En el argot futbolístico, a un jugador que da mucha cera, que da muchos palos, excesivamente duro, se le llama «guarro». No es una invención mía, cualquiera que haya jugado al fútbol lo sabe.

Sergio Ramos lleva camino de convertirse en el jugador más guarro de la historia del Real Madrid, si tenemos en cuenta los números que pone de manifiesto el As: con la roja que vio en el derbi contra el Atlético, Ramos acumula nueve expulsiones en 139 partidos de Liga, a una del récord de Fernando Hierro. Sin embargo, el malagueño tuvo que jugar 439 partidos para alcanzar esa cifra.

Este diario deportivo también recuerda que le han sacado 57 amarillas como jugador merengue, una cada 211 minutos, y que en el Sevilla no vio ninguna roja en los 38 partidos que disputó.

Aparte de los números, en mi opinión, Sergio Ramos no debería acabar la mitad de los partidos. No digo yo que lo haga con mala fe, pero siempre realiza entradas desproporcionadas y a destiempo.

Debería centrarse un poquito y sólo así llegará a ser el gran lateral o central que apuntaba en la capital hispalense. Ha perdido el rumbo y su progresión se ha quedado estancada en el Bernabéu. ¿O no creéis vosotros eso?