El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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¿Programados para ser gordos?

Tal es el título del documental que me gustaría compartir hoy con vosotros. A pesar de la sencillez del planteamiento de que más ingesta y menos gasto termina en un resultado de obesidad y que, pese a quien pese, sigue siendo en mi opinión válido; el hecho incontestable es que en el resultado final de esta ecuación (engordar-adelgazar-mantenerse) intervienen muchos otros factores que tienen una difícil comprensión (de momento). Se sabe de la influencia de la genética, de la importancia de un entorno más o menos facilitador, del peso de algunos elementos que tendrían su aplicación en la conocida como epigenética, etcétera. Es decir, el planteamiento original es sencillo (consumo y gasto) pero la explicación del resultado final es terriblemente complicada. O al menos así son nuestras circunstancias actualmente. ¿Por qué parece que algunas personas pueden comer lo que quieran y no engordar y a otras, por ejemplo, les cuesta terriblemente adelgazar incluso con los planes dietéticos mejor planificados?

En el documental que hoy os traigo se formulan algunas hipótesis con las que ayudar a explicar cómo incluso antes del nacimiento se empiezan a recibir estímulos del exterior que posiblemente condicionen la forma y manera en la que nuestro cuerpo va a gestionar esa delicada ecuación energética.

De todas formas, no conviene sacar conclusiones precipitadas con su visionado. Además de los elementos que  se ponen de manifiesto en el documental, en especial el de algunos agentes químicos que podrían modificar el delicado equilibrio endocrinológico (los llamados «obesógenos»), habrá que tener en cuenta que hay muchos otros factores. Si no es conveniente ser reduccionista en un sentido, tampoco conviene serlo en el otro. De hecho y a pesar de lo fácil que sería quedarnos en los titulares (engordas o adelgazas en base los contaminantes ambientales y su influencia sobre la expresión de tus genes), la mayor parte de los intervinientes en este documental coinciden en afirmar que si bien sus hipótesis podrían desempeñar un papel destacado en la ecuación del peso corporal, el efecto del consumo de alimentos y la práctica de mayor o menor actividad física siguen siendo elementos muy importantes.

Aquí os dejo este enlace en la página web de RTVE “a la carta”. También podéis verlo aquí:

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Nota: quiero agradecer a todas las personas que me han hecho saber de la difusión de este documental y de lo interesantes de sus contenidos, en especial a José Javier (@j_javierlopez) un alumno de la USJ, y por supesto a mi padre que se ha esforzado por avisarme de todas las veces que se ha emitido el documental en RTVE.

Nutrición-área 51: La flora intestinal como condicionante del peso

Clostridium_difficileYa comenté en el nacimiento de esta subsección que en ella tendrían cabida algunas cuestiones que forman parte de la investigación en materia de alimentación, nutrición y salud y que no todos ellas tenían porque ser “disparatadas” o anecdóticas. El de hoy no es, en principio, ninguno de estos esos casos tal y como sucedió en la entrada de los ciclos-futiles. En resumen se trata de lo siguiente, al parecer, recientes hallazgos han puesto de relieve la posible relación de la flora intestinal con el estatus ponderal o bien con la facilidad vs dificultad para adelgazar.

Antes de continuar no quiero que pienses que he perdido el norte. Sigo siendo de la opinión que la obesidad es una enfermedad multifactorial, que puede ser descrita de forma simple (o incluso simplista) como el resultado de un desequilibrio a largo plazo en términos energéticos entre la ingesta y el gasto energético, equilibrio en el que interviene de forma importante la genética de cada individuo. Sin embargo, mientras que los hábitos alimentarios modernos (caracterizados por la sobre-abundancia) y nuestro estilo de vida (cada vez más sedentario) son algunos de los principales elementos que facilitan el espectacular auge de la obesidad, algunos científicos se están volcando en la investigación de otros posibles factores de riesgo. Uno de esos elementos más recientes ha surgido en los últimos años y especula con la relación entre la obesidad y la composición y funciones de los microrganismos (las bacterias) de nuestro tracto digestivo.

De momento los resultados son controvertidos, es decir no está nada claro, ya que hay estudios de todo tipo, tanto en modelos animales como en humanos y sus resultados contradictorios. La mayor parte de estudios se centran en la distinta proporción de dos Phyla de microrganismos los bacteroides y los firmicutes. Así, buena parte de los estudios ya sean en animales como en humanos que han encontrado asociaciones entre una particular población microbiana y la obesidad apuntan a que en los individuos obesos la población de bacterioides está aumentada y la de firmicutes reducida frente a aquellos otros no obesos. Incluso hay estudios que han puesto de manifiesto un cambio en la población de bacterias tras el adelgazamiento.

Sin embargo, otros estudios no han encontrado tal relación y achacan la variación en la población microbiana a otros factores, entre ellos la composición de la dieta. Más en concreto a la presencia de determinados elementos tales como grasas con un determinado perfil lipídico, la mayor o menor presencia de fibra, etcétera.

En resumen, el debate sobre la importancia en el desarrollo y tratamiento de la obesidad de la relación entre Bacteroides y Firmicutes sigue totalmente abierto. Uno de los elementos más obvios a tener en cuenta para la caracterización de la flora microbiana son las diferencias en la genética del huésped. Además, hay otros factores importantes que convendría tener en cuenta antes de sacar conclusiones precipitadas en este asunto. Entre esos factores están, el tipo de dieta restrictiva efectuada en el caso de adelgazamiento, la magnitud de la pérdida de peso y la duración del estudio. Es posible que el más importante de estos factores esté relacionado con la composición en macronutrientes de la dieta.

Otra cuestión por dilucidar especialmente relevante es si las poblaciones de estas bacterias son responsables de las variaciones del peso o en sentido contrario su ecosistema cambia como consecuencia de la dieta que en cada momento se sigue. Es decir, queda por esclarecer si los cambios en la tipología y cantidad de las bacterias presentes en nuestro organismo son causa o efecto de las variaciones en el peso.

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Foto: Centers for Disease Control and Prevention vía Wikimedia Commons

“Nutrición-área 51”: Los ciclos fútiles

Área 51_The Lost WandererPor si no estás al corriente, como “Área 51” se conoce al asentamiento de una base militar estadounidense en la que supuestamente se llevan a cabo investigaciones súper secretas  sobre armas, naves, vida alienígena y toda esa clase de cosas que tantas especulaciones genera (haya o no algo de cierto en ellas) y que tantos guiones hollywoodienses inspira .

