El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Las peras sanjuaneras, la hija de todas las peras

peras de san juan_ Herbolario AlliumEl otro día, al hacer una especie de oda a las frutas de temporada y con ella a las frutas “de hueso”, las drupas, cometí el error de dejarme en el tintero, de olvidar más bien, una de las pocas frutas que no pertenece a este grupo botánico y que al mismo tiempo son típicas de nuestro entorno: la pera de San Juan, sanjuanera o pereta (por su pequeño tamaño). Una variedad de pera que al mismo tiempo también cuenta con alguna sub-variedad como por ejemplo las denominadas pera castell y carmesina. En todos los casos se trata de peras de reducido calibre, con una vida relativamente corta que llegan a nuestros mercados en la segunda mitad de junio (de ahí su nombre) y que se alarga, todo lo más, hasta la primera quincena de julio dependiendo de la variedad.

Al igual que todas sus otras peras-hermanas es el fruto perteneciente a la especie Pyrus communis, de la familia de las Rosáceas y de ahí que su fruto sea en términos botánicos un pomo (idéntico en sus características al de las manzanas, vamos)

En cualquier caso, es en este momento del año cuando las vas a poder encontrar en tu mercado junto cerezas, albaricoques, paraguayos, etc. Si no las conoces aun, te animo a hacerlo; vas a encontrar en ellas una fruta genuina, especialmente crujiente que, dado su tamaño, se suelen comer sin pelar (no merece la pena, pero recuerda lavarlas de forma adecuada). Su sabor es característicamente dulce si están maduras pero sin perder al mismo tiempo la personalidad propia de la pera y que al mismo tiempo aporta claros matices silvestres que, desde mi punto de vista, le dotan de su especial originalidad.

Como en el 99 por ciento de los casos a mí la fruta me gusta consumirla como tal; en el caso de las peras sanjuaneras, les quito el rabito y me las como “por arriba” a mordiscos. Hablando de frutas de pequeño tamaño, aquí tienes una buena opción, así la ración media de peras en este caso sería, más a o menos, de unas tres, cuatro o incluso cinco ejemplares.

No obstante, como con el resto de frutas, estas también se prestan a otras preparaciones culinarias o combinaciones con otros alimentos. Una de las más exquisitas a mi juicio es, después de cocidas las peras de San Juan en un almíbar ligero y una vez enfriadas, bañarlas en chocolate negro fundido… dejar enfriar o incluso congelar y a disfrutar. Así mismo, una vez cortada su pulpa se puede aprovechar para hacer fenomenales macedonias o brochetas con otras frutas de temporada y/o tropicales en las que este elemento aportará ese toque de frescura gracias a su delicada rusticidad (aunque, todo hay que reconocerlo, algunas saben demasiado a “verde”). Si además de batidos, exquisitas tartas Tatin (originalmente de manzana) y otras delikatessen de la repostería te gustaría introducir esta fruta en algún plato “principal” te recomiendo su combinación con algún guiso agridulce por ejemplo de cerdo o pollo. Además, dada su especial turgencia, puedes incorporarlas sin problema alguno en las refrescantes ensaladas veraniegas, por ejemplo a base de rúcula cortando la pulpa de las peras en finas láminas. Todo es echarle ganas y un poco de imaginación.

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Imagen: Herbolario Allium vía Flikr Creative Commons

Mi fruta preferida es la de temporada y ahora tocan ¡drupas!

Cerezas_ sixninepixelsPocas cuestiones me resultan tan difíciles de responder como cuando me preguntan acerca de cuál es mi plato preferido o mi fruta preferida. Lo siento, pero yo no tengo respuesta. Porque claro, a la persona que me pregunta no le suele valer con un “todos si está bien hecho” o un “cualquiera si es de temporada”. Pero en resumen es la realidad. Lo mismo me pasa con la música o con el cine. Me resultaría más fácil responder qué es lo que no me gusta que lo que sí, acabaría antes. Si todas estas cosas son buenas con independencia de su origen o naturaleza, me suelen gustar todas (aunque, claro, quizá la dificultad resida en definir esa bondad que en ocasiones es bastante subjetiva)

En fin, centrándome en el tema. La fruta que me gusta es la que, reuniendo una mínima calidad, es de temporada: si son naranjas, naranjas; si manzanas, manzanas, si mandarinas, mandarinas, si uva, uva, si chirimoyas, chirimoyas; etcétera. Me da igual, toda la disfruto como un enano cuando es su momento.

