¿Por qué el cambio de nombre de Macedonia era necesario?

Por Vicky

Este sábado el parlamento de Macedonia ha aprobado la proposición para cambiar el nombre del país a República de Macedonia del Norte. En otras palabras, vivimos un momento histórico en el que se pone fin a una larga batalla cultural y a una todavía más larga quebradura de cabeza. Tanta que muchos no saben que la elección del nombre no es el problema en sí o por qué intervienen países como Grecia o Serbia.

Aquí un repaso histórico para resolver dudas.

El origen

Yugoslavia se colapsó en 1991 y dio el paso libre para la proclamación de la independencia de la República de Macedonia. Lo que necesitaba ese nuevo estado era consolidar su territorio. Para ello basó su propaganda en el asunto de la identidad y de la herencia histórica de su pueblo. El objetivo no era otro que asegurar la continuidad de esta república en el tiempo.

¿Qué hizo a la comunidad internacional pensar que los macedonios buscaban no solo su independencia, sino también expandirse en el mapa?

El propio nombre del país es una forma de apropiación del Reino de Macedonia, un estado de la antigua Grecia, dirigido por Filipo II y más tarde por su hijo Alejandro Magno. Todos sabemos de la figura conquistadora de este último rey. Entonces, lo que empezaron a temer los vecinos de la República de Macedonia fue que el simbolismo que utilizaba generaría una nueva ola de ultraderechismo en los Balcanes.

Busto en mármol de Alejandro Magno, siglo II a. C. Obra helenística original de Alejandría. (Wikimedia Commons)

Esta es la razón principal por la que Grecia lleva años oponiéndose a cualquier apelación al antiguo imperialismo. En la antigüedad, Grecia poseía más del 60% de este territorio, hasta la guerra de los Balcanes y la llegada del comunismo en la zona. Una búsqueda de la identidad de sus habitantes despertaría el nacionalismo heleno, ya en auge con la entrada del partido político Amanecer Dorado en el parlamento. Para evitar esta posibilidad, Atenas negaba cualquier negociación y recordaba a sus vecinos que este tipo de rectificación obligaría a Macedonia a realizar más de 150 cambios en su Constitución. Por eso, su participación en la resolución del problema era casi nula.

La situación en el otro lado de la frontera era muy diferente. Las manifestaciones violentas lideradas por políticos ultranacionalistas eran habituales. Se buscaba una respuesta mediante la provocación constante. Dos claros ejemplos son el cambio del aeropuerto de Skopje como ‘Aeropuerto Internacional Alejandro Magno’ y el levantamiento de una estatua gigante de la figura histórica en la capital. El actual mandatario Zoran Zaev ha empezado a deshacer el proyecto. El aeropuerto ya se llama  ‘Aeropuerto Internacional de Skopje’, mientras que ha prometido desmontar la estatua.

Aún así, la recuperación de la ‘Gran Macedonia’ traspasó las fronteras. Macedonios en todo el mundo, que emigraron en la época del comunismo, difundían el nuevo mensaje. En Canadá se creó la Organización de los Macedonios Unidos (United Macedonians Organization), que se dedicaba a repartir mapas del territorio antiguo con el apoyo de altos cargos militares del país.

¿Cuál ha sido la reacción internacional?

La ratificación de trato permitiría a Macedonia adherirse a la Unión Europea y a la OTAN, un camino que, hasta ahora, había sido bloqueado por Atenas. En el pasado, cuando Macedonia estaba bajo el régimen comunista, no era más que un enclave peligroso que podría contagiar la ideología ‘roja’ a sus vecinos europeos, al menos ante los ojos de Estados Unidos. Dicho país había afirmado textualmente que “cualquier intento de diálogo sobre un estado macedonio es un ataque demagógico directo contra Grecia”. Sin embargo, cuando la era del comunismo llegó a su fin, Estados Unidos quiso aprovechar la oportunidad y asegurarse de que el país no volvería a sumergirse a tal sistema político. La única manera de acercarse a los macedonios era ablandar su postura sobre su independencia. En este momento Grecia perdió el apoyo diplomático internacional que tenía y permaneció en una especie de vacío, entre la promesa de que Macedonia no llegaría a ser una realidad pero sin ninguna garantía de respaldo en el caso de que lo fuera. Esto justifica la actitud pasiva de Grecia en los últimos años.

¿Qué peligro existe actualmente?

Las negociaciones que se realizan actualmente se consideran delicadas, ya que se deben efectuar una serie de cambios para cumplir los acuerdos de paz pactados entre los dos países. Ahora que han acordado un nombre adecuado, Macedonia del Norte debería cambiar casi por completo su Constitución de tal manera que evite la referencia a dos aspectos muy concretos: por una parte, reclamar cualquier enclave antiguo, y por otra parte, penalizar el intento de difusión de la ‘Gran Macedonia’, que alimenta la desconfianza y el odio entre sus países vecinos. Solo de esta manera se podrá poner fin al eterno malentendido cultural que se utilizó en su día como medida de propaganda para justificar otros fines ajenos a la identidad del pueblo y más próximos a la geopolítica estratégica de la región.

Macedonia no es el primer país en cambiar su nombre

Hay diversas razones detrás de estos cambios, que se han producido a lo largo del tiempo. República Checa, que adoptó ese nombre a comienzo de los años 90, decidió en 2016 reducir su topónimo a Chequia, por razones de marketing. Como varios países bajo el Imperio británico, Sri Lanka llevaba otro nombre. Se llamaba Ceilán hasta 1948.

Opositores al referéndum sobre el cambio de nombre de Macedonia celebran la baja participación en la consulta frente al Parlamento del país, en la capital, Skopje. (VALDRIN XHEMAJ / EFE)

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