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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Si yo hiciera unas guías de alimentación saludable… (4): cosas con proteínas

Anteriormente, en esta serie de post:

Si yo hiciera unas guías de alimentación saludable… (1): Frutas y verduras

Si yo hiciera unas guías de alimentación saludable… (2): cereales

Si yo hiciera unas guías de alimentación saludable… (3): lácteos

Siguiendo con los “grandes grupos de alimentos” dentro de esta saga hoy abordaré varias categorías de alimentos (“grupos” si se prefiere) que reúnen una característica nutricional a modo de denominador común: se trata de alimentos o grupos de alimentos ricos en proteínas o que de alguna forma son considerados una buena fuente dietética de este macronutriente o principio inmediato.

Proteínas

En este punto la cosa se complica un poco. Hasta ahora ninguno de los grupos abordados en anteriores capítulos debían, en general, su inclusión en las guías alimentarias a su aporte de proteínas. Si acaso los lácteos, cuya principal virtud para aparecer de forma destacada en algunas guías se justifica principalmente por su riqueza en calcio (y creo que ya quedó claro este punto). Y si bien es cierto que la leche aporta cierta cantidad de proteínas, esa cifra no es como para tirar cohetes precisamente (100 gramos de leche aportan sobre los 3 a 3,5 gramos de proteína) aunque, también hay que reconocerlo, en el caso de los quesos este aporte podría ser considerable. Sin embargo, también es cierto, que en el caso de los niños el aporte de proteínas en su dieta a partir de los lácteos es un elemento a considerar tal y como señaló en su día el estudio EnKid.

Así, los grupos de los que trataré hoy son considerados buena fuente dietética de proteínas: las carnes, los pescados, los huevos, las legumbres y los frutos secos. Sí, ya sé que lo más probable es que haya quien discrepe, por eso hagamos algunas aclaraciones.

Proteína de alto vs bajo valor biológico

Además de la cantidad de proteína que un alimento sea susceptible de proporcionar está la cuestión de su “calidad”. Así, es frecuente referirse a fuentes dietéticas con proteínas de alto valor biológico para mencionar aquellos alimentos que aportan en esas proteínas una cantidad relevante de los denominados como aminoácidos esenciales (“esenciales” porque son aquellos que no podemos sintetizar y cuya incorporación ha de hacerse de forma obligatoria a partir de los alimentos). En sentido contrario las proteínas de bajo valor biológico son aquellas que propias de aquellos alimentos con una escasa presencia de alguno de esos aminoácidos que hemos catalogado de esenciales.

En líneas muy generales y salvo excepciones de libro, se considera que los alimentos de origen animal presentan, todos, proteínas de alto valor biológico y que los de origen vegetal aportan solo y con independencia de su cantidad proteínas de bajo valor biológico. Por aquello de aclarar una de las preguntas más frecuentes en este terreno… sí, es posible seguir una alimentación vegetariana estricta (o vegana) gracias a la adecuada combinación de fuentes alimentarias vegetales; afortunadamente los aminoácidos esenciales escasos en alimentos con un determinado origen vegetal, están presentes en otros alimentos con otro origen también vegetal. Usando el ejemplo clásico: lo que les falta a los cereales en términos de aminoácidos lo tienen las legumbres y viceversa. Por tanto, el déficit de aminoácidos esenciales no debería constituir problema alguno dentro de un patrón vegetariano bien estructurado.

Es más, a este tenor y a pesar de lo que sé que me expongo con este comentario, en nuestro entorno, sin carencias energéticas evidentes, no hay pruebas de que sea necesario una combinación consciente de aminoácidos entre la población vegana.

El tema del primero y segundo (carne) como ¿axioma universal?

Además del tema de la naturaleza de las proteínas está, la cuestión de que en nuestro medio, al parecer resulta impensable imaginarse alguna de las comidas principales (comida y cena) sin la presencia de un segundo plato en forma de, principalmente, carne o los derivados de esta en cualquier receta. Y lo cierto es que no es necesario hacerlo así. Digo que no es necesaria tanta carne, todos los días, y al menos dos veces por día.

Además, este patrón de consumo de alimentos se traduce, como no podría ser de otra forma, en un exceso de proteínas de origen animal, muchas veces concretado en un exceso de carnes grasas y embutidos tal y como señala el Libro Blanco de la Nutrición en España en base a las estadísticas más recientes. Así, según esas encuestas y tal y como te comenté en esta entrada la ingesta observada de proteína en España en hombres es de 109 g/día y en mujeres de 88 g/día. En ambos casos estos valores son muy superiores a las Ingestas Dietéticas de Referencia para la población española, establecidas en 54 g/día y 41 g/día respectivamente (Moreiras et al., 2011) y a las establecidas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria.

A este aporte de proteínas contribuyen de forma relativa y de media los siguientes grupos de alimentos: Cárnicos y derivados 31%; Pescados, moluscos, crustáceos y derivados 27%; y ya bastante por debajo, Huevos y derivados 11%; Lácteos y derivados 10% y Legumbres, semillas, frutos secos y derivados 6%.

