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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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No estás solo, sabemos lo que te pasa: Día Nacional del Síndrome de Intestino Irritable

Dolor de estómago

Tal y como comenté en esta entrada hace más o menos medio año atrás, el denominado Síndrome de Intestino Irritable es un trastorno que comparte una buena parte de la sintomatología de las enfermedades inflamatorias intestinales (la Enfermedad de Crohn y la Colitis Ulcerosa) pero que, sin embargo, no dispone de unos criterios diagnósticos definidos o al menos comúnmente aceptados por la comunidad sanitaria.

Hoy traigo a colación esta entrada porque el colectivo de afectados por el Síndrome de Intestino Irritable (SII) conmemora en esta fecha su día nacional y en el que, no sin razón, se demanda una mayor atención hacia este tipo de pacientes.

¿Qué es el Síndrome de Intestino Irritable?

Tal y como se reconoce en el tríptico editado con motivo de esta fecha, se trata de:

Una dolencia gastrointestinal crónica que cursa sin causa conocida clara hasta la fecha. El SII repercute en la calidad de vida de las personas afectadas con molestias que van desde molestias puntuales, hasta períodos de incapacitación para llevar una vida laboral, social y personal plena. Hasta la fecha no hay cura conocida. El SII se diagnostica, tal y como comenté, tras la realización de pruebas diagnósticas que terminan por excluir otras patologías cuando, al mismo tiempo, se cumplen los siguientes criterios basados en ROMA III:

Dolor o molestia abdominal recurrente al menos 3 días por mes en los últimos 3 meses asociado a dos o más de las siguientes situaciones:

– 1. Experimentar una mejoría de esos dolores tras la defecación.

– 2. Estar su comienzo asociado a un cambio en la frecuencia de las deposiciones.

– 3. Así como un cambio en la consistencia de las deposiciones.

¿Cómo se debe afrontar el SII?

Según la misma fuente, las pautas para hacer frente a esta situación pasan por:

• Consultar con un especialista en digestivo para obtener un diagnóstico.

• Consultar con un especialista en nutrición (dietista-nutricionista) para establecer una pauta dietética adecuada a cada situación.

• Consultar con un especialista en salud mental si además se padecen problemas de ansiedad, depresión, agorafobia o cualquier otro malestar psicológico.

• Practicar ejercicio físico con regularidad y siempre en la medida de las posibilidades personales.

• Comentar la situación con el entorno más inmediato y cómo puede manifestarse.

• No sentir culpabilidad a raiz de sufrir una crisis o de abandonar una actividad por culpa de esta. Tener presente que el SII es una situación crónica.

• Tener presente que cada persona es diferente; aprender de experiencias ajenas y contextualizarlas en virtud de las necesidades y posibilidades particulares.

• Tener SII no significa que cualquier síntoma esté relacionado con él. Consulta tu médico frente a nuevos síntomas o molestias duraderas.

• Buscar personas afines, socializarse y, llegado el caso asociarse, al tiempo de tomar el tiempo adecuado y necesario para las cuestiones personales.

• Seguir el tratamiento que aporte el médico durante el tiempo que lo prescriba y no abandonarlo.

• Cambiar de facultativo si el paciente no se siente cómodo con el médico asignado. En AESII (Asociación Española de afectados de Síndrome de Intestino Irritable) existe una bolsa de médicos especialistas en el aparato digestivo que entienden la situación de este tipo de pacientes.

Así, la propia AESII, principal promotora de esta jornada nacional junto a la FEAD (Fundación Española del Aparato Digestivo) han organizado una serie de actos relacionados con esta dolencia y que puedes consultar en este enlace.

A parte de los actos programados para el día de hoy, me gustaría comentar a título particular  y desde el más absoluto respeto hacia los afectados, que me llama poderosamente la atención que entre los actos programados para el día 20 (ayer) se convoque a fisioterapeutas y terapeutas de procedencia desconocida (por ejemplo, para hablar del Método Grinberg, una cuestión no exenta de controversias), al tiempo que resulta manifiestamente sorprendente la ausencia de dietistas-nutricionistas, un profesional claramente implicado en el posible tratamiento tal y como se reconoce en el mencionado tríptico. Con todo el respeto hacia los pacientes aquejados de SII, así como hacia los responsables de AESII, tanto la inclusión de algunas de las mencionadas intervenciones, como la ausencia de dietistas-nutricionistas, me parecen, a priori, errores lamentables.

Si estás interesado en conocer más cuestiones relativas al SII, te recomiendo que visites el estudio: “Síndrome del intestino irritable: nuevos criterios de Roma III” en el que se abordan aspectos relativos a su sintomatología, prevalencia, importancia, diagnóstico y teorías actuales.

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Imagen: marin vía freedigitalphotos.net

¿Te “alegras de verme” o acaso tomas fitoterapia adulterada?

El tema de la fitoterapia y los supuestos remedios herbales da para mucho. Una de sus facetas, quizá la principal en términos de beneficios, es el tema del adelgazamiento: que si mira este extracto de Capsicum ( más y menos que pimiento); que si fíjate que maravilla esto de la cinarina (flamante compuesto de la alcachofa) para “quemar grasas”; o lo flipas con esta cetona de frambuesa, mil veces que mejor que vuestras cinarinas y capsaicinas juntas, etcétera. Pero la fraudeterapia, digo, fitoterapia, va mucho más allá y saquea nuestros bolsillos mientras explota a partes iguales los filones de: a) nuestras más mundanas preocupaciones y obsesiones y; b) las tradicionales y milenarias medicinas china e hindú (o de cualquier otra región más o menos exótica).

Una de las últimas aplicaciones de la timoterapia, digo, fitoterapia de las que he tenido constancia es aquella que diversifica el negocio a partir de prometer y vender entre el público masculino un aumento de la capacidad, el vigor o la potencia sexual. Bien sea prometiendo pétreas erecciones o bien eternos encuentros amorosos con los que con una sola tranca y en una sola “tacada” se pueda dar gusto a un harem de viciosas ninfómanas lascivamente sedientas de lujuria.

Andro XL

Así, en el escaparate de un par de herboristerías pude ver el otro día estos dos productos: por un lado el ANDRO XL estarás a la altura, con una imagen de un sonriente varón examinando su “fondo de calzoncillo”; y por el otro FortiPlus no para los que no pueden, sino para los que quieren más con Nacho Vidal a la cabeza.

En ambos casos se trata de complementos alimenticios con una más que dudosa efectividad en todo aquello que alegan conseguir con su utilización. En cuanto a su publicidad, la de ANDRO XL es especialmente pobre, sobre todo si la comparamos con el despliegue de medios de FortiPlus. Este último producto ha invertido a base de bien, cuenta con la imagen de una persona más o menos conocida, ha hecho un vídeo promocional bastante elocuente (y divertido, para qué nos vamos a engañar) e incluso en su campaña promocional realizó una cámara oculta con Nacho Vidal jugando a ser un farmacéutico que detrás de un mostrador terminaba recomendando FortiPlus a cualquier cliente con cualquier problema.

