El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

Archivo de abril, 2013

¿Qué es mejor, la margarina o la mantequilla?

De verdad que pocas preguntas hay tan recurrentes y que a mi modo de ver tengan tan poco sentido como la del título de hoy. Aunque lo cierto es que esta es solo un ejemplo más de una prolífica familia de preguntas de similar corte. Seguro que te suenan otras similares… Qué es mejor: la leche o la bebida de soja; el pan de barra o el de molde; el azúcar o los edulcorantes (cualquiera de ellos); las nueces o las almendras; el plátano o las manzanas, etcétera.

Cierto es que la expresión de cada una de estas dualidades no hacen sino poner de manifiesto, en mi opinión, un desconocimiento intrínseco de las más mínimas cuestiones nutricionales en quien las plantea. Normalmente quien las formula suele esperar una respuesta enrocada en el “nutricionismo” más galopante con la que al final da igual lo que le digas porque no va a entender nada. Veamos, de qué sirve que a alguien que te plantea este tipo de preguntas le termines hablando de ácidos grasos insaturados, proteínas de alto valor biológico y otras cuestiones más o menos técnicas si quien te pregunta es incapaz de comprender lo poco conveniente de una cuestión tan “simple” como la que te traslada.

Para todos aquellos amantes del “nutricionismo” (ya sabéis que yo no lo soy) os sugiero que en concreto, ante la dualidad mantequilla vs margarina os veáis este vídeo (subtitulado) y tratéis de sacar vuestras propias conclusiones. He elegido este vídeo en concreto porque, al menos por lo que sé, “gusta” bastante y tiene muchos seguidores (y ojo, que no digo que su contenido sea falso)

Para todos lo demás, para los que queráis una respuesta más sensata, acorde con quién la formula, permitidme que la respuesta que dé a tan resbaladiza pregunta sea un poco “a la gallega”. Es decir, que os conteste con otra pregunta:

¿Dónde ves tú en estas básicas recomendaciones sobre alimentación saludable la inclusión de forma más o menos importante de mantequilla o bien de margarina? (Nota: Plato de la alimentación saludable propuesto por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard)

 

 Healthy eating plate Harvard

En ninguna parte, ¿no? Pues eso. Tanto margarina como mantequilla no son alimentos para que estén presentes de forma importante en tu alimentación; ni en frecuencia, ni en cantidad de consumo. Así que, ya que las vas a utilizar poco y muy de vez en cuando, usa la que te apetezca.

Moraleja: es bastante recomendable fijarse más en los trazos gruesos de nuestra alimentación y su idoneidad con respecto a las recomendaciones antes que profundizar en tanto detalle.

 ——————————–

Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

——————————–

¿Qué pasaría si funcionases con pilas alcalinas en vez de con alimentos?

Human BatteryNo sé si alguna vez te has parado a pensar con cierto detalle la “maravilla” que supone eso de “funcionar” como funcionamos. La pregunta es rara, lo sé; me refiero a si alguna vez has considerado el “milagro” de cómo damos respuesta a nuestras necesidades energéticas. Los coches necesitan gasolina, las televisiones enchufarlas a la red, el mando de estas las pilas, etcétera. Y nosotros… solucionamos esos requerimientos energéticos con comida. A diferencia de los elementos citados, en nuestro caso, con la ingesta de alimentos obtenemos esa energía que nos hace falta para funcionar día a día. Así, de forma genérica, a estas alturas ya sé que lo sabes, se estima que una mujer media necesita unas 2.000 kcal/día y un varón medio entre unas 2.300-2.500 kcal/día.

A lo que voy, ¿te has parado a pensar realmente cuánta energía es esta? Es decir, ¿has reparado alguna vez en, por ejemplo, cuántas pilas tendríamos que ponernos todos los días si toda esa energía que necesitamos hubiera que aportarlas con pilas alcalinas como las del mando de tu televisor?

Bien, te diré que los cálculos son sencillos, pero hay que tener una mínima base sobre las unidades físicas, así que vamos a intentarlo, ¿te atreves? Vamos con ellos:

Lo primero que hay que hacer es pasar esta incómoda unidad que son las calorías a la del Sistema Internacional de Unidades, es decir a julios (J). Si pensabas que la caloría era una unidad pequeña de energía, espera a ver el julio, te lo digo porque…

1 caloría = 4,18 julios

Para que te hagas una idea el julio es tan pequeño que equivale, más o menos, a la energía necesaria para lanzar un metro hacia arriba una pelota de béisbol o también la energía gastada por una mujer media en una centésima de segundo mientras está en reposo.

