En cada una de las presentaciones de los nuevos fichajes, y en las que quedan por venir esta pretemporada, estamos asistiendo a un gesto repetido y una frase hecha. El gesto es el beso en el escudo de la nueva camiseta. La frase:
«Siempre he soñado con jugar en este equipo»
Se lo hemos visto y oído al portugués en un Bernabéu repleto, a Juanito en la ribera del Manzanares o al último en llegar, el japonés Nakamura.
No quiero ser incrédulo, pero en un deporte tan profesionalizado y en el que hay tanto trasvase económico y tanto movimiento de jugadores, me cuesta creer que el sueño de todos los jugadores sea jugar en el club que le ha fichado precisamente esta campaña.
Y, si no, acórdemonos del declarado barcelonista Luis Figo, quien olvidó sus recuerdos y emigró a Madrid en la primera época galáctica de Florentino.
Me fíaría más si esas palabras salieran de los canteranos. Ellos sí que sienten los colores, porque han mamado la filosofía del club desde niños. Lástima que a muy pocos se les dé la oportunidad de demostrarlo, en beneficio del salvaje mercado de fichajes.
En respuesta a la fiebre de besaescudos, las marcas deportivas están pensando en hacerlos impermeables. (Es broma)