El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Plan HAVISA: curioso plan para promocionar hábitos de vida saludables

DonutsTal y como pone en el título, con el Plan HAVISA (Hábitos de Vida Saludables), se conoce una campaña iniciada en el año 2013  promovida por la desaparecida AESAN (hoy AECOSAN, Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición) y la Fundación Alimentum (organización privada compuesta por muchas de las principales empresas de alimentación y bebidas que operan en España) que consiste, según la propia web del Plan, en una campaña de comunicación de aplicación en la TV que se concreta en la inclusión de leyendas y mensajes para la promoción de una alimentación saludable y la práctica regular de actividad física […]

Me imagino que ya sabes en qué consisten. Son esos mensajes que pasan a toda velocidad en el faldón de los anuncios de TV de aquellas empresas que han firmado la campaña y que nos advierten, aconsejan o… avisan (que hábil calambur) de lo adecuado de comer bien y moverse lo suficiente… en letra de pata de mosca y, como digo, a una velocidad que dificulta bastante su lectura.

¿Te acuerdas de aquella entrada ¿Qué es lo que “grita” un snack desde la cúspide de la pirámide? Pues vamos, más de lo mismo o parecido. Ser un alimento de los considerados superfluos y, encima, jugar a ponerse la medalla de estar en esta campaña o en aquel plan para la promoción de hábitos de vida saludables. Resulta sorprendente el importante número de empresas que firman este plan y que, sin ambages, pertencen a la categoría de productos superfluos. Estamos hablando de empresas cuyo principal negocio está basado en la producción y venta de snacks dulces y salados, de caramelos, de bollería industrial, de refrescos, de dulces y chocolatinas, embutidos y platos industriales…  A esto en mi pueblo le llaman, «a Dios rogando y con el mazo dando», aunque ahora que caigo también se le puede aplicar de aquello de “atar los perros con longanizas”.

No me gustan este tipo de planes cuando quienes dicen participar en la promoción de soluciones son parte del problema. Es como si, por ejemplo, un congreso internacional de bomberos estuviera financiado en mayor o menos medida por una asociación de pirómanos. Pirómanos que luego, por haber participado en el congreso se pondrían la medalla de estar colaborando con la integridad de nuestros bosques. Pirómanos que en una absurda y paranoica realidad recibirían el reconocimiento de las autoridades por su participación en este tipo de congresos. Esto no cabría en cabeza alguna.

Sin embargo, lo que sigue sin caber en ninguna parte aunque es real como la vida misma es que empresas como las antedichas reciban premios de la administración, en este caso de la desaparecida AESAN, por su “compromiso nutricional”. Me alegro por la empresa en cuestión, qué duda cabe (ejem), pero no deja de ser curioso que sean estas empresas quienes reciban este tipo de reconocimientos. Tal y como mencionaba en esta entrada (documental que no debes perderte) se hace difícil de comprender que los directivos de ciertas industrias alimentarias reciban premios por parte de la administración en base a “sus acciones emprendidas en pro de la salud”.

Por mi parte, no digas que no te aviso, el Plan HAVISA tiene pinta de ser poco, por no decir nada, eficaz para los fines propuestos y menos si como criterio de su éxito se toma en consideración variables como el número de vistitas a su web o las encuestas en torno a su, en realidad poco probable, utilidad. Todo ello en vez de usar como criterio de eficacia, por ejemplo, la evolución de los datos al respecto de las últimas encuestas nacionales de salud, tal y como sugiere de forma acertada esta newsletter del Grupo de Revisión Estudio y Posicionamiento de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas.

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Imagen: artemisphoto freedigitalphotos.net

Dietética sin patrocinadores

ConsumidorEstimado lector, quizá la realidad que hoy te voy a contar haya pasado desapercibida para ti hasta este momento, no es que se trate de una cuestión oculta precisamente, lo más probable que no hayas reparado en ella. Se trata de la financiación y patrocinio que muchas empresas de alimentación ofrecen a las sociedades científicas y asociaciones que en principio tienen como objetivo velar por una determinada excelencia dietética. Me refiero a una gran parte, por no decir todas hasta donde sé, de estas sociedades y de muchas otras que no están en este mismo saco y que por lo general son de carácter médico-sanitario.