Con este nombre, el de “Nutrición-área 51”, quiero abrir una especie de subsección de este blog en el que se dará cuenta de teorías, hipótesis, proyectos, etc. que o bien en este momento sean líneas de investigación más o menos interesantes y curiosas, o bien sean auténticas simplezas científicas, aunque no por ello dejen de formar parte del vocabulario y del “conocimiento” popular. Todo ello evidentemente relacionado con la nutrición.

La entrada de hoy, con la que doy por inaugurada esta subsección, va un poco de este rollo, de  una hipótesis que suena fenomenal teóricamente en relación con la regulación y control del peso corporal pero sobre la que de momento no se ha demostrado su existencia o comprendido su finalidad, si es que la tiene. No obstante, podrían tener una aplicación práctica en el futuro. Abrimos “Nutrició-área 51 para hablar de lo que se conoce como el paradigma de los ciclos fútiles (futile cycle en inglés)

¿Qué son los ciclos fútiles?

Veámoslo primero a las bravas, y luego con las explicaciones. Los ciclos fútiles son esas reacciones que implican un camino de ida y vuelta al mismo tiempo y que tienen direcciones o resultados opuestos y que por lo tanto no tienen ningún efecto general más allá que la utilización de energía, de forma más típica el disipar esta energía en forma de calor. Si no has entendido nada, no te culpo. A pesar de la sencillez del concepto, dicho así suena raro.

Para que me entiendas los ciclos fútiles tendrían el análogo televisivo del genial José Mota con su conocido “Si hay que ir se va… pero ir pa ná es tontería” pero aplicado a las rutas metabólicas que se siguen en nuestro cuerpo.

Imagina que fruto de tu normal metabolismo una molécula se transforma en otra, y que al mismo tiempo (o a continuación) esta segunda vuelve a transformarse en la primera y todo eso repetido cientos o miles de veces a la velocidad de milisegundos. Nada cambia en tu naturaleza (sigues siendo el/la mismo/a) pero sin embargo ha habido un consumo de energía necesario para obrar tales reacciones. Es un “ir pa ná metabólico” que, eso sí, gasta energía que se disipa en forma de calor.

Futile Cycle

Otras teorías sobre los ciclos fútiles implican a los grupos o enlaces de las propias moléculas y no a moléculas distintas. Es decir, se darían cuando por ejemplo los grupos hidroxilo de, pongamos una molécula de glucosa, se intercambia con otro grupo hidroxilo, exactamente igual, de la misma molécula. Es evidente que ha habido un cambio, que ha habido un trabajo en el término más físico de la palabra, que ha precisado de una cierta energía, y que sin embargo no se ha traducido en un cambio apreciable.

¿Se producen realmente, sirven para algo?

Sobre la primera posibilidad comentada parece claro que se realiza en una determinada proporción, la segunda no tanto. En cuanto a su utilidad hay diversas teorías. Se considera que es una forma de regulación de las distintas rutas metabólicas que implicaría la mayor o menor concentración de un sustrato en un momento dado. Sin embargo, también se teoriza sobre si estos ciclos fútiles podrían intervenir en la explicación de porqué la población tiene una mayor o menor dificultad para engordar. Así, en las personas con una mayor tendencia al aumento de peso habría una menor presencia de ciclos fútiles y en las más resistentes al aumento de peso mayor presencia. Más ciclos fútiles implicarían un mayor consumo de energía y todo ello con una base genética. Por último, los ciclos fútiles también podrían estar implicados en los procesos de termogénesis y de regulación de la temperatura corporal al ser el calor disipado una de las consecuencias más evidentes de la utilización de energía cuando se llevan a cabo.

De momento no hay mucho más sobre el tema de los ciclos fútiles. Así que cerramos por hoy la “Nutrición-área 51” a la espera del próximo expediente que tendrá, ya lo adelanto, mucha más repercusión en el mundo de las dietas milagro a pesar de tener mucha menos base que el tema de hoy. En la próxima entrega: “las calorías negativas”.

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Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

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Foto 1: The Lost Wanderer

Foto 2: Akane700 vía Wikimedia Commons

Dos historias de indios para entender la cocacolonización

Vaya por delante que el término cocacolonización no es de mi cosecha (ver cocacolonización). Sirve para que muchos autores y una buena parte de la comunidad científica hayan propuesto una relación ¿causal? entre el avance económico, industrial y social de una población y el aumento de la obesidad, la diabetes mellitus tipo 2 y otras enfermedades metabólicas en dicha comunidad. Vean, por ejemplo, este artículo publicado en el prestigioso “Journal of Internal Medicine” titulado “Globalization, coca-colonization and the chronic disease epidemic: can the Doomsday scenario be averted?”  y que se podría traducir como “Globalización, cocacolonización y la epidemia de las enfermedades crónicas: ¿Puede evitarse el día del juicio final?”

Aunque con este nombre se pone de forma clara a una conocida marca de refrescos en la picota, el tema es mucho más complejo y, evidentemente, abarca más a un determinado estilo de consumo que a marcas concretas.

Para ilustrar la cuestión cocacolonizante hoy traigo dos historias, ambas bastante bien documentadas con una extensa bibliografía científica y luego cada cual que saque las conclusiones que quiera.

Los indios Pima divididos en dos ambientes

La primera de ellas es la curiosa, por no decir dramática, historia de los indios Pima y la diabetes.  Resulta que, en su origen, estos indios americanos estaban establecidos en un relativamente extenso territorio que ocupaba lo que hoy día es la frontera entre Estados Unidos y Méjico. Fuera como fuera que se desarrollaran los acontecimientos que terminaron por delimitar los límites de los dos países, el caso fue que esta raza de indios especialmente endogámica (es decir, con pocas diferencias genéticas entre sus individuos) terminó dividida, viviendo una parte en el estado de Arizona de los USA y la otra en Méjico entre los estados de Sonora y Chihuahua.