La verdad detrás de los erecto-suplementos

Aunque el sexo va de buen rollo y todo lo demás, no conviene mezclar churras con merinas. Ninguno de los componentes de ANDRO XL ni de FortiPlus, han demostrado fehacientemente las cualidades que se le atribuyen en su promoción y venta.

En el caso del primero, ANDRO XL, encontramos cuatro ingredientes:

  • Arginina alfa cetoglutarato: Una sal formada por la combinación del aminoácido arginina y el glutarato, carece de toda evidencia en el sentido que se persigue en este producto.
  • Citrulina: Un metabolito intermediario en el ciclo de la urea. Unos pocos estudios han estudiado su acción en el caso de la disfunción eréctil en animales (principalmente ratas) con resultados prometedores. Sin embargo los estudios en humanos son escasísimos y aun no han encontrado esa efectividad que se le presupone.
  • Epimedium L: Este es el protagonista exótico de esta recua de prodigiosas sustancias. Empezamos mal en la nomenclatura ya que cuando se emplean nombres científicos en la denominación de una especie concreta, lo que se suele hacer si se utilizan abreviaturas, es abreviar el género, en este caso Epimedium y dejar el nombre de la especie concreta el completo. Aquí, no sé por qué razón se hace al revés, dejando al usuario sin saber en concreto qué especie de Epimedium se trata. Bueno, sabemos que empieza por “L”, así que el abanico se reduce a unas tres posibles especies E. latisepalum, E. leptorrhizum y E. lishihchenii. En cualquier caso todo el género Epimedium al completo se relaciona según la medicina tradicional china con efectos afrodisiacos a partir de su contenido en icariina hasta el punto que en inglés se conoce al Epimedium como la “hierba de la cabra cachonda”(sobre el origen de esta nomenclatura dejaré que seas tú quien se pierda en las divertidas leyendas). Sustancia que ha demostrado promover el priapismo en conejos… pero hasta la fecha nunca en machos de la especie Homo sapiens sapiens. Tal y como se pone de relieve en este estudio que revisa la efectividad y seguridad de los remedios fitoterápicos en el caso de la disfunción eréctil, incluido este que nos ocupa:

Los ensayos clínicos que avalúan la efectividad de los distintos remedios fitoterápicos en el caso de la disfunción eréctil no ofrecen datos concluyentes. Se precisan más estudios en humanos para concretar la potencial efectividad estos, así como sus potenciales riesgos.

  • Por último, la ornitina alfa cetoglutarato: Una sal similar a la primera mencionada, que no está relacionada, ni de lejos con la disfunción eréctil en la literatura científica.

Ni que decir tiene que la EFSA no ha autorizado hasta el momento ni una sola alegación sobre estas sustancias que, presentes en un complemento alimenticio, justifiquen su uso como favorecedores de la erección. De hecho, no hay admitida (ni tan siquiera a trámite) ni una sola solicitud, para cualquier sustancia (recuerda que hablamos solo de alimentos y de complementos) que tenga como fin este fláccido problema.

Por su parte, la composición de FortiPlus contiene (nota: sería muy conveniente que los responsables de estos “laboratorios”, así como los del anterior, hagan un curso exprés de cómo citar correctamente especies cuando su usa su nombre científico): Tribulus terrestris, Turnera diffusa, Lepidium meyenii, Astragalus membranaceus, Ginseg panax, y arginina. Dejando de lado el último compuesto, el aminoácido, el resto son especies vegetales que tienen una amplia tradición en su uso como afrodisiacos dentro de las medicinas tradicional china y ayurvédica, o que provienen de los Andes… o vete a saber qué razón se les habrá podido ocurrir para ponerla ahí. El caso es que, como ya te he comentado, a fecha de hoy no hay ni un solo compuesto de estos que haya demostrado claramente los efectos que publicitan. Sin embargo…

El fraude y el riesgo están a la orden del día en estos preparados

VarónAhora bien, habrá quien se los tome y diga “¡caramba, mi cipotón mola un montón!” con lo cual, qué más quiere el ciego (y la ciega) que ver… Las explicaciones para que así suceda (sin complemento flaccidez y con suplemento rigidez) son las que supongo ya conoces (y que hoy solo voy a mencionar): por un lado el efecto placebo y por el otro el de regresión a la media.

Pero hay una tercera explicación que quizá no te esperes. Entra muy de lo posible que en este tipo de complementos (y ahora no me refiero a las marcas concretas mencionadas), sabiendo sus diseñadores que no sirven para nada, salvo para sacarte los cuartos jugando con tus problemas, hayan decidido adulterarlos con sustancias farmacológicas que sí tienen una probada efectividad en el tratamiento de la disfunción eréctil. Estoy hablando de incorporarles ilegalmente sildenafilo o tadalafilo, principios activos de fármacos para esta patología presentes en Viagra y Cialis respectivamente. Así lo pone de manifiesto este estudio: Adulteration of purported herbal and natural sexual performance enhancement dietary supplements with synthetic phosphodiesterase type 5 inhibitors (Adulteración en suplementos dietéticos naturales y a base de hierbas con pretendida acción sobre la mejora sexual a partir de inhibidores sintéticos de la fosfodiesterasa tipo 5). Como no tiene desperdicio el estudio te hago un resumen:

Tras evaluar 91 de estas presentaciones comerciales (complementos alimenticios y hierbas “naturales” para la disfunción eréctil) ninguna de ellas hacía la alegación de contener sustancias sintéticas: Sin embargo el 81% contenían ingredientes farmacéuticos inhibidores de la fosfodiesterasa tipo 5, incluyendo tadalafilo y/o sildenafilo. De todos ellos, 18 productos contenían una dosis de esas sustancias en cantidad igual o superior al 110% de la dosis máxima aprobada para su uso farmacológico.

Así, concluía el estudio, los hombres con disfunción eréctil ponen en riesgo su salud cuando recurren a productos de herbodietética y/o naturales de venta libre que pretenden mejorar el rendimiento sexual debido al peligro que supone la adulteración con inhibidores sintéticos de la fosfodiesterasa tipo 5, a la ausencia de advertencias sobre su seguridad y a las patentes faltas de calidad de los mismos.

Aquí en España no me consta que haya un estudio de similares características (y hace falta). Sin embargo, en el terreno de las denuncias, la única nota discordante con los productos mencionados es la denuncia que han presentado contra FortiPlus ACICOM y AUC. Pero esta denuncia se centra tan solo en las cuestiones publicitarias del mismo antes que en su eficacia y seguridad. Tal y como sucede en cuestiones de sexo, una pena eso de quedarse a medias.

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Imagen: thaikrit vía freedigitalphotos.net

¿Comer cinco veces al día es mejor que comer tres, dos o una?

Tiempo para comerLas cuestiones relativas al número de comidas que se hacen a lo largo del día figuran entre las múltiples estrategias que rodean al tema del control del peso y el adelgazamiento. Por un lado si se come menos veces habrá menos ocasiones para incorporar calorías, pero por el otro, si se come en más ocasiones es posible que se pueda controlar mejor la sensación de hambre y de este modo evitar el riesgo de atracones o picoteos no previstos. La polémica está servida. En este sentido, la mayor parte de las recomendaciones nos hablan de los beneficios de comer pequeñas cantidades más a menudo a lo largo del día.