A resultas de estos patrocinios se avalan productos alimenticios con unas determinadas características, se lanzan campañas publicitarias que posicionan claramente al fabricante con el colectivo sanitario, se organizan congresos, reuniones, etcétera. Y es que en el mundo de la alimentación, en mi opinión, hay una competencia feroz. Comemos todos los días. O por lo menos esperamos hacerlo y además varias veces. Así que calcula la de clientes potenciales que tienen en perspectiva las empresas de una buena parte de la industria alimentaria.

El caso es que en no pocas ocasiones aparecen estas sociedades y asociaciones apoyando campañas que, con mayor o menor tino, vinculan el consumo de uno de estos productos (normalmente poco recomendables en términos de un consumo frecuente) a beneficios sobre la salud. De esta forma el consumidor termina otorgando bien al producto concreto o a la marca en general una excelencia que, en muchas ocasiones y en mi opinión, no conviene atribuir.

El tema es complicado, porque en realidad muchas de las iniciativas que ponen en marcha las sociedades y asociaciones en cuestión precisan de no poca cantidad de dinero. Un dinero que en general no tienen, y que termina siendo aportado por los patrocinadores, vinculando de nuevo las marcas a este tipo de asociaciones.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte en algunos colectivos, especialmente entre el de dietistas-nutricionistas se está empezando a escuchar una voz que clama por la independencia de este tipo asociaciones/sociedades. Se apuesta, se exige llegado el caso, que el principal colectivo que agrupa a los profesionales que en principio mejor está capacitados para hacer llegar un mensaje integrador sobre alimentación saludable esté libre de toda duda en lo que respecta a sus vínculos con la industria alimentaria.

Sin ir más lejos, y al margen de la asociación que los representa (la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas) recientemente se han agrupado un puñado de dietistas-nutricionistas valientes que apuestan por una “dietética sin patrocinadores”*. La iniciativa, a la que se me ha invitado a participar y con la que he tenido la oportunidad de colaborar en una ocasión, me parece francamente positiva. Ahora bien, de verdad que no sé si un modelo así puede tener mucho futuro y no terminar muerto de asfixia mientras otras sociedades, lustrosas, siguen con sus convenios de colaboración y patrocinio. Valga el ejemplo y para ello recordemos esta entrada que me parece bastante significativa en la que mencioné que se estima que sin determinados patrocinadores (en especial Coca-cola) 170 de los 200 comités olímpicos de distintos países no alcanzarían (por falta de recursos económicos) a enviar a sus atletas a competir… serían olimpiadas con 30 delegaciones, ya ves.

Pero hay más ejemplos y, en este caso, además implica no ya a un grupo de compañeros comprometidos con su profesión que van “por libre”, sino a toda una asociación en marcha. Pero para ello hay que salir al extranjero. Así, me llamó la atención conocer vía Facebook* la realidad de la California Dietetic Association, en concreto el distrito de Los Angeles que ha tomado la determinación de no aceptar ningún tipo de recurso económico de los grandes patrocinadores de siempre o de casi siempre. De esta forma, esta delegación de “registred dietitians” (dietistas-nutricionistas “colegiados”) ha optado por plantearse un modelo económico que no pase por depender económicamente de estos patrocinadores. Un ejemplo motivador y que me gustaría ver prosperar en mi entorno. Creo que sería bueno para todos, en especial para los consumidores.

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*Nota 1: Si quieres conocer un poco más el grupo de dietistas-nutricionistas “dietética sin patrocinadores” puedes ponerte al día de sus reuniones online en este enlace que te llevará a su “videocanal” a partir de videoconferencias en directo. Además cuenta con un perfil en Twitter: @DieteticaSin.

*Nota 2: He tratado de encontrar esta determinación en la página web de la delegación de Los Angeles de la California Dietetic Association y en la general de esta asociación, pero no la he encontrado. La información la he rescatado del muro de Facebook de lo que acabo de descubrir como un movimiento denominado Dietitians for Professional Integrity (dietistas-nutricionistas por la integridad profesional) y que ya solo por su nombre se presenta como muy inspirador.