Estando así las cosas y quedando las dos poblaciones de indios de la misma raza sujetos a distintas condiciones ambientales, resultó que en los años 60 del pasado siglo XX los estudiosos de estos temas identificaron una serie de diferencias más que significativas entre ambas poblaciones, sobre todo en lo referente a la prevalencia de determinadas enfermedades, más en concreto de obesidad y de diabetes. La población asentada más al norte, en USA, y viviendo en reservas al más puro estilo american way, mostraba una mayor prevalencia tanto de obesidad como de diabetes en comparación con sus vecinos del sur que, al no vivir en reservas, aun conservaban en cierta medida el modo de vida de sus antepasados y seguían manteniendo un estilo de vida mucho más activo, practicando la caza y la recolección para proveerse de sustento. Las diferencias en cuanto a su estilo de vida se resume en los múltiples estudios de los que han sido objeto estos indios. Las más patentes son que el Pima Mejicano dedica 23 horas a la semana al trabajo físico intenso y que su alimentación se caracteriza por seguir un patrón más tradicional. Por el contrario, la población Pima de Arizona vive como muchos de los norteamericanos modernos, realizando actividad física sólo dos horas a la semana y siguiendo una dieta con más «industrial». Resumiendo que los del norte fueron cocacolonizados, sufriendo las consecuencias que en principio ello conlleva, y los del sur no.

(Inciso curioso: ¿Se acuerdan da la peli de Clint Eastwood “Banderas de nuestros padres”? Pues bien, uno de sus protagonistas, uno de los soldados que alzó la bandera norteamericana sobre el monte Suribachi en la isla de Iwo Jima, fue supuestamente el soldado Ira Hayes que era de origen Indio, en concreto Pima –en la peli encarnado por el actor Adam Beach-)

 

Los nativos de Nauru en la Micronesia.

Otro ejemplo, anterior en el tiempo al de los Pima, se ha observado en los Nauruanos, habitantes de una pequeña isla del Pacífico Sur, Nauru (aunque los datos son similares cuando se comparan las poblaciones nativas de esta amplia región en base a que hayan recibido o no la influencia de la “occidentalización”). Sus pobladores vivían tranquila y despreocupada en cuestiones de salud hasta la llegada de la colonización occidental y con ella un patrón de alimentación superabundante y desequilibrado, que convirtió a sus habitantes en la población más obesa del planeta (hoy por hoy, casi 8 de cada 10  nauruanos son obesos) y con una alta prevalencia de diabetes. Y es que este tipo de poblaciones son, por su genotipo, especialmente vulnerables en un ecosistema de sobreabundacia alimentaria. Sobre el porqué unas poblaciones son más sensibles que otras a este tipo de cambios en su entorno tiene respuesta en el llamado “gen ahorrador” del que seguro hablamos en otra entrada.

Estos dos casos muestran que al mismo tiempo que cambian una serie de condicionantes socioculturales y económicos (disponibilidad de alimentos, características de los mismos, etc.) se produce un cambio en el perfil patológico de las dos poblaciones observadas. Es cierto que de esta observación no se puede derivar una causalidad cierta, pero qué duda cabe que pese a no poder establecerse esta causalidad la explicación de los mecanismos de las causas se presenta bastante coherente y sólida. Un ejemplo perfecto de las razones por las que de un estudio observacional no se han de extraer conclusiones precipitadas lo pueden encontrar en este irónico post de Alimmenta en el que se postula (insisto, de forma irónica) que el crecimiento de la obesidad está relacionado con el uso de lentillas correctoras, a fin de cuentas el aumento en el uso de este elemento corrector y el crecimiento de la obesidad en el mundo corren paralelos.

Para finalizar este cocacolonizador viaje creo que es necesario volver la vista hacia nuestro entorno y percatarse de que independientemente que sus habitantes seamos más o menos genéticamente sensibles al exceso gastronómico y al sedentarismo, de un tiempo a esta parte estamos sufriendo un incremento de las cifras de sobrepeso y obesidad (con todas sus consecuencias metabólicas: diabetes, hipertensión, etc.) Resulta doloroso reconocer, al tiempo que paradigmático, que esta civilización que en su día fue cuna de la Dieta Mediterránea haya sido también cocacolonizada.

 

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Foto tienda: Ryan Greenberg

Foto Ira Hayes: Judge Rock

Foto nauruanos: cordyceps

“Daisy”, la vaca que da leche hipoalergénica

Daisy, la vaca de la foto es el nombre que se le ha puesto a una vaca modificada genéticamente por un equipo de científicos neozelandeses con el fin de poder producir leche de vaca hipoalergénica (aunque en realidad, Daisy sea todavía una tierna ternerita).

Antes de meterme de lleno, déjenme decir que para mí el nombre de “Daisy” siempre me ha evocado, no lo puedo evitar, la película “2001: Una odisea del espacio” cuando HAL-9000 (el ordenador de la nave) canta la canción homónima cuando Dave (su protagonista) procede a desconectarlo. Conmovedora secuencia.

Por cierto y ya que estamos, ¿saben por qué esta canción aparece en el guión? Me imagino que muchos ya sabrán que la peli está llena de guiños. Uno de ellos es el nombre del ordenador “HAL”, que es el acróstico de Heuristically programmed ALgorithmic computer  pero además, cada una de estas letras es la antecesora en el abecedario a otras tres, en concreto “IBM”. Y la canción en cuestión, “Daisy Bell” es, “curiosamente”, el tema que “cantó” el primer ordenador (de IBM) capaz de vocalizar en 1961.

Bien, al lío. Tras varios años de dura investigación los investigadores de la empresa neozelandesa AgResearch han conseguido hacer viable el embrión de una vaca lechera muy especial y sacarlo adelante. La particularidad de Daisy es que ha sido modificada genéticamente para que la leche que dé no contenga aquel tipo de proteínas que con frecuencia están implicadas en la alergia a la leche de vaca en personas predispuestas (en torno al 2 a 3% de los neonatos). Curiosamente algunos medios de comunicación han confundido este hallazgo de la «hipoalergenicidad» con el de la intolerancia y se han apresurado a anunciar (confundiéndose) que “Científicos neozelandeses crean genéticamente una res cuya leche no causa intolerancia” en un claro ejemplo de mezclar churras con merinas (bueno en este caso más bien, alpinas con frisonas). Los detalles de la investigación los pueden leer de primera mano en este enlace que dirige directamente a la web del laboratorio en cuestión.

