Desde hace ya unos días, si te pasas por algún supermercado, o mejor aún, por un mercado, es posible que te hayas percatado de la llegada de las mandarinas de temporada y de España a nuestros comercios. Es posible también que te haya llamado la atención su no poco intenso color verde en algunos de los casos y que por tanto hayas decidido “pasar de largo” razonando que estarían también verdes desde el punto de vista de su maduración si te dejabas guiar solo por su color (demasiado ácidas, más o menos duras…). Pues en general, lo más probable es que estés en un error, así que ya puedes volver sobre tus pasos y hacerte con una buena cantidad de ellas. Fiel a mí cruzada en pro de la defensa de los alimentos de temporada (y cercanía), este es uno de los productos que en estas fechas podemos encontrar en los comercios y que presentan unas cualidades estupendas. Es más, en mi opinión, las mejores mandarinas del año son estas, las primeras. Al menos son las que a mí más me gustan.
La temperatura, la clorofila y las hormonas vegetales claves del color
Tal y como sucede en el caso de las naranjas y otros cítricos los primeros ejemplares de la temporada contienen una cantidad importante de clorofila en la piel y de ahí su color verdoso o, directamente, verde. Mientras las temperaturas son más suaves en especial por la noche estas frutas producen una importante cantidad de clorofila que es, como seguro sabes, la encargada de aportar ese color verde a los vegetales. Sin embargo, a medida que nos adentramos en el otoño y en el invierno, esas temperaturas nocturnas son cada vez más frías y con ellas se frena la producción de clorofila, quedando entonces estas frutas con su color naranja característico.
Es decir, cuanto más cerca del verano, la temporada de cítricos comienza con frutos de color más verde (por la clorofila) y esta va desapareciendo de la piel de estas frutas a medida que los fríos más otoñales e invernales llegan; de esta forma se obtienen frutos con ése color naranja con el que los identificamos con mucha más frecuencia. De hecho, las mandarinas y las naranjas producidas en climas tropicales (y no subtropicales como es nuestro caso) suelen ser de color verde… y así se consumen en aquellas latitudes, salvo que se destinen a la exportación, en cuyo caso se mantienen en una atmósfera de etileno (sustancia que es una hormona vegetal) y en cámaras frías… en poco tiempo este tratamiento hace desaparecer el verdor de naranjas y mandarinas y las dejan con su color original, natural… naranja típico.
Así pues no te dejes llevar por el color de las mandarinas en esta época y disfrútalas tal y como vengan.
Por tanto, te invito a que consumas fruta de temporada y sobre todo de cercanía… y que no te pase como a una buena colega, Raquel Bernácer (@aliment_ARTE) y a mí que, a pesar de vivir ella actualmente por Holanda y un servidor por estas tierras, resulta que ambos tenemos en nuestro supermercado de referencia naranjas de Sudáfrica. Lo de Holanda pase (o no) pero lo de que en España a 20 de octubre, la naranja que se nos ofrezca sea sudafricana… pues como que no. Evidentemente, allí se quedaron (en el súper, me refiero).
Sí, sé que es fácil pensarlo: “te han pagado y por eso estás ahora escribiendo sobre las legumbres, y más en concreto sobre una marca… la marca que da pie al eslogan de este post” (textual). Pues no, quienes así piensen tienen la mente muy sucia, cosa que, de verdad, con la que está cayendo, no me extraña… pero esta vez se equivocan.
No me ha pagado nadie, ni para escribir estas líneas en concreto ni ningunas otras cuando por ejemplo blasfemo, figuradamente hablando, sobre el más sedicioso de los sistemas adelgazantes… ni en los otros casos tampoco cuando toca ensalzar a alguien. Me pagan, eso sí he de reconocerlo, por escribir lo que pienso para el medio en el que ahora estás leyendo estas líneas.
La alimentación, la correcta alimentación, y la adecuación de la publicidad de esta altera mis funciones vitales (literal). Hace ya unos cuantos años que decidí dedicarme a hablar de comida (y de “no comida”). Se me acusa, no sin razón, de andar despotricando a diestro y siniestro de este o de aquel sistema dietético, de aquellos alimentos milagrosos y, en definitiva, de aportar o destacar pocas ideas “frescas”. Bien, no lo niego, lo hago porque en cierta medida me parece necesario; aunque la verdad, intento compaginar ambas realidades.
Pero hoy es uno de esos días “frescos”. Es un día en el que algo te sorprende muy, pero que muy gratamente. No vas a tener que leer mucho para saber cuál es el objeto de mi gratificación: se trata de un anuncio de legumbres con un par de… legumbres; se trata del spot televisivo de legumbres Luengo… y de su márquetin, por supuesto. Chapó.