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Imagen: Ambro vía freedigitalphotos.net

“Más allá del peso”, el mejor documental que he visto sobre obesidad infantil

Se trata de una producción brasileña y su título original es Muito Allém do peso (Más allá del peso). Toma nota: hacía mucho, mucho tiempo que un documental no lograba conmoverme como lo ha hecho este. Será porque aborda un tema tan preocupante y emotivo como es el de la infancia y su obesidad. Lo hace tocando todos los palos que hay que tocar o al menos los más importantes, retratando la cruel realidad de muchos niños brasileños y, lo que es peor, sus escasas posibilidades de maniobra para salir de sus aciagas circunstancias. Unas circunstancias que, por otra parte son compartidas en prácticamente todo el mundo, con sus matices, tal y como sucede en la mayor parte de los países “desarrollados” y en los que no lo están tanto.

El documental dura cerca de una hora y veinte minutos y, a pesar de lo que parece no es largo, más al contrario se hace corto. En él se ponen de relieve lo que tantas y tantas veces se ha sacado a colacióne en este blog:

Lo vulnerables que son para estas cuestiones las clases más desfavorecidas; que guardar patrones menos saludables de alimentación suele ser más barato que seguir aquellos más recomendables; el papel de la educación nutricional tanto en las escuelas como en casa; la ignominiosa presión de la industria alimentaria; el rol del azúcar en esta historia; el de las grandes superficies de venta de “comestibles”; la opinión de una madre sobre lo ridículo de hacer dieta para adelgazar y sí adquirir buenos o mejores hábitos; las demoledoras y lógicas aportaciones de Jaime Olivier (qué grande este tío en su lucha contra la obesidad infantil), los contundentes datos sobre la situación de gran parte de la población infantil brasileña en cuanto a la obesidad y su descorazonador futuro; la vergonzosa situación de, encima, ver premiados a los directivos de ciertas industrias alimentarias por parte de la administración por “sus acciones emprendidas en pro de la salud”; el papel de la publicidad; la opción de limitarla (¿forma parte de la solución no anunciar aquello que es “malo” y que de cualquier modo se puede adquirir?); los malditos regalos de la comida basura (sí, es en este tipo de comida el que, sus fabricantes, son los únicos que ofrecen regalitos para los niños); el hecho de no concebir el beber otra cosa mas que refrescos y bebidas azucaradas; y así un largísimo y muy recomendable de ver etcétera.

Me había preparado una especie de guión con los momentos estelares del reportaje, pero se haría eterno. Tan solo mencionar algo que, sinceramente, me revolvió las tripas y que casi, lo prometo, me hizo llorar… (a partir del minuto 12:41). Fue el hecho de saber que el 56% de los bebés de menos de un año toman refrescos de forma frecuente y el ver rellenar biberones con refrescos de cola. Asco y repulsión es poco… y no, no solo son los padres los culpables, el documental ofrece no pocas explicaciones a este lamentable comportamiento.

En definitiva, te invito a que saques tiempo de donde puedas y veas este documental enterito, pasa de las palomitas y de los refrescos y ponte serio para verlo. No es broma.

Nota: Sugiero a cualquiera de los responsables de las distintas cadenas de televisión españolas que hagan el esfuerzo de comprar los derechos para difundir este documental imprescindible. Si además, lo doblan sería genial, auguro un éxito de audiencia.

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La industria del “tentempié”: mucho de todo lo que no es bueno

antpkr vía freedigitalphotos.net

antpkr vía freedigitalphotos.net

Con la boca abierta me ha dejado el documental que acabo de ver, no solo en lo que se refiere a cómo la industria alimentaria elabora los distintos tentempiés, llámalos si quieres aperitivos, snacks y demás. Me refiero a las chocolatinas, barritas, patatas fritas, galletitas, dulces, golosinas, pastelitos, helados y similares, con excepción de los refrescos.

El documental ha llegado hasta mis ojos a raíz de los comentarios en twitter fruto de esta entrada que se refería al más que probable descenso de las recomendaciones por parte de la OMS en el consumo de azúcares que actualmente están establecidas en un máximo del 10% del valor calórico total y se prevé que se queden cerca del 5% (un importante, y en mi opinión, necesario descenso)

El caso es que un compañero dietista-nutricionista, Pablo Zumaquero (@pzjarana) me hizo llegar el documental en cuestión titulado de forma original Snack Food Tech, algo así como la tecnología en la industria de los tentempiés. Sobre todo se trata de un reportaje sobre cómo se elaboran muchos de los productos que antes he comentado, más que meterse en las implicaciones que su habitual consumo puede tener sobre la salud (solo lo aborda y de refilón, aunque de forma contundente, al final del reportaje). También introduce cada sector alimentario con una breve historia sobre su origen, algo que me ha parecido muy interesante.

