El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Si no quieres taza, toma cerveza y media

Cerveza y pistolaPocas bromas con la nueva jugada de aquellos que promueven el consumo de cerveza buscando para ello el más psicodélico y salutífero de los argumentos.

En los últimos años hemos asistido a la promoción de la cerveza como un producto sanísimo «sin más» dirigido a la población general (a partir de patéticas tergiversaciones al respecto de su composición) viéndola pasar también como un alimento idóneo en la práctica deportiva subiéndola al carro de la moda runner (con base en las mismas tergiversaciones nutricionales); recomendarla tanto en la lactancia como durante la gestación (sin alcohol, faltaría más); auparla hasta la dieta mediterránea y ahora… esto es lo último, recomendarla como un producto «idóneo» tras los excesos navideños.

Es difícil de creer, lo sé, pero así nos están vendiendo ahora la moto: ¿te has pasado de frenada en las comidas navideñas? pues nada, ahora un poco de penitencia dietética y, claro está, cerveza…. que no falte cerveza, con moderación, claro, ya que esta bebida es “idónea” para estas lides. Para flipar.

Tienes alguna muestra de lo que te cuento en este enlace, este o este otro (básicamentese trata de la misma información pero en medios distintos; y sin desperdicio, por aquello de la moderación, la imagen de recurso del último enlace).

Antes de continuar quiero justificar mis palabras, he dicho «tergiversaciones»… (¿podrían ser “mentiras”?). Y lo digo porque los promotores del consumo de cerveza usan argumentos cuajados de información falaz. Estoy hasta la bola que de la cerveza digan que es una fuente de proteínas, de fibra y de no sé cuantas vitaminas y minerales… y esto, habida cuenta de nuestro catálogo alimentario, es una mentira más grande que la lengua para pegar carteles de circo. Y lo peor es que, ya lo sabes, detrás de la práctica totalidad de este tipo de jugadas está el conocido como Centro de Información Cerveza y Salud. Bonito nombre, ¿eh? Rimbombante, dejémoslo ahí. Como ya dije lo que tenía que decir de ellos (y de sus científicos colaboradores) en esta entrada, te invito a que le eches un vistazo. A colación de su labor y de esta nueva campaña, quizá merece la pena que conozcas también la opinión de Mikel Iturriaga (@mikeliturriaga)

La clave es la mezcla de conceptos correctos con publicidad encubierta.

Encubierta y… malsana apostilla un servidor, empleando para dotarla de cierto caché el criterio de autoridad cuando son algunos señores o señoras médicos quienes hacen el caldo gordo. Digo esto porque todas esas veleidades que habitualmente se mencionan acerca de la cerveza son ensalzadas única y exclusivamente por quienes están interesados en su venta o por quienes en colaboración con ellos prestan su imagen y palabra. Nadie más habla salutíferamente bien de ella.

Y es que, en mi opinión, ante esta habitual y tergiversadora estrategia solo caben dos posibilidades: o los profesionales sanitarios que dan la cara para vendernos más cerveza no tienen ni idea de sus reales características nutricionales, ni de las del resto de alimentos (algo bastante preocupante de alguien que pasa por tener un cierto conocimiento de estas cuestiones) o, conociéndolas, se las pasan por el arco del triunfo a sabiendas (algo que me recuerda, no sé por qué esta entrada al respecto de la “prostitución nutricional”) lo que me parece aun peor.

La cerveza, tu mejor aliado para combatir los excesos navideños rica en minerales como el potasio, fósforo o silicio y contiene vitaminas del grupo B y antioxidantes naturales…

Anda no me jo… robes (te sugiero de nuevo que pongas en contexto estas falaces declaraciones nutricionales sobre la cerveza en este enlace)

 

La puntilla

Si ya de por sí te parece como a mí descontextualizado el hecho de recomendar cerveza (con moderación) para hacer frente a los excesos navideños, la puntilla sobre esta cuestión viene de la mano de aquella persona, médico, que presta su autoridad al respecto de esta movida para terminar por decir que:

Seguir las pautas de una dieta moderada en la que incluir todo tipo de alimentos y bebidas como la cerveza, y otras fermentadas, es fundamental, siempre y cuando se mantenga un consumo responsable.

Veamos, quizá a la Dra. Purificación Martínez de Icaya (que ya se ha prestado en otras ocasiones para colaborar con el ínclito Centro de Información interesada Cerveza y Salud) le interese conocer el significado de fundamental.

Así que Puri, te tuteo si me lo permites…, “fundamental” hace referencia a aquello que sin lo cuál algo, lo que sea, no puede ser o funcionar. A ver si me explico, las ruedas de tu coche son fundamentales para que este funcione o se desplace; los ojos son órganos fundamentales para poder ver; cursar y acabar estudios de medicina son fundamentales para poder ejercer de tal; etcétera… ¿lo pillas?

Así que no, no y no… la cerveza y otras bebidas fermentadas no son ni fundamentales ni principio para seguir un estilo de alimentación adecuado, aun cuando de ellas se haga un consumo moderado… ni de lejos. Sin cerveza se puede vivir… y muy bien.

