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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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El peso de los españoles en el panorama mundial: preocupante

Obesidad_ Michelle MeiklejohnMás de la mitad de la población española tiene un peso que está por encima de las recomendaciones en base a su Índice de Masa Corporal (IMC). Eso ya lo sabíamos tal y como reflejé en esta entrada en la que hacía destacar que, además, más allá del dato considerado de forma individual, lo peor de todo es observar la tendencia alcista de esta variable en los últimos años. A pesar de ser un dato conocido no deja de ser llamativo, en especial cuando se considera lo orgullosos que estamos de nuestra dieta mediterránea y demás… ¿de verdad tenemos motivos para estar contentos? Yo creo que no.

El caso es que acabo de encontrarme con esta útil página de la Organización Mundial de la Salud en la que se recopilan, almacenan y muestran los datos referidos a enfermedades crónicas y sus factores de riesgo para todos los estados miembros de esta institución (en la actualidad cerca de 192 países). Se pueden consultar estadísticas por países referidos al consumo de alcohol, la colesterolemia, el tabaquismo, actividad física, salud buco dental, etcétera (puedes empezar aquí) y por supuesto a la obesidad.

No me digas que nunca te has preguntado si los españoles o las españolas pesamos más o menos que nuestros homólogos franceses, por ejemplo… o que los chinos o que los finlandeses. O cuánto alejados estamos en estas cuestiones de los Estados Unidos, por poner otro ejemplo. También podrás contrastar cuál es el país con mayor IMC medio, consultarlo por sexos, etcétera. No está nada mal, pero la verdad es que al mismo tiempo me hubiera gustado que se pudieran consultar todos estos datos incluyendo más variables. Resulta curioso que se pueda consultar por sexos el ranking de IMC de los distintos países, pero que no se pueda consultar por población total incluyendo ambos sexos. Bueno, veamos cómo anda España en esta clasificación.

Situación de los españoles y las españolas en el panorama mundial con respecto a su IMC

Peso del mundo

En España la prevalencia de la población con un IMC superior a 25 (indicativo de sobrepeso u obesidad) entre los varones de 30 o más años ocupa el puesto número 32 entre los 192 países considerados. Si se consideran solo los países de la región europea, su puesto es el nº 12 de entre 52 países. Algo bastante llamativo.

Aunque el panorama no es nada alentador en este terreno, las mujeres salen bastante mejor paradas en la comparación con los hombres. La prevalencia de la población con un IMC superior a 25 entre aquellas de 30 o más años ocupa el puesto nº 100 en el panorama mundial (sobre 192) y el nº 32 en el europeo (sobre 52). Todo apunta a que en España el género femenino se preocupa, y con éxito, más de su peso que el masculino.

Visión global

Si lo que quieres saber es cuáles son los países con más prevalencia de sobrepeso y obesidad en el mundo habrás de saber que en ambos sexos el líder indiscutible es Nauru con un IMC medio de 35,7 para los varones y de 37,8 para las mujeres (ambos para la población de más de 30 o más años)… ahí es nada. Esta, no sé si te habrás dado cuenta es la tercera vez que sale Nauru en este blog. La primera vez que hice mención a la particular circunstancia de este colectivo fue a raíz de la “cocacolonización”, y la segunda en referencia al precio de los billetes de avión “por kilos”.

IMC mundo

Dejando de lado los primeros países en este ranking, casi todos pertenecientes a la zona de Oceanía, el primero que encontramos “occidental” es Estados Unidos en ambos sexos. El IMC medio de los varones norteamericanos en este grupo de edad es de 30,0 y el de las mujeres 30,8, ocupando respectivamente los puestos nº 6 y nº 14 en el panorama mundial. Por nuestra parte, los españoles ocupamos el puesto nº 37 (con un IMC medio de 27,3) y las españolas el nº 96 (IMC medio 26,7). Unas distancias grandes en cuanto al número de puestos si lo comparamos con EEUU, pero no tanto, aunque también, si se observa el dato en sí mismo.

Por último y a título de curiosidad, te sugiero que si quieres poner tu IMC particular en relación con el del resto del mundo consultes esta otra entrada: “¿Conoces el valor de tu peso dentro del panorama mundial?

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Foto 1: Michelle Meiklejohn vía freedigitalphotos.net

Foto 2: Ganymedes Costagravas vía flickr.com

El origen del famoso, útil y muchas veces malinterpretado Índice de Masa Corporal (IMC)

Como decía el otro día en esta práctica entrada se me quedó en el tintero el hablarles del IMC o índice de Quetelet.