Hacía falta. Publicidad positiva para destacar un hábito positivo y… ¿perdido? No tengo intención de redundar en el tema, así que voy con una recomendación seca, seria e incontrovertida basada en las más actuales recomendaciones al respecto del comer de forma adecuada: Come más legumbres… joer, come legumbres, como lo hacían tus abuelos; come el doble de las que comían tus padres (depende de la generación a la que pertenezcas), pero coño… joer… come más legumbres de las que actualmente comes. Tu salud, tu sapiencia culinaria y tu hedónico reporte gastronómico te lo agradecerán… por no hablar de tu bolsillo al tratarse de un alimento con un precio relativamente bajo. Y me da igual la marca; si es Luengo estupendo, pero como si son de cualquier otra. Come más legumbres… joer (y perdona tanto taco, pero es que la publi como digo me ha emocionado)
Si quieres ampliar información en este sentido quizá te interese consultar:
Al menos así lo ha puesto de relieve un estudio pilotorecientemente publicado en la revista Nutrition & Diabetes que ha analizado mediante resonancia magnética los “centros de recompensa” del cerebro de ocho individuos que previamente se sometieron a un programa de pérdida de peso con una reconducción de los hábitos dietéticos durante seis meses, y los compararon con un grupo “control” de 5 participantes.
Con esta metodología se contrastó que, tras seis meses de intervención, estos centros de recompensa mostraban una mayor actividad que al inicio del programa en el momento que se les suministraba a estos participantes imágenes de alimentos más nutritivos y saludables con un contenido calórico reducido. Además y en sentido contrario, la actividad cerebral del “cuerpo estriado” (centro cerebral vinculado a las respuestas de recompensa) era menor cuando a los mismos participantes se les mostraban imágenes de comida rápida poco saludable.
Estos hallazgos sugieren, en boca de los investigadores, que los participantes en el estudio sufrieron un cambio debido a la intervención dietética de forma que tras ella experimentaron un mayor placer y recompensa en el momento en el momento de elegir productos enmarcados en lo que se podría definir como una dieta adecuada.
Muy en resumen, los resultados apuntan hacia la posibilidad de poder conseguir una especie de reprogramación cerebral de forma que al conseguirlo una persona podría sentirse más “recompensada” al hacer elecciones alimentarias más saludables que las que pudiera sentir en el pasado. Este estudio supone un avance importante en el conocimiento de estas cuestiones ya que hasta el momento muchos expertos dudaban de forma considerable que esas vías de recompensa pudieran ser verdaderamente modificables.
Para que sigamos tomando nota, el programa dietético al que se sometió al grupo de intervención consistió en líneas generales en una dieta con una cantidad importante de fibra (igual o superior a 40g/día), moderadamente alta en proteínas (25% del valor energético total de la dieta) y con un aporte del 50% del valor calórico total de la dieta suministrada en forma de hidratos de carbono obtenidos a partir de alimentos de bajo índice glucémico.
Según uno de los autores del estudio los antojos y los malos hábitos de alimentación son esencia un hábito… y ahora existe una posibilidad para poner en evidencia que es un hábito modificable.
Esperemos que estas nuevas y esperanzadoras posibilidades se pongan de manifiesto en futuros estudios a los que este “piloto” ha dado pie.
—————————————
Nota: Quiero agradecer a Guillermo Peris (@waltzing_piglet) y a la Dra. Valdez (@tu_endocrino) sus aportaciones para la realización de este post
A principios de este verano saltó a la palestra mediática una de las mayores noticias de los últimos tiempos (o al menos así me lo parece a mí) en forma de bomba dietética: la mantequilla lejos de ser mala es buena.
Me he tomado la licencia de usar una frase poco seria, la de la mantequilla, para poner de manifiesto lo que de un tiempo a esta parte se está fraguando en el mundillo nutricional (el serio) a la hora de atribuir una nota general a un nutriente característico, las grasas saturadas. Esta frase no es más que una verbalización de la imagen de tres portadas de la revista Time separadas la primera de la última la friolera de 53 años (si Ancel Keys levantara la cabeza…). En realidad esos avances no consisten tanto en poner una buena nota a este nutriente si no en quitar aquella con la que ya contaba este grupo en su conjunto y que era francamente negativa (ya sabes, aquello de la maleta de Asimov y esas cosas). Así, de la misma forma que hay que reconocer que en su día (hace 6 o 7 décadas) se cometió el error, hoy ya más o menos arreglado, de atribuir a todas las grasas un perfil negativo sobre la salud; es más que probable que también se haya cometido un grave error al catalogar a todas las grasas saturadas como malas.
En su día, una vez subsanado el tropezón de considerar de forma automática cualquier grasa como mala (y que aún perdura en muchos, no te creas), se hicieron dos grandes grupos con las grasas, las buenas y las malas. En este caso el papel de las malas tocó ser representado por aquellas que respondían al perfil bioquímico de ser saturadas, y el de las buenas al resto (más o menos, aunque con muchos matices sobre los que no voy a entrar). Es decir, se volvió a hacer una generalización pero en esta ocasión con subgrupos más pequeños, sin tener en cuenta que dentro de las grasas saturadas (las presuntamente malas, todas) había notables diferencias. Y son precisamente esas ideas las que a día de hoy están empezando a brotar con fuerza dentro de las más recientes investigaciones serias.
