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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Dos conceptos para el término ‘detox’: el válido y el absurdo

zumo de apio

Han sido varias las ocasiones en las que se ha tratado en este blog el concepto depurativo, detoxificante o dicho de forma más chic: ‘detox’, que es al parecer como mola referirse a él cuando de una dieta al uso se trata. Aquí tienes alguna de esas entradas:

Tal y como sabrás si visitas con frecuencia este blog me gusta adelantarme en cierta medida a los acontecimientos y al parecer no debo de ser el único. Si bien dediqué hace bien poco un post al tema de los recurrentes problemas y latiguillos gastro-navideños, acabo de conocer este interesante artículo publicado en The Guardian en el que de alguna forma se pone de relieve la estúpida tendencia que se nos avecina (como todo los años) al recomendar algún tipo de dieta en esta línea de la que te hablo: dietas detox para después de las Navidades.

En dicho artículo se toma entre otras la opinión de una de las personas más reconocidas en su ámbito a la hora de poner en tela de juicio remedios y tratamientos alternativos. Me refiero a Edzard Ernst un profesional médico e investigador especializado en el estudio de la medicina complementaria y alternativa con miles de publicaciones en su haber. Sabes que no soy partidario de usar el argumento de autoridad pero, créeme que la opinión de este señor, aunque mera opinión cuando se toma su palabra en un medio periodístico, es una garantía importante (al menos para mí).

Bueno, el caso es que se le pregunta al respecto de la utilidad del concepto “detox” y su respuesta no pudo ser más contundente, y a mi juicio también convincente:

Que quede claro, existen dos tipos de desintoxicación: una es respetable y la otra no. la respetable se circunscribe al tratamiento médico de aquellas personas con algún tipo de adicción a las drogas […].

El otro concepto es el que mantienen “secuestrado” algunos empresarios, curanderos y charlatanes a la hora de vender un tratamiento falso que supuestamente libera de toxinas el cuerpo de quienes se supone las han acumulado. Si el nivel de toxinas se elevara por encima de un valor tal que tu cuerpo no pudiera eliminarlas, lo más probable es que se falleciera en un periodo de tiempo más o menos corto, y que se necesitara de una intervención médica urgente. En un cuerpo sano, los riñones, el hígado, la piel, incluso los pulmones mantienen el cuerpo desintoxicado mientras hablamos. No existe el modo de mejorar algo que ya funciona correctamente en un organismo sano, y desde luego los tratamientos “detox” tampoco lo consiguen.

El mismo artículo de The Guardian rescata el parecer al respecto de las dietas detox de manos de otra especialista una dietista-nutricionista del St. George’s Hospital, Catherine Collins, quien sin andarse por las ramas afirma que:

La idea de que nuestro hígado necesita alguna manera de ser «limpiado» es ridículo [por ejemplo después de algún tipo de exceso gastronómico o alcohólico]

[…]La mejor forma de llevar una vida “desintoxicante” es no fumar, hacer ejercicio y disfrutar de una dieta sana y equilibrada como lo es por ejemplo, la dieta mediterránea. […] Si se renuncia al Jack Daniels y se pasa a comer durante dos semanas apio y pepinos en lugar de bollería, lo más probable es que uno se sienta mejor. Eso pasa así porque ese estilo dietético es simplemente mejor, no porque se esté «desintoxicando» nada.

La explicación a tanta majadería desintoxicante subyace según algunos especialistas en psicología con los que coincido, en la necesidad por parte del ciudadano de a pie de encontrar aquello que le gustaría que existiese… aunque la realidad demuestre que no existe. Es decir, oír y comprar aquello que nos gustaría que existiera y que nos proponen algunos aprovechando esa “necesidad”. Algo para lo que, tristemente, no faltan candidatos. Es decir, lo que te conté hace ya tiempo en esta entrada.

Aunque buena parte de la población sabe en su fuero interno que estas cosas “no funcionan” se permiten en cierta medida ya que su existencia realiza una especie de efecto balsámico sobre la conciencia del ciudadano medio. Sin embargo, el bueno de Edzard Ernst es bastante menos condescendiente con este tipo de planteamientos ya que sin ambages afirma que:

Cualquier persona que promocione un tratamiento de desintoxicación se está beneficiando de una alegación que es falsa y, por definición, se trata de un sinvergüenza.

Bravo.

Así pues, ante la duda de si estarás intoxicado o no, lo mejor que puedes hacer tal y como dice mi colega Virginia Sánchez (@virginut) es ponerte en contacto con el Instituto Nacional de Toxicología, antes que hacer de marioneta para quienes promocionan, alientan, distribuyen y comercian algún tipo de fraudulenta estrategia dietética del tipo ‘detox’.