Casi todas las personas tienen una idea de la existencia de un sencillo modelo matemático que informa a cada uno si su peso es más o menos adecuado a sus circunstancias. Casi todo el mundo como digo ha oído hablar del Índice de Masa Corporal o IMC. De ello se han encargado fundamentalmente los medios de comunicación al mencionarlo, en muchas ocasiones bastante a la ligera, con bastante profusión. Pero ¿cuál es su origen, cómo se interpreta, cuáles son sus ventajas… y sus inconvenientes? Para eso esta entrada.

 

¿Cuál es el origen del Índice de Masa Corporal?

En realidad el nombre en cuestión de IMC se usa desde hace relativamente poco tiempo, tanto como desde 1972 cuando el archiconocido Ancel Keys… (¿qué, que no conocen al padre de la “dieta mediterránea”? bueno, otro día les cuento las venturas y desventuras de su historia) como decía, cuando el bueno de Ancel Keys asignó el nombre literal de Body Mass Index (Índice de Masa Corporal) a un patrón matemático que ya se conocía desde hacía mucho tiempo como fórmula (o índice) de Quetelet.

 

¿Quién era Quetelet y por qué este índice?

Adolphe Quetelet nació en 1796 en Gante y fue un matemático de pro. A pesar de que su nombre no nos diga demasiado trabajó codo con codo con otras personalidades de la ciencia matemática como Laplace, Fourier y Poisson (a poco que sepan de estadística seguro que estos nombres ya les dicen algo más). Para que se hagan una idea de su relevancia histórica no es infrecuente encontrar su nombre asociado al “título” de patriarca de la estadística.

A ver si no me desvío demasiado y les cuento de una vez el origen de este famoso índice. El caso es que en 1835 Quetelet publicó una obra en dos volúmenes titulada “Sur l’homme et le développement de ses facultés. Essai d’une physique sociale” (volumen 1 y volumen 2), en la que se hace un resumen de sus investigaciones en estadística aplicada a las variables antropométricas y al comportamiento social. Una obra controvertida en su tiempo porque daba a entender un cierto determinismo “social” en base a las características antropométricas de cada sujeto. Algo muy en boga e aquellos años, el relacionar la antropometría con el comportamiento, en los que la ciencia criminalística despertaba al mundo de manos de figuras como Raffaele Garofalo, Alphonse Bertillon y Francis Galton entre otros (¿les suenan? es posible que no, pero las ultimas pelis de Sherlock Holmes seguro que sí –las de Robert Downey Jr, me refiero- Ahí pueden encontrar algunas referencias al fiasco del “bertillonage” o la frenología o, ahora sí, a la incipiente ciencia de la dactiloscopia). Pues bien en esa obra Quetelet describe qué:

“Durante el primer año de vida el aumento del peso es mucho mayor que el de la estatura. Después del primer año de vida y hasta el fin del desarrollo, el peso aumenta con el cuadrado de la estatura”.

Pero sin embargo, lejos estaba Quetelet de saber hasta dónde iba a llegar su formulita. Pese a la creencia actual general, Quetelet no estableció entonces el índice de Peso/Talla al cuadrado como un índice de obesidad, sus fines eran otros. Es decir, las investigaciones sobre las implicaciones del contenido de grasa corporal y su determinación experimental a partir de la “fórmula” de Quetelet, son muy posteriores a su época. Tanto como de principios de la segunda mitad del siglo XX.

Quetelet falleció en 1874 en Bélgica tras una prolífica carrera como estadístico en las más altas esferas de su época.

 

A pesar  de estar descrito hace casi tres siglos y empezar a “juguetear” con él desde hace más de medio, no fue hasta 1985 cuando en un trabajo infinitamente citado en la literatura científica se asentaba la buena correlación entre el IMC y la adiposidad, dando muestra de en qué situación ponderal está cada sujeto. En el trabajo titulado “Quetelet’s index (W/H2) as a measure of fatness» publicado en el  International Journal of Obesity, sus autores Garrow JS. y Webster J. concluye literalmente que “Quetelet’s formula is both a convenient and reliable indicator of obesity” (El índice de Quetelet es un indicador tanto apropiado como fiable de la obesidad”) tras haber comparado la composición de 128 sujetos (104 mujeres y 24 varones) a través de distintos medios con el mencionado índice. Posteriormente, los resultados de este trabajo mencionado se han ido corroborando y con ello se han ajustado los puntos de corte que hoy conocemos.