El resumen de la cuestión saturada lo tienes magníficamente explicado en este enlace, alojado en The Lancet en el que uno de los más prestigiosos epidemiólogos e investigadores de la actualidad, Dariush Mozaffarian, hace un extracto de la situación al respecto de las implicaciones de los distintos ácidos grasos saturados en el metabolismo, más en concreto sobre el desarrollo de la diabetes mellitus tipo 2.
A modo de síntesis este epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard viene a destacar que no todos los ácidos grasos saturados son iguales y que por esta y otras razones su efecto en las distintas vías metabólicas es muy dispar. Estos efectos van a depender, que actualmente se sepa, de: la longitud de su cadena hidrocarbonada (con más o menos átomos de carbono en la molécula); de la matriz alimentaria en la que están “vehiculizados” pudiendo alterar su función el estar acompañada de unos u otros nutrientes; de su origen, ya que además de las distintas fuentes alimentarias, también existe una síntesis endógena de ácidos grasos saturados, etcétera.
Las implicaciones de este creciente cuerpo de la evidencia apuntan a cuestiones que ya se han comentado en este blog, por ejemplo, el posible efecto beneficioso de la grasa láctea (sí, esa misma que hasta hace poco era el mismito demonio); al tiempo que se pone de manifiesto una prueba más de los perniciosos efectos de un consumo excesivo de alimentos ricos en hidratos de carbono refinados, azúcares y alcohol ya que de algún modo promueven esa síntesis endógena de aquellos ácidos grasos saturados con el peor pronóstico como es la del ácido palmítico.
Con todo ello, no me extraña, Mozaffarian, hace un llamamiento en su escrito a la necesidad de rediseñar las más populares recomendaciones dietéticas huyendo de clasificaciones y campañas sanitarias basadas en agrupaciones simplistas de nutrientes que se relacionan mínimamente por una misma característica química (en este caso ser ácidos grasos saturados). Las actuales recomendaciones y postulados centrados en nutrientes, además de, siendo generosos, contar con el germen de la duda en su interior, son frecuentemente utilizados por la industria para crear confusión en una población completamente mediatizada. Es hora por tanto de dirigir los esfuerzos hacia la creación de guías y recomendaciones basadas en los alimentos y que cuenten con una sólida evidencia sobre sus efectos en datos clínicos claramente constatables.
Qué razón tiene este buen señor.
Si te ha gustado esta entrada quizá te interese consultar:
La verdad es que esos anuncios a los que me refiero en el título son escasos, la mayor parte de lo que se ve en la parrilla publicitaria de nuestros televisores y que refiere a algo de comer suelen ser alimentos procesados, muchos de ellos de carácter eminentemente dulce, otros son los típicos snacks salados y los demás una amplia panoplia de alimentos también procesados (yogures de sabores imposibles, leches con súper ingredientes, refrescos a tutiplén, productos “sin” y productos “con”, etcétera) y quien dice en la TV dice también en cualquier otro soporte publicitario. Es decir, pocos son los productos que a día de hoy se anuncian y que nuestra abuela podría identificar en su tiempo y en su colmado de referencia. Así, entre estos tres grupos generales de alimentos se copa el prácticamente 100% de lo que se anuncia para comer. Te reto a que hagas la prueba. Un día coges te pones a mirar con detenimiento los anuncios y verás como todo aquello que se anuncia va a parar a uno de los tres grupos mencionados. Una pena.
Una pena porque como ya estarás intuyendo el perfil nutricional, en general, de cualquiera de esos alimentos es entre mediocre, siendo generosos, y lamentable, más en concreto cuando su uso está presente de forma importante en la alimentación de una persona y con su uso se juega a la mala práctica de la “compensación”… y con tanta publicidad no es de extrañar.
Entre tanta vorágine alimentario-inconveniente, de vez en cuando aparece un anuncio de comida de verdad: alguna carne en particular, alguna fruta… y poco más. Flor de un día que rápidamente caen en el olvido (si has tenido la rara casualidad de verla en algún momento) y que si quieres recuperar tienes que recurrir a youtube o recursos online por el estilo.
Como son pocos y la cosa me mosquea suelo hacer un censo (si los veo, porque si no es imposible) Para que te hagas idea ese censo es así de escueto en lo que llevamos de año: Cuatro. No digo no haya más, digo que al menos yo no he visto más que cuatro en lo que llevamos de año. Son estos: El de fresón de Palos, Plátano de Canarias (este he de reconocer que es un clásico y que es el que más se renueva), otro para la promoción de la carne de conejo y otro de la de cerdo. Aquí los tienes:
Bien, como habrás visto los dos primeros, los de las frutas, se centran en el producto en sí, bueno, en realidad el del fresón en una promoción que ofrece la posibilidad de ganar “tablets” con su consumo, y la del plátano en su genuinidad, sabor y demás. Sin embargo, los otros dos, los de las carnes ponen en el acento en los beneficios sobre la salud que tiene su consumo. Un poco en la línea que tienen otros productos alimenticios de la parrilla publicitaria, la de los procesados. Usan sus armas, en especial el de la carne de cerdo, en parte haciendo valer la moda del “nutricionismo” imperante (te lo conté en esta entrada). No me parece mal, tampoco lo mejor, pero no me parece mal.