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Nota: Mi agradecimiento a la Dra. Valdez (@tu_endocrino) por haberme hecho llegar el artículo de The Guardian.

Imagen: phasinphoto vía freedigitalphotos.net

Las recurrentes preguntas y latiguillos gastro-navideños de todos los años

Navidades aburridasFeliz Navidad y próspero año nuevo. ¡Hale! ya lo he dicho un 17 de noviembre. ¿Te parece pronto? A mí también, pero por lo visto hay a quien no. De hecho la semana pasada ya recibí la primera consulta de una periodista para hacerme una entrevista al respecto de qué es lo que se puede hacer para compensar los excesos navideños, en referencia, claro está a los excesos gastronómicos. Y luego más preguntas sobre qué alimentos son los más “depurativos”, cuáles tiene la capacidad de sanar la vesícula, para qué sirven las dietas “detox”, si deberían ser estas pautadas por un profesional sanitario y no a tontas y a locas… Imagínate mi cara al otro lado del teléfono.

No seré yo quien cuestione la planificación de contenidos de una determinada revista y los plazos de los que disponen. Además, no me importa tanto el momento en el que se plantean sino la absurdez de tanto pensamiento redundante y de escaso calado. Por no hablar de cuando la periodista quiere sacar de tu boca y con sacacorchos sus propias opiniones. Va a ser que no.

Que qué se puede hacer para compensar los excesos navideños, me preguntaron. Pues lo mismo que lo que se puede hacer para compensar las multas por exceso de velocidad al circular a 230 km/h, le contesté: pagar y hacer propósito de enmienda. En el caso de la multa abonarla y proponerse no circular más a esas velocidades; y en el caso de la dietética lo mismo, jorobarse (pagar) y no actuar de forma tan simple como para que el año que viene se vuelva a las mismas y… (esto es lo que más me fastidia) encima preguntando que qué se puede hacer. Otra vez. En fin.

Además, seamos sensatos… ¿alguien cree que si a lo largo del año en curso hubiera surgido algún remedio eficaz para atajar los efectos de los excesos navideños (o gastronómicos de cualquier temporada del año) no se le hubiera dedicado titulares, artículos y programas de radio hasta que nos sangraran los oídos? Pues eso, que no. Y como es que no, no hay nada más que decir que lo que se dijo el año pasado y lo que habrá que decir, tristemente me temo, el que viene.

Uno ve aquí dos problemas de base. Por un lado, ya te lo conté en esta entrada, es la previsión de los excesos. Pensar que como es una fecha señalada y las fechas señaladas se celebran de forma destacada en torno de una mesa hay que excederse. Pero no, la celebración no tiene porqué ir asociada al exceso. Si acaso, ese exceso lo podría asumir con mayor indulgencia en otro tiempo, otra época, aquellas con más carestías o falta de recursos… pero, ¿ahora, hoy en día… precisamente cuando nuestra habitual existencia está ya de por sí caracterizada por el exceso cotidiano? No, no lo puedo entender. Entonces, si se siguen asumiendo estas fechas tan señaladas que se nos avecinan de forma tan inadecuada, lo que ocurre es que hacemos un exceso sobre el exceso habitual. Parte del problema es que el patrón cotidiano, de por sí ya excesivo, es asumido por lo frecuente y recurrente como normal. Así, el exceso diario es lo normal (habitual) y lo de las navidades entonces el exceso al cuadrado.

Y por el otro lado, está la absurda obsesión que hasta cierto punto nos causa la Navidad en este tema y no, al parecer, lo que sucede el resto del año (con el paréntesis, claro, de la operación bikini). Es cierto, en el periodo navideño se puede ganar una cantidad de peso significativa tal y como apuntan algunos estudios cuando se compara con otras épocas del año; sin embargo, parece que se nos olvida que el resto del año (y que no son navidades) también, en líneas generales, se sigue aumentando de peso tal y como apuntan otros artículos. No poco y todos los años. Siempre para arriba y con el empujoncillo que puede suponer la Navidad.

Así pues, que con el actual panorama te vengan a preguntar a mediados de noviembre qué se puede hacer ante los excesos navideños, es signo inequívoco de que hay varias cosas que no funcionan demasiado bien en esta sociedad.

¿Que qué se puede hacer? Cualquier cosa menos la que se hizo el año pasado. Eso es lo que se puede hacer.