¿Cuáles son sus ventajas?

Sin lugar a  dudas la principal ventaja del índice de Quetelet o IMC es su sencillez para obtener las variables peso y talla (quien más o quien menos tiene una báscula en casa y una cinta métrica, aunque sobre el cómo se toman estas mediciones también se podría hablar largo y tendido) para aproximar la situación ponderal del individuo sin demasiadas “complicaciones” matemáticas como logaritmos, funciones derivadas y demás. Una sencilla multiplicación y otra sencilla división. En base a esta fórmula: Peso(kg)/Talla2(m) se han ido estableciendo una serie de puntos de corte que catalogan a cada sujeto en función a su peso. Digo «se han ido estableciendo» porque con el paso del tiempo los puntos de corte se han ido modificando ligeramente arriba y abajo. A día de hoy los criterios de la OMS y de la mayoría de sociedades y autoridades sanitarias consideran que se tiene…

  • Bajo peso cuando el IMC es menor de 18,5
  • Peso normal cuando el IMC está comprendido entre 18,5 y 24,9
  • Sobrepeso cuando el IMC está comprendido entre 25 y 29,9
  • Obesidad cuando el IMC es superior a 30.

¿Cuáles son sus desventajas?

El IMC no tiene desventajas si se utiliza y se interpreta bien (las dos cosas, utilización e interpretación) ¿Y cómo se utiliza bien? Pues tomando en consideración que los anteriores puntos de corte son sólo válidos y por lo tanto sólo se pueden aplicar a las poblaciones entre 20 y 65 años. Por debajo y por encima de estas edades podría “acertar” (con más probabilidad con las que están por encima) pero no es tan fiable como en el marco antedicho.

Entonces ¿no se utiliza el IMC para niños y adolescentes?

Claro que se utiliza, pero lo que no se hace es emplear los puntos de corte mencionados para realizar la valoración. Para niños y adolescentes se utilizan tablas percentiladas como estas que aquí les ilustro. Los que sean padres o madres y han ido alguna vez al pediatra con sus hijos conocerán las tablas percentiladas de peso para la edad, de talla para la edad y de perímetro cefálico para la edad. Pues estas son lo mismo pero con el IMC en el eje de las ordenadas (en vez del peso, la talla o el perímetro cefálico) y manteniendo la edad en el eje de las abscisas. Además hay una nueva particularidad, en el caso de las edades infantojuveniles hay dos tipos de tablas diferentes por sexos: azulitas para los nenes y rositas para las nenas (para no confundirse tontamente, vamos). Sobre los puntos de corte y cómo interpretarlas creo que habrá que hacer otro día otra entrada (de momento confíen en el personal sanitario que le atienda).

 

Como decía al principio, es frecuente que el IMC, ya sea para adultos o como veremos en este caso para niños se interprete no mal, si no rematadamente mal. Este ejemplo que aquí les traigo es el que propone una mediática psicóloga televisiva al hablar en una colección de libros que se hicieron a la estela del programa “Supernanny” y que ilustra lo desafortunado de sus “puntos de corte”, por no hablar de que prescinde de las variables sexo y edad, indispensable cuando se habla de niños y adolescentes. Para que se hagan idea, mi hija mayor cuando tenía cuatro años tenía un IMC de 14,6 es decir, entre los percentiles 25 y 50 según su edad y sexo, y sin embargo para el libro de  “supernanny” resulta ser «criterio de ingreso hospitalario» (¡!) Menos mal que su padre, al menos en este caso, sabe distinguir la morralla.

 

¿Cómo se interpreta correctamente?

Como decía también hay que saberlo interpretar correctamente y no sacar conclusiones descontextualizadas. Una de las mayores pegas que tiene el IMC es que no mide la grasa del individuo. En su lugar, estima que el peso, ya sea el «exceso» o la «escasez» de este, depende exclusiva y respectivamente del aumento de tejido graso o de su defecto… y no siempre es así.