Y la que ahora toca de veras es la de una familia de frutos muy particular que no suele encontrarse el resto del año: los frutos denominados drupas.

Unos duran poquito como las cerezas y las picotas y otras se alargan un poco más a lo largo de los meses primaverales y estivales dependiendo de su variedad: ciruelas, pavías, albaricoques, paraguayos, melocotones.

Todas estas frutas de temporada (de la de ahora o próxima) como decía tienen un denominador común, son los denominados frutos de hueso. Con un hueso (endocarpio) leñoso único que encierra una única semilla en su interior (frutos monospermos). Suelen ser frutas jugosas y carnosas que suelen presentar pocas trabas para la población general, es decir, gustan a casi todo el mundo.

En este momento las cerezas están en pleno apogeo, las habrá más tempranas o más tardanas, dependiendo de la zona; a continuación vendrán las picotas (una variedad de estas). Al mismo tiempo están empezando los paraguayos, los albaricoques, algunas ciruelas y las pavías. Y un poco más tarde vendrán los melocotones. Sobre los melocotones, lo siento, he de admitirlo, los mejores del mundo para mí son los de la DO Melocotón de Calanda y para esos aun queda bastante (mediados de septiembre más a o menos). Ya hablaré de ellos cuando llegue.

Albaricoques_ suwatpo

Así pues, no te empeñes en encontrar ahora manzanas o naranjas (típicas frutas por defecto). Las encontrarás, pero no serán ni la mitad de buenas que eran hace unos meses, y mira que gozamos en casa este año con las naranjas. Y disfruta de lo que toca ahora, las drupas. Pronto llegarán también otras más típicas de los meses más calurosos como la sandía y el melón (aunque no hayan desaparecido del súper en todo el año).

Antes de despedirme me gustaría romper una lanza en favor de una fruta que hasta hace poco no gozaba de mucha simpatía por mi parte, se trata de los paraguayos. Antes los recordaba “patatudos”, bastante insípidos, y con un hueso enorme… pero desde hace más o menos tres años, al menos aquí en Zaragoza tengo la oportunidad de comprar unos paraguayos completamente distintos, turgentes, de intenso sabor perfumado y con un hueso en su interior poco mayor que el de una aceituna, toda una delicia. Aquí algunos los llaman “Zaraguayos”. No quiero ningunear al resto de sus primas, pero lo cierto es que las cerezas, las ciruelas y demás, creo que no precisan de una mayor promoción al menos por mi parte (cuando son buenas, claro). Por cierto, no me importaría saber porqué se llama «paraguayos» a los paraguayos… creo que tendré que preguntar a mi vecino «ya está el listo que todo lo sabe»

Cuando la fruta es buena de verdad serán tus hijos los que te pidan comer más, como el otro día cuando Carolina de cuatro años me pidió si por favor podía comer más cerezas.

Claro hija, claro… como no vas a poder comer más cerezas si eso es lo que quieres. Disfruta de la fruta.

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Foto: sixninepixels, suwatpo vía freedigitalphotos.net

Cuando el tamaño sí que importa (a más pequeña, la fruta, a veces mejor)

Ofrecer manzanaEl otro día me fijé que una compañera de la universidad tenía encima de su escritorio una especie de llavero con forma de manzana… muy real, parecía de verdad. Acercándome un poco más caí en la cuenta que era de verdad, una manzana del tipo Granny Smith o algo así, del tamaño de un albaricoque. Entonces no pude por menos que preguntarle que dónde y si acaso porqué compraba las manzanas tan pequeñas. El dónde fue lo de menos, al final era en una “frutería normal” cerca de su casa.