Si de mí dependiera promovería la aparición de más de estos anuncios, los de comida de verdad, aunque para un resultado satisfactorio habría que cambiar muchas otras cosas: los hábitos de compra de los consumidores, su conciencia culinaria… y desde luego una mayor sensibilidad, de la verdad, no de la de “pegote”, por la salud.
Si te ha gustado esta entrada quizá te interese consultar:
Gastamos mucho en alimentación y desperdiciamos mucho de aquello en lo que invertimos. Ni que decir tiene que de todo ese gasto, los impuestos y otros gastos indirectos se llevan una buena mordida… no es estrictamente el alimento en sí el objeto de todo ese gasto.
Con frecuencia los problemas que el mundo de la alimentación ha trasladado a nuestro entorno los atomizamos de forma que nos es imposible obtener una perspectiva más general de la situación, una especie de aquello de que el árbol no nos deja ver el bosque, y de tiempo en tiempo conviene tomar cierta perspectiva. Afortunadamente hay quien de vez en cuando se encarga de resumirlo y ofrecer una visión sintetizada de la situación y sus porqués. Y de ahí este vídeo que hoy os traigo.
Cierto es que a estas alturas su contenido no descubre nada nuevo pero es interesante la forma resumida que tiene de exponer las causas de la actual situación sin demasiadas estridencias, al menos yo no se las encuentro. Si acaso algunas carencias, eso sí, en especial alguna referencia a en teoría lo mal que estamos y lo mucho que al menos en apariencia nos preocupamos por estas cuestiones del comer y su relación con la salud… me refiero a la importante cantidad de sistemas dietéticos adelgazantes, curativos… que a día de hoy, como bien sabes a poco que sigas este blog, son legión y a los que no se hace ninguna referencia en el vídeo.
Aquí tienes, dos minutos y poco sobre el origen y circunstancias de lo que nos ha hecho llegar hasta aquí
En relación con los contenidos de esta entrada han aparecido estos otros artículos que igual te interesa consultar:
Últimamente no es infrecuente encontrarse con el sello, logo o aval de una determinada sociedad científica en el envase de un alimento, en su publicidad o en ambos sitios. A mí no me gustan este tipo de prácticas, ya te lo conté en este post. Su presencia, así de entrada, sin un mayor análisis de la cuestión, ya me dispone en situación de “prevengan”. Las razones son dos: por un lado porque cuando he realizado ese análisis a posteriori me he dado cuenta que estaba en lo cierto con respecto a esa posición escéptica; y por el otro por que me parece muy triste que bajo el criterio de autoridad un determinado fabricante tenga que venir a ensalzar las virtudes de un concreto producto comercial que, lo más habitual es que sean inherentes a una buena parte de los productos de esa misma categoría o, sencillamente porque maldita la falta que hace desvirtuar la realidad y ofrecer a la población general (que suficiente lío tiene ya con lo que tiene) una perspectiva distorsionada de lo que hay.
En cuanto a la legislación que regula este tipo de prácticas ya te lo conté en el post que he señalado. En apariencia la opinión general del legislador, bien en el panorama europeo como en el nacional parece que es más proclive a controlar y limitar esta práctica que dar cuerda. Sin embargo, está claro que algunos fabricantes y algunas sociedades científicas (en coalición) le han cogido la medida a la ley y se prodigan más en los envases de los alimentos y suplementos que Cristiano Ronaldo en un laberinto de espejos.
Voy a poner una serie de ejemplos recientes a ver qué te parece eso de promocionar un determinado producto ayudado de ciertas sociedades científicas.
El caso de la Fundación Española del Corazón (FEC) y el Megared®
Megared® se posiciona a sí mismo como un complemento alimenticio que “cuida tu corazón” en base a su supuesto contenido en ácidos grasos omega-tres (al menos es el único contenido que destaca). Y para “demostrarlo” y convencernos de ello ahí está el logo FEC para avalarlo… ¿Pero es eso cierto, ayuda a “cuidar el corazón”? Desde mi punto de vista ni de lejos, de entrada porque es una alegación que ni tan siquiera está en la legislación, para continuar por que la cantidad de omega tres que aporte es, en esencia miserable… tal y como dice Aitor Sánchez, basta darse un paseo por cualquier lonja con la boca abierta para hacer más acopio de este tipo de ácidos grasos; y para acabar por que con su uso se fomenta todo lo contrario que es su publicidad, la FEC, dice pretender “Nuestra misión es fomentar los hábitos de vida cardiosaludables”. Pues así, publicitando un complemento innecesario, no desde luego. Afortunadamente el propio Aitor se marcó un bonito post en su blog “Mi dieta cojea” contando todo esto de forma fenomenal, te sugiero que lo visites.