Un error sería por ejemplo decirle a  Lennox Lewis o Myke Tyson o a cualquiera de estos “angelitos” que tienen, sobrepeso casi obesidad el uno; y el otro obesidad, a tenor de una lectura “frívola” de sus IMC respectivos cuando aquel glorioso combate en 2002. Sería un error el emitir tal “diagnóstico”… y también una terrible imprudencia, salvo que se lo digamos por teléfono y además no nos conocieran. Y es el caso de muchos deportistas, en especial en aquellos cuya disciplina incluya un componente de “fuerza” importante; al igual que sucede con mis queridos Homo croassanis, es decir con los culturistas. En todos estos caso, pese a salir un IMC dentro de los valores de sobrepeso u obesidad, el mucho peso se debe al importante desarrollo de la musculatura y no a la presencia excesiva de tejido adiposo, elemento último que define en verdad la obesidad tal y como se puso de manifiesto en esta entrada.

 

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¿Conoces el valor de tu peso dentro del panorama mundial?

Quién no se ha preguntado alguna vez si su peso está, sea mucho o poco, por encima o por debajo de la media nacional para su edad y sexo. Y quien dice nacional, ya puestos, tampoco estaría nada mal el compararlo con el resto del mundo en su misma situación.

Para ello me dirán, y tienen  razón, que antes habrá que ponerlo en relación con su altura. Muchos ya habrán oído hablar del Índice de Masa Corporal (o IMC) como herramienta para poner en valor su situación ponderal. No es la intención de este post el entrar a analizar las virtudes y defectos de esta herramienta para valorar a las personas en función de su peso y altura (todo llegará, porque además el tema tiene suficiente chicha como para dedicarle una o incluso dos entradas).

Para empezar y muy en general, el IMC también llamado índice de Quetelet, es una herramienta que ayuda a catalogar a las personas en función de su peso. Para calcularlo se divide su peso (en kilogramos) por la altura al cuadrado (en metros) y el valor que resulta es a lo que se llama IMC. Esta cifra se ha de poner en relación con los siguientes puntos de corte.

Un dato importante: los puntos de corte a continuación detallados son válidos para la población de ambos sexos entre 20 y 65 años. No se deben aplicar y sacar conclusiones descontextualizadas en otros grupos de edad (niños, adolescentes, o personas de más edad) en virtud de ellos.

En líneas, insisto generales, se considera que se tiene…

  • Bajo peso cuando el IMC es menor de 18,5
  • Peso normal cuando el IMC está comprendido entre 18,5 y 24,9
  • Sobrepeso cuando el IMC está comprendido entre 25 y 29,9
  • Obesidad cuando el IMC es superior a 30.

Bien ya conoce su IMC, pero…

¿Pero cual es su situación ponderal con respecto al resto del mundo?

Para tener una orientación de cómo está su IMC en comparación con el resto de habitantes españoles de su misma edad y de su mismo sexo contamos con una herramienta que pone a nuestras disposición el canal “News health” de la BBC. Para ello tienen que pinchar en este enlace que les dirige a una página web donde podrán, además de calcular su IMC sin necesidad de calculadora, y tras indicar su género (male=masculino; female=femenino), edad (age) y país de procedencia, comprobar en qué posición se encuentran su IMC dentro tanto del panorama nacional como del internacional.

 

Les pongo mi ejemplo: Varón; 43 años; 1,79m* de altura y 74 kilos de peso (*el dato de la altura hay que introducirlo en metros y el decimal señalarlo con un punto -1,79 NO es válido y 1.79 si lo es-) Arroja los siguientes resultados y datos comparativos:

  • Mi IMC (BMI en inglés) es de 23
  • Este valor de IMC está por debajo del 82% de los varones españoles de entre 30 y 44 años.
  • A su vez, también está por debajo del 59% de los varones de dicha edad de todo el mundo.
  • Y dicho valor, se corresponde con la media del IMC para los varones de mi mismo rango de edad de Malasia.
  • Y luego algún dato bien divertido que dice que, aproximadamente, si todos los habitantes del planeta tuvieran mi mismo  IMC, se adelgazarían o se perderían más de siete millones y medio de toneladas (7.558.190) a escala global, o lo que es lo mismo más de siete mil millones de kilos (¡!)