No obstante, a día de hoy hay bastante controversia en estas cuestiones y lamentablemente, con los más recientes estudios en la mano, no hay una respuesta contundente y eficaz para todo el mundo a la hora de recomendar uno u otro patrón de ingestas.

El problema de no poder llegar a un consenso quizá radique en que hay varios factores implicados en el asunto de la frecuencia con la que se consumen alimentos. Entre los más evidentes, el control del apetito, la sensación de saciedad, el denominado efecto termogénico de los alimentos y, por supuesto la cantidad de calorías finalmente ingeridas. Con todos estos factores en liza no resulta sorprendente que  los estudios que ponen bajo la lupa la frecuencia de consumo de alimentos hayan encontrado asociaciones tanto positivas como negativas con la obesidad.

Por ejemplo, en este estudio (Eating frequency and body fatness in middle-aged men) se puso de relieve que para un mismo valor de calorías, incrementar la frecuencia de las ingestas se asoció a una menor cantidad de grasa corporal. Es decir, comer lo mismo pero en más veces se observó asociado a una menor acumulación de grasa. En este otro (Meal frequency and childhood obesity), además, se aportaba la posibilidad de que, en el caso de los niños, el incremento diario del número de comidas podría tener un efecto protector sobre la obesidad infantil siendo este un factor posiblemente independiente.

Sin embargo, otros estudios no solo no obtienen estos esperanzadores resultados sino que además concluyen en sentido contrario. En este estudio (Eating patterns and dietary composition in relation to BMI in younger and older adults), se concluye de forma bastante contundente que comer más de tres veces al día podría contribuir de forma importante al aumento de la obesidad. Y no es el único que llega a estas conclusiones o similares. Pero aun hay más, otros estudios no llegan a observar ningún tipo de relación entre el número de veces que se come a lo largo del día y su impacto sobre la obesidad.

En resumen y en consonancia con la cuestión de la actividad física, si hubiera que dejar algunos mensajes claros sobre estas cuestiones yo me quedo con las que se hicieron en este estudio (International Society of Sports Nutrition position stand: meal frequency):

1. Aumentar el número de comidas (frecuencia) no parece ser una estrategia que ayude a mejorar la composición corporal de las personas sedentarias.

2. En el caso de deportistas y personas atléticas, y dentro de un aporte de proteínas adecuado, el aumento del número de comidas en períodos de alimentación hipoenergética podría preservar la masa corporal magra.

3. El aumento de la frecuencia de comidas parece tener un efecto positivo sobre diversos marcadores sanguíneos de la salud, en especial sobre el colesterol LDL, el colesterol total, y la insulina.

4. El aumento de frecuencia de las comidas no parece mejorar significativamente la termogénesis inducida por la dieta, el gasto total de energía o la tasa metabólica en reposo. [Es decir, no por comer más a menudo se gasta más]

5. El aumento de la frecuencia de comidas parece ayudar a reducir el hambre y mejorar el control del apetito.

Así que, con todo ello mi consejo es el mismo mismito que comenté cuando abordé el tema del desayuno: ordena tu alimentación. Has de ser tú quien la controle de forma consciente… Para eso, en muchas ocasiones, a la hora de planificar el día que tienes por delante deberás de hacerlo de forma razonable en virtud de las posibilidades de tu entorno, de sus tentaciones, de la actividad física, y siempre tratando de hacer una elección adecuada de alimentos considerando también su cantidad. Que al final te salen 3 veces al día, pues estupendo, que te salen 5, pues también bien… siempre que todo lo demás se haga con sentido común.

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Imagen: David Castillo Dominici vía freedigitalphotos.net

¿Es obligatorio desayunar si quieres adelgazar?

DesayunoPocas frases relacionadas con la alimentación tenemos tan grabadas a fuego como la que dice que el desayuno es la comida más importante del día, pero ¿realmente lo es, es así para todo el mundo… importante para qué y para quién? ¿Qué hay de cierto en aquella frase que nos advierte que una de las claves de la alimentación saludable dice que hay que desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo?

Si atendemos a una de las cuestiones que seguro más nos preocupan, la obesidad, la relación entre esta y el desayunar o no, no está nada clara. Son varios los estudios científicos que utilizando distinta metodología han obtenido resultados dispares a la hora de establecer una influencia del desayuno (o del no desayuno) en el estatus ponderal de las personas. Por un lado, en algunos casos, parece que se observa una relación directa entre saltarse el desayuno y la obesidad, y sin embargo en otros estudios no se halla tal relación o, por lo menos, apuntan a que saltarse el desayuno podría influir en la reducción de la energía diaria total (lo cual en principio y teóricamente podría ayudar a perder peso).

Como digo las cosas no están nada claras, al menos en este aspecto. Tal es así que en el documento varias veces comentado “Recomendaciones nutricionales basadas en la evidencia para la prevención y el tratamiento del sobrepeso y la obesidad en adultos” (Consenso FESNAD-SEEDO) se concluye que con la actual evidencia disponible son controvertidas e inconsistentes las investigaciones que estudian la relación entre la omisión del desayuno en adultos y el riesgo de sobrepeso y obesidad. De similar contenido es el artículo titulado Myths, Presumptions, and Facts about Obesity (“Mitos, presunciones y realidades en torno a la obesidad”) que en el correspondiente apartado de “presunciones” y tras revisar diversos artículos en relación a temas “candentes” vinculados a la obesidad afirmó que la expresión “desayunar de forma habitual es un factor protector  frente a la obesidad” es, cuando menos, una presunción. ¡Ojo!, no dice que sea un mito ni que sea falso, dice que es una presunción y que no se debería asumir de forma categórica y darla por cierta.

Además, con no poca frecuencia se confunden situaciones. Me explico. No es lo mismo que algo se suponga que es recomendado y ayude a no engordar (que habría que verlo) con que, por otro lado, sirva para adelgazar una vez que ya se tiene obesidad. Y todo ello, ambas situaciones (no aumentar de peso o bien perderlo), ponerlas en el contexto individual de cada uno. No es lo mismo alguien que no ha desayunado en su vida y conserva un peso y una salud adecuados (que los hay), que alguien que quiere adelgazar, tenga o no la costumbre de desayunar desde siempre. Habrá que ver, si es el caso, porqué no desayuna, en qué situación le deja el no hacerlo (fatiga, malhumor, ansiedad, situaciones de picoteo, grandes ingestas posteriores, etc.). Y si desayuna, lo mismo: cómo lo hace, en qué consisten sus desayunos, etcétera.

Es decir, se trata de poner en el contexto individual el efecto que tiene el no desayunar o el desayunar y cómo se hace. De otro modo, las expresiones generalistas como aquellas con las que empezaba el post, a pesar de su raigambre, no parecen tener mucho sentido.

