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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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«Nutrición-área 51»: A la caza de las calorías negativas

Libro calorías negativasUno de los más habituales mitos en la inmensa galaxia de la pérdida de peso es el concepto de “calorías negativas”, una entidad –energética- que lleva bastantes años planeando sobre nuestras cabezas y que de tiempo en tiempo sale a colación entre quienes creen haber encontrado la piedra filosofal del adelgazamiento.

A pesar de lo ridículo del planteamiento (conseguir adelgazar con alimentos que sean fuente de calorías negativas) lo más gracioso es que en el fondo del asunto hay una brizna de verdad. Lo que, sin embargo, como seguro te imaginas no hace que el planteamiento completo sea cierto.

¿Qué se supone que son las calorías negativas?

Este planteamiento sostiene que hay algunos alimentos que gracias a su particular composición requieren el aporte de más energía para masticarlos y digerirlos que la que finalmente terminan por aportar. Así, el balance energético entre las calorías gastadas en su procesamiento y las contenidas en el alimento resulta en forma de “calorías negativas”. Y de aquí su posible efecto a la hora de ayudar a perder grasa. En resumen, que se supone que se queman calorías al comer y que cuanto más comes, más peso pierdes.

La lista de alimentos capaces de obrar este prodigio es relativamente corta y no esperes encontrar entre ellos, el chuletón de Ávila, el cocido montañés, el chocolate o las torrijas. El estilo de alimento con estas características calorías negativas sería el típico del pepino, la berza, los rábanos, la lechuga… y el rey de todos ellos, el apio.

Si bien esta parte parece bastante cierta (hay algunos alimentos que aportan tan pocas calorías que en los procesos de masticación, digestión, absorción y excreción se gastan más) parece bastante difícil, por no decir imposible que alguien consiga mantener un adecuado estado de salud incluyendo una lista cerrada solo con estos alimentos. Además, ¿te vas a comer el apio o la lechuga sin aliñar, la col sin cocinar? Imagino que no. Lo digo por que hay que tener en cuenta que el balance sale tanto más negativo cuanto menos cocinado esté el alimento. La aplicación de las diversas técnicas culinarias, ablanda las estructuras vegetales, hace más disponible algunos nutrientes y, en resumen aumenta la digestibilidad, necesitando menos energía para procesarlos. Es decir, si aun no has desistido de probar esta estrategia dietética con calorías negativas, has de saber que habrás de comer todo crudo y sin aliñar (además recuerda que es el aceite el alimento con más calorías del mundo).

El efecto de las calorías negativas más allá de los alimentos

Pero aun hay más detrás del concepto de las calorías negativas. Si recuerdas esta entrada hay algunas personas que se empeñan en hacer un mal uso de la calculadora y que sin tener muy claro el concepto de “caloría” afirman que tomar bebidas muy frías (casi heladas, sin olvidar la posibilidad de chupar hielo), incluida la cerveza facilita un balance negativo de energía al tener que calentar nuestro cuerpo esas bebidas. Como ese calor no deja de ser una energía que nosotros “gastamos” al final el balance resultaría negativo o no tan positivo. Bueno, como ya comenté se trata de un mal uso de las unidades. Si alguien quisiera llegar a un balance cero (y digo cero, no negativo) entre las calorías que ingresa con los alimentos (supongamos 2.500 kcal) y el consumo de agua helada, debería tragar 67,5 litros al día; y si se quiere “compensar” un exceso calórico de tan solo 500 kcal habría que beber “solo” 13,5 litros.

Otros incluso afirman que en la cuestión de las calorías negativas también interviene lo que nos cuesta obtener el alimento, y por ejemplo, afirman que el esfuerzo de sacar la escasa carne de un cangrejo (rompiendo sus pinzas, urgando, etc.) con tan magro resultado es un elemento a tener en cuenta y que por tanto también los cangrejos (nécoras, centollos, cangrejos de río, bogavante, buey de mar, etc.) habrían de considerarse alimentos con calorías negativas. Claro, y siguiendo con esta argumentación, no habíamos caído antes, podríamos considerar que en vez de ir a la carnicería o a la pescadería o a la panadería a por sus alimentos característicos, podríamos salir al campo a cazar (con las manos, que requiere más esfuerzo) ir al mar a pescar (andando, si vives en Madrid sería un puntazo para sumar calorías negativas con ese pescado que consiguieras) o al campo a recolectar lo que podamos… respectivamente. Así sí que se sumarían un montón de calorías negativas y no con la tontería de los cangrejos.

En resumen, un concepto bonito teóricamente que ha dado para muchos debates e incluso para escribir libros con este tema. Pero la realidad nos dice que no es nada práctico. (Curiosidad: El concepto de producto o elemento “quema grasa” fue acuñado a principios de los años 90 precisamente en el libro que tienes enlazado y que es imagen de esta entrada)

La única parte positiva de este asunto es que los supuestos alimentos con calorías negativas tienen un perfil nutricional bastante saludable y que por tanto no está mal el animar a que la población incorpore más de este tipo de productos (fundamentalmente vegetales) en su alimentación. Pero (siempre hay un “pero” en la nutrición-área 51) no todo el monte es orégano ya que es preciso comentar el “efecto halo” que tienen este tipo de alimentos entre la población general, y que se comentará en una próxima edición de esta subsección.

Puedes consultar otro post de «Nutrición-área 51» en esta entrada.

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Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

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