Si se están preguntando cuánto fiables son estos datos, creo oportuno hacer las siguientes matizaciones:

  • Que en lo que respecta al cálculo del IMC, el dato es totalmente fiable.
  • En relación a la lectura que se puede hacer del IMC (bajopeso, normopeso, sobrepeso u obesidad) lo mejor es que cada uno se pongan en manos de un profesional adecuado (muy frecuentemente un dietista-nutricionista) quien además del IMC, tendrá otros datos en cuenta antes de dar una opinión al respecto.
  • Y en los que se refieren a la comparación de su IMC con los datos nacionales e internacionales, comentar que si bien son datos basados en estadísticas (y siempre anteriores al momento de la consulta) las bases de datos empleadas son bastante confiables aunque evidentemente tendrán sus márgenes de error. En concreto, se han empleado datos de la ONU sobre el IMC de los habitantes de 177 países, junto con las estimaciones de peso y altura promedios de la OMS  obtenidos de las encuestas nacionales de nivel de salud.

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Foto 1: heacphotos

Foto 2: Edward James K

Foto 3: Ganymedes Costagravas

 

 

Gestación, peso y legumbres: Cuestiones embarazosas

La pasada semana mi colega bloguera “Madre reciente (cada vez menos)” me arrojó figuradamente un guante al dejar en el aire mi opinión al respecto de la entrada que giraba en torno a las relaciones entre peso y alimentación en el embarazo. Antes de responder a la pregunta que me formulaba más directamente sobre si aconsejar o desaconsejar el consumo de legumbres en el embarazo (no me extraña su desazón cuando le dijeron que era que no) vamos a ver qué es lo que dice la literatura científica mejor contrastada a cerca de cuál es la ganancia de peso adecuada de un embarazo en sus distintas circunstancias.

Según distintas guías al respecto (pueden encontrar una de las más relevantes aquí) la ganancia de peso normal y deseable de la mujer embarazada va a depender del peso inicial de la misma antes del embarazo, más en concreto de su Índice de Masa Corporal o IMC, es decir, la relación entre el peso medido en kg. de la persona y su talla en metros al cuadrado, IMC = kg/(m x m). En este enlace hay una calculadora de IMC:

  • En aquellas mujeres con peso normal, IMC entre 18,5 y 24,9, se recomienda una ganancia de entre 11 y 15 kg.
  • Si el IMC está por debajo de 18,5 (bajopeso), se consideran ganancias de peso saludables las comprendidas entre  12,5 y 18 kg.
  • Con un IMC considerado de sobrepeso, entre 25 y 29,9, la ganancia de peso considerada adecuada es de entre 7 y 11 kg.
  • Si se parte de una circunstancia de obesidad, con un IMC superior a 30, la ganancia adecuada puede rondar entre 5 y 9 kg.

Estas cifras son orientativas y pueden variar en función del tipo de embarazo. En el caso de una mujer con un peso saludable y con un embarazo gemelar, el peso esperable normal suele estar entre los 16 y los 20 kg. Y en el caso de trillizos sobre los 23 kg.

Quizá se pregunten si todo este aumento de peso es de “verdadero engorde” (aumento de los depósitos de grasa de la mujer) y la respuesta evidente es que no, o por lo menos que no en su gran mayoría. Supongamos un aumento de peso a término de una mujer embarazada de unos 13,3 kg en relación a su situación antes del embarazo. Ése número de kilos se repartiría aproximadamente de la siguiente manera:

  • Aumento del volumen sanguíneo:  1,4 kg
  • Aumento del peso de los pechos: 1 kg
  • Aumento del peso del útero: 1 kg
  • Peso del bebé: 3,4 kg
  • Peso del placenta: 0,6 kg
  • Peso del líquido amniótico: 1 kg
  • Aumento del peso del tejido adiposo: 3,1 kg
  • Aumento de la retención de líquidos: 1,8 kg

Como se puede comprobar hay muchos elementos «de peso» que, tras el parto y en las próximas horas que le siguen, van a desaparecer (el peso del propio bebé, el del líquido amniótico, el de la placenta…). De esta forma, es más aconsejable referirse al aumento de peso en el embarazo y no tanto al «engorde».

Quiero volver a insistir que todas las cifras aportadas son orientativas así que es preciso considerar que esta información responde a un trabajo particular (al mío) de investigación documental sobre estas cuestiones, y que en ningún caso remplaza ni pretende cuestionar la relación con su médico.