Lo que sí me llamó la atención poderosamente fueron sus razones para comprarlas así, ya que las prefería a las grandes.

Mira –me dijo- la fruta me gusta mucho y, a veces la dejo de comer por pereza. Si las piezas son demasiado grandes entra de lo posible que sucedan dos cosas. Por un lado que me de pereza tanta manzana (o melocotón o naranja…) y que por tanto termine por no comer nada, por no empezarla; o que por otro lado si la empiezo que me canse y al final se desaproveche ya que no queda igual si te la dejas de un rato para el otro, se queda fea, la tienes que tapar, etc. Así que si se trata de comer fruta, por piezas y de forma más o menos informal (en el trabajo, ente horas…) prefiero mil veces las piezas pequeñas de fruta. De esta forma termino comiendo más fruta que si las piezas son grandes. Además, estas, como suelen ser menos apreciadas en la tienda son más baratas que las grandes.

Sencillos, simples, claros, contundentes y sobre todo prácticos me parecieron y parecen sus razonamientos. Bravo. Vivimos en la sociedad del más bonito, más grande y más lutroso… cuanto más mejor, ande no ande caballo grande, es lo que dicen. Algo que también se suele aplicar a las frutas.

Es cierto, una de las excusas más frecuentes para dejar de comer fruta es la pereza que nos suele dar el comerla, así que si perseguimos este tipo de estrategias facilitadoras tanto más probable es que terminemos comiéndola.

El caso es que mientras escribo estas líneas me estoy dando cuenta que estoy abordando el tema de consumo de fruta como si se tratara de un alimento intomable o desagradable, y no debiera ser así… Por lo menos a mí no me pasa, me gusta la fruta y cuando la como, que suele ser entre dos a tres veces al día, la disfruto como un enano. Si bien te digo que no suelo ser mucho de fruta a media mañana o media tarde, me gusta de postre (siempre) y en el desayuno bastante a menudo.

El consumo de fruta, de vegetales frescos en general, es uno de los pilares de la alimentación saludable reconocido en las principales instituciones sanitarias internacionales. Así que sean cuales sean tus preferencias déjame que te dé una serie de consejos que a mi juicio podrían ser bastante interesantes para incluir con más frecuencia de la que lo haces las frutas en tu dieta:

  • No seas tacaño/a a la hora de comprar fruta (esto es aplicable al conjunto de la alimentación en general). La fruta barata, normalmente de menor calidad, suele resultar carísima. Es fácil de entender, al final es tan poco agradable, que las probabilidades de que acabe en la basura suelen ser bastante altas, y claro, eso es carísimo. Mucho más caro que comprar fruta de precio más elevado y comértela.
  • Consume fruta de temporada. Es mas rica, está en su mejor punto de sazón y es más barata. Además, hacerlo así es más respetuoso con el medio ambiente. ¿Tanto te cuesta esperar a la temporada autóctona de la cereza como para tener que comprarla en enero a 18€/kg traída desde Argentina (por ejemplo)?

¿Te acuerdas de la canción de Danza Invisible “Sabor de amor”? hacia el minuto dos se dice que “besarte es como comer naranjas en agosto y uvas en abril” en clara referencia a la extravagancia, exotismo, que podría tener el comer tales frutas en esos meses a los que no pertenece su temporada. Hoy ya da igual, las naranjas y las uvas (y el melón y las sandías y las manzanas…) están permanentemente en nuestro súper de al lado de nuestra casa todo el año. Luego, no deja de ser gracioso que nos quejemos cuando a a mediados de abril digamos… ¡pero que malo está el melón últimamente!

