Toda la información sobre las elecciones en EE UU, el perfil más desconocido y curioso de esta campaña electoral. Primero desde Madrid, y en San Francisco durante la semana de votación, os informaremos sobre el cambio en la Casa Blanca

El día de la marmota electoral

Han pasado ya tres días desde el último post, Obama ha ganado las elecciones y el resultado, pese a ser el esperado y deseado en San Francisco, fue celebrado por todo lo alto.

Muchos de los que aquí se encuentran han impulsado al candidato demócrata, y al republicano, cediendo horas de su tiempo, la fuerza del voluntariado es aquí bestial. También entre ellos había españoles que viven en la ciudad o sus proximidades, y se mueven entre la extrañeza por un sistema electoral totalmente diferente y la pasión por el sentimiento de que de verdad pueden aportar su granito de arena para cambiar las cosas.

Después de la fiesta nos hemos presentado ante uno de los candidatos a presidente de EE UU más peculiares que puedo imaginar. Y he tenido tiempo para conocer el perfil más turístico de la capital progresista del suroeste.

Tras la votación llega el día cero de la era Obama, como muchos repiten por aquí, su cara se hace aún más presente en los edificios. Y muchos llevan aún en la solapa la pegatina que les acredita como votantes. Por momentos creo estar en la jornada del Orgullo Elector.

En medio de esta resaca, un par de mujeres de avanzada edad han vuelto al trabajo. Tienen una mesa con toda la parafernalia demócrata frente a la puerta de una oficina de la administración. Allí acuden los inmigrantes para jurar la constitución y obtener la nacionalidad. Y ellas quieran que su primer acto como ciudadanos de EE UU sea registrarse para votar en las elecciones de 2012. «Para reelegir a Obama, por supuesto», afirman.

Viendo su mesa de registro y la propaganda partidista aún en las puertas, he tenido un terrible flashback. Esto es como el día de la marmota, pero en clave electoral. A los habitantes de San Francisco les ha gustado tanto la noche del día 4 que parecen querer repetirla una y otra vez, una y otra vez. Que quieren que les diga, estoy alcanzando el punto de saturación.

¡Protege el voto!

Garantizar unas elecciones limpias, el derecho a voto de todos los ciudadanos, evitar problemas con las máquinas de votación… Es el trabajo que realizan en Video the Vote, una organización no partidista, formada por voluntarios que documentan las posibles violaciones de la ley electoral para reunir pruebas que luego puedan ser utilizadas por los tribunales.

Barni Qaasim es una de ellas. Esta cineasta metida a vigilante electoral nos recibe en la quinta planta de un edificio de oficinas del centro de San Francisco, en la sede de la Fundación Mitchel Kapor. Allí se encuentra uno de los call centers que contestan a las dudas de los votantes: ¿puedo registrarme aún? ¿dónde me toca votar? ¿Qué documentos necesito? Aquí hay unas cincuenta personas al teléfono, pero en todo el país son más de 10. 000 realizando el mismo trabajo. A lo largo de esta jornada esperan unas 600.000 llamadas.

Cuando se detecta un problema que se estima debe ser tratado por alguno de los cientos de abogados que se han presentado como voluntarios se envía a un cámara al colegio electoral que documenta los problemas. En todo el país hay 3491 personas registradas y listas para grabar cualquier irregularidad.

Video the Vote pide también a los ciudadanos que documenten su voto, y lo están haciendo en masa. En un principio esperaban recibir un vídeo cada 20 minutos, pero llegan a un ritmo de uno cada dos. Así que los voluntarios encargados de la base de datos están a estas horas muy ocupados.

Lo estarían mas si no contaran con YouTube. La tecnología del sitio de Google se utiliza para codificar los vídeos en baja y alta resolución, lo que permite que luego las imágenes puedan ser usadas luego en un proceso judicial si fuera necesario, así como en medios de comunicación.

El recuerdo de las dos últimas elecciones presidenciales y las irregularidades que sufrieron los votantes, sobre todo los de las clases más desfavorecidas, está en el recuerdo de todos. Por eso muchos de ellos llevan horas trabajando de forma desinteresada, cumpliendo una labor que, quizás, debería realizar el estado. Pero la impresión es que aquí no se fían mucho de él.