Dicho de otra forma, en mi opinión consumimos demasiados productos cárnicos (en general sin entrar de momento en más detalles) y dejamos de lado otras interesantes fuentes de proteína que tienen muchas menos dudas al respecto del incremento del riesgo sobre determinadas enfermedades metabólicas, es decir que a priori se postulan como más saludables y que al mismo tiempo, además, son más económicas.

En resumen sobre las “cosas con proteínas”

Si de mí dependiera haría un especial hincapié en fomentar el consumo de aquellos grupos más penalizados en el actual patrón de consumo, en concreto: legumbres, huevos, semillas y frutos secos, al tiempo que desplazaría el uso de los productos cárnicos en general, muy en especial aquellos más grasos, los definidos como “carne roja” y los procesados. Y lo haría, no por mejorar el balance de cuentas de los sectores alimentarios más desfavorecidos en la actualidad, sino porque opino que con un patrón de consumo de alimentos más diversificado en cuestiones proteicas como el que indico se incidiría de forma positiva en los factores de riesgo de varias patologías metabólicas.

Sobre el consumo de pescados mantendría las actuales recomendaciones ya que, además de las proteínas que pueda aportar al pescado, le adornan otras interesantes características nutricionales en especial aquellas referidas a su perfil lipídico.

Nos vemos la semana que viene con más temas sobre esta cuestión de las guías.

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Imagen: sritangphoto, amenic181, Maggie Smith, Stoonn vía freedigitalphotos.net

El consumo de carne procesada parece relacionado con el aumento de la mortalidad

Carne picada_psgreen01Apenas dos o tres post atrás hablaba que no hace falta promocionar entre la población general el consumo de carne roja, y menos aun el de la procesada.

Afortunadamente la actualidad investigadora sale al encuentro de los argumentos que uno usa y, antes de que se enfríe el tema, aporta nuevos datos que apoyan tales tesis.

La muy reciente publicación la semana pasada de un artículo sobre el consumo de carne y mortalidad en la población europea ha llegado en el mejor momento para los intereses de mi línea argumental.

En el mencionado estudio se han se observado los hábitos de alimentación de casi 450.000 personas adultas (con edades comprendidas entre los 35 y 69 años) en 10 países europeos durante dos décadas. Más en concreto, en este estudio se persiguió el objetivo de examinar la asociación entre el consumo de carne roja, carne procesada y aves de corral; con el riesgo de muerte prematura, todo ello dentro de la Investigación Prospectiva Europea sobre Cáncer y Nutrición (EPIC) en la que participa España.

¿Quieres saber cuáles fueron algunos de los resultados? De modo telegráfico:

1. En la población en estudio un alto consumo de carne procesada se relacionó de forma moderada con una mayor mortalidad por cualquier causa.

2. Más en concreto, el consumo de carne procesada se asoció con un mayor riesgo de muerte por enfermedades cardiovasculares y el cáncer.

3. Tanto los varones como las mujeres que consumían más carne roja o más carne procesada tuvieron, en general, un menor consumo de frutas y verduras, frente a aquellos otros que consumían menos cantidad de carnes y derivados.

4. Entre los varones de este grupo (grandes consumidores de carne) el nivel de formación académica no era tan alto como en aquellos otros que consumían menos carne. Además, también dentro de este grupo había una mayor concentración de fumadores y el consumo de alcohol fue mayor.

5. Sin embargo, cuando en ambos sexos se considera el grupo caracterizado por ser los que más carne de ave consumen, en especial pollo, se observó un mayor consumo de frutas y verduras.

También es preciso reconocer que, en contraste con otros estudios realizados sobre estas mismas cuestiones pero entre la población norteamericana, este estudio no encontró una mayor asociación entre el consumo de carne roja (fresca) y un aumento de la mortalidad total.

El estudio también se hace eso de los posibles confusores, entre los que destaca, sin dudas, el posible efecto del hábito tabáquico. Recordemos que se trata de un estudio observacional, con una muestra importante sí, pero con las limitaciones propias de su diseño.

Por último quiero trasladarte la conclusión principal del estudio que me parece bastante elocuente y muy en la línea de este otro post:

Los resultados de este estudio sugieren que tanto los hombres como las mujeres con un alto consumo de carnes procesadas se enfrentan a un mayor riesgo de muerte prematura, más en concreto debido a las enfermedades cardiovasculares y también al cáncer. Así, la reducción del consumo de carne de este tipo a menos de 20 gramos al día podría evitar más del 3% de estas muertes. Ya que el consumo de carne procesada es un factor de riesgo ciertamente modificable, las distintas actividades que tengan como objetivo la promoción de salud deberían incluir recomendaciones específicas conducentes a la reducción del consumo de carne procesada.

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Foto: psgreen01