  • Busca estrategias que se adecuen a tus gustos, posibilidades y apetencias. Una de esas opciones, para mi amiga, la de las micro-manzanas, consiste en eso, en adquirir piezas más pequeñas. Si a ti te va de postre, pero te suele dar pereza ponerte a pelar la fruta tras el segundo plato, te sugiero que, por ejemplo, la peles y la prepares antes de sentarte a comer (vamos, lo mismo que haces con los primeros y segundos, que los preparas antes de sentarte a comer)

Por otro lado, muchas veces en la variedad está el gusto. Comernos una manzana nos da pereza pero sin embargo comer una “ensalada” a base de distintas frutas se nos hace más atractivo.

Te guste más de una u otra forma, unas variedades u otras, anímate a consumir más fruta, un alimento siempre de un escaso valor calórico, con un relativamente alto poder saciante gracias a la presencia de fibra dietética y fuente de vitaminas, minerales y otras sustancias, denominadas fitonutrientes, que normalmente resultan de un elevado interés biológico.

Cuando me preguntan por mis alimentos funcionales preferidos… yo siempre respondo que los vegetales en general y las frutas en concreto. Cualquiera que este en su punto.

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Foto: imagerymajestic vía freedigitalphotos

¡Y una fruta mierda!

Está bastante bien asumido por parte de la población general que un adecuado consumo de fruta está relacionado con beneficios sobre la salud. Por esta razón, ya que el actual patrón de consumo de fruta está por debajo de los habituales consejos (sea por la causa que sea) es posible que la industria alimentaria aproveche en este terreno tantas oportunidades para hacer de las suyas, muchas veces con el auspicio de las leyes vigentes. Es decir, la gente sabe que comer fruta es bueno y al no hacerlo en la cantidad adecuada está especialmente sensibilizada para acoger aquellas opciones que nos sugieran una cierta facilidad a la hora de consumirla… mucho más sensibilizada además si la “opción” propuesta es fetén para nuestros niños que, ya saben, son utilizados muchas veces como nuestro talón de Aquiles alimentario.

 

Ya he contado en alguna ocasión mi afición a observar comportamientos y actitudes del mundo que me rodea en relación con sus hábitos alimentarios. En este sentido no descubro nada cuando digo que, además de otros entornos, el patio del colegio de mis hijas representa un inapreciable ecosistema para el estudio, del que muchas veces saco jugosa información. De un tiempo a esta parte vengo observando que a las horas de las meriendas y en los almuerzos (aquellos días en los que hay que llevar de almuerzo fruta al colegio sí o sí, por obligación) empiezo a constatar una  preocupante proliferación en las manos de los niños de unos llamativos sobres-bolsa tuti-fruti y multicolori comercializados por una conocida marca de distribución. “100% fruta” pone (además, “sin lactosa” y “sin gluten”) y, lo más preocupante en mi opinión, un visible logo que reza:

1 ración de fruta

 

¿Nos están sugiriendo que la ingesta de este tipo de productos equivale a la ingesta de una ración de fruta? Pues si es así, lo dudo. No, desde mi punto de vista, lo niego.

Veamos, los sucedáneos son eso, sucedáneos. Según el diccionario son “sustancias” que por tener propiedades parecidas a las de otra, pueden reemplazarla. Pues será lo que diga el DRAE, pero el reemplazo al que ahora me refiero, las bolsitas estas en vez de fruta, me niego a aceptarlo, ¡porque no son equivalentes!

A título particular, y aunque la legislación diga otra cosa, me parece inaceptable que se asocie como reemplazable el consumo de la fruta de verdad con el de un sobre-bolsa de 90 gramos a través del cual los niños (ellos especialmente) liban cual si de lepidóptero vulgar se tratase el puré de frutas procedente de concentrado con su vitamina C añadida.

 

Analicemos la sucedaneidad, la equivalencia o como se prefiera decir, de estos dos elementos. Para ello voy a tomar en consideración las características inherentes a la fruta y las voy a comparar con las de los sobres-bolsa.

Algunas de las características generales de la fruta como grupo son: Importante fuente dietética de vitaminas, minerales, fibra y fitonutrientes, y todo ello con un escaso aporte energético. Es decir, la fruta aporta todos estos elementos en una cantidad relativamente amplia y lo hace con pocas calorías.