El caso de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y las fórmulas lácteas
Te lo conté en su día en este post, ya que el caso levantó ampollas y varios miembros del Comité de Lactancia Materna pertenecientes a la Asociación Española de Pediatría (AEP) terminaron por dimitir de su cargo al estar en desacuerdo con el espacio publicitario cedido por parte de la AEP a un fabricante de fórmulas lácteas, así como con la utilización de su logo. Todo ello, todo hay que decirlo, con la inclusión mínimade un escueto faldón relativo a que la leche materna es el mejor alimento para el lactante en sus primeros meses de vida.
El caso de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA) y la bollería industrial
Como sabes yo soy de los que se guarda lo mejor para el final y es que este caso me parece especialmente significativo. Recientemente, hemos sido testigos de un caso asombroso (una vez más) al descubrir el logo de esta “sociedad científica”, la SEDCA estampado en el paquete de un producto claramente enmarcado en lo que se considera bollería industrial.
Veamos, la bollería industrial es, de forma arquetípica, una de las piedras angulares de los actuales malos hábitos alimentarios que caracterizan nuestro patrón de consumo, muy en especial cuando los que se contemplan son los de la población infantil. Su perfil nutricional suele ser, siendo generosos, catalogado de prescindible. De este modo no es infrecuente poder mencionar mejores opciones alimentarias en su lugar. Al mismo tiempo, con no poca insistencia, la mayor parte de las recomendaciones institucionales al respecto de su inclusión en la dieta suele concretarse en un “cuanto menos mejor” o haciendo referencia a que si no se incluye no pasa nada, casi que mejor. Por eso, las más habituales guías de alimentación saludable dirigidas a la población general, como es el caso de la pirámide de la alimentación saludable de nuestro entorno, sitúan su consumo en el vértice de la misma y desaconsejan su consumo (ver páginas 16, 17, 18, 21, 22, 23, 26, 31, 90, 91, 92 y 93 del documento Guía de la alimentación saludable editado por la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria)… 12 son al menos las ocasiones en las que se desalienta el consumo de este tipo de productos en el anterior documento. Entre la bollería industrial, desde mi perspectiva, se encuentra el Bollycao en cuestión. Y de ahí mi sorpresa y la de muchos otros compañeros, cuando ahora se acompaña en su promoción del sello de la SEDCA. Increíble… pero cierto.
Pero insisto en la gravedad del asunto, más allá de la cesión de un logo para promocionar un Bollycao hay que hacer constar como se las gasta este bollo en concreto a la hora de ofrecer su información en la web (recuerda este post). Creo que o bien la SEDCA no ha mirado esa información (mal, ya que creo que es su responsabilidad) o bien que si lo ha hecho le ha dado igual (peor).
Este caso no es el primero en el que esta sociedad científica cede su logo para promocionar alimentos claramente encuadrados en el grupo de bollería industrial; allá por 2009 “hizo migas” con el producto conocido como Doo-WapdeLa Bella Easo, y aunque la imagen no está disponible hoy en día, aquí tienes la página que la alojaba.
La SEDCA, ya que la menciono y haciendo un poco de memoria es esa misma “sociedad científica” que avalaba públicamente con su infraestructura y logo un ignominioso curso en alianza con IPS para la formación profesional de “dietistas” on line con un curso a distancia de 6 meses. Sobre este tema, es preciso aclarar que si bien a día de hoy la imagen de la SEDCA no se halla vinculada de forma pública a este curso exprés (que sigue ofertándose y realizándose) sí lo está en la publicidad “privada” (correos electrónicos, material formativo…). Es posible que por vergüenza, supongo, retiraran su imagen en la promoción pública, pero por lo bajini, siguen ahí formando parte activa del curso exprés en cuestión (según me consta en base a fuentes bien informadas).
En resumen
En mi opinión, la presencia de determinados logos “científicos” en la publicidad o promoción de un determinado alimento, más que para avalar las excelencias de ese producto no sirven más que para avisar de que en él hay gato encerrado, y también debieran hacernos reflexionar sobre la existencia de otras soluciones que no son solo posibles sino que además son mejores y habitualmente muy cercanas. Curiosamente son las entidades más prodigadas, entre ellas y como ejemplo las citadas en el post de hoy (FEC, AEP, SEDCA) sobre las que habría estar más alerta al verlas impresas en un alimento o suplemento. Como bien nos hizo llegar en su día Miguel Ángel Lureña en su blog «Gominolas de petróleo» sorprende ver que la Fundación Española del Corazón avale y haga suyas determinadas declaraciones que hace una empresa que comercializa sandías sin pepitas para promocionar su venta. Y vive Dios que no estoy en contra de la promoción del consumo de más fruta (incluida la sandía) pero desde luego no cuando se hace así, con alegaciones a medio camino entre el nutricionismo más galopante y la no legalidad cuando dichas alegaciones no están reconocidas por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. Te sugiero que visites el post al respecto en este enlace.