Además de las hipnóticas imágenes de ver trabajar a robots industriales en la creación de todas estas “delikatessen” en grandes cantidades, las mareas de productos yendo y viniendo, entrando en líneas de envasado, etcétera; lo que resulta francamente mareante son las cifras de producción de estas empresas (las de beneficios también cuando se mencionan) y por su puesto las de consumo referido a la población estadounidense. Así, uno se entera de que los norteamericanos (solo ellos) destinan 24.000 millones de dólares al año a la compra de aperitivos y golosinas; o que el consumo de helado por habitante y año en USA está cuantificado en 19 litros; o que la empresa que fabrica los pastelitos conocidos como Twinkies elabora 1.359 millones unidades al día… Poniendo en relación esto con el tema del azúcar, otro dato sobre el que habría que recapacitar es aquel que nos hace saber que otra de las empresas punteras en la elaboración de pastelitos, Flowers Foods, destina en una sola de sus factorías 225.000 toneladas de azúcar cada semana para preparar sus especialidades. Esta necesidad de azúcar como materia prima es, insisto, en una única factoría de las varias que tiene esta empresa, a lo que habría que sumar el resto de factorías y el resto de fabricantes… y a la semana siguiente lo mismo otra vez, y así suma y sigue. Increíble. Y todo ello, no te lo pierdas, tomando en consideración que es un reportaje de hace 10 años… así que imagínate ahora.

En cuanto a las empresas que salen reflejadas en el documental son las punteras en su zona aunque aquí algunas sean poco conocidas. En la industria de las chocolatinas sale Mars Incorporated; en la de las patatas fritas Frito Lay (no te pierdas sus patatas fritas con aceite de semilla de algodón o manteca de cerdo); en el de las “galletitas enlazadas” o pretzels, Snyder’s of Hanover, en la de las “chuches” Tootsie Roll Industries, en la de los pastelitos las ya comentadas y en la de los helados Dreyer’s.

Relájate (si puedes) y te dejo ya con el vídeo (43 minutos) para que saques tus propias conclusiones.

Por último quiero entresacar las declaraciones de una persona que no aparece rotulada pero que pone los puntos sobre las íes al respecto de las implicaciones de estas cuestiones en la salud en una breve declaración:

Los tentempiés han dejado de serlo y se han convertido en algo que se puede comer a cualquier hora, y eso ha provocado la famosa crisis de obesidad en Estados Unidos [bueno, en realidad esta podría ser parte de las causa, no “la causa”, opino]. Se pueden comer dónde y cuándo se quiera. Los fabricantes han respondido a su demanda en exceso.

 

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La industria alimentaria: maldita o bendita

Lo sé, con esta entrada me expongo al escarnio público y a que me den por todos lados, pero no lo puedo evitar, considérala si quieres como una especie de declaración de principios, o mejor, como una opinión más que solo pretende invitar a la reflexión.

Con cierta frecuencia en este blog se han puesto las peras a cuarto al hablar o al referirme a lo que todo el mundo entiende como la industria alimentaria, y mira por donde hoy pretendo romper una lanza o varias a su favor. No todas pero si una parte.

Otra perspectiva

savit keawtavee (vía freedigitalphotos.net)

savit keawtavee (vía freedigitalphotos.net)

A menudo la industria alimentaria es observada como un ente dañino, perjudicial, que solo mira por sus intereses y de la que al parecer hay que renegar por sistema. Y digo yo, ¿porqué demonios hemos de observar a esta industria desde un prisma diferente al que usamos para juzgar otras industrias? Me da casi igual cuál, la de automoción, la de telefonía o la textil por poner solo unos pocos ejemplos. En todos estos casos todos hacemos palmas con las orejas cuando estas industrias nos ofrecen algún tipo de novedad: un nuevo sistema de seguridad pasiva, un estupendo invento con el que ahorrar combustible, una nueva aplicación o un tejido más ligero que los anteriores con los que podamos estar igual o incluso más calentitos que antes. Nadie piensa en estas ocasiones sobre lo malas que son estas industrias, lo pérfidas y retorcidas que son al ofrecernos novedosas soluciones. Sería algo así como mira que cabrones los de [me da igual] Renault, que han sacado un nuevo motor que consume menos combustible al tiempo que mantiene el rendimiento con el fin, seguro, de que compremos sus productos. Sin embargo, con la industria alimentaria sí que sucede tal que así o parecido: siempre negativa, nunca positiva que diría Louis Van Gaal.