A continuación he confeccionado una tabla con aquellos nutrientes que vienen reflejados en la información nutricional de los sobres-bolsa a los que me refiero y la he comparado con algunas raciones medias de las frutas más habituales. Quiero destacar dos aspectos: El poner sólo la vitamina C responde a que entre las vitaminas es la única de la cual se detalla su presencia en los sobres-bolsa (¡!). Y de los minerales sólo se menciona el sodio, algo bastante curioso porque, normalmente este mineral se suele hacer destacar para recalcar, por motivos de salud, su ausencia o baja proporción.

Datos de los sobres-bolsas por unidad (90 gramos) e información del propio envase. Datos de las frutas: National Nutrient Database (USDA); más en concreto: Naranja: 180 gramos; Kiwi verde: 148 gramos (una ración); Manzana: 161 gramos (una pieza mediana); Plátano: 118 gramos (una pieza mediana); Fresas: 144 gramos (una taza) por mitades; Piña: 156 gramos en trozos.

 

EN RESUMEN

  • Cualquier ración media de las frutas aquí expuestas aporta más fibra que la de los sobres-bolsa en cuestión. Es muy probable, además, que esta realidad sea trasladable a cualquier otra fruta fresca que se considere (salvo puntuales excepciones)
  • La presencia de vitamina C (y con mucha probabilidad de muchas otras vitaminas) en un patrón de consumo variado de fruta fresca es mucho más alto que el que se obtiene del consumo “por sustitución” de estos sobres-bolsa. Y lo más importante a este respecto,
  • A título particular, las diferencias organolépticas (ya saben esas cosas relativas al sabor, textura, aroma, color…) entre el consumo de este tipo de “sucedáneos” y el de la fruta son, francamente, imposibles de tomar en consideración. El puré de las bolsas-sobre es una especie de jalea hiperdulzona, pálida y más emplagosa que una canción de Albano y Romina Power.

Igual te interesa comparar algunos de los aportes nutricionales de estos sucedáneos con los del típico bollo con agujero que en ocasiones se lleva como merienda y que suelen tener tan mala prensa por pertenecer al mundo de la bollería industrial. Aunque existen otros aspectos nutricionales a la hora de comparar el típico  bollo con agujero con estos sobres-bolsa, ten en cuenta que un bollo de estos aporta 198 kcal con una presencia de fibra bastante similar (1 bollo con agujero = 1,4g de fibra).

 

EN CONCLUSIÓN

No conviene que la población general asocie como equivalentes el consumo de estos productos con  el consumo de fruta, y mucho menos que esta asociación se la inculquemos a nuestros hijos.

Si queremos que nuestros hijos coman fruta de forma natural, sin artificios que en mi opinión son contraproducentes, conviene ser un poco más HACENDOSOS ante estas situaciones. ¿Se me entiende?

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Fotos: GTRES

No tomarás el nombre de la fruta en vano: la falacia de las gominolas «con fruta»

 

Con cara de bobo me quedé el otro día cuando al más puro estilo «la vieja’l visillo» llegó una conversación a mis oídos entre un par de madres del colegio de mis hijas. La situación, una de las más corrientes: en el patio, por la tarde y tras las clases, madres y padres nos afanábamos por hacer llegar la merienda a nuestras respectivas proles. Ya saben, lo de siempre: bocatas para unos, bollería para otros, galletitas, chocolatinas con regalo incorporado para otros más y entre tanta opción, además, sanísimos zumos multifrutas, batidos de mil colores y sabores siempre, eso sí, enriquecidos con las mil y una vitaminas, y muy poca agua en circulación.

