Por Vicky
Lo he hablado con mis amigos, se lo he notado a mis padres y he observado a varios compañeros de viaje. Suele pasar que cada vez que cogemos un avión a otro país, empezamos a actuar como la gente del mismo. ¿Se nos contagia? ¿Seguimos las normas por miedo a lo que pueda pasar en un lugar desconocido o es algo totalmente inconsciente?
Creo recordar que uno de los primeros hábitos que “copié” de los españoles fue la responsabilidad de reciclar. Ordenando mis pensamientos este tema saltó enseguida porque el mantenimiento de limpieza y la conciencia ambiental se vive de una forma muy distinta en Grecia.
Una noticia publicada esta semana advertía que España probablemente no podrá cumplir con los objetivos de reciclaje que establece la Unión Europea para el año 2020, según los cuales se debería reciclar el 50% de los residuos que produce cada país miembro.
No voy a decir que no me sorprendí con el anunciado y seguí leyendo hasta llegar a las cifras. Me encontré con que la proporción de reciclaje y compostaje de mi país natal no superaba el 17%, mientras que en España alcanza el 30%. Solo en ese momento me di cuenta del por qué en su día me impactó tanto una costumbre supuestamente insignificante y ordinaria para muchos vecinos míos.
Y es que a veces hablando de kilos y toneladas pensamos que las soluciones no están a nuestro alcance. Pero la gestión de lo que consumimos es un asunto claramente nuestro.
La vida universitaria también me ayudó a moderar gastos y así empecé reduciendo el consumo de todo aquello que requería mucha energía, por ejemplo. Luego, el uso del transporte público en vez de un medio particular vino solo, gracias a lo bien comunicada que está la capital. Poco a poco el reciclaje ganó terreno en mi conciencia, hasta ser algo tan voluntario como una reacción automática e inconsciente.
Por supuesto, disponer de las herramientas y la asistencia técnica necesaria para conseguirlo, también suma. Si cada edificio y calle cuenta con las competencias básicas, todo el proceso se convierte en algo obligatorio. Y esta ayuda de los fondos estructurales es lo que falta todavía de Grecia y posiblemente del resto de países miembros que forman parte de la “lista negra” de la Comisión Europea.
Visto lo visto, contagiarte del espíritu verde es quizás de las mejores cosas que te pueden pasar y es de suma importancia. ¡No esperes, es más fácil de lo que parece!