Lo más probable, si visitas un dietista-nutricionista con el fin de adelgazar, lo que te dirá es que ordenes tu alimentación, que seas tú quien la controle de forma consciente… Para eso, en muchas ocasiones, para organizar un patrón de alimentación coherente es muy probable que te recomiende el desayunar. Puede hacerse inmediatamente tras levantarte, antes de ducharte o después más tarde, con unos u otros alimentos, etcétera. Pero lo más probable que te dirá es que tengas y sigas un mínimo plan de las ingestas a lo largo del día en su más amplio sentido (y el desayuno es una de las posibles). Todo ello en contraposición al ir a salto de mata. No es una clave indefectible, pero si una de las más probables que, creo, te pueden ayudar.

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Imagen: Ambro vía freedigitalphotos.net

¿Puedo beber agua de mar, tiene algún beneficio? (Parte 2, la dieta del delfín)

DelfínA estas alturas del cuento ya no sé cómo llegué a ser consciente de la existencia de una propuesta dietética llamada “la dieta del delfín” y eso que, eso sí lo recuerdo bien, fue hace poco. Quizá fuese hablando con Julio Basulto a cerca de este maravilloso post a cerca de la infraestructura de la charlatenería nutricional.

Sea como fuere la cosa me picó bastante. No por el hecho de conocer “una más” entre los cientos de dietas con nombre más menos estrambótico o exótico, sino por el hecho de la grandísima fascinación que desde pequeño me ha causado el mundo del mar en general y más en concreto el de los mamíferos marinos. Por tanto este concepto reúne para mí dos elementos que coincidentes en su proposición no podía dejar escapar: dieta y delfines. De verdad que si no hubieran estado unidos estos dos términos creo que no le hubiera dadicado la menor atención, porque no se la merece.

Como en muchos otros casos similares, se trata de la formulación de unos postulados dietéticos más o menos adecuados (comer alimentos integrales, más vegetales, con moderación, mantenerse activo, etc.) es decir, nada que no se sepa; al tiempo que se adornan con excentricidades como el beber agua de mar. Son precisamente estas extravagancias a las que se les termina por atribuir la mayor parte de los beneficios del mencionado postulado dietético. Algo para nada nuevo y que ya hemos comentado hasta la saciedad en este blog y que se resume, una vez más con la frase: “Las dietas de moda tienen cosas buenas y originales, pero las buenas no son originales y las originales no son buenas

Lo primero que pensé fue, ya está: esto tiene que consistir, casi por definición en mazarse a comer atunes y/o sonreír de forma bobalicona. Pero no, una somera búsqueda por internet de en qué podía consistir el tema me llevó a este vídeo del programa Espejo Público de Antena 3 en el que se entrevista (eufemismo de “discute acaloradamente”) a Ángel Gracia autor de “la Dieta del Delfín” quien promueve los beneficios de beber agua de mar (directamente y/o rebajada), entre otras cosas. Hecho que motivo el post de ayer acerca del hecho de beber agua de mar y esta, su segunda parte. Puedes ver el vídeo a continuación.

Lo segundo fue ponerme a buscar por la red a ver si en algún lado se podía encontrar el libro en cuestión, a poder ser en pdf… y he de decir que no me resultó nada de difícil encontrarlo (sin transacción que medie, se entiende).

Mi resumen del libro “la dieta del delfín”

Aburrido hasta decir basta. A pesar de contar con 302 páginas, una vez leídas al principio las bases de esta supuesta dieta, el libro consiste en una machacona repetición hasta el hastío de aquellos conceptos por los que el autor hace descansar en el consumo de agua de mar tanto beneficio. Al principio es divertido y hasta resulta curioso jugar a adivinar cuál será la siguiente excentricidad formulada sin el menor atisbo de la evidencia científica o contradiciendo directamente a la misma.

Además está la sempiterna demonización del conocimiento científico ortodoxo al que no solo le atribuye la incompetencia en no lograr curar prácticamente nada sino al que también culpa de la mayor parte de nuestras enfermedades. Ojo al dato de esta frase:

La panacea del agua de mar basa su poder curativo y preventivo en tres ejes que actúan equilibradamente gracias a la información que les suministra la sabiduría innata del ADN marino. El mismo ADN que dió origen a la primera célula, sana y sin mutaciones. Mutaciones que son la excusa para justificar la ignorancia de los sanitaristas cuando fracasan sus diagnósticos y tratamientos. Por ejemplo, cuando fracasa la vacuna contra la gripe que proponen para “todos los niños y ancianos” al final de cada verano.

No podía faltar, como es costumbre en los textos de este estilo, la separación de los alimentos en alcalinos y ácidos, la necesidad de mantener un medio interno alcalino, ya que de otra forma sobrevendrán todo tipo de enfermedades (en especial, claro, el cáncer) y por supuesto la eterna criminalización del consumo de lácteos (algo que no deja de ser curioso cuando, luego, en un menú propuesto incluye sin rubor al yogur). Por ejemplo:

Porque “todas las enfermedades son ácidas” y son tan ácidas que no hay nada tan ácido como un cadáver, un muerto. Acidez mortal progresivamente patológica” que dispara la corrosiva y traicionera oleada de microbios que desintegran y vuelven cenizas al organismo que los albergó –pleomorfismo Bechamp.

Hala, ahí queda eso.

Impensable sería pensar que se dejara de citar y defender los trabajos en el terreno de la nutrición de personas tan ilustres a día de hoy como el celebérrimo Premio Nobel Linus Pauling y su defensa de la nutrición ortomolecular:

Pauling descubrió la nutrición celular creando la Medicina y la Psiquiatría Ortomoleculares. Todo un concepto holístico para conservar la salud

Nota: Si quieres saber un poco más sobre que pensamos algunos sobre la llamada nutrición ortomolecular, te sugiero que sigas este enlace

Paisaje marino

En realidad el padre de todo este rollo del tipo consuma agua de mar para sentirse mejor parte de un tal René Quinton quien al parecer en 1904 postuló las Leyes de la Constancia del medio interno:

Leyes de la Constancia del Medio Interno: Osmótica, Térmica, Marina y Lumínica –fluorescencia. Leyes que rigen la vida celular y orgánica de todos los vertebrados, incluidos los humanos, los mamíferos marinos, los peces, las aves y el resto de los animales vertebrados. Hace mas de 100 años Quinton comprobó científica e irrefutablemente que el Medio Interno de todos los vertebrados es agua de mar –70% del volumen humano– y dijo: “la célula es la expresión concreta de la idea abstracta de la vida”. ¿Por qué los científicos han olvidado a Quinton?

No pienso contestar la última pregunta ya que aunque a mi me parezca retórica, me asusta el pensar que se formule en serio o que merezca una respuesta.

En el vídeo anterior como habrás comprobado se encontraba entre los invitados un representante de los “Laboratorios Quinton” quienes al parecer, no rehúsan rechazar este tipo de prácticas, aunque es cierto que entre sus preparados a base de «suero marino» (esto lo digo yo) hay más cosas.  Más al contrario, invitan a consumir el agua de mar que, eso sí, ellos comercializan una vez extraída del mar en puntos muy concretos  y precisos (denominados «vortex»). Posteriormente el agua es tratada por medio de la microfiltración en frío (sin comentarios) y puesta a su venta en farmacias (sí, en farmacias). Ni que decir tiene que el autor del libro y el representante de estos laboratorios discrepan ya que según Ángel Gracia en este proceso se pierden gran parte de las propiedades del agua de mar.

