Por Vicky
Woody Allen decía en 2010 que si alguna vez tuviera que esconderse del mundo, Asturias sería la elección perfecta. Por supuesto con esta afirmación quiso expresar su admiración por el principado, pero reconozco que Madrid en su día me dejó con la misma impresión. No, este post no trata de hacer competir a las dos comunidades por su hermosura. Estamos de acuerdo de que cada una tiene su encanto.
Cuando llegas a Madrid para quedarte, siempre que tengas capital suficiente para pagar tu alojamiento, es probable sentirte un poco Woody Allen porque nadie te va a reclamar documentos oficiales o te va a preguntar cuál es tu propósito en la ciudad.
Cualquier nueva ley que sirve para mejorar las condiciones de vida y la seguridad de los ciudadanos, me parece estupenda. Pero es mejor valorar si el sitio donde planeas aplicar algo nuevo está preparado o cumple los requisitos para acoger lo que se le pide.
La Comisión Europea pidió esta semana a todos los países del bloque comunitario reforzar los sistemas de intercambio de información sobre documentos de identidad, visados y permisos de residencia falsos. Desde Bruselas comentan que es una medida eficaz, cuyo objetivo principal es combatir el terrorismo, el crimen organizado y la inmigración ilegal.
Por experiencia propia os puedo confirmar que esta tarea va a ser más fácil para algunos países que para otros. Desde luego, en la segunda categoría metería a España. Al llegar al país y pasados unos meses, tenía la sensación que estaba en una especie de vacaciones largas. Con mi pasaporte podría realizar cualquier actividad y tener los mismos servicios que el resto de españoles.
¿Fue por responsabilidad? ¿Culpabilidad? Digamos que pronto mi sentido común me hizo preguntarme cuándo luciría en mi cartera una de esas tarjetas que certifican que soy residente, estudiante y que llevo una vida normal e igual a la de toda esa gente a mi alrededor. Llevaba cinco meses en Madrid sin ningún documento oficial de identidad o residencia por el país.
Cuando se lo conté a algunos amigos que vivían en Alemania o en el Reino Unido se reían de mi “ilegalidad”. Su experiencia era muy distinta. Me contaban que los papeles de su Ayuntamiento o de las autoridades simplemente se acumulaban en su buzón y que en estos tenían escritos todos los detalles paso por paso de lo que tenían que hacer en los próximos días para registrarse como residentes.
Cuando, por iniciativa propia, me acerqué a la oficina que gestiona los asuntos de extranjería, de nuevo nadie mostró interés por saber cuánto tiempo llevaba en España. Para colmo, el tiempo para que se llevasen a cabo todos los trámites correctamente se extendió a 20 días más. Si os habéis perdido en este viaje en el tiempo, vivía la vida a lo Woody Allen durante seis meses.
Con todo, creo que a veces la visión, consejo o ayuda de una tercera persona es hasta necesaria para ver la urgencia de corregir cosas.
decir que Asturias y Madrid te dieron la misma impresión tiene delito…
me temo que no has pisado la región mas bonita y llena de naturaleza de nuestro país
19 octubre 2018 | 8:12 pm