Los padres y madres que saben de rebote a qué me dedico me miran de reojo, muchas veces con recelo y otras tantas como si representara a la Santa Inquisición. Eso los que me conocen poco y mal. Porque los que bien me conocen saben que me trae al pairo lo que cada uno haga con sus domésticas cuestiones alimentarias. De vez en cuando se dejan caer comentarios en voz alta al respecto de qué es más idóneo para merendar, comentarios que se hacen con toda la intención de que yo los aclare. Pocos son los que se acercan de forma franca y sincera para preguntarme la opinión sobre algún producto determinado.

En fin, el caso es que tal y como les decía me enteré de una conversación que me puso los pelos de punta, les cuento:

  • Madre 1: Toma Jaimito (a su hijo), cuando te termines la merienda te puedes comer estas gominolas. ¡Cuando la termines, no antes!
  • Madre 2 (con cara de asombro): ¡Pero cómo se te ocurre darle al niño gominolas para merendar!
  • Madre 1: ¡Ah! ¿por lo de los dulces te refieres? No te preocupes, estas son unas gominolas “especiales”. Además de que le encantan yo estoy contenta por que tienen fruta y son sanísimas… ¿lo ves? lo pone aquí.

Me quedé helado. Lo primero que pensé es que eran gominolas caseras, si acaso frutas escarchadas o algo así; pero cuando miré haciéndome el distraído comprobé que de eso nada, eran gominolas de una conocida marca comercial y pensé: ¿se creerá de verdad «madre 1» lo que está diciendo?

Evidentemente pasé olímpicamente de sacarla de lo que yo consideraba un error a todas luces y un despropósito el pensar que ese tipo de gominolas pudieran representar un aporte significativo de fruta en la dieta del… de cualquiera. Así que me guardé la opinión para mis adentros y tras comentárselo a mi mujer (a la que casi le da un ataque de risa) me fui directo al supermercado más cercano con la sana intención de hacerme con un paquete de las consabidas gominolas y comprobar por mí mismo la realidad. Ya en el súper no solo me hice con un paquete de estas si no además con unos caramelos blanditos bien conocidos que también hacían alegaciones similares al contenido de fruta en su producto.

¿Qué cantidad de fruta tienen las chucherías que anuncian que tienen fruta?

Sinceramente no he hecho un análisis detallado del mercado pero les traigo estas dos etiquetas para que vean: Primero, qué tipo de alegación hacen estos dos fabricantes en relación a la fruta y; segundo que comprueben según su lista de ingredientes la veracidad de dicha publicidad.

Esta foto es la de las gominolas en cuestión y la transcribo a continuación (atentos al lugar en el que aparece el zumo procedente de concentrado y su cantidad):

«Jarabe de glucosa, azúcar (34,4%), dextrosa, agua, humectante, jarabe de sorbitol, almidón de maíz, gelatina, sólidos lácteos; 7% zumo de frutas procedente de concentrado (cereza, limón, piña, fresa, naranja, manzana), ácidulante: ácido cítrico [según norma CE  a este aditivo se le llama  antioxidante E-330], gelificante: pectina [según la misma norma a este aditivo se le llama E-440], correctores de la acidez: citrato de sodio [según norma CE este es el antioxidante E-331], aromas [¿?], concentrados de frutas y plantas (grosella negra, baya de sauco, aronia, uva, naranja, limón, mango, fruta de la pasión), colarantes (curcumina [aditivo con el código CE de E-100], cochinilla [E-120], complejos cúpricos de las clorofilinas [E-141]), jarabe de azúcar invertido». Ahí es nada.

Creo que para el entendimiento del consumidor medio debería quedar bastante claro qué:

No hay zumo de frutas en los ingredientes de las gominolas, lo que hay es zumo obtenido de «extracto de frutas» y poco…

La cantidad de este zumo obtenido de extractos está en una proporción según el fabricante del 7% (¡caramba!) lo que hace irrisoria la cantidad de fruta de verdad en las gominolas (no está presente en dosis homeopáticas… pero poco le falta),