Por último y en el caso de la SEDCA he de decir que me puse amablemente en contacto con ellos para contrastar de primera el número de veces que esta sociedad había cedido los derechos de uso de su logo en algún producto de la industria alimentaria y con todo ello poder documentar todo lo posible esta post. Pues bien, fue en balde, tras enviar dos correos electrónicos y hablar por teléfono con ellos en una ocasión no he recibido respuesta alguna. Si te preguntas del porqué me tomo estas molestias con la SEDCA y no con otras sociedades, te diré que esta sociedad forma parte de la FESNAD, la Federación de Sociedades de Nutrición Alimentación y Dietética y, tocándome como me toca en lo profesional, no lo puedo entender: hay cosas que en mi opinión debieran estar sancionadas.
Si te ha gustado esta entrada quizá te resulte interesante consultar:
Tal y como pone en el título, con el Plan HAVISA (Hábitos de Vida Saludables), se conoce una campaña iniciada en el año 2013 promovida por la desaparecida AESAN (hoy AECOSAN, Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición) y la Fundación Alimentum (organización privada compuesta por muchas de las principales empresas de alimentación y bebidas que operan en España) que consiste, según la propia web del Plan, en una campaña de comunicación de aplicación en la TV que se concreta en la inclusión de leyendas y mensajes para la promoción de una alimentación saludable y la práctica regular de actividad física […]
Me imagino que ya sabes en qué consisten. Son esos mensajes que pasan a toda velocidad en el faldón de los anuncios de TV de aquellas empresas que han firmado la campaña y que nos advierten, aconsejan o… avisan (que hábil calambur) de lo adecuado de comer bien y moverse lo suficiente… en letra de pata de mosca y, como digo, a una velocidad que dificulta bastante su lectura.
¿Te acuerdas de aquella entrada ¿Qué es lo que “grita” un snack desde la cúspide de la pirámide? Pues vamos, más de lo mismo o parecido. Ser un alimento de los considerados superfluos y, encima, jugar a ponerse la medalla de estar en esta campaña o en aquel plan para la promoción de hábitos de vida saludables. Resulta sorprendente el importante número de empresas que firman este plan y que, sin ambages, pertencen a la categoría de productos superfluos. Estamos hablando de empresas cuyo principal negocio está basado en la producción y venta de snacks dulces y salados, de caramelos, de bollería industrial, de refrescos, de dulces y chocolatinas, embutidos y platos industriales… A esto en mi pueblo le llaman, «a Dios rogando y con el mazo dando», aunque ahora que caigo también se le puede aplicar de aquello de “atar los perros con longanizas”.
No me gustan este tipo de planes cuando quienes dicen participar en la promoción de soluciones son parte del problema. Es como si, por ejemplo, un congreso internacional de bomberos estuviera financiado en mayor o menos medida por una asociación de pirómanos. Pirómanos que luego, por haber participado en el congreso se pondrían la medalla de estar colaborando con la integridad de nuestros bosques. Pirómanos que en una absurda y paranoica realidad recibirían el reconocimiento de las autoridades por su participación en este tipo de congresos. Esto no cabría en cabeza alguna.
Sin embargo, lo que sigue sin caber en ninguna parte aunque es real como la vida misma es que empresas como las antedichas reciban premios de la administración, en este caso de la desaparecida AESAN, por su “compromiso nutricional”. Me alegro por la empresa en cuestión, qué duda cabe (ejem), pero no deja de ser curioso que sean estas empresas quienes reciban este tipo de reconocimientos. Tal y como mencionaba en esta entrada (documental que no debes perderte) se hace difícil de comprender que los directivos de ciertas industrias alimentarias reciban premios por parte de la administración en base a “sus acciones emprendidas en pro de la salud”.
Por mi parte, no digas que no te aviso, el Plan HAVISA tiene pinta de ser poco, por no decir nada, eficaz para los fines propuestos y menos si como criterio de su éxito se toma en consideración variables como el número de vistitas a su web o las encuestas en torno a su, en realidad poco probable, utilidad. Todo ello en vez de usar como criterio de eficacia, por ejemplo, la evolución de los datos al respecto de las últimas encuestas nacionales de salud, tal y como sugiere de forma acertada esta newsletter del Grupo de Revisión Estudio y Posicionamiento de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas.
Tal cual fue la pregunta que el otro día me dijo una mamá que le había dicho su hijo de 7 años al que, como todo apunta, le habían llenado la cabeza de pájaros bien sus propios padres, bien la publicidad malsana… o entre ambos, me figuro.
Desconozco a ciencia cierta qué se les puede estar pasando por la cabeza a los publicitarios de determinados productos, me refiero a los de suplementos y complementos dirigidos a ser usados de forma específica entre la población pediátrica cuando han decidido anunciarlos en aquellos canales de televisión típicamente infantiles. Me refiero a este anuncio de aquí que últimamente se puede ver en la parrilla publicitaria de no importa qué canal infantil. Se trata de Pediasure, de nuevo de los laboratorios Abbott (¿te acuerdas?), a mi modo de ver tan desnortados con aquello de hacer campañas realmente convenientes como encelados en el vender, vender, vender…
No es que esté solo en contra del planteamiento general del producto… que lo estoy y mucho, es que lo de esta temporada riza el rizo al haber contrastado como sus anuncios han pasado de los canales generalistas (los que sean) a los específicos para niños. ¿De verdad alguien en su sano juicio puede pretender que sea un niño de los que ven estos canales (de la misma edad que los que salen reflejados en el propio anuncio) los que decidan sobre la necesidad de usar un complemento o suplemento? ¿No estarán facilitando la génesis de trastornos compulsivos, de culpabilidad, frustración, miedo al fracaso… completamente infundados en la mayor parte de los casos?
