogares que les sirvan como base europea.
Los que piden visas y permisos para formar parte del sector inmobiliario griego son aquellos que durante la crisis económica convirtieron al país en destino de moda. Son los mismos que tenían suficiente dinero para viajar y que vieron una oportunidad singular de disfrutar de los paisajes de Grecia en precios muy bajos, algo que antes era improbable. Para que se hagan una imagen, el año pasado pasado hubo una cifra récord de 33 millones de visitantes.
Pero las visas no es algo nuevo. Fue un remedio al que recurrieron también España y Portugal hace unos años para atraer inversores y acelerar su recuperación económica. El precio para obtener este ‘’billete’’ tan especial asciende a los 250.000 euros, que es lo que cuesta una vivienda estándar en Grecia. Es decir, la compra de una casa te permite adquirir una de esas visas doradas con validez de hasta 5 años. Luego, dependiendo de si se ha aprovechado bien esta oportunidad ‘dorada’, se puede renovar por otros cinco años.
Todos tenemos un vecino ‘airbnb’, incluso los que vivimos en regiones más alejadas del centro y de las principales atracciones turísticas. Esto ha hecho que el gobierno considere posibles restricciones, aunque, de momento no hay ninguna salvo algunos proyectos que esperan a ser valorados y votados por el Parlamento.
La aparición de este negocio turístico fue tan repentino que, de hecho, nadie está muy seguro de si es algo que deberíamos permitir o empezar a controlar. Los que afirman ser más beneficiados por este fenómeno son los dueños de los comercios locales. La razón es muy sencilla. Con la crisis económica casi todas las familias han tenido que ajustar sus gastos diarios y, en consecuencia, estos comercios aunque pudieron mantenerse perdieron bastante dinero. Ahora no tienen clientes fijos a los que conocen por sus nombres y con los que charlar, pero sus nuevos clientes tienen más dinero y no se lo piensan demasiado en gastárselo en compras como los griegos.
Tampoco se ha observado la expulsión de vecinos por la subida de los precios en alquileres como ha pasado en otras ciudades con alta actividad de AirBnb. Solo hay una ligera preocupación por la oferta inmobiliaria, que ya es mucho menor hace un tiempo.
Y mientras que aparentemente todos disfrutamos de la sorprendente diversidad cultural, Grecia se convierte en un caso excepcional de la jugada de la renta turística. Los ricos siguen prefiriendo las comodidades que les ofrecen los servicios hoteleros, la clase media griega ha descubierto una nueva fuente de ingresos que le ayuda recuperarse de su deuda, la clase media de los turistas puede volver a visitar nuestro país sin arruinarse en el intento y aquellos que no pueden a optar a ningún tipo de turismo u ocio siguen observando los cambios alocados de esta ciudad.