En la bolsa se alega además que carecen de conservantes y de colorantes artificiales. Y es cierto, pero por si acaso «los malos entendidos» se ha obviado toda mención la nomenclatura CE de los aditivos autorizados en base al código «E» y presentes en las gominolas. Yo los he incluido entre corchetes en la relación de ingredientes transcrita. A este respecto el Real Decreto 1334/1999 sobre el etiquetado dice qué:

«Los ingredientes que pertenezcan a una de las categorías enumeradas en el anexo II [es decir, la mayor parte de aditivos, incluidos los de estas gominolas] se designarán obligatoriamente con el nombre de dicha categoría, seguido de su nombre específico o de su número CE«

Es decir, dada la legal disyuntiva han preferido evitar mencionar los famosos «E» que tan mala prensa tienen en un «por si acaso». A pesar que esta mala fama es en la mayor parte de los casos injustificada y en una pequeña parte, al menos controvertida.

En mi opinión estas alegaciones contravienen ya no sólo la lógica en el momento que dicen poseer fruta a título práctico (¿de verdad alguien cree que hay algún beneficio constatable similar al del consumo de fruta al escoger estos productos?) si no también la legislación actual. En el Reglamento Europeo relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos se dice en el artículo 5 qué:

“El nutriente u otra sustancia acerca del cual se efectúa la declaración [ha de estar] contenido en el producto final en una cantidad significativa tal como se define en la legislación comunitaria o, en los casos en que no existan normas al respecto, en una cantidad que produzca el efecto nutricional o fisiológico declarado, establecido mediante pruebas científicas generalmente aceptadas […]

[…] la cantidad del producto que cabe razonablemente esperar que se consuma proporciona una cantidad significativa del nutriente u otra sustancia a que hace referencia la declaración […]»

Señores fabricantes ¿serían tan amables de aclarar qué cantidad de caramelos o de gominolas habrá que comer para llegar a obtener un beneficio significativo similar al de comer fruta? Lo pregunto porque si la cantidad es razonable entonces me trago mis palabras… pero me temo que no.

 

En el caso de la marca de los caramelos «blanditos», al menos tienen la decencia de anunciar en el envase que los caramelos tienen zumo procedente de concentrado. Pero no se lo pierdan, la cantidad es del 0,4% (¡!)

 

Entonces, después de este para mí flagrante incumplimiento de la legislación en el etiquetado la pregunta que muchas veces me hacen es ¿por qué se permiten este tipo de cosas, por qué no se denuncian, por qué llevan haciéndolo así durante tantos años?

Mi respuesta es clara. No lo sé. Quizá el consumidor medio sea “poco importante” para la administración, o haya cosas más importantes en las que esta se mantiene ocupada. Desde luego yo no me voy a meter a denunciar a nadie más allá de las consecuencias de este blog. Otra cosa es cuando hay algún afectado directo. Me explico.

¿Se acuerdan del caso de las patatas fritas que no tenían aceite de oliva en su composición? El caso, no sé si recuerdan, es que en el año 2002 una conocida marca de patatas fritas sufrió una mediática condena por anunciar que en su receta el ingrediente “esencial” era el aceite de oliva cuando se demostró (tras la correspondiente denuncia) que tan solo el 2% del aceite presente en aquellas patatas era de oliva. ¿Quién denunció en aquel caso? Una marca de la competencia que sí incluía al parecer una cantidad significativa de aceite de oliva en su receta.

Pero no se lo pierdan, esta sentencia no hizo alusión al engaño per se al que se le induce al consumidor, si no a la competencia desleal del denunciado frente al denunciante. En la propia sentencia se puede leer que el denunciado incurre en competencia desleal al haber  “vulnerado la libertad de decisión del consumidor, que presupone no ser inducido a error sobre cuestiones relevantes que pueden contribuir a ella”.

