O mucho cambian las cosas, o mañana Rusia, cuya delegación estará encabezada por el futbolista del Arsenal Andrei Arshavin, será elegida en Zúrich como la sede del Mundial de 2018. Pese a tener enfrente a rivales muy superiores, como la Candidatura Ibérica de España y Portugal o Inglaterra, y presentar el proyecto más pobre, el apoyo de su primer ministro, Vladimir Putin, uno de los hombres más poderosos del planeta, y de las empresas energéticas más importantes del mundo será definitivo para que el Comité Ejecutivo de la FIFA lo tenga claro.

Al parecer, Rusia ha prometido una inversión real será de cientos de miles de millones de euros, ya que, para empezar, 13 de los 16 estadios y el grueso de las infraestructuras tendrían que ser construidas desde cero. Dicen sus promotores, que la FIFA y las compañías patrocinadoras ingresarían mucho más dinero si Rusia organizara el Mundial, ya que es un mercado sin explotar.

Desde el gobierno ruso se le ha planteado a la FIFA que si quiere que el fútbol siga creciendo lejos de la vieja Europa, como ocurrió con los Mundiales de Corea y Japón (2002) y Sudáfrica (2010), Rusia debe ser la elegida, ya que dejaría mayor legado que las otras candidatas. Además, Putin ha prometido que Rusia eximirá de visados a participantes y visitantes durante la disputa del Mundial, y garantizará el transporte público gratuito en autobuses y trenes por el país a aquellos aficionados que dispongan de entrada para el torneo.