Por Tom
El asediado presidente (por minoría) de España se encuentra debajo de una montaña cada vez mayor, de presión. Más recientemente en la forma de una manifestación de los partidos principales de la derecha.
Sin embargo, para poner sal en la herida, los partidos de País Vasco y Cataluña, que hasta la fecha se contaban como aliados del Señor Presidente, ahora puede que cambien de bando. El presupuesto que propone Sánchez no ha resultado ser muy popular. Al parecer, el líder de España había dado por hecho que los partidos de País Vasco, y sobre todo de Cataluña, se unirían a la causa contra la derecha española. No ha habido suerte. Quim Torra, presidente actual de la región autonómica de Cataluña, ha dicho que el miedo de la derecha no significa que automáticamente su partido hará lo que proponga señor Sánchez. Además, ha asegurado que entre la extrema derecha y un PSOE que no aceptará el derecho de Cataluña de autogobernar, elegirá siempre la opción secreta C: la independencia de Cataluña.
Como suele ser, en nuestros dos países, la derecha se hace más visible. El día diez de febrero se llenó la Plaza de Colón de gente de todo España, leal a la idea de una España Unida.
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La gente se veía muy animada y hubo discursos entusiastas por parte de varios políticos y personas implicadas en el movimiento. Una alumna mía me contó que su tío asistió a la manifestación, y le describió como un ‘Torrente chic’. No sé exactamente que es es.
En el Reino Unido, la situación es bastante similar en cuanto los políticos trastabillando por todos lados intentando encontrar una solución que no ofende a absolutamente todo el mundo. El motivo que alimenta la ira es distinto, pero el proceso y las reacciones son bastante parecidos.
Pedro Sánchez, presidente del gobierno de España desde el dos de junio el año pasado, llegó al poder tras derrocar en una moción de censura a Mariano Rajoy; la primera vez en la historia que pasa una cosa así. Theresa May llegó al poder tras el auto derrocamiento que se hizo David Cameron, tras desencadenar los cuatro jinetes del Brexit. Los dos han tenido periodos tumultuosos, con un montón de problemas en general, y sobre todo un gran problema de “independencia” con la cual lidiar.
La gente de cada país quedó dividida acerca del asunto, con mucha desinformación y opiniones cáusticas de ambos lados. Incluso familias se han roto, por lo menos en el Reino Unido, como consecuencia del voto del verano de 2016.
La posición de Theresa es más o menos la opuesta a la de Pedro. Ella está negociando (por no decir destrozando) la salida del Reino Unido, y el está intentando negociar un fin a la compleja historia de la (no)independencia de Cataluña. Los dos tienen un trabajo bastante duro, asediados por todos lados por la gente, los otros partidos, y incluso sus propios partidos.
Theresa está enrolada en un nuevo intento de renegociar los términos de un acuerdo que Europa ha dicho ya 39.999 veces que no se va a renegociar. Pedro está intentando convencer al resto del mundo que el juicio ‘no es político.’
En mi humilde opinion, como guiri un poco desde fuera de los dos asuntos, ambos me parecen bastante complicados. Dicho eso, en los dos casos, me parece que la gente en general se ha convertido en zombis. Ya no ven más nada que su propia opinión, informados y formados principalmente con emociones.
Como dice Childish Gambino, ganador de la Canción del Año en los Grammy.
I used to care what people thought, but now I care more
I mean, nobody out here’s got it figured out
So therefore, I’ve lost all hope of a happy ending.
Yo también he perdido la esperanza de un final feliz.
Lo que sí me parece claro es el resultado de las dos supuestas salidas.
En el caso del Brexit, todos son perdidas. En teoría ganamos control sobre la inmigración, pero para seguir con la facilidad de movimiento de la gente británica, habrá que llegar al mismo acuerdo con todos los países que existe ahora dentro de la Unión. Fallo. En teoría ganamos cientos de millones de euros que no tendremos que pagar en impuestos, para también hay muchas subvenciones que paga la UE para agricultura y salud pública que se perderán. Fallo.
Aparte de eso, francamente, no hay mucho más que “ganaremos” aparte de la sensación de tener nuestra isla para nosotros.
Al salir de la Unión, dependiendo de la manera de salir, habrá que o renegociar todos los acuerdos con cada país o intentar vivir con las normas de la Organización Mundial del Comercio. En muchos casos las tarifas son más altas que las de la UE. Fallo.
Ya hay negocios que están huyendo. Incluso los de los megafans del Brexit como Dyson, y Jim Ratcliffe ya tienen sus sedes en Europa y Asia. El centro financiero de Londres – the City – ha dicho que se podrían perder 5.000 empleos. Fallo.
En el caso de que saliera Cataluña, creo que sería bastante igual. Tengo mil preguntas: ¿no habría perdidas en los negocios? ¿Qué pasaría con los funcionarios que trabajan para el gobierno? ¿Cómo funcionaría la policía? ¿Existe control de trafico aéreo en Cataluña? ¿Tiene control de su propio espacio aéreo? ¿No quedaría fuera de la Unión Europea? Que pasaría con las fronteras con España y Francia? ¿Qué moneda usaría? ¿Cuánto costaría acuñar una moneda nueva? ¿Los Españoles residentes en Cataluña tendrían que salir? ¿Quá pasaporte usarían? ¿Habría que crear una nueva Constitución? La lista es casi infinita.
(Por si hay alguien que quiera ver como se hace un país en 13 pasos)
Me pregunto que a estás alturas, no hemos aprendido ya que dividirnos en grupos exclusivos, cerrarnos contra los demás, y rehuir a los que consideramos diferentes no funciona.
Os dejo con una linea de la canción inmortal de Bob Marley: “Let’s get together and feel alright”.