Y que quieres que te diga, no me parece justo. Al final, supongo, todas y cada una de estas empresas de no importa qué sector son eso, empresas, cuyo sistema de negocio es el mismo, producir bienes de consumo u ofrecer servicios de interés para los potenciales compradores y que ello redunde en una ganancia económica. ¿A cualquier precio? Pues no, sabes bien que no. No pueden poner, o no deberían poner, en riesgo la salud o los intereses de esos consumidores ya que a la larga su sistema de negocio se iría al traste.

Así pues, fíjate lo que hoy te digo, no creo que debamos estigmatizar a todo un sector por el ocasional mal hacer de algunas empresas. Porque, también es verdad, algunas empresas o algunos productos se columpian demasiado fuerte y de eso, como decía, ya se ha dado muestra en alguna ocasión en este blog.

A mi modo de ver creo que deberíamos estar agradecidísimos a la industria alimentaria y a todos esos avances que desde un tiempo a esta parte, no te lo pierdas, han hecho posible que, al menos en nuestro entorno, tengamos a nuestra disposición una cantidad de alimentos impensable tiempo atrás y todo ello con unos niveles de seguridad alimentaria inimaginables hace apenas un siglo.

De esta forma, gracias a la industria alimentaria hoy te puedes comer, por ejemplo un yogur, un zumo, un chorizo o lo que sea sin que llegues a cuestionarte si va a estar en condiciones adecuadas para su consumo, das por sentado que lo estará. Y detrás de todos esos productos hay una investigación y puesta en práctica de una serie de procesos (elaboración, conservación, transporte, logística, distribución…) sin los cuales sería imposible tener esa tranquilidad que hoy tienes cuando te comes, por decir algo, una ensalada de rúcula con salsa de yogur y salmón ahumado.

Ahora bien…

Los escandalosos atropellos que en ocasiones comete la industria alimentaria muchas veces en materia publicitaria, junto al hecho de poner a nuestra disposición productos que pretenden sustituir el consumo de otros alimentos más recomendables para nuestra salud facilitan que la percepción que el consumidor medio tiene de esta industria no sea la misma que la que mantiene con otros sectores.

Pero antes de despellejar a esta ínclita industria seamos consecuentes cuando consideramos mejorables a nuestros hábitos alimentarios. Resulta muy fácil y muy cómodo para nuestras adormiladas conciencias echar la culpa a un ente, a una industria que más allá de ofrecernos la posibilidad de hacer las cosas de una determinada forma no obliga en ningún caso a los consumidores a comprar sus productos. Como decía aquel, nadie te pone una pistola en la cabeza para que compres este preparado de caldo o aquellas hamburguesas precocinadas. No. ¿Qué en ocasiones engañan? pues es posible, ejemplos de ello los hay pares. Pero permíteme que te traslade una pregunta ¿nos engañan o nos dejamos engañar? Está claro que hay una no pequeña parte de responsabilidad en su lado, pero no lo olvides, tú la tienes aun mayor.

Tú eres el que en última instancia tienes la posibilidad de decidir qué patrón de alimentación quieres seguir, qué alimentos excluir y cuáles escoger. Tú eres el que con un mínimo de sentido crítico, no te digo ya escéptico, puedes contrastar con la racionalidad en una mano y un mínimo de formación en la otra los mensajes de la industria alimentaria. No dudes que frente a todos esos productos de la supuestamente pérfida industria alimentaria también tienes otros menos procesados, más naturales si quieres (aunque no me gusta ni un pelo usar en estos casos lo “natural”). Al final, si la industria alimentaria pervive es porque funciona gracias a nosotros. Y si bien se merece un tirón de orejas bien fuerte de vez en cuando, también hay mucho por lo que sentirse agradecido.

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