En fin, que ya me he extendido más de lo que pensaba y de lo que por supuesto merece este tema (aun estoy dudando si merecía la pena publicarlo).

Tal  como me decían el otro día en twitter (@alimmenta) a estos del agua de mar y a esos otros que se “alimentan” del sol los metía yo en una habitación solos y… hala, como los inmortales.

Nota: «La dieta del delfín» Ángel Gracia. Ed. Oreal, 2011

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Imagen: Bill Longshaw, 9comeback vía freedigitalphotos

Cetona de frambuesa, otra tontería quemagrasa más, embotellada o en cápsulas

Milagros_ Stuart Miles

Hace un par de meses un lector agradecido me puso en antecedentes sobre un producto “para adelgazar” que al parecer está pegando fuerte en Alemania, se trataba de la “cetona de frambuesa” de la que no había oído hablar hasta ese momento.

Todo apunta a que se trata de la enésima filfa milagrosa que se anuncia con el fin de ayudar a sus consumidores a adelgazar a partir de un reclamo tan antiguo como absurdo e inexistente: su supuesto efecto quema-grasa.

Bien, con independencia de que existan algunas moléculas que sean indispensables para la obtención de energía a partir de los ácidos grasos, ya se comentó en esta entrada que aportarla en una mayor cantidad no tiene por qué tener un efecto beneficioso o sinérgico, más al contrario, puede ser incluso perjudicial. La L-carnitina es una de esas moléculas mencionadas en el citado post, sin embargo no está probado y tampoco tendría demasiada lógica que aportar más L-carnitina que aquella que podamos nosotros mismos sintetizar y/o aportar en el marco de una alimentación equilibrada surta el efecto de utilizar más ácidos grasos para obtener energía, es decir, que sirva para quemar más grasa.

Raspberry_ketonePero el caso de la cetona de frambuesa es diferente. Esta sustancia, una cetona aromática de naturaleza fenólica y que responde a la fórmula química 4-(4-hidroxifenil) butan-2-ona, jamás ha demostrado de forma convincente el participar o mejorar el proceso obtención de energía a partir de los ácidos grasos y mucho menos ser necesaria.

Creo que merece la pena hacer constar que su obtención a partir de la fuente natural resulta bastante costosa, sin embargo su síntesis en laboratorio es francamente barata, lo que además, sirve para poner el grito en el cielo con respecto al precio de venta que tiene este producto en el mercado de la suplementación y el adelgazamiento.

La evidencia científica sobre los beneficios de este producto es en la actualidad escasa

Por un lado tenemos la opinión científica de la EFSA de 2011 al respecto del valor del extracto de frambuesa (nótese que no es cetona, sino extracto, todo hay que decirlo) en la que se concluye que las alegaciones de que el extracto de frambuesa, ayude a mejorar la termogénesis, elemento que a su vez ayude a controlar el peso; ayude a controlar la apetito de forma natural; facilite la sensación de saciedad tras una comida; ayude a gestionar el hambre y el apetito; ayude, contribuya o facilite la pérdida de peso; o contribuya a controlar el peso corporal; no están avalados por suficientes estudios en humanos (páginas 21 y 29).

Por el otro en pubmed, la inclusión en la barra de búsqueda de raspberry ketone (cetona de frambuesa) arroja 39 resultados, de los cuales en solo 5 se relaciona esta sustancia con el peso (al menos originalmente) y de los cuales solo hay uno realizado en humanos, muy reciente, el cual comentaré a continuación.

Con el subyugante título de Eight weeks of supplementation with a multi-ingredient weight loss product enhances body composition, reduces hip and waist girth, and increases energy levels in overweight men and women (Ocho semanas de suplementación con un producto de la pérdida de peso de varios ingredientes mejora la composición corporal, reduce la cadera y circunferencia de la cintura, y aumenta los niveles de energía en hombres y mujeres con sobrepeso) en este estudio los autores concluyen que aquellos que utilizaron un preparado comercial a base de “sustancias naturales” que contenía entre otras cetona de frambuesa, cafeína, capsaicina, ajo, jengibre y Citrus aurantium (naranjo amargo) además de seguro, es más eficaz frente al placebo en la pérdida de peso, la mejora de la composición corporal y la reducción de los perímetros de cintura y cadera. Todo ello evaluado en un periodo de 8 semanas que incluía un programa dietético y de ejercicio para personas obesas sanas y activas de ambos sexos.

El estudio, bastante impactante en sus resultados, tiene algunas pegas no pequeñas. La primera de ellas la duración, 8 tristes semanas periodo que, aunque lo afirmen los autores no es suficiente, ni de lejos, para validar su seguridad. La segunda, la escasez de la muestra, a pesar de que se empezó con 70 voluntarios los datos son relativos solo a 45 de ellos ya que el resto abandonó el estudio por diversos motivos relacionados con el programa de dieta, suplementación y ejercicios. De los 45, los datos pertenecen: 27 al grupo de intervención (que tomaban las cápsulas naturales) y 18 al de placebo. La tercera, suponiendo que las diferencias puedan ser atribuibles a las cápsulas con “productos naturales” y sin tratar de hacer de menos la rigurosidad en cuanto al correcto “cegado” de los grupos… ¿cuál o cuáles de los elementos de este cóctel fitoterápico fue el responsable? Y la cuarta, resulta que los dos autores principales del estudio recibieron financiación para la investigación y/o han actuado como asesores de los proveedores de materias primas, productos nutracéuticos y compañías de suplementos dietéticos. No creo que haga falta decir nada más. Ahí lo dejo.

El principio de la cetona de frambuesa

El origen de esta mediática paparruchada, al parecer, se encuentra, una vez más, en los Estados Unidos. El año pasado en el espacio televisivo “The Dr. Oz Show” este señor con su nombre tan mágico y evocador promocionó la cetona de frambuesa como el “número uno de los milagros (sic) embotellados para perder tu grasa”. Tal y como estarás suponiendo a estas alturas, hay una línea de productos «Dr. Oz» que comercializa él mismo. Entre su variopinto catálogo de productos se incluye, evidentemente, la conocida cetona de frambuesa. Pero a día de hoy ya hay en el mercado muchas otras marcas que la comercializan. Una vuelta por internert nos ofrece múltiples ejemplos.

Por último y para quien no conoce al Dr. Oz, mencionar que esta persona ha sido a menudo criticada por sus habituales propuestas, o mejor dicho, salidas de pata de banco pseudocientíficas. Tal es así que ha recibido en dos ocasiones el poco apetecible premio (digo yo) Pigasus, siendo hasta el momento la única persona en conseguirlo dos veces. Los premios Pigasus, promocionados por el conocido escéptico James Randi, tienen por objeto el poner de relieve los fraudes más flagrantes en materia de “ciencia”, parapsicología y demás. En 2010 el Dr. Oz fue premiado en el apartado reservado a los medios de comunicación por su inagotable promoción de la charlatanería médica, y en 2012 en la categoría de “dar la espalda a la realidad” por los mismos motivos además de por promocionar las creencias paranormales y la pseudociencia.