 

La alergia a la leche de vaca no es intolerancia

Como ya se explicó en la entrada “Intolerancias que son la leche: Intolerancia a la lactosa” y en esta otra “Intolerancia a la lactosa: Alimentos y personas implicadas una cosa es la alergia y otra la intolerancia. La alergia a las proteínas de la leche de vaca esta propiciada en mayor parte de los casos (no en todos) por unas globulinas (una clase de proteínas) presentes en su suero. En concreto, con este trabajo se pretende reducir de forma importante la fracción de estas proteínas denominada betalactoglubulinas una de las más presentes en el suero lácteo.

Aun pasarán bastantes años antes de que esta leche pueda ser comercializada, han de superarse numerosos ensayos y controles previos con los que su seguridad pueda ser certificada. En el camino, también explicar el porqué Daisy ha nacido sin cola, una rara enfermedad congénita en las vacas. Entre tanto, diversas plataformas ya han mostrado su disconformidad en relación con la ingeniería genética, y es que hay que tener en cuenta que Nueva Zelanda es precisamente unos de los estandartes mundiales pro-ecologistas. De todas formas esta línea de investigación se suma a otras ya bastante avanzadas como aquella de obtener especímenes transgénicos (en este caso bitransgénicos) con el fin de conseguir que las vacas den una leche con algunos elementos propios de la leche humana tales como la transferrina y la lisozima humanas, ambas proteínas de cometido diverso, pero con indudable valor en el desarrollo de los lactantes.

Si me permiten una pequeña broma, si los neozelandeses me hubieran preguntado yo le hubiera puesto otro nombre a la vaca en cuestión. Por ejemplo, y ya que están en las antípodas y que la manipulación genética está por medio, en vez de “Daisy” creo que el nombre de “Mutilda” le hubiera quedado que ni pintado.

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Foto: Afencia EFE

Transgénicos e intransigentes (Capítulo 2)

Antes de comenzar (o de continuar, ver el capítulo 1 sobre este tema) he de decir que no me voy a meter en cuestiones de política, intereses y demás. Sólo alimentación y salud. Luego ya, que cada uno piense, diga y haga lo que quiera.

¿Con qué fin se diseñan y producen alimentos transgénicos?

Desde muy antiguo el Ser Humano ha pretendido modificar su entorno alimentario con el fin de sacar un mayor provecho (más rendimiento, mejores cosechas, frutos o semillas de más peso, de mejor sabor, más resistentes a determinadas circunstancias, etc.) Durante mucho tiempo estas modificaciones se han realizado mediante el método de prueba y error; aquellos cruces o variedades que el azar ponía en nuestras manos como ventajosas las seleccionábamos y las otras, las desechábamos.

Con los transgénicos se trata, en esencia, (y ya dije que no me iba a meter en cuestiones políticas ni económicas) de lo mismo pero con una búsqueda mucho mejor dirigida hacia aquella característica que queremos obtener y que no tenemos.

¿El uso de alimentos transgénicos nos hace más resistentes a los antibióticos?

No. En realidad la capacidad de generar resistencia a los antibióticos atañe a los organismos que son objetivo de esta herramienta terapéutica, las bacterias, los animales superiores como el Ser Humano no pueden hacerse resistentes a los antibióticos. Para que me entiendan, los antibióticos son al cañón lo que las bacterias a la diana sobre la que se dispara con dicho cañón. Una determinada cepa bacteriana puede generar resistencia a un antibiótico, pero no un perro, un señor o una niña. A partir del planteamiento de qué es un organismo transgénico (la inclusión de un gen distinto a su especie) no se desprende ninguna relación posible, ninguna, con que otro organismo (en este caso un microrganismo) se haga resistente a un determinado antibiótico. Salvo, eso sí, que el gen que se le transfiere a esa bacteria, y que la hace transgénica, le dote de esa facultad. En general, la pérdida de la eficacia de algunos antibióticos responde más a un mal uso o al uso indiscriminado de los mismos que a la presencia de alimentos transgénicos en nuestra dieta. De verdad, es que no veo la forma lógica de meter a los transgénicos en la ecuación de los antibióticos, salvo por la ya mencionada.

¿El uso de transgénicos nos hace ser más alérgicos?

Sería posible que alguien mostrase una alergia a un alimento transgénico sí, al mismo tiempo, fuese alérgico a algún componente del organismo del cuál procede el gen que hace que el alimento sea transgénico. Si alguien es alérgico a los cacahuetes y no lo es al arroz y se elabora un arroz transgénico con genes del cacahuete, entra dentro de lo posible que ése arroz le despierte una reacción alérgica, la misma o similar que si comiera los cacahuetes a los que ya era alérgico. Pero no en otras personas que no son alérgicas ni a uno ni a  otro alimento. Los mecanismos de una respuesta alérgica no tienen, en principio, nada que ver con el proceso de producción de un alimento transgénico (salvo que  afectara a personas ya alérgicas a ese tipo de proteínas codificadas por el gen transgénico).

Tal y como exclama JM. Mulet (@jmmulet) en su muy recomendable “Los productos naturales ¡vaya timo!¿Por qué Greenpeace no se preocupa de prohibir los melocotones, los cacahuetes, el pescado y el marisco cuyas reacciones alérgicas son causa de miles de muertes cada año? Y sí, sin embargo, la misma Greenpeace pide la prohibición de los transgénicos alegando que producen alergias.

Y digo yo, para hacer este tipo de reclamaciones, ¿no sería prudente conocer al menos un caso documentado de muerte producida por la alergia a un alimento transgénico?

Por cierto y ya que estamos, recomiendo a todo el mundo la lectura de este fantástico libro que no es sino un alegato contra la estulticia sobre la que se sostienen muchas de las teorías ecologistas indocumentadas. Rigor científico y buenas dosis de ácido humor se dan cita de la mano de innumerables ejemplos con los que desmontar muchas de las tonterías que se nos venden bajo el paraguas de “natural”. Pues no, “lo natural” (suponiendo que eso exista) no debe ser sinónimo de guay, ya que también hay argumentos para pensar todo lo contrario.

Apoyando una de las tesis de Les Luthiers, insisto en que es un libro interesante para todo el mundo: si les gusta lo pueden recomendar a sus amistades y quedar bien; si por el contrario no les gusta siempre se lo pueden regalar a alguien que les caiga mal.

