Por mucho que vayan bien las cosas para el Barcelona, en el Camp Nou siempre hay alguien que se encarga de romper la armonía.
Por enésima vez, su presidente, Joan Laporta, no estuvo a la altura de las circunstancias, abandonando el palco del Coliseum Alfonso Pérez sin despedirse de nadie con un cabreo monumental motivado por la desastrosa actuación arbitral.
¿No es increíble que sea precisamente el presidente del Barcelona el que se queje de los trencillas?
Pero lo que sucedió en Getafe no es un hecho aislado en la trayectoria de Laporta.
En 2005, uno de los detectores de metales del aeropuerto de El Prat acabó con su paciencia al pitarle a su paso por tercera vez. El presidente culé decidió quedarse en calzoncillos al grito de «cabrones, me tenéis hasta los cojones, si queréis que me quede en pelotas lo vais a conseguir».
El penúltimo incidente recordado de Laporta ocurrió el pasado año, cuando tras abroncar a su chófer le hizo bajarse del coche y se puso al volante.
La pregunta es ¿qué le pasa al presidente del Barça? ¿Está nervioso ante el acecho del Real Madrid? ¿No soporta la presión del cargo?