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Imágenes:   Stuart Miles vía freedigitalphotos.net y Edgar181 vía wikimedia Commns

¿Adelgazar a base de masticar chicle?

Chewing_gum_stickSé que la idea puede parecer de bombero. Bueno en realidad lo parece y también lo es, pero hay gente (¿seria?) que se ha llegado a plantear esta cuestión. El punto de partida es muy sencillo: para masticar hace falta invertir una cierta cantidad de energía, mayor que el no hacerlo, y si el chicle no aporta energía, al final se genera un gasto que podría contribuir a la pérdida de peso. Otra teoría (insisto, una teoría) es que el masticar pueda ayudar a aplacar el apetito. No digo a eliminar, pero si al menos a reducir en cierta medida unas ciertas ganas de comer.

Así que, en definitiva, no resulta tan ridículo el poder llegar a teorizar acerca de que el masticar chicle termine por ayudar a perder peso. Como te decía, por impensable que te pudiera parecer, hay gente que lo ha investigado.

Por ejemplo en 1999 en una carta al editor de la prestigiosa revista New England of Journal Medicine firmada por James Levine, un investigador  con bastante experiencia a sus espaldas en la investigación del cálculo del gasto energético, refirió haber estimado el gasto calórico “extra” por el hecho de mascar chicle. Para ello contó con 7 sujetos no obesos a los que midió su gasto energético en reposo y luego mientras masticaban un chicle sin calorías durante 12 minutos y a una frecuencia prestablecida de 100 batidas de mandíbula por minuto marcada por un metrónomo (¡menuda tensión!). Pues bien, se halló que el masticar chicle suponía un aumento medio del gasto energético de unas 11 kcal por hora más que si no se mascaba chicle. Es decir, masticar chicle supone un 19% más de gasto que si no se mastica. Con esta cifra como referencia el investigador se aventuró a afirmar que masticar chicle mientras se está despierto, al cabo de un año podría propiciar pérdidas de peso de hasta 5 kg. Conclusión que al menos a mí me parece un poco precipitada y fuera de lugar. ¡Perder 5 kilos en un año por masticar chicle! Veamos, este dato se obtiene de extrapolar el resultado del gasto por estar masticando durante 12 minutos (solo 12 minutos) a hacerlo durante todo el tiempo de vigilia (al menos no implicaría seguir masticando mientras duermes, algo es algo) y además con esa frecuencia. Sinceramente, me parece desproporcionado.

Desproporcionado en especial cuando en el mismo escrito el autor señala que el incremento del gasto con respecto al gasto basal por el hecho de permanecer de pie es del 11% y que, por ejemplo, del 106% por caminar 1,6 km. En mi opinión, al igual que no se debe, por que no se puede en la práctica, extrapolar los datos puntuales del incremento del gasto por andar 1,6 km, tampoco se deberían extrapolar los datos puntuales de masticar chicle durante 12 minutos.

Bubble gum_Enokson

Sin embargo, el tema del chicle da para estirarlo un poco más (como la propia goma de mascar) o al menos es lo que debió de pensar un equipo de investigadores en la Universidad de Alabama que en 2012 decidió llevar a cabo un ensayo clínico titulado:  Estudio controlado y aleatorizado sobre el uso del chicle para la pérdida de peso (más claro, agua) y publicado en la revista Obesity. Para ello, durante el periodo de intervención, 8 semanas (2 meses) 201 adultos con sobrepeso y obesidad, divididos en dos grupos, contrastaron la teoría de si el chicle (además de recibir información sobre alimentación adecuada) utilizándolo durante un mínimo de 90 minutos al día conduciría a mayor pérdida de peso que si solo se recibiera la información nutricional.

Y el resultado fue… que masticar chicle diariamente 90 minutos al día durante dos meses no facilita la pérdida de peso en adultos con sobrepeso y obesidad. La parte buena de este estudio es que se está bastante seguro que el grupo al que le tocó usar el chicle fue bastante escrupuloso en el seguimiento de esta pauta. Es decir, no es lo mismo que le digas a alguien que coma chicle todos los días durante dos meses, que le sugieras que corra durante hora y media todos los días.

Wrigleys Doublemint

Y para que conste de cómo sí se puede hacer buena ciencia desde la industria patrocinando investigaciones, el estudio fue patrocinado nada más y nada menos que por Wm. Wrigley Jr. Company, Chicago, IL, es decir, una empresa que fabrica y comercializa chicles. A pesar de lo negativo de los resultados para lo que me imagino les hubiera gustado a la empresa Wrigley, ahí está el estudio, publicado en una revista científica (y no en cualquiera)

Por último, nos queda el tema de si el masticar chicle pudiera aplacar las ganas de comer o el apetito. Algunas personas sostienen que el chicle les ayuda a reducir la ansiedad y que ello se traduce en una reducción de las probabilidades de picar. ¿Será cierto? Pues parece que en esto sí que hay algo más sustancioso y útil. Este estudio sostiene que el chicle podría ayuda a reducir el apetito, aun más, a reducir el deseo específico por comer algo dulce y a reducir la cantidad de comida ingerida en un picoteo. Y este otro, editado en la misma publicación que el anterior y firmado por el mismo autor, concluye de manera semejante. Pero el problema es que si bien parece que es posible que se reduzca en cierta medida el apetito y la ingesta, ¿se traducirá eso en una pérdida cuantificable del peso? Está claro que hacen falta más estudios al respecto.

Sinceramente y a modo de resumen, si adelgazar fuera tan fácil como el aplicar una solución consistente en masticar chicle, no creo que a día de hoy hubiera muchos obesos… salvo por su gusto. Que es cierto que en algunos casos el usar el chicle podría ayudar… pues pudiera ser cierto, pero no es ni mucho menos la madre del cordero.

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Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

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Foto 1: Lusheeta vía Wikimedia Commons

Foto 2: Enokson vía Flickr

Foto 3: Hephaestos vía Wikimedia Commons

El asunto de los omega-3 no se aclara ni a la de idem

Los ácidos grasos conocidos como omega-3 están en boca de muchos, se podría decir que su uso es de «dominio popular», aunque lo de «dominio» podría ser bastante matizable. En realidad son pocos los que saben a qué se refiere esta terminología; afortunadamente es bastante sencillo de explicar. Allá vamos, desde el principio.

¿Qué son los ácidos grasos?