¿Hay alimentos transgénicos en el mercado?

La actual legislación permite la comercialización de alimentos transgénicos destinados a la alimentación humana, sin embargo, su presencia en el mercado es inexistente o, en todo caso, anecdótica. La explicación es sencilla: Las personas que podrían comercializar estos productos (y ganar dinero haciéndolo) no son tontas. Los transgénicos generan rechazo y, por lo tanto no se venderían. Así, la práctica totalidad de la producción transgénica en España se destina a la alimentación animal.

Es una situación relativamente similar a la del aceite de colza. En España este aceite no se vende como tal en los supermercados, cuando resulta que es un producto perfectamente válido (muy soso, pero válido). El recuerdo aun fresco en la memoria colectiva de los hechos derivados del síndrome tóxico (también llamado síndrome del aceite de colza desnaturalizado) en relación con este aceite en los años 80 aun pesa demasiado como para poner este producto como tal a la venta en España (otra cosa es que no forme parte de los ingredientes de algunos alimentos bajo el intrigante nombre de «aceites vegetales» -en algunos casos por no poner aceite de colza-). Y todo ello a pesar de que en otros países de Europa se puede adquirir fácilmente y nadie se lleva las manos a la cabeza

¿Los alimentos funcionales provienen de organismos transgénicos?

Ni hablar del peluquín. Los alimentos funcionales que actualmente conocemos son alimentos «normales» a los que se les ha quitado, añadido o sustituiudo un componente nutricional con el fin de obtener un beneficio sobre la salud o mejorar su perfil nutricional. En los alimentos funcionales que todos comocemos no hay ingeniería genética de por medio. Eso no quita para que un día se produzca un alimento transgénico que sea catalogado como funcional. Lo cual no es improbable ya que, por ejemplo, un trigo transgénico sin gluten podría perfectamente tildarse al mismo tiempo como funcional (por poner un solo ejemplo entre los muchos posibles).

¿Las grasas «trans» tiene alguna relación con los alimentos transgénicos?

Para nada. El denominar a un determinado tipo de grasas con el adjetivo «trans» sirve para distinguir a unos ácidos grasos insaturados de otros «hermanos» suyos sobre los que se usa el adjetivo «cis». Muy en resumen, «cis y «trans» hacen referencia a moléculas similares (pero no iguales) que teniendo la misma composición la organizan de distinta forma (isómeros). No tiene absolutamente nada que ver con los organismos transgénicos (ni con los alimentos derivados de estos).

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Foto: DailyPic

Transgénicos e intransigentes (Capítulo 1)

Pasando por encima de algunos conceptos básicos sobre biología que harían falta para comprender de forma adecuada esta entrada (y las que vendrán) responderé a algunas cuestiones básicas sobre este universo, el de los transgénicos, que no deja de herir susceptibilidades.

¿Qué es un organismo transgénico?

Todos los organismos vivos, pertenezcan al Dominio y al Reino taxonómico que pertenezcan (bacterias, protozoos, hongos, vegetales o animales) son portadores de un determinado material genético que les es propio y que les distingue del material genético de cualquier otra especie. Repito: esto es inherente a todos los seres vivos. Un organismo transgénico, pertenezca al Reino que pertenezca es un organismo al qué, además de su material genético propio, se le ha incorporado en su genoma el gen de otro ser vivo, de otra especie, con un fin específico.

¿Qué es un alimento transgénico?

Todos los alimentos (salvo el agua, que también entra en la definición de alimento) proceden directamente de algún ser vivo tras haber sufrido una mayor o menor transformación antes de ingerirlos. Con este origen, y tal y como se ha visto en la respuesta anterior, es fácil comprender que todos los alimentos son susceptibles de aportarnos su material genético, es decir, el material genético del organismo de procedencia. Pues bien, un alimento transgénico es un alimento qué incluye un gen diferente al de su especie.

¿Comer alimentos transgénicos podría mutar nuestro genoma?

No. Y la explicación es muy sencilla. Ya que la misma duda también podría plantearse con los alimentos no transgénicos. A fin de cuentas, al comer alimentos no transgénicos también introducimos en nuestra dieta los genes de esos organismos que nosotros decidimos poner en nuestro plato; y que yo sepa nadie ha recombinado sus genes con los de un pepino, una naranja, un pollo o una merluza y se ha convertido en una especie de mutante mitad humano, mitad naranja (aunque ahora que lo pienso quizá conozca a algún mutante humano-besugo. Es broma).

¿Y por qué no podría?

Que esta fantacientífica recombinación-hibridación entre nuestro genoma y los genes presentes en los alimentos no sea posible responde a la siguiente explicación -y siento que la cosa se ponga un poco complicada, pero es necesario-. Pongamos un ejemplo: Es bien posible que en nuestra dieta ingiramos genomas completos de aquello que hemos decidido establecer como alimento. Para ponerlo bien claro supongamos que alguien se come una ostra como Dios manda que se coman las ostras, vivitas y conchendo, es decir, con todo el genoma de todas sus células intacto, ¿podrá esta persona recombinarse con la ostra y mutar en un híbrido ostracohumanoide? Pues no, es imposible.

Imaginemos que los genes que contiene la ostra son “palabras” con un significado biológico. Sus “palabras” son útiles para ella y nuestras “palabras” (recuerden, los genes) son útiles para nosotros. Con esas palabras se construyen frases que son de utilidad para el organismo concreto que las posee. Pero no quiero ir hacia arriba, pretendo ir hacia abajo, ya que esas “palabras” (genes) están compuestas a su vez por letras (bases de nucleótidos en nuestro ejemplo). Una palabra tendrá significado en la medida que tenga un número concreto de letras ordenadas de una forma y no de otra. Pues bien a todo lo largo del proceso de digestión todas estas palabras son “descompuestas” y reducidas a las letras (carentes de significado biológico por sí mismas). Y aun más, estas letras son “troceadas” a su vez en sus componentes elementales que en este caso serían azúcares, bases nitrogenadas y el ion fosfato. Solamente de esta forma puede ser absorbido el material genético presente en nuestra ostra. Una vez absorbidos, los trozos de letras son transportados por el torrente circulatorio a distintos destinos metabólicos donde las células los podrán utilizar como materia prima en su biológico frenesí. Por tanto, si quedara algún resto de genoma sin descomponer en el tracto digestivo este no será absorbido y se irá al retrete formando parte de las deposiciones. La razón es fácil de compreder, sería imposible el absorber «palabras» enteras, ya que las “palabras” (genes) e incluso las “letras”, con el tamaño que tienen, es imposible que superen nuestra “malla intestinal” porque ésta es demasiado «tupida» como para dejar pasar moléculas y fragmentos moleculares de semejante tamaño.