Habrá quien pueda argumentar que los ponen en esos canales para que esa publi llegue también a los cuidadores de esos niños que están viendo la TV en ese mismo momento. Claro, por eso también en CLAN, Boing, Disney Channel, etc. se anuncian coches, productos financieros… y ya puestos, condones… al final, ¿quiénes más interesados en controlar su prole que aquellos que ya han llegado, supongamos, a un número de hijos determinado y están viendo con ellos la TV? (esto último se trata, evidentemente, de una ironía)
No soy ni mucho menos el único que se ha dado cuenta de la situación, la semana pasada en el blog TodoMundoPeques se hacían eco en esta entrada de este desastroso binomio entre los canales de dibujos animados y los anuncios de estas cosas.
De todas formas como digo, esta nueva estrategia no deja de ser a mi juicio más que un suma y sigue, una constatación de una mala estrategia inicial a la hora de plantear la venta de un producto cuyo principal mercado debiera observarse en las zonas más deprimidas del planeta en lo que se refiere a las cuestiones alimenticias.
Sin ir más lejos hace ya un tiempo Aitor Sánchez daba cuenta en su blog Mi dieta cojea del desacierto de estos planteamientos. Al igual que Julio Basulto cuando en su muy recomendable “Se me hace bola” le dedica una sección entera al “malcomimiento” de nuestros hijos (página 164) y trae a colación un producto que, sin nombrarlo, no puede ser otro que este del post de hoy.
Esto que se puede contrastar fácilmente cuando se mete uno en la página web del producto y se accede al torticero e intencionado test para que respondiéndolo sepas si estás o no ante un hijo malcomedor. Evidentemente, al igual que Julio, en mi caso (en el de mis hijas) también respondo de modo afirmativo a buena parte a esas 5 “sencillas” preguntas que te hace el fabricante con toda la buena intención. Y según ese resultado estoy ante unas niñas malcomedoras, candidatas ideales a embutirles con el batidito de turno, hacerles creer que son malcomedoras y, esto lo digo yo, empezar a fomentar el uso sinsentido de suplementos y complementos cuando estas sean mayores.
Volviendo a la mamá y a su preocupado hijo con un flagrante sentimiento de culpabilidad y frustración con aquello de ser un niño “enclenque” (palabra que me imagino le habrán dicho en casa sus papás o sus abuelos cuando no se comía todo aquello que los adultos habían establecido que se tenía que comer); más les valdría dejarse de tonterías. Y a los otros, sería estupendo que dejaran de usar estrategias para que niños y papás se preocupen de forma infundada.
Las empresas farmacéuticas, sabedoras de las preocupaciones de los padres por la alimentación de sus hijos, han lanzado al mercado una serie de productos que se venden como complementos nutricionales […] Se trata de productos con un alto valor energético por dosis […] Además, estos productos contienen otros nutrientes: grasas, proteínas, hidratos de carbono, vitaminas y minerales que, si su hijo no necesita, pueden llegar a desequilibrar su alimentación […] Y además, todo esto tiene un coste elevado. El precio de un sobre de Meritene o PediaSure oscila entre los 1,50 y los 2 euros, dependiendo de si hay que añadir leche al preparado. Al cabo del mes, esto puede suponer un gasto de hasta 120 euros por niño. Una cantidad nada despreciable… sobre todo para algo que no es necesario. [Por lo tanto] No son la solución.
La OCU tampoco está sola, además de una buena parte de dietistas-nutriocionistas que sostienen este posicionamiento, también hay muchos médicos y pediatras que están en contra, no sé si tanto de este tipo de productos, sí desde luego en la forma con la que en su promoción acceden los fabricantes a los posibles clientes. Tienes un ejemplo aquí, aquí y aquí.
Y para dejar el tema ya por finiquitado y lacrado te dejo este genial vídeo (para no variar) del pediatra Carlos González.
Viernes again, y siguiendo una reciente tradición en el blog, vamos con cuestiones prácticas sobre el cómo comer lo que comemos y, espero, buenas formas de llevar a cabo esta cotidiana e imprescindible faceta humana. Bueno, aunque siempre habrá quién ponga la nota discordante, ¿verdad, Robert?
Así pues, para todos aquellos que nos gusta comer de verdad o bien para los que necesitan buenas ideas y herramientas para organizarse hoy continúo con los consejos a la hora de planificar el habitual condumio. Bien, en principio se entiende que ya hemos planificado qué es lo que vamos a comer en los próximos días; hemos hecho los deberes, hemos preparado la plantilla y sabemos que poner en ella para la próxima semana gracias al calendario de menús… platos que a su vez estaban ya en el listado de platos y perfectamente descritos en el recetario. Toca ir a la compra.