Ricardo llama a tu puerta

Cuando en California, hace unas seis horas, abrieron los colegios electorales, había otros estados de EE UU en los que el cierre de las urnas estaba cercano. Darán resultados pronto y el miedo de los demócratas es que sus votantes se desmovilicen y pese a tener decidido suapoyo por Obama prefieran quedarse en casa celebrando una victoria que pueden poner en riesgo con su absentismo.

Por eso un grupo de voluntarios recorre las calles con una lista en la mano. En ella aparecen los nombres de las personas que se han registrado para votar, y son tachados quienes ya se acercaron a cumplir con su deber ciudano.

Me encuentro con Ricardo, uno de ellos, en pleno barrio gay de San Francisco, en Castro. En su lista casi todos los nombres están sin tachar. «Aún es demasiado pronto, la gente está trabajando o disfrutando del buen tiempo, pero no queremos que se nos escape la victoria por un exceso de confianza», asegura.

Reconoce que su trabajo es más fácil que el de otros voluntarios que, en lugar de hacer las visitas purta a puerta en San Francisco, se han desplazado a otros teñidos del rojo republicano. Allí, explica, pueden recibirte con mucha animadversión. Le dejamos pulsando telefonillos. Al parecer, no hay nadie en casa. El día, soleado aunque fresco, es ideal para salir a la calle. Quedan seis horas para que cierren los colegios electorales en San Francisco.

Hola, ¿están las elecciones?

Llego al aeropuerto internacional de San Francisco a la una y media de la tarde (hora local) del domingo 2 de noviembre, 24 horas después de salir de Madrid. Y ni rastro de Obama, ni de McCain ni nada que se les parezca.

La primera impresión es que las elecciones no existen, no hay carteles por la calle y cuando el burrofante pega la oreja a las conversaciones de la gente en el tren o el metro que nos lleva al centro, el tema electoral no hace acto de presencia. Pero no se engañen, está por todas partes. Quédense por aquí y podrán comprobarlo.

Cual Gila en busca del enemigo, este periodista somnoliento y agarrotado por las horas de vuelo se da una ducha y sale a la calle a preguntar los comicios fantasma. «Buenas, ¿están las elecciones?». Y vaya que si están, John, Ruby y Maribel son algunos de los que nos han hablado de ellas.

«Qué fuerte lo de la Reina, ¿no?»

La primera sorpresa de la tarde (es un decir, el cuerpo asegura que la hora biológica es la de las 03.15 de la madrugada) nos la dan John y Mark. Como si fuera un escudo, a la altura del pecho, sostienen un cartel contra la Proposición 8. Pero en cuanto se les pregunta qué defienden y por qué pasan al ataque en plena Market Street arteria comercial en el distrito financiero de San Francisco.

La legislación del estado de California reconoce la validez legal del matrimonio homosexual, pero grupos religiosos y conservadores de todo EE UU han impulsado una enmienda a la Carta Magna que pretende quitar la igualdad de derechos a los matrimonios gays. Es la Proposición 8, una de las muchas sobre las que los habitantes de esta y otras ciudades tendrán que decidir el martes.

Y no sólo nos la encontramos en la calle. El San Francisco Chronicle abría su edición del domingo precisamente con esta asunto, convertido en batalla electoral nacional pese a que sólo se vota en esta parte del país. Cuenta que religiosos de todo el país han organizado misas en este estado para apoyar la causa contra el matrimonio gay, que los conservadores se han gastado hasta 70 millones de dólares en defender su abolición, y que lo que aquí suceda se ve como un augurio de lo que está por venir… El que gane marcará tendencia legislativa en la materia.

Las encuestas mostraban hace semanas una clara ventaja en contra del no y a favor de mantener la igualdad de derechos, pero el margen se está ajustando y ahora sólo tres puntos separan a los defensores de ambas posturas.

Cuando le digo a uno de ellos que soy periodista español muestra ser una persona informada: «Los españoles sois nuestra inspiración en este tema, pero sé que también allí hay debate… ¡por cierto! Qué fuerte lo de las declaraciones de la reina ¿no?» No no, que fuerte lo tuyo. Para que luego digan que los estadounidenses no tienen los pies en el suelo y no conocen el mundo en el que viven.