Y esto sucede así para los genes de los alimentos no transgénicos y para los de los transgénicos.

Ya, pero supongamos que alguien tiene una herida en el aparato digestivo y a través de ella penetran genes enteros en el torrente sanguíneo ¿no podrían recombinarse con el material genético de nuestras células?

No. Imaginemos esta vez, y por ponerlo más claro aún, que a alguien se le inocula por vía intravenosa una cantidad moderada de una solución estéril (por aquello de las infecciones) e isotónica que contenga fragmentos del genoma con los genes de cualquier otro ser vivo. Tampoco mutará (en las pelis como X-Men y Spiderman sí, en la vida real no). Suponiendo que nuestro sistema de defensa (incluyendo linfocitos, fagocitos, etc.) no hiciera lo que tiene que hacer, que es dar buena cuenta de estos fragmentos intrusos, todas y cada una de nuestras células tienen una membrana plasmática que va impedir el paso a su interior del mencionado y ajeno material genético. A su vez todas nuestras células (salvo los eritrocitos) tienen un núcleo con su membrana, barrera que también supone un obstáculo y, además, nuestro genoma está normalmente lo suficientemente empaquetado (=el libro que contiene las frases está cerrado) como para que al llegar una palabra suelta, ésta pudiera entrar. Y en el mágico supuesto de que esto sucediera la palabra debería introducirse en un fragmento de nuestro texto y dotarlo de significado, además de inteligible, con sentido. Es imposible.

No lo entiendo ¿puedes poner un ejemplo?

Sí. La posibilidad de que a base de inocular directamente en sangre genes de otra especie nosotros mutásemos, es la misma que si desde la luna lanzásemos piezas sueltas de un coche con la intención de que al llegar a la tierra (suponiendo que atravesaran la barrera atmosférica) estas cayeran de tal forma que se terminara por obtener un coche perfectamente ensamblado.

http://youtu.be/NO5cXNdY6c4

 Y a pesar de repetirme: Esto sucede así para los genes de los alimentos no transgénicos y para los de los transgénicos.

En próximos capítulos seguiré respondiento cuestiones acerca de la «peligrosidad» de los transgénicos, su pretendida capacidad para estimular resistencias a antibióticos, favorecer cánceres, desatres ecológicos, etc. y todo ello, eso sí, sin entrar en «políticas». Eso se lo dejo a otros.

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Foto 1: Allen Gathman

Foto 2: Kachilla

Foto 3: Rubber Slippers In Italy

Preguntas y respuestas en torno a la celiaquía

Con motivo del día de la enfermedad celiaca celebrado ayer 27 de mayo, creo interesante el aclarar algunas cosas sobre este tema para quienes aun habiendo oído hablar al respecto, no sepan en esencia de qué se trata. Por cierto, hoy día 28 es el Día Nacional de la Nutrición, motivo por el cual se hizo una entrada en su día con el lema de esta edición (Enseñar a comer es enseñar a crecer) que participa en el primer Festival de Blogs de Nutrición y Dietética.

¿Qué es la celiaquía?

En sentido estricto, se trata de una intolerancia alimentaria permanente provocada por una respuesta autoinmune en personas genéticamente predispuestas que se exponen (a través de la alimentación) a un complejo de proteínas denominadas, en genérico, gluten. De una forma más coloquial, se trata de una intolerancia que sufren algunas personas al comer aquellos alimentos que incorporan gluten.

¿Dónde se encuentra el gluten?

El gluten está presente:

  • De forma natural en el trigo, la cebada, el centeno, la avena y el triticale (un híbrido de trigo y centeno);
  • También en aquellos alimentos que de forma tradicional se elaboran con estas materias primas (pan, bollería, repostería, galletería, cerveza, etc.); y
  • En otros alimentos que utilizan este tipo de materias primas como recurso tecnológico para aportar algunas cualidades organolépticas, por ejemplo textura en algunas salsas, volumen en fiambres y/o embutidos, etc.

Esta última situación, frente a las dos anteriores, es la que complica en cierta medida la vida del celiaco ya que tiene estar constantemente pendiente del etiquetado en este tipo de alimentos para saber si contienen algún tipo de ingrediente o aditivo que pueda suponer la ingesta de gluten.

¿Cuáles son los efectos de incorporar gluten si se es celiaco?

La principal consecuencia de la exposición continuada al gluten en un celiaco es la malnutrición ya que una produce una atrofia de la superficie de absorción intestinal dificultando dicho proceso, es decir, ocasiona una atrofia de de las vellosidades del intestino que deriva en una absorción deficiente de nutrientes, sea el que sea: hidratos de carbono, proteínas, grasas, minerales y vitaminas.

¿Cuáles son sus síntomas?

En general provoca distintos déficits nutricionales y en el caso de niños o adolescentes puede cursar con retraso en el crecimiento. Además de forma más inmediata puede cursar con pérdida de apetito, pérdida de peso, diarreas crónicas, sensación de plenitud o distensión abdominal, alteraciones del humor y del carácter, etc. No obstante, es preciso destacar que ya sea en el adulto o en el niño los síntomas pueden ser más o menos atípicos o no presentarse, lo cual dificulta su diagnostico.

¿Quiénes padecen celiaquía?

En general se estima que la enfermedad celiaca afecta a 1/100 personas. Pueden padecerlo tanto niños como adultos y tiene un componente genético importante, por lo que suele ser frecuente que dentro de una misma familia haya más de un caso. Se calcula que por cada paciente diagnosticado hay muchos otros que, siendo celiacos, permanecen sin diagnostico.

¿Cuál es el tratamiento de la enfermedad celiaca?