Para empezar un ácido graso es una molécula de naturaleza lipídica, es decir, de grasa, que de forma gráfica se suele representar por una más o menos larga cadena de carbonos (su número es importante para determinar su tipología) y que en uno de los extremos está cerrado por un grupo carboxilo (-COOH) y en el otro por un grupo -CH3. Una representación esquemática sería la siguiente:

CH3-C-C-C-C-C-(…)-C-C-COOH

A su vez, los átomos de carbono que quedan entre medio de los extremos cuentan con dos enlaces que pueden:

  1. Volver a “emplearse” con el átomo de carbono que les precede o antecede, en cuyo caso tendríamos un doble enlace entre esos dos átomos de carbono, o bien,
  2. Ocuparlos para unirse con sendos átomos de hidrógeno. Que haya o no dobles enlaces en un ácido graso ofrece la segunda posibilidad de caracterizarlo (recordemos, la primera es el número de átomos de carbono de la cadena)

Si no hay ningún doble enlace en la cadena estaríamos ante los que se denominan ácidos grasos saturados (“saturados” por que todos los enlaces posibles, los que no están ocupados formando la cadena, están “ocupados” con hidrógenos.

Si por el contrario sí hay dobles enlaces presentes en la cadena del ácido graso, se trata entonces de ácidos grasos insaturados. Si hay un único doble enlace en la cadena estaríamos ante los denominados monoinsaturados (como es el caso del ácido oleico, el característico del aceite de oliva) y si hay más de uno polinsaturados. Así de sencillo.

Llegando a los omega-3

La siguiente posibilidad de tipificar los ácidos grasos en el caso de los polinsaturados hace destacar el primer carbono que esté implicado en un doble enlace. Para numerarlos, se empieza a contar desde su extremo -CH3. Entonces ya lo tenemos, un ácido graso omega-3 hace referencia a que es un ácido graso insaturado cuyo primer doble enlace lo comparten el carbono nº 3 y nº 4 contando desde el extremo no carboxílico.

 

Los beneficios de los omega-3

Durante gran parte del siglo XX todo concepto graso estuvo bastante criminalizado: grasas, así en general era igual a algo malo; y de ahí que los más antiguos del lugar aún recuerdan lo del pescado blanco bueno y el pescado azul malo (por ser más graso que el primero). Sin embargo, a finales del SXX la cosa se fue perfilando y parecía que no todas las grasas eran igualmente malas y que incluso las podía haber buenas (llegado este punto quizá a alguien le convenga echar un vistazo a esta entrada, “la maleta de Asimov”) y se dio con la bondad de los mencionados ácidos grasos omega-3 presentes de forma importante en el pescado y en menor cantidad en algunos vegetales.

Y así hemos estado mucho tiempo desde principios de los 80 loando las virtudes de este tipo de lípidos y por ellos, a su estela, han salido tantísimos estudios científicos y artículos en revistas de renombre, poniendo evidencia sobre el tema. Las principales ventajas atribuidas al consumo de alimentos con ácidos grasos omega-3 se han centrado en su presunto beneficio sobre la salud cardiovascular.

Sembrando la duda

Cuando parecía que en este sentido todo estaba más o menos claro a “la maleta de Asimov” le entraron sus dudas y lo que hasta ahora parecía cierto e inamovible sobre este tema resulta que puede no serlo. Resulta que una reciente revisión publicada no hace más de tres meses sobre el efecto de los omega-3 en la salud cardiovascular ha sembrado la duda al respecto. Se trata de un metaanálisis (esa clase de estudios que aportan el máximo de evidencia sobre el tema en cuestión) publicado en JAMA (Association Between Omega-3 Fatty Acid Supplementation and Risk of Major Cardiovascular Disease EventsA Systematic Review and Meta-analysis) y que ha considerado 20 ensayos previos con un total de muestra de más de 68.000 sujetos. La conclusión final del artículo sostiene que “En general, la suplementación con ácidos grasos poliinsaturados del tipo omega-3 no se asoció ni de forma relativa ni absoluta con un menor riesgo de mortalidad por cualquier causa, ni en concreto tampoco con la disminución del riesgo por muerte súbita, infarto de miocardio o ictus”.

Este resultado es bastante contradictorio con respecto a lo que ya se creía saber al respecto, o cuando menos controvertido. Uno de los elementos que me gustaría destacar es que la mayor parte de este estudio está centrado en los efectos de los suplementos de omega-3 y no en el aporte de este nutriente a partir de los alimentos. No es la primera vez que se ha puesto de manifiesto la ineficacia de los suplementos alimenticios (lo de las vitaminas y minerales es un caso paradigmático… y conocido desde hace bastante tiempo) a pesar de la existencia de sólidas hipótesis que preveían unos beneficios claros a tenor de los datos epidemiológicos.

Otro de los elementos a considerar sobre los resultados es la relación entre los triglicéridos y las enfermedades cardiovasculares. A pesar de que la cifra de los triglicéridos sí que descendió en relación con la inclusión de suplementos de omega-tres, esta reducción no se tradujo, en una menor incidencia de la enfermedad cardiovascular entre estos sujetos. Es decir, se redujo el factor de riesgo y sin embargo la enfermedad no disminuyó, curioso cuando menos.

No cabe la menor duda de la necesidad de seguir investigando sobre este tema e incluir, quién sabe, nuevas variables en la ecuación, por ejemplo: ¿habrá individuos genéticamente predispuestos a la acción benéfica de los omega-3 y habrá quienes no obtendrían mayor beneficio con su inclusión en la dieta?

De momento seguimos con la maleta a cuestas… y de tiendas.

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Foto: jcoterhals

La maleta de Asimov, o por qué lo que ayer era bueno hoy es malo (y viceversa)

A estas alturas ya no sé dónde leí la analogía que hoy traigo a colación y que viene a explicar de forma gráfica cómo es el avance del conocimiento científico. Científico o humano, por que si es verdadero conocimiento creo que sólo debería haber uno: El Conocimiento.

Lo más probable es que fuera en algún número de los históricos “Muy Interesante” que guardo como oro en paño, es decir, de cuando merecía la pena guardarlos. Me remonto, creo, a mediados de los ochenta, casi ná.

Aunque el escrito se refería al avance del conocimiento científico en general, yo lo he adaptado su contenido al mundo de la nutrición que, como bien sabéis, da mucho juego. Empecemos.

 Justificación de la explicación

Son muchas las personas, yo mismo hasta hace un tiempo, las que nos preguntamos por qué hoy se dice una cosa y ayer se decía otra con respecto a un mismo tema. Y no me refiero a los “estudios” puntuales de una determinada cuestión, me refiero a lo que entonces decían las más elementales recomendaciones sobre nutrición y salud, y que ahora son al contrario, o por lo menos diferente. Por ejemplo, ¿alguien se acuerda cuando el consumo de pescado azul era poco menos que pecaminoso; recordáis cuando el aceite de oliva no era tan bueno; porqué antes era bueno suplementar con vitaminas y hoy no lo es o se matiza mucho más, etc.? Bueno, pues entender estos y muchos otros cambios en las recomendaciones, (y los que supongo y espero vengan) Asimov hacía la siguiente analogía con una maleta.