Estos, por lo pronto, no las tienen todas de su lado y se niegan a dar por segura la victoria de la polémica proposición. El martes se verá. Quedan atrás mientras sigue el paseo por Market Street. Son las seis de la tarde y las aceras se empiezan a vaciar. Queda un día menos para las elecciones.

España en la oficina de Obama

Siguen sin verse carteles, ni pasquines por el suelo. Aquí la política no ensucia las calles, pero castiga sin cesar desde la caja tonta.

Hace tres minutos que hemos dejado atrás a John y Mark convenciendo a los viandantes sobre las maldades de la proposición 8, cuando pasa un camión modelo estrella de la muerte de La Guerra de las Galaxias, con lucecitas y pantallas, enorme y ruidoso, defendiendo con su cartelería virtual y móvil la proposición 2. ¿La 2? Esperen… Aquí está. Wikipedia: La proposición 2 quiere prohibir por ley el confinamiento de animales de granja en condiciones que no les permiten moverse, tumbarse o ponerse de pie.

Pienso qué me parece, qué esconderá la propuesta 10, la 11, la 12… ¿Cómo se aclara esta gente para votar tantas cosas al mismo tiempo? Y nosotros pensando que la sábana para votar a los candidatos al Senado era complicada. Sin tiempo para pensarlo mucho, al girar la vista me encuentro con una oficina de voluntariado demócrata.

Nos recibe Ruby, que al escuchar de donde somos (voy con Eva, otra periodista española) empieza a hablar en español. Está entre los 20 y los 30, estuvo viviendo en Barcelona cuatro meses allá por 2006. Y aprovechó mucho su tiempo, habla mejor el castellano que yo el inglés con todos mis años de clase. Deprime, pero nos invita a pasar y aceptamos gustosos.

Cuenta que en la oficina se dedican sobre todo a realizar llamadas para convencer a los votantes de que apoyen a Obama. Pero no llaman a California, la dan por ganada, sino a los swinging states, aquellos en los que no hay según las encuestas un claro vencedor: Florida, Pensilvania, Ohio, Virginia…

Dos pasos más y topamos con Johanna, que de nuevo tiene una historia en la lengua de Cervantes. Su hija está casada con un madrileño y ahora viven juntos en EE UU, y le hace gracia que dos periodistas de ese país le pregunten por lo que está haciendo.

Queda atrás atendiendo a otros voluntarios mientras entramos en una gran sala llenas de mesas con teléfonos y personas pegados a ellos por la oreja. Sonríen y gesticulan, parece que disfrutan llamando a los indecisos. Convicción política lo llaman. Antes de salir de nuevo para la calle preguntamos a un coordinador, que nos dice que hay unos 100 voluntarios trabajando. Mayoritariamente son blancos y jóvenes, por debajo de los 30 años . Pero se ven todos los colores de piel imaginables, y por su atuendo diría que son de clase media y media baja.

«Y qué dicen las encuestas, ¿da resultado esto de las llamadas?». «Es para otros estados», repite, «aquí ganará Obama con el 99% de los votos». Por ahora ni rastro de lo republicanos, seguro que repiten mantras similares. Mañana iré en su busca. Antes de salir a la calle el burrifante se retrata con un Obama de cartón piedra. Me piso las ojeras con la punta de los pies. Impublicable.

Maribel invita, pero no vota

Quiero dormir, y antes comer algo, creo que tengo un gran colisonador de hadrones en el estómago (el conocido efecto comida de avión sin siesta ni cigarro), pero las tiendas y establecimientos de comida de Market Street ya han cerrado y las aceras se han quedado sin consumidores. Mientras éstos se refugian en grandes monstruos de cuatro ruedas la otra América sale a la calle. Sólo nos cruzamos con homeless, personas sin techo de verdad, a decenas. He tardado varias horas en darme cuenta, la ciudad está llena de ellos.

Oigo hablar español y pregunto por algún sitio abierto para comer algo.