Desde hace un tiempo sin embargo, la marca denunciada en su día ha vuelto a hacer alegación al contenido en aceite de oliva de sus patatas, pero esta vez manifestando que es el único aceite que ha intervenido en su composición

Así pues, mientras nadie de la competencia se sienta desplazado por esta, a todas luces, poco afortunada publicidad sobre el contenido de fruta en las gominolas y caramelos, me parece que nos queda «fruta» para rato. Y mientras, una buena parte de los consumidores seguirán obnubilados con esta alegación o simplemente aplacando su mala conciencia al aportar con cierta frecuencia a sus hijos determinadas chucherías… Y es que tienen fruta, ¿lo ves? Lo pone aquí.

 

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¿Fruta por castigo? No, gracias

Todos los miércoles el colegio al que van mis hijas les proporciona a los escolares una ración de fruta.

Supongo que como dietista-nutricionista cualquier acción llevada a cabo en los colegios para mejorar los hábitos alimentarios de los más pequeños debiera parecerme una sana y deseable medida. Y de hecho, formulada así la cuestión, en plan aséptico, me parece una estupenda iniciativa.

Como padre, además, debiera agradarme y mostrar mi gratitud al respecto de que los colegios se preocuparan sobre estas cuestiones, máxime si es el mismo centro el que pone los medios para proporcionar un almuerzo saludable sin solicitar una derrama extra, como es el caso.

Pero la materialización de la iniciativa es lo que no me parece tan correcto, en especial teniendo en cuenta que en el poco tiempo que lleva en funcionamiento lo único que ha conseguido entre los alumnos es más discrepantes seguidores de la fruta que partidarios. Más que si no se hubiera tomado ninguna medida o más que si se hubiera llevado a la práctica de otra (mejor) forma.

A los papás se nos hizo llegar en su día el calendario de las frutas que les serían proporcionadas en miércoles consecutivos. Todo bien “sobre el papel”. En la frutal minuta hay mandarinas, peras y manzanas de distintas variedades, plátanos, cerezas y ciruelas (tomando en consideración la temporada) etc. El caso es que ya desde el primer día el “éxito” fue rotundo; a las mandarinas no había por donde hincarles el diente: secas, sosas y pellejudas… mi hija dijo que no  se la comió, y como ella la mayor parte de quienes las cogieron. No me extraña, en esas condiciones yo tampoco lo hubiera hecho. Llegó el día de la pera, “Conferencia” para más señas, aunque a juzgar por el grosor de su piel (se las dieron sin pelar) y el (no) grado de madurez podrían haber sido peras de la variedad “Sermón inaguantable”. La realidad: que la gran mayoría de las peras acabaron en las papeleras del patio y los niños y niñas con más hambre que el perro de un ciego y echando pestes del día de la fruta.

Y digo yo, ¿qué costaría que loables campañas para acercar el consumo de fruta a los más pequeños se hicieran de forma adecuada? Dinero, contestarán muchos; fruta de más calidad y personal para prepararla, diría yo (que al final, es lo mismo que dinero). Pues eso, que si quieres promocionar hábitos saludables, sean los que sean, y no te llega la infraestructura para conseguirlo en las mejores condiciones, se corre el riesgo de que el tiro te salga por la culata y, por tanto se alcancen objetivos (comportamientos) diametralmente contrarios al perseguido, en este caso, que la fruta tenga una mala imagen.

A ver, se trata de conseguir este tipo de reacciones:

 

Y no estas otras:

 

 

Vaya por delante que no me preocupa el caso concreto de mis hijas, ellas ya sabían, antes de que el colegio se preocupara sobre el tema, cómo saben las distintas frutas y cómo pueden utilizarse, por ejemplo, a la hora de llevarlas como almuerzo. Sí o sí, en casa se ofrece y se consumen no menos de dos raciones diarias de fruta (escogida en función de la temporada, su sabor y convenientemente preparada). Me dan pena todos esos otros niños que no lo sabían (muchos supongo, a tenor de que un colegio decida promocionar el consumo de fruta), los padres de ésos niños y, también el propio colegio que ha invertido una serie de recursos humanos y económicos en promocionar un buen hábito y que le único que ha formado, de momento, son frutales enemigos. Esperemos que también sean frugales enemigos.

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Foto: imcountingufoz