Me acabo de dar cuenta que es posible que no todo el mundo sepa quién fue Isaac Asimov; un bioquímico  y prolífico escritor especializado en ciencia ficción, en divulgación científica y en historia (entre otros temas). Es una pena que el nombre de Asimov ya no sea de dominio popular. Recomiendo encarecidamente la lectura de casi todo lo que dejó escrito, de un volumen asombroso. Es más, Asimov fue uno de las primeros que utilizó el termino “negro” para referirse a aquellas personas que supuestamente escriben para uno y que luego firmas esos escritos como tuyos. Escribió tanto y de temas tan diversos que de forma irónica (o no) el mismo no dudaba en manifestar que tenía un sótano lleno de «negros» escribiendo para él.

 

La maleta de Asimov

Para Asimov todo lo que a día de hoy se sabe a ciencia cierta, El Conocimiento humano y por tanto aquel al que se accede a través de la investigación, puede verse como el contenido en una maleta de viaje. El viaje representa el paso de los años y la ropa que contiene la maleta el conocimiento en sí. Así, conforme pasan los años la ropa de la maleta se va renovando, envejece, se adquiere otra nueva; pero en general con una tendencia clara: el volumen de ropa en la maleta aumenta. Además, esta se adapta a las circunstancias de tal forma que, cuando se hace un nuevo descubrimiento y se comprueba como cierto, esa ropa, ese conocimiento entra en la maleta. Por tanto, hay ocasiones en las que cuando un nuevo “conocimiento” entra, otro ha de salir. Sale porque habitualmente el nuevo conocimiento, la nueva ropa, es más válido que el anterior, es más completo. Por ejemplo, si en la maleta guardamos un abrigo  de fieltro y “descubrimos” un abrigo de goretex (por decir algo) no compensa conservar los dos abrigos ya que la nueva prenda cumple mejor el cometido que la vieja, en este caso cobijarse del frío. Y de ahí los cambios relativos a las recomendaciones en salud que antes podían ir en un sentido y ahora pueden ir en otro, e incluso en el futuro ir en otro distinto.

Quizá uno de los ejemplos más claros y conocidos por todos son las recomendaciones de la postura de un bebé a la hora de dormir y su relación con el riesgo del «síndrome de muerte súbita del lactante«… que han sufrido numerosas adaptaciones a lo largo de los años (para desquicie de los padres que han tenido hijos en distintas edades y a los que el pediatra les ha aconsejado protocolos diferentes). Pues con los alimentos igual.

 ¿Cómo se renueva la ropa en la maleta de Asimov?

La velocidad y el método para seleccionar la ropa han evolucionado con el paso de los años. Si mal no recuerdo, creo que en su escrito Asimov mencionaba que el contenido de la maleta del conocimiento científico se “reemplazaba” en un 80% cada 50 años. Eso decía él en la década de los años 80, posiblemente a día de hoy este proceso de renovación se realiza en mucho menos tiempo, más rápido.

Además el método también ha cambiado bastante. A lo largo de la historia de las ciencias en general y en las de la salud en concreto se ha pasado de un proceso de toma de decisiones frecuentemente basado en la tradición, la superchería,  la autoridad, la experiencia personal o las opiniones de profesionales considerados como “expertos”, a un modelo basado en evidencias científicas explícitas y contrastables empíricamente, procedentes de la investigación rigurosa que conducen a la obtención de pruebas lo más objetivas posible. Es decir, a día de hoy, antes de meter nada en esta maleta los conocimientos se etiquetan en base a su nivel de evidencia. Si el nivel de evidencia de algo es bajo no entra en la maleta, o bien sólo podrán hacerse recomendaciones poco fiables (con un pequeño grado de recomendación). Si por el contrario la evidencia es alta, el grado de recomendación será también elevado y estaremos más seguros de estar haciendo lo mejor con la información que contamos.

Sobre cómo se obtienen estos niveles de evidencia me temo que será tema para otra entrada.

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Foto 1: ‘Rowena Morrill’

Foto 2: Alex von Auslösen

 

Bebidas alcohólicas y salud: ¿Buena o mala relación?

El tema de la salud «a taves de» o «con» las bebidas alcohólicas es una cuestión controvertida, es decir, distintos sectores de la comunidad científica sostienen posturas contrapuestas. Por un lado, están los que opinan que las bebidas alcohólicas fermentadas (más típicamente vino y cerveza, aunque se pueden incluir algunas más) aportan considerables beneficios en base a su efecto fundamentalmente sobre la salud cardiovascular, y por el otro aquellos que, sin negar este posible efecto beneficioso, observan todos los efectos de este tipo de bebidas, incluidos los potencialmente negativos, es decir, los riesgos, y concluyen que en ningún momento compensa el hacer promoción de la salud a partir del consumo de bebidas alcohólicas. Es decir, en estos casos se sostiene que los posibles beneficios no compensan en magnitud los posibles riesgos y por tanto no se debe fomentar en ningún caso su consumo utilizando la salud como ariete. Para que no queden dudas, yo pertenezco a este último grupo.

Dentro del primer grupo, los que promueven o alientan su consumo, al menos hay un consenso a la hora de establecer la frecuencia y cantidad de la ingesta alcohólica y normalmente se suele hablar que los posibles beneficios derivan de un consumo moderado, sea lo que la expresión “moderado” quiera decir, ya que en esto no hay tanto consenso. Al mismo tiempo también en este colectivo suele ser asumido que los beneficios se obtienen con las bebidas fermentadas de «baja graduación» y no así con los destilados, aguardientes y demás de mayor grado alcohólico.

Bien, como ya me he retratado y supongo que me darán hasta en el carnet de identidad dentro de los comentarios de esta entrada, quiero decir que esta no va a ser ni mucho menos la única entrada al respecto de esta cuestión y ya que soy un claro defensor de la NO promoción de la salud a partir del consumo de bebidas alcohólicas, sean las que sean y en la cantidad que sea, hoy voy a abrir mi línea argumental. A ver si hay suerte y encuentro entre los comentarios alguien que piensa como yo, porque haberlos haylos.

 

Dicho esto y para abrir boca , hoy quiero traer a colación un reciente artículo publicado en la revista Annals of Oncology consistente en un meta-análisis (esa clase de estudios que reportan una evidencia científica más sólida) titulado: “Light alcohol drinking and cancer: a meta-analysis” (Consumo de alcohol en pequeñas cantidades y cáncer: Meta-análisis) y que pueden consultar al completo en este enlace. No voy a entrar en más detalles que aquellos que se refieren a las conclusiones después de haber analizado en este trabajo 222 estudios que abarcan una población de más de 92.000 sujetos denominados “light drinkers” o bebedores de alcohol “escasos”. Pues bien, la conclusión es clara:

El consumo de alcohol, aunque sea en pequeñas cantidades, aumenta el riesgo de padecer  cáncer de la cavidad oral, faringe, esófago y mama

A lo mejor va siendo hora de que incluso los que defienden el consumo de alcohol por cuestiones de salud en cantidades moderadas se replanteen su posicionamiento.

Por cierto, en el apartado de “conflicto de intereses” los autores manifiestan que no tienen conflictos de esta clase en relación con el tema abordado. Algo que no sé si muchos de los autores de los trabajos en los que las bebidas alcohólicas salen bien paradas pueden decir.

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Foto: Brandon Koger