Y responde nuestro ángel de la guarda, Maribel. Esta salvadoreña que ronda la cuarentena ha salido a la calle con sus hijos para celebrar el cumpleaños de Héctor, el menor de ellos, que acaba de hacer los 11 años. Nos dice que van a recoger al padre al restaurante donde trabaja, y que si queremos podemos acompañarles, pues la zona está muy animada.

Al llegar al bus (más tarde Eva se dio cuenta de que era un tranvía), un presente inesperado. «No paguéis que tengo billetes para todos», regala Maribel. Durante el trayecto nos cuenta que no podría irse a vivir a otro país, que ella lleva 22 años en San Francisco y que a sus hijos les sería casi imposible adaptarse.

¿Papeles? Si. ¿Derecho a votar? Ni lo tiene ni le interesa, a Maribel no han logrado movilizarla para estos comicios, pues en ella reinan la desilusión y la desconfianza hacia los políticos. Toda la que no nos ha dado a nosotros. Y afirma que en su entorno, con su familia y amigos, la sensación de que sólo se acuerdan de los hispanos cuando hay unas elecciones ajustadas es generalizada. Que muy pocos de los que conoce, casi nadie, se acercará a votar el martes.

Tras despedirnos de Maribel y su familia y comer junto a Chinatown, Con un ojo puesto en las encuestas y el otro en la lista de oficinas del Partido Republicano, me voy a la cama que ya es hora. Mañana más.

Incluso en estos tiempos de crisis…

…en los que todos nos vemos obligados a apretarnos el cinturón, la lucha por el poder parece justificar cualquier derroche.

Esta madrugada se ha emitido en las principales cadenas de televisión de Estados Unidos un anuncio electoral sin precedentes, de media hora de duración. Lo ha contratado Barak Obama y su alto coste, un millón de dólares por cadena, ha recordado a muchos que el demócrata tiene en caja más dólares para gastar que cualquier otro candidato anterior.

Que el dinero es importante en una cita como esta no es un secreto. Cada billete gastado es un paso más hacia la Casa Blanca, y Barak Obama es una máquina de conseguir dinero. En agosto recaudó 66 millones, más que ningún otro candidato de la historia, acallando algunas de las voces que le criticaron por renunciar a fondos públicos para la campaña. Pero no a todos.

Porque incluso entre sus más destacados seguidores hay quien no ve con buenos ojos que se tenga y se gaste más dinero, sobre todo en estos tiempos de crisis, y teniendo en cuenta que hace ahora un año el senador por Illinois se comprometió a no gastar más que lo que le aportasen los fondos públicos, 84 millones.

El también senador demócrata Bob Kerry ha tachado de hipócrita a Obama por acabar renunciando a esos fondos, y lanzarse a batir récords de donaciones incumpliendo su promesa anterior de contención del gasto.

Paris Hilton for President

En la historia de las elecciones presidenciales en EE UU hay varios cómicos que se mofaron durante años de los anuncios de los candidatos elaborando promociones propias.

El más conocido de todos es Paul Paulsen, que creó anuncios para una falsa campaña presidencial en los comicios de 1968, 1972, 1980, 1988, 1992 y 1996. Murió un año después, en 1997, pero sus descendientes apuntan maneras y parecen dispuestos a seguir con la tradición.

No serán los únicos, ni si quiera los más famosos en iniciar una campaña sólo para reirse un poco. Nada menos que Paris Hilton se ha unido a esta tradición con un vídeo de música pegadiza y más recomendable para su programación en la MTV que en CNN. Esta chica hace de todo.

Los discursos de Obama, con 27 años

EE UU es la tierra de las estrellas precoces y en esta campaña no podía faltar una. Se llama Jon Favreau, tiene 27 años y es el autor de algunos de los discursos del candidato demócrata.

Medios como The New York Times, Newsweek y, en español, Radiocable, han reseñado su trabajo, y recuerdan que la primera vez que se encontró con Barak Obama fue para pedirle que cambiase una frase en una presentación. Algunas fuentes dicen que no se lo tomó muy bien, pero el hecho de que acabara contratándole no parece confirmar esa tesis.

Sus palabras estarán presentes en el discurso de cierre de campaña, en el que el mensaje positivo sobre el futuro será de nuevo el protagonista.

Foto: The New York Times