En casa lo tenemos claro, esta, la compra gorda, la realizamos el sábado por la mañana y en el mercado. En nuestro caso en un mercado de barrio, con sus puestos de pescado, sus carnicerías, pollerías, verdulerías y demás. Una de las ventajas de hacer la compra en el mercado es que no te vas a tropezar con tonterías.
Así pues, el sábado, mientras el desayuno familiar tiene lugar, ecléctico en una buena parte de nosotros (mi santa no, que va a lo suyo en estos temas), nos dedicamos, entre todos a preguntarnos qué hemos de comprar para preparar aquello que hemos decidido comer. A continuación es el turno del teléfono y de llamar a todos los puestos en los que hemos previsto comprar… y hacer el pedido. No tenéis ni idea del tiempo que se ahorra. Llegas un par de horas después de la llamada y: Hola Jorge, ¿tienes mi pedido? Sí aquí está. ¿Cuánto es? 13,50€ por ser tú. Hala majo, ¿todo bien? Bueno, sí la puta crisis, ya sabes. Qué me vas a contar. Pues eso. Ciao y gracias. Gracias a ti, ciao.
Este es un ultra resumen de lo que suele suceder obviando todos los posibles matices que rompen esa agradable rutina que supone el roce con esa persona en la que confías y que te vende, te aconseja y se preocupa por poner a tu disposición aquello que tú y los tuyos habéis decidido comer.
Los inconvenientes de esta práctica son solo los que se desprenden de la necesidad, solo inicial, de “hacer mercado”, de darte a conocer, de preguntar a cada uno de los tenderos de cada puesto que frecuentas qué está bueno, qué no lo está, de darles un feedback la próxima vez que los ves: “joder Juan, cómo estaban aquellos guisantes del otro día; oye Raúl, el rodaballo que me llevé, impresionante” Y si hay algo negativo, pues también, vas y se lo dices: “Mecagüen tu pelo Ramón, los pimientos de Padrón esos que me llevé y que me aseguraste que no picaban… te los puedes meter…” Pero siempre de buen rollo. Tú comes los que ellos te dan. Cuidadín.
Además, sí los piropos los dices en voz alta cuando el puesto tiene una buena cantidad de parroquianos y, por el contrario, las quejas se las dices por lo bajini… ya tienes ganado un fiel tendero para toda la vida. A partir de ahí, puedes sin miedo preguntarle: Oye Ramón, qué tal están a estas alturas las mandarinas ¿estás buenas, puedo llevarme un par de kilos sin miedo?… Te responderá como si fuera para sus hijos, con total garantía.
Después de tanta justificación solo me queda hacer un resumen de las ventajas que yo le encuentro a comparar en el mercado:
Se compra sin distracciones, tan frecuentes en las grandes superficies, vas a tiro hecho. Eso no quita que si una vez en el mercado ves algo en lo que no habías caído, pues te lances a comprarlo… pero con la garantía de que lo que compras es comida.
Las probabilidades de comprar alimentos de temporada y de cercanía aumentan. Sé que esta no es una garantía total (tomates en febrero… ¡por dios!) pero ayuda bastante a comprar productos en su mejor momento y a mejor precio, en especial frutas, verduras, hortalizas y pescados.
Los alimentos que tú comes te los ponen a tu disposición personas. Aquellas con las que se puede comentar, criticar, alabar el estado, sus propiedades, formas de cocinado, etcétera. Conversaciones en las que a menudo participan otras personas… ¡genial!
En esas conversaciones, acompañado de tus hijos, estos aprenden. Y aprenden más allá de las cualidades de los alimentos y su temporalidad, aprenden relaciones humanas. Y que más humano que el planificar la comida (al menos en nuestro tiempo)
Puedes encargar la compra, te saltas las colas del resto de usuarios si así lo prevés. No te llevan la compra a casa (algunos sí) y ganas tiempo.
Y no lo puedo negar, al menos en mi opinión, los víveres adquiridos en este entorno son de una significativamente mejor calidad que la de los supermercados.
Dejar para el súper aquello que solo puedes comprar en el súper… algo que te acerca al hecho de comer comida, ¿te acuerdas?.
Me despido, no sin antes echar de menos una de las pocas publicidades que hace tiempo se podían ver este blog y que he de decir que me conmovió, hoy ya no; no está (un servidor no controla estos detalles, ya lo siento). Esa publicidad hacía referencia a: practica el mercating, una publi que animaba a los usuarios catalanes a comprar en sus mercados.
Nota: Con esta entrada no quiero “echar tierra” sobre otras formas de comercio (supermercados, venta on-line, etcétera) que merecen todo mi respeto. Esta es tan solo una reflexión particular que, al menos en mis circunstancias, y en la de todos aquellos que se sientan identificados, quizá pueda serles útil. De hecho, no puedo negar que para ciertas cosas (incluso comestibles) terminemos recurriendo a esos otros tipos de comercio. Pero eso será motivo de otro post.