Hay gestos, actitudes y manifestaciones que nunca entenderé. Soy consciente que nadie da duros (euros) a pesetas (céntimos) y que en la vida todo tiene un precio.
Hasta ahí llego y no me parece mal ni criticable. Cada uno posee la libertad de elegir cómo quiere encauzar su trayectoria vital.
Pero lo que no es legítimo es la hipocresía de la que hacen gala algunos futbolistas. Presumen y predican en público ante los medios y los aficionados del amor a un club y a unos colores y luego se comportan de una forma totalmente distinta.
Míchel Salgado acaba de fichar por el Blackburn Rovers por las dos próximas temporadas. El lateral gallego no contaba para el técnico del Real Madrid, Manuel Pellegrini, y ambos decidieron que lo mejor era su salida del club.
Sin embargo, Salgado no se ha ido de vacío: cobrará tres millones de euros por la rescisión de su contrato.
Que el gallego se fuera ingresando este dineral no me parecería mal si no hubiese proclamado a los cuatro vientos su amor por el Real Madrid, entidad en la que ha estado diez años y que abandona con los bolsillos repletos de euros, ya que a Salgado le van a pagar por un trabajo que nunca realizará.