Y no, no me malinterpretes Puri, no soy de la liga antialcohólicos, pero sí de una particular liga anti-chorradas descontextualizadas (afortunadamente no somos pocos). Pero sobre todo soy de esa liga anti-hacer llegar cualquier beneficio para la salud a través de cualquier forma de consumo de cualquier bebida alcohólica ya que entiendo (y entendemos) que en estos casos los presuntos beneficios nos quedan muy lejos cuando se observan los muy próximos riesgos. Nos duele sobremanera que cualquier profesional de la salud distorsione el mejor mensaje que se puede hacer llegar a la población general a través de los medios. Si quieres un día te lo explico, incluso con una cerveza delante. Ahora, al así hacerlo no será por salud, eso también te lo digo.

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Nota: mi agradecimiento para Raquel Blasco (@RaquelBlascoR), Mikel Iturriaga (@mikeliturriaga) y Aitor Sánchez (@Midietacojea)

Imagen: Boaz Yiftach freedigitalphotos.net

Las recurrentes preguntas y latiguillos gastro-navideños de todos los años

Navidades aburridasFeliz Navidad y próspero año nuevo. ¡Hale! ya lo he dicho un 17 de noviembre. ¿Te parece pronto? A mí también, pero por lo visto hay a quien no. De hecho la semana pasada ya recibí la primera consulta de una periodista para hacerme una entrevista al respecto de qué es lo que se puede hacer para compensar los excesos navideños, en referencia, claro está a los excesos gastronómicos. Y luego más preguntas sobre qué alimentos son los más “depurativos”, cuáles tiene la capacidad de sanar la vesícula, para qué sirven las dietas “detox”, si deberían ser estas pautadas por un profesional sanitario y no a tontas y a locas… Imagínate mi cara al otro lado del teléfono.

No seré yo quien cuestione la planificación de contenidos de una determinada revista y los plazos de los que disponen. Además, no me importa tanto el momento en el que se plantean sino la absurdez de tanto pensamiento redundante y de escaso calado. Por no hablar de cuando la periodista quiere sacar de tu boca y con sacacorchos sus propias opiniones. Va a ser que no.

Que qué se puede hacer para compensar los excesos navideños, me preguntaron. Pues lo mismo que lo que se puede hacer para compensar las multas por exceso de velocidad al circular a 230 km/h, le contesté: pagar y hacer propósito de enmienda. En el caso de la multa abonarla y proponerse no circular más a esas velocidades; y en el caso de la dietética lo mismo, jorobarse (pagar) y no actuar de forma tan simple como para que el año que viene se vuelva a las mismas y… (esto es lo que más me fastidia) encima preguntando que qué se puede hacer. Otra vez. En fin.

Además, seamos sensatos… ¿alguien cree que si a lo largo del año en curso hubiera surgido algún remedio eficaz para atajar los efectos de los excesos navideños (o gastronómicos de cualquier temporada del año) no se le hubiera dedicado titulares, artículos y programas de radio hasta que nos sangraran los oídos? Pues eso, que no. Y como es que no, no hay nada más que decir que lo que se dijo el año pasado y lo que habrá que decir, tristemente me temo, el que viene.

Uno ve aquí dos problemas de base. Por un lado, ya te lo conté en esta entrada, es la previsión de los excesos. Pensar que como es una fecha señalada y las fechas señaladas se celebran de forma destacada en torno de una mesa hay que excederse. Pero no, la celebración no tiene porqué ir asociada al exceso. Si acaso, ese exceso lo podría asumir con mayor indulgencia en otro tiempo, otra época, aquellas con más carestías o falta de recursos… pero, ¿ahora, hoy en día… precisamente cuando nuestra habitual existencia está ya de por sí caracterizada por el exceso cotidiano? No, no lo puedo entender. Entonces, si se siguen asumiendo estas fechas tan señaladas que se nos avecinan de forma tan inadecuada, lo que ocurre es que hacemos un exceso sobre el exceso habitual. Parte del problema es que el patrón cotidiano, de por sí ya excesivo, es asumido por lo frecuente y recurrente como normal. Así, el exceso diario es lo normal (habitual) y lo de las navidades entonces el exceso al cuadrado.

Y por el otro lado, está la absurda obsesión que hasta cierto punto nos causa la Navidad en este tema y no, al parecer, lo que sucede el resto del año (con el paréntesis, claro, de la operación bikini). Es cierto, en el periodo navideño se puede ganar una cantidad de peso significativa tal y como apuntan algunos estudios cuando se compara con otras épocas del año; sin embargo, parece que se nos olvida que el resto del año (y que no son navidades) también, en líneas generales, se sigue aumentando de peso tal y como apuntan otros artículos. No poco y todos los años. Siempre para arriba y con el empujoncillo que puede suponer la Navidad.

Así pues, que con el actual panorama te vengan a preguntar a mediados de noviembre qué se puede hacer ante los excesos navideños, es signo inequívoco de que hay varias cosas que no funcionan demasiado bien en esta sociedad.