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Nota Bene: ¿Sabes lo más gracioso? Al final no hubo entrevista, la periodista quería oírme hablar de los beneficios hepato-depurativos de las hojas de alcachofa, de los prodigiosos poderes de las dietas detox y de otras historias igualmente buenrollistas. Pues fue que no. Para buen rollo, este año ya tenemos el anuncio de la Lotería (ejem).

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Imagen:  imagerymajestic vía freedigitalphotos.net

Intoxicarse a base de desintoxicarse (y morir) o el ir a por lana y salir trasquilado

Botella de agua y vasoDos de las modas dietéticas que más fuerte han pegado este año, y siguen haciéndolo, son la de los zumitos de frutas/hortalizas y la de la desitoxicación. La segunda como concepto genérico y la primera frecuentemente argumentada en base a esa búsqueda de “depuración” o “desintoxicación”. Tal es así, que en lo que respecta a un servidor y de la mano de otros compañeros en este año que ya llevamos finiquitado he atendido varias peticiones de artículos o entrevistas en las que se cuestionaban estas modas. Tienes aquí algunas muestras en El País semanal, para el suplemento “Buena Vida”, para el blog Comparte mi moda, etcétera, al tiempo que en este blog también hice mi aportación al respecto en la entrada Dietas depurativas: tan abundantes como absurdas.

Como decía la cuestión desintoxicante nos está intoxicando. Lo hace porque se saca de contexto el concepto de “dieta depurativa o desintoxicante”, un elemento que ni tan siquiera tiene un reconocimiento en el terreno de la medicina y dietética “como Dios manda”. En sentido contrario, se trata de poner en alza un concepto molón, que transmite una especie de tranquilidad espiritual a aquellos que con más ganas que puntería tratan de purgar sus pecados dietéticos en el contexto irreal de una fisiología demasiado mecanicista con un nulo respaldo científico.

Sea como fuere es cuestión de modas y siendo así la conducta poblacional adquiere una actitud de brazos caídos ante la que ningún argumento lógico suele servir, por racional que este sea. No obstante y haciendo buena la práctica de la DGT a la hora de dirigir campañas de seguridad vial centrándose en el mensaje escabroso (ya sabes, con imágenes de accidentes, escenas de dolor, etcétera) voy a ver si el caso real que hoy traigo hasta el blog le sirve a alguien para tentarse la ropa. Ya que con argumentos no se logra demasiado, veremos si las experiencias reales son capaces de reconducir conductas absurdas y como ahora veremos incluso peligrosas cuando se llevan al extremo.

Me refiero a esta noticia de hace ya unos años: mujer de 52 años que fallece tras iniciar un régimen desintoxicante y fallece por intoxicarse con agua. Y no, el agua no estaba contaminada, la señora se intoxica y muere en gran parte debido a la ingente cantidad de agua que ingirió en un breve lapso de tiempo con el fin de depurarse. Supongo que en cierta medida sus condiciones personales también determinaron el fatal desenlace.

El mecanismo fisiológico es sencillo de comprender: una excesiva ingesta de agua, conduce a una dilución especialmente baja de sodio en la sangre (hiponatremia) y de otros solutos, que a su vez conducen a diversas complicaciones fisiológicas: edema cerebral, fallo renal, cardiaco, etcétera que en ocasiones, cuando la “intoxicación desintoxicante” es suficientemente importante o prolongada en el tiempo puede provocar la muerte del individuo.

Este ejemplo no es el único, hay muchos otros casos conocidos de intoxicación por la alta ingesta de agua, sea por el motivo que esta se haya producido. Depurarse es el caso de hoy, pero hay quien también lo ha hecho por ganar una apuesta (a ver quién bebe más cantidad de agua) en el transcurso de pruebas deportivas, etcétera (se relatan varios ejemplos de estos casos en este enlace)

Así pues, dejando dos telegráficos mensajes como ítems para llevarse a casa, recuerda:

  • Las conocidas popularmente como estrategias desintoxicantes carecen, en el plano dietético, de respaldo científico y además pueden ser perjudiciales para la salud.
  • La sed ha de ser el mejor motor para la ingesta de líquidos salvo en algunos casos excepcionales en los que se ha de invitar a beber a pesar de, o bien no tener sed (caso relativamente frecuente entre la población de edad avanzada que puede tener “estropeado” el mecanismo de la sed) o bien no manifestar querer beber (caso de los bebés que aún no hablan y que por tanto no pueden pedir beber; en estos casos basta con dejar a su alcance una fuente de hidratación adecuada –el típico beberito-)

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Quizá te interese consultar estas otras entradas:

Nota: quiero agradecer a la Dra. Valdez (@tu_endocrino) su aportación para esta entrada

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Imagen: khunaspix vía freedigitalphotos.net