Resulta fácil enunciar el tratamiento, pero no tan fácil que el paciente celiaco lo ponga práctica. El único tratamiento válido consiste en excluir de la dieta del celiaco los alimentos que contienen gluten y centrar su dieta  en aquellos productos que, en su origen, no contienen gluten. Es importante tomar en consideración qué un retraso en la aplicación de este tratamiento o lo que sería lo mismo, en el diagnóstico, aumenta el riesgo de que estas personas sufran otras patologías, por ejemplo: malnutrición, depresión, infertilidad tanto masculina como femenina, abortos y determinados tipos de cáncer.

Si no soy celiaco ¿me puedo beneficiar de una dieta exenta de gluten?

Recientemente han saltado a la palestra los casos de algunos deportistas que no siendo en principio celiacos han conseguido ciertos logros deportivos tras seguir una dieta exenta de gluten. Tal es el caso, por ejemplo de Novak Djokovic (aunque diversas fuentes apuntan a que su nutricionista sí que le ha diagnosticado una intolerancia al gluten). En este sentido, no se conoce hasta la fecha una relación causa y efecto directa de estas dos circunstancias. Si una persona que no es intolerante al gluten experimenta mejores resultados, marcas o sensaciones al apartar los alimentos con gluten de su dieta será, con mucha probabilidad, por lo que hasta la fecha se conoce como un ejemplo más de “amimefuncionismo”.

¿Qué alimentos están permitidos, cuáles podrían ser sospechosos y cuáles han de ser evitados con certeza de la alimentación de un celiaco?

  • Alimentos sin riesgo:
  1. Leche y lácteos derivados como los quesos, el requesón, los yogures y la cuajada.
  2. Carnes y derivados cárnicos frescos, congelados o en conserva al natural. Embutidos como la cecina, el jamón serrano y el jamón cocido de calidad extra.
  3. Pescados frescos y congelados sin rebozar, mariscos frescos y pescados y mariscos en conserva al natural, en aceite o en salmuera (agua y sal).
  4. Huevos y derivados.
    Todas las verduras, hortalizas y tubérculos.
  5. Todas las frutas.
  6. Entre los cereales, el arroz y el maíz.
  7. Todas las legumbres secas o en conserva cuando se presentan al natural.
  8. El azúcar, la miel, los aceites, la mantequilla, el café en grano o molido, infusiones, refrescos de naranja, limón y cola, vinos y bebidas espumosas. Frutos secos naturales. Sal, vinagres de vino, especias en rama, en grano y todas las naturales.

 

  • Alimentos que han de considerarse, en general, «sospechosos» de contener gluten (dependerá en gran medida de las marcas):
  1. Patés y embutidos como el  choped, la mortadela, el chorizo, la morcilla, las salchichas, etc.
  2. Quesos fundidos, aquellos “de untar”, de sabores, el “especial” para pizzas, etc.
  3. Conservas cárnicas, albóndigas y hamburguesas “preparadas.
  4. Conservas de pescado en salsa o con tomate frito. Sucedáneos de marisco y pescado tipo surimi.
  5. Salsas, condimentos y colorantes alimentarios.
  6. Sucedáneos de café, chocolate y cacao y otras bebidas de máquina.
  7. Frutos secos tostados o fritos con harina y sal.
  8. Gominolas y golosinas, determinados tipos de helado, turrones y productos navideños.
  9. E incluso aquellos productos dietéticos y productos etiquetados “sin gluten” que no se encuentren acompañados de un análisis adecuado.

 

  •   Alimentos que con toda seguridad contienen gluten:
  1. Pan elaborado con harina de trigo, cebada, centeno y avena. Bollos, pasteles y tartas. Galletas, bizcochos y productos de repostería. Higos secos. (Siempre y cuando no hagan alegación “sin gluten” en base a la legislación vigente)
  2. Pasta alimenticia: fideos, macarrones, tallarines…
  3. Bebidas destiladas o fermentadas a partir de cereales: cerveza, agua de cebada.
  4. Productos manufacturados en los que entre en su composición cualquiera de los cereales antes citados en cualquiera de sus formas: harinas, almidones, féculas, sémolas, proteínas…
  5. Obleas de comunión.

 

A modo de consejo: Tanto si usted sospecha que puede sufrir la enfermedad celiaca, como si ya esta diagnosticado le recomiendo que se ponga en contacto con la Asociación de Celiacos más próxima a su localidad. Por lo que a mí me consta es encomiable las labores que ejercen de asesoramiento y de servicio que prestan a este colectivo y a sus familiares. La Federación de Asociaciones de Celiacos de España (FACE) aglutina a todas esas asociaciones y constituye en estupendo punto de información al respecto.

 

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Foto 1: Xuanxu

No ponga a su hijo a dieta. Mejore su estilo de vida

Según un informe de la Fundación Thao, 3 de cada 10 niños/as (30%) sufre exceso de peso (sobrepeso u obesidad). De éstos, un 8,3% padece obesidad y un 21,7 % sobrepeso. A cerca de un tercio de la población española entre 3 y 12 le sobra peso. Con lo cual, estadísticamente esta entrada supongo que le resultará de utilidad a un buen número de papás y mamás.

Supongamos que tiene un hijo o hija, un niño o un adolescente (me da igual la edad) con sobrepeso u obesidad… ¿ponerlo «a dieta» es la solución?

Si su respuesta es afirmativa sepa que no adoptará la estrategia más adecuada para los fines que persigue. Por lo menos esta es una de las muchas conclusiones a las que se ha llegado en una revisión de la literatura científica que aborda estas cuestiones. Ante la toma de decisión «dieta si vs. dieta no» sepa que en el tratamiento del sobrepeso y obesidad infantiles: «Las dietas hipocalóricas [las dietas, vamos] son menos efectivas a medio largo plazo que la modificación de los estilos de vida»

Dicho de otra forma, antes que martirizar, estigmatizar y torturar a un niño con prohibiciones y obligaciones en el terreno alimentario y de estilo de vida, conviene repasar los posibles errores que le han llevado a ésa situación y cambiarlos… no en el sentido de «hacer dieta», es decir, no en un: «hoy empiezo y otro día acabo, cuando haya perdido «X» kilos». No. Las principales evidencias apuntan a que en el tratamiento del sobrepeso en la infancia, las bases han de estar asentadas, más que en hacerle llevar una tortura de dieta en el comedor del colegio o en casa, en la modificación -permanente- de los estilos de vida, tratando de prevenir el sedentarismo, promocionando la realización de actividad física, todo ello dentro del marco familiar y con la innegable necesidad de adquirir unos hábitos alimentarios adecuados.