¿Que qué se puede hacer? Cualquier cosa menos la que se hizo el año pasado. Eso es lo que se puede hacer.

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Nota Bene: ¿Sabes lo más gracioso? Al final no hubo entrevista, la periodista quería oírme hablar de los beneficios hepato-depurativos de las hojas de alcachofa, de los prodigiosos poderes de las dietas detox y de otras historias igualmente buenrollistas. Pues fue que no. Para buen rollo, este año ya tenemos el anuncio de la Lotería (ejem).

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Imagen:  imagerymajestic vía freedigitalphotos.net

¿Compensar… o volver a descompensar?

Imagina que navegas en una barca de remos que manejas tú. Supongo que sabes como funciona el tema, si quieres avanzar en línea recta tienes que remar con ambos remos al mismo tiempo, con la misma cadencia y con la misma potencia. De otro modo, llevándolo a un extremo, si remas solo con el remo de un lado te torcerás y luego tendrás que «compensar» remando solo con el otro para retomar tu ruta con el riesgo de ir dando bandazos de un lado al otro.

Remar

Te cuento todo esto porque me da la sensación que dentro del mundillo dietético, el de las dietas, los regímenes y el control del peso, se suele aludir con especial alegría a un concepto al que a menudo se le denomina como “compensación”.

Seguro que te suena… ¿que resulta que te has pasado en una comida o durante una cierta temporada comiendo más allá de lo que te conviene? No pasa nada, reza esta filosofía, pues “compensas” y arreglado. Y a mí no me parece, ni de lejos, un mensaje adecuado cara a la población general. Tal y como decía mi abuela es como pasar de la gran “secada” a la gran “remojada” sin conocer la virtud en el punto medio. Es decir, desde mi punto de vista la teoría de la “compensación” abre de par en par la puerta a hacerlo doblemente mal… primero cometiendo un exceso y luego una carencia que no ayuda para nada a entender estas cuestiones como debieran entenderse, o sea, con un poco más de cabeza y de sentido común. Y es que los extremos no son nada buenos, ni los de un lado, ni los de otro. Seguro que con otro ejemplo terminas de pillar lo que te quiero decir.

Otro ejemplo de porqué «el compensar» no sirve

Imagina que te desplazas desde el punto A al punto B en coche y por autopista. Tienes un Ferrari y te gusta pisarle. Por tanto, en algunos tramos te pones a 300 km/h. Pero tu madre que es la que te espera en el punto B y sabe a qué hora has salido del punto A, te va a echar una bronca de campeonato si te ve llegar en tan corto espacio de tiempo (y ya no te cuento lo que te dirá la Guardia Civil si te pilla). Por eso, para que tu madre no se dé cuenta de lo que corres repartes los tramos en los que vas a 300 km/h con tramos en los que circulas a 50 km/hpara compensar y así sacar una media adecuada cara a tu madre. Te diviertes cuando conduces como un loco aunque sabes que luego te tendrás que penalizar conduciendo a 50 km/h, algo que por cierto también es sancionable en autopista. Es decir, mal en las dos ocasiones, aunque a ti y a tu madre el resultado os mole.

Me apuesto mi muro de Facebook a que esta filosofía o consejo, el de la “compensación” lo vas a oír repetido hasta la saciedad en las fechas próximas, lo digo por el tema navidades y demás. Este tema también ha sido leitmotiv de algunas marcas de la industria alimentaria, que sin tener en cuenta estas consideraciones que ahora hago se atreven a lanzar el mensaje de la “compensación” sin mayores miramientos… ¿qué pasa, que te has forrado a la hora de comer? pues hala un yogurcito para cenar y a la cama? Pues mal, es probable que te levantes y te comas a tu madre por los pies; te descompensaste en la comida, redescompensaste en la cena y re-redescompensarás en el desayuno o al día siguiente con bastante probabilidad.

Y digo yo ¿no sería mejor hacer las cosas tirando a bien casi siempre? Es que me da la sensación que está demasiado asumido que si disfrutas en el día a día en la mesa no puedes cuidar tu salud, y que si la quieres cuidar no hay forma de hacerlo sin sufrir o disfrutado al mismo tiempo. Y ése es un gran error.

Que yo no digo que debamos vivir en un permanente estado de excelsa virtud dietética. Lo que digo es que, si partimos de un patrón de alimentación más o menos adecuado, no tenemos porque vivir con ese permanente sentimiento de culpabilidad cuando excepcionalmente comemos de más o comemos de aquello que es menos conveniente. Y menos cuando ese sentimiento de culpabilidad parece que solo sanará mediante la consiguiente purga dietética a modo de penitencia.

No, no y no; ¿comes habitualmente bien y te has “pasado” puntualmente? Pues disfruta y sé feliz, no tienes porque “compensar” nada, tan solo volver a tu ser.

Sobre como interpretar los excesos (los navideños también) tienes aquí otra entrada que arroja un poco más de luz sobre el tema: Y tú, ¿también prevés los excesos?

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