 

Ahora sí, y más directamente, el tema de las legumbres. Desconozco el caso concreto de mi vecina de blog, pero tal y como enuncia en su entrada que le fue dado el consejo, algo tan directo y conciso como que “las legumbres no son nada recomendadas en el embarazo” es un mal consejo, contrario a las más preclaras recomendaciones sobre alimentación durante la gestación. Sea esto dicho así, a bote pronto, y sin conocer las circunstancias que pudieron influir en semejante admonición. Por ejemplo, la Academia de Nutrición y Dietética de los Estados Unidos (una de las organizaciones más prestigiosas en materias de nutrición, alimentación y salud) sostiene que hay que hacer un uso extensivo de este grupo de alimentos, también en el embarazo, tal y como corresponde al seguimiento de las más básicas recomendaciones sobre alimentación saludable. A este respecto añade además, que siendo como es el estreñimiento una circunstancia que acompaña a muchos embarazos, no deben de olvidarse algunas estrategias para tratar de evitarlo o al menos paliarlo en la medida de lo posible, entre ellas: Consumir alimentos ricos en fibra (cereales  integrales, legumbres, frutos secos, frutas, verduras y hortalizas), estar suficientemente hidratada y practicar ejercicio de manera adecuada a las circunstancias. Como digo, estas son las recomendaciones de la Academia de Nutrición y Dietética de los Estados Unidos y que yo suscribo a pie juntillas por no haber encontrado razón suficiente para contradecirla.

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Foto 1: lululemon athletica

Foto 2: Loimere

Foto 3: Blue moon in her eyes

 

¿Qué es la obesidad?

El tema de la obesidad es una cuestión que suele preocupar a la gente, y si no es así, debiera, ya que según los datos de la última Encuesta Europea de Salud (2009), del total de la población adulta española (de 18 años o más) sólo el 44,28% conserva un peso adecuado, el 37,65% tiene sobrepeso en distinto grado, y el 16,00% tiene obesidad en distinto grado (y un 2,07% peso insuficiente). Dicho de forma directa, en España sólo el 44% tiene un peso adecuado. Antes de proseguir una matización, la herramienta utilizada para catalogar la situación con respecto al peso en la citada encuesta fue el Índice de Masa Corporal (IMC) con todas sus ventajas, pero también con todas sus limitaciones.

Dicho esto veamos qué es la obesidad, aunque esta labor de averiguación depende en cierta medida de a quién le preguntemos. Por ejemplo, si tiramos de la cuerda del diccionario de la lengua, el DRAE, la cuestión se aclara poco, de obesidad dice que es la «cualidad de obeso», y de obeso, «Dicho de una persona: Excesivamente gorda». Todo lo cual no nos aclara demasiado las cosas.

Así que vamos a consultar algunas fuentes más técnicas a ver si salimos de dudas.

Podemos acudir en primera instancia, por ejemplo, a la Organización Mundial de la Salud (OMS). ¿Qué dice la OMS que es obesidad? Pues algo bastante conciso y acertado a mi entender: «El sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud«.

¿Tendrá razón? ¿opinarán de similar modo otras organizaciones supranacionales o las distintas sociedades científicas directamente implicadas? Parece que si.

Si acudimos a la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) encontramos la siguiente definición: «La obesidad es una enfermedad crónica multifactorial que se define por la existencia de un exceso de grasa corporal que pone al individuo en una situación de riesgo para la salud«, es decir, un poco más largo pero en esencia lo mismo que la OMS.

Por su parte, fuentes extranjeras de reconocido prestigio, como por ejemplo MedlinePlus (un servicio de la Biblioteca Nacional de Medicina de EE.UU.), afirma que «la obesidad significa tener un exceso de grasa en el cuerpo«. O sea, en los tres casos muy parecido y sin dejar de hacer protagonista a un elemento bien concreto, la cantidad de grasa o de tejido adiposo.

En resumen, ser obeso u obesa está únicamente determinada por la cantidad de grasa de la persona y en relación siempre con sus circunstancias (al menos sexo, edad y talla).

Con frecuencia la obesidad de una persona se relaciona únicamente con su peso y esto no es del todo acertado ya que dicho peso puede estar condicionado por otros elementos distintos de la grasa o el tejido adiposo. No obstante, aunque con la variable «peso» no se acierte al 100%, con ella se coincide muy a menudo en que las personas que pesan «de más» lo hacen porque tienen un exceso de tejido adiposo.

Así pues, lo primero que habría que contrastar antes de lanzarse a adelgazar es saber si la cantidad de grasa que tenemos es excesiva, y en esto una báscula normal (la típica de baño) no nos puede ayudar demasiado. El acudir a un profesional sanitario debería ser un primer paso para que, antes de la intervención dietética y/o sobre los estilos de vida, nos haga una mínima evaluación de la composición corporal.

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Foto 2: Dreamstime