Como padre o madre preocupado por la situación ponderal de sus hijos un buen comienzo podría ser analizar su propia situación antes que la de su hijo o hija. Y porqué he de hacer esto, se preguntaran. Pues muy sencillo, porque en gran medida y según algunos estudios el peso de los hijos está directamente relacionado con el de los padres. Tenga en cuenta que los hábitos de su hijo pueden ser erróneos porque los ha copiado de usted. Hasta el punto que, antes de los 3 años de edad, la obesidad de los padres es más predictiva de la obesidad futura que puedan tener sus hijos que el peso actual del niño o niña. Genética aparte, su hijo puede tener exceso de peso porque usted mismo lo tiene. No es por casualidad, ni la genética es la explicación definitiva: a la hora de considerar que si uno de los progenitores es obeso el riesgo de que el niño sea un adulto obeso se multiplica por tres, y si ambos padres los son el riesgo se multiplica por diez.

Una vez analizados sus errores la mayor parte de las recomendaciones suelen pasar por:

Por cierto, y ya que estamos, usted tampoco se «ponga a dieta», mejore sus hábitos y mantenga ese mejor estilo de vida siempre. Suerte.

Nutrigenómica y nutrigenética, ése trabalenguas

Reconozco que es fácil que muchas personas confundan estos dos términos (a mí me pasaba al principio) ya que abordan el estudio de los dos mismos campos o materias y su relación mutua, pero desde diferente perspectiva. Dada su relativa novedad y la confusión que generan (mencionar una cuando te refieres a la otra o viceversa), creo que es preciso hacer una pequeña aclaración de conceptos que todavía no se han tocado en este blog.

Aprovecho también la entrada de hoy para hablar de un libro que me ha gustado bastante -accesible, ameno, fácil- para todo aquel que quiera tener un primer acceso a estas cuestiones y que parta, eso sí, con una base mínima de formación en relación con estas materias. El título del libro en cuestión es: «Nutrigenómica y nutrigenética. Hacia la nutrición personalizada» Editado por Librooks en colaboración con el Instituto Tomás Pacual, y prologado por el Dr. José Mª Ordovas.

¿Qué es la nutrigenómica?

La nutrigenómica o genómica nutricional es, de forma sencilla, la parte de la ciencia que estudia las interacciones entre el genoma (ADN, pero también ARN) y los nutrientes. Es decir, estudia el sentido en el que los diferentes nutrientes y otros componentes de los alimentos interaccionan e incluso alteran las posibles lecturas que se puede hacer del material genético. Por tanto, se entiende, que si hay una «lectura u otra» los distintos tipos de dietas podrían desembocar en distintos resultados, todo ello sin olvidar la variabilidad individual.

Veamos un ejemplo: La mayor parte de los genes implicados en el metabolismo de los ácidos grasos están relacionados con una serie de receptores comunes. Que estos receptores reciban un estímulo u otro (que interaccionen con un tipo de nutriente u otro) ofrecerá distintas respuestas. Una vez inerpretados esos resultados se podrían identificar biomarcadores (moléculas que nos sirvan como señal de alarma) que nos indiquen el estado del equilibrio homeostático causado por un tipo u otro de alimentación.

¿Qué es la nutrigenética?

En realidad es el estudio una variación (la nutricional) de lo que normalmente se entiende por el papel clásico de la genética. Se centra en el estudio del genoma particular de un individuo (o una población) y a partir de él (de sus caracteríscticas mas concretas, sus polimorfismos) determinar el riesgo de padecer una determinada enfermedad. En virtud de ése riesgo, con la nutrigenética se podría recomendar un tipo de dieta u otra con el fin de minimizar dicho riesgo.

A ver sí se entiende mejor con un ejemplo: supongamos que una determinada población tiene una variante de un gen (un polimorfismo) que hace que aumente su riesgo cardiovascular (por ejemplo a partir de una enzima que ayuda a reducir los niveles de homocisteina, molécula asociada al riesgo cardiovascular), frente a otra población que tenga otro polimorfismo (una variante de ese mismo gen) que garantice un menor riesgo cardiovascular (porque ese polimorfismo resulta, siguiendo con el ejemplo, en una enzima más «duradera» que reduce de forma más efectiva los niveles de homocisteína). En el primer grupo podría haber un beneficio en la reducción del riesgo de padecer ésa enfermedad con una dieta rica en ácido fólico, es decir, con una vitamina que podría compensar el déficit (o menor efectividad) de ésa enzima menos duradera.

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Sé que el tema no es del todo sencillo de interpretar correctamente, pero en esencia las diferencias de una y otra rama se centran en:

  • La nutrigenómica, investiga los nutrientes concretos que están en relación con las causas de una determinada enfermedad (de la que se conocen además algunos marcadores genéticos, DNA, RNA, proteínas implicadas, etc.) con el fin de poder hacer recomendaciones concretas y poder disminuir el riesgo de padecerlas o de disminuir la dolencia caso de padecerla.
  • La nutrigenética, investiga las variantes genéticas que son causa de una enfermedad, y su riesgo; y a partir de ahí recomendar un determinado patrón alimentario que ayude a paliarla.

Espero haber podido aclarar un poco más una serie de temas que me imagino resultan complejos para muchas personas debido a la especialización que requieren. En cualquier caso, invito a todos los interesados, profesionales o no, a hacerse con un ejemplar de la obra mencionada en la que, con un lenguaje riguroso a la vez que didáctico, se ponen al alcance del público este tipo de materias que van ser, a buen seguro, motivo de debate en las próximas décadas.

No quiero despedirme hoy sin poner a su disposición un documental qué, con cuatro años a sus espaldas, arroja un poco más de luz sobre estas cuestiones. Se trata de «Epigenética: Cómo la alimentación afecta a nuestros genes» visto más de una vez en «La noche temática» de «La 2«; y del que recientemente se ha hecho una redifusión. Por si el enlace del documental desaparece de la página web de «La 2», aquí les dejo, por partes, la posibilidad de verlo en youtube: