Dicen que los grandes jugadores donde tienen que aparecer es en los grandes partidos y hasta el clásico de hoy, a Zlatan Ibrahimovic se le había tachado de empequeñecerse en las grandes citas.
A partir de ahora nadie podrá reprocharle eso al sueco, que desequilibró el mejor partido de fútbol que en estos momentos se puede jugar en el mundo. Por primera vez en lo que va de temporada, el técnico blanco, Manuel Pellegrini, ganó la partida en lo táctico a un rival. Fue mejor que Guardiola, al menos en el planteamiento inicial.
Apostó por la velocidad y el juego directo tras robo de balón y hubiera sacado mejor tajada del Camp Nou de no ser por la poca puntería que demostraron sus delanteros. Pellegrini logró atemorizar al Barça, que dio un paso atrás en la segunda parte.
Guardiola también tuvo su mérito en el triunfo, aunque sólo fuese por acordarse que tenía en el banquillo al relevo de Eto’o. Fue Ibrahimovic el que rompió, con un empalme a bocajarro imposible para Casillas, un duelo que si hubiera acabado en empate nadie hubiese protestado. Entre Madrid y Barça, la diferencia hoy ha sido un jugador: Ibrahimovic.