Con este dato podemos decir tanto que 2.000 kcal/día es el gasto medio de una mujer media, como que es de 8.360.000 julios/día (ocho millones trescientos sesenta mil julios al día, o bien 8,36 x 106 J/día)

Vamos con las pilas:

Cada pila del tipo AA (las de tu mando de televisor) proporcionan una carga eléctrica de unos 2,4 amperios-hora (Ah), teniendo en cuenta que tienen un voltaje de 1,5 voltios (V) y sabiendo que en términos de electromagnetismo 1 vatio(W) es igual a 1 voltio por 1 amperio, tenemos que una pila puede llegar a aportar 3,6 vatios-hora (=1,5V x 2,4Ah)

Sabiendo que en la mecánica clásica 1 vatio es igual a 1 julio/segundo y que una hora tiene 3.600 segundos tenemos que esa pila AA de nuestro mando aportará una energía equivalente a la de 12.960 julios.

Y ya solo nos queda lo más sencillo: si una pila aporta12.690 julios, para llegar a aportar 8,36 x 106 julios (que es lo que necesita nuestra mujer en un día) harán falta nada más y nada menos que… ¡645 pilas AA para un día! (=8,36 x 106 / 12.960)

Pilas_ tomblois

En resumen: La energía que precisa el patrón medio de las mujeres, 2.000 kcal/día podría ser aportada por unas 645 pilas alcalinas del tipo AA. Y en el caso de un varón medio a razón de 2.500 kcal/día se necesitarían unas 806 pilas del mismo tipo.

Como verás a continuación hay algunas ventajas interesantes en funcionar con comida y no con pilas. Por ejemplo, los aspectos económicos de la cuestión; todos sabemos de lo cara que está la cesta de la compra, lo que ha subido el pan, el aceite y la leche, y que si mira Ramón a cuánto está el salmón, etcétera. Pero por mucho que suba será difícil que se llegue a tener que invertir más de 500 € al día las mujeres y más de 630 € los hombres… que es la cifra que necesitaría invertir en pilas en vez de en alimentos. Al año, más de 182.500 € las mujeres; y cerca de 230.000 € los hombres.

Otra de las ventajas es que, probablemente, el quitarse y reponer todos los días de 645 a 806 pilas fuese más lento que seguir con nuestro rudimentario sistema de comer y obtener la energía de los enlaces químicos de los principios inmediatos de los alimentos. ¿Te imaginas que mientras estás acabando de ponerte las pilas estas “salten”? Por cierto, si esto se hace por las mañanas, antes de ir a trabajar, las mujeres en este caso tardarían menos que los hombres en salir del baño (tendrían que reponer menos pilas)

Después de tanta greguería energético-alimentaria, sólo me queda por aclarar que todos estos cálculos se han realizado contando que los seres humanos seríamos tan ineficaces en la obtención de la energía de las pilas como lo somos al hacerlo desde los alimentos. Para que te hagas una idea, solo el 20% de la energía química contenida en los alimentos que ingerimos es aprovechada en forma de energía mecánica o calorífica. Si fuésemos 100% eficaces en la obtención de la energía de las pilas “solo” necesitaríamos el 20% de las cantidades señaladas, es decir, 129 en el caso de las mujeres y 161 en el caso de los hombres.

——————————–

Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

——————————–

Foto 1: http://mrbadger.deviantart.com/art/Human-Battery-Poster-Series-196273487

Foto 2: tomblois vía Flickr

El dietista-nutricionista un profesional multidisciplinarmente ignorado

Distista_NestléHoy, otra vez con el cuchillo entre los dientes, voy a volver a poner en valor una profesión, la mía, que es constante y sistemáticamente ignorada por muchos. Se ignora tanto por una buena parte de la población general como por otros profesionales sanitarios, en especial por no pocos ejercientes de la medicina, la enfermería y la farmacia entre otros; al tiempo que también es ninguneada por las autoridades sanitarias de este país. Quizá te interese antes echar un vistazo a otras entradas de similar corte:

Si visitas este blog con relativa frecuencia, supongo que te habrás dado cuenta que a lo largo de este mes de abril son ya varias las entradas publicadas que participan en el III Carnaval de Nutrición que se aloja en el blog del bueno de @ScientiaJMLN. Y es posible que te preguntes el porqué de tanta entrada para un Carnaval. Pues te diré que es porque el tema sugerido en esta edición es la “La muldisciplinariedad científica en el desarrollo de la Nutrición Humana” y, por tanto he tratado de dar alguna muestra de esa multidisciplinariedad.

Pero al mismo tiempo, jugando con este poco amable término, me he propuesto darle la vuelta y poner en evidencia el sinsentido que sufren, que sufrimos, muchos de los que hoy somos diplomados o graduados universitarios en Nutrición Humana y Dietética. Para ello me propongo poner de relieve cómo es el currículo formativo de estos profesionales sanitarios y compararlo con el de los otros. Todo ello con un fin, demostrar lo absurdo de que determinados profesionales sean los colectivos de referencia cuando de lidiar con cuestiones nutricionales se trata y, al hacerlo, se pase por encima del perfil profesional del dietista-nutricionista.

Veamos los requisitos para la verificación de los títulos universitarios oficiales que habilitan para el ejercicio de las profesiones de médico, farmacéutico y enfermero respectivamente se recogen en los siguientes textos:

Y ahora los requisitos respectivos para la verificación del título universitario oficial de dietista-nutricionista:

Ahí los tienes para consultarlos si quieres. Ya te adelanto que su lectura es de todo menos amable, pero yo te hago mi particular resumen. En las tres primeras profesiones sanitarias la cuestión nutricional es (así, en general) mencionada casi de forma anecdótica entre todos los requisitos, a diferencia de lo que ocurre en el caso de la normativa para ejercer la profesión de dietista-nutricionista. Sé que habrá quien discrepe. Bien, no le culpo. Pero lo que va a ser más difícilmente rebatible es el argumento de echarle un vistazo a los planes de estudio de los distintos grados que se imparten en las universidades españolas. En resumidas cuentas, una cosa es lo que ponga en las órdenes CIN o ECI sobre las distintas titulaciones y otra muy distinta es el tiempo y dedicación (números de créditos) que se dedican a las cuestiones nutricionales en la concreta impartición de las materias relacionadas.

College Student Studying in LibraryMe explico, la cuestión dietética, nutricional, dietoterápica, bromatológica, etc. se suele resumir en las carreras de medicina, farmacia y enfermería en no más, tirando por todo lo alto y en el mejor de los casos en unos escasos 9 créditos (es posible que haya sus excepciones, pero serán eso, excepciones) Eso cuando hay tantos, porque es habitual que estos no sean más de 6 y en no pocas ocasiones aun menos. Quieres saber cuál es por término medio el número de créditos dedicados a estas materias en el caso del grado en nutrición humana y dietética: más o menos 60 créditos. Y todo ello sin tener en cuenta que en las otras titulaciones no incluyen cuestiones referentes a la tecnología de los alimentos, la tecnología culinaria, la seguridad e higiene alimentaria, aspectos sociológicos, etc. que sí están en el plan de estudios del dietista-nutricionista y que no los he tenido en cuenta en este cómputo.

Pero resulta curioso que cuando alguien quiera “ponerse a dieta” o aclarar cualquier cuestión relacionada con su alimentación el profesional de referencia sea su médico, o que cuando haya que pedir consejo se acuda a su farmacéutico o que cuando se diseñan las dietas hospitalarias en la gran mayoría de centros sanitarios, clínicas y hospitales de este país las termine planificando un personal de enfermería (no perderse esta ilustrativa entrada – ¿Sabes quién te pauta la dieta en un hospital? ¡Todos menos yo!) en el blog Dime qué comes de @Dimequecomes. Curioso. Y lamentable.

Lamentable que habiendo un profesional que podría dar “sopas con honda” en estas cuestiones a otros profesionales sanitarios sean esos otros los que terminan realizando un trabajo para lo que no están formados de manera tan completa. Lamentable que la administración pública permita que sean estos otros profesionales los que se encarguen de estas labores en el sistema nacional de salud en lo que supone una vergüenza de despilfarro por no poner el profesional que ella misma, la administración, se encarga de formar año tras año en las distintas universidades públicas (y privadas) que ofrecen el grado en Nutrición Humana y Dietética en España. Lamentable cuando no pocos médicos en la función pública se dedican a dar la típica “dieta del cajón derecho”. Lamentable que cuando un/ ciudadano/a quiera adelgazar y perder peso con salud, además de la opción de la “dieta del cajón derecho” otra, sea acudir a una farmacia para que, lo más probable, le vendan alguna zarandaja de producto milagro. Y lamentable que la última de las opciones de ese ciudadano/a sea recurrir a una de esas franquicias (centros de opereta para la pérdida de peso), donde además de un dietista-nutricionista explotado le pueda atender un/a biólogo/a, un/a técnico/a de laboratorio o incluso un/a esteticién por decir algo (también explotados/as, por supuesto) y que ni tan siquiera tienen una formación mínima como los anteriores.

Otro elemento que resulta curioso es que mientras esas otras titulaciones defienden a ultranza sus competencias y se les llena la boca con la cuestión nutricional, al resto, a los dietistas-nutricionistas no se nos permite decir “ni mu” de farmacología, fisiología, endocrinología y es que… ¡oiga! que tenemos tanta formación (o más) en estas materias como ellos en nutrición y dietética. Curioso.

Indignante es que a día de hoy la administración pública siga manteniendo al margen a unos profesionales sanitarios, los dietistas-nutricionistas, a los que reconoce dentro de Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias y a los que, sin embargo, no ofrece un hueco dentro del sistema nacional de salud. En su lugar, farmacéuticos, médicos, enfermeras y técnicos en dietética (un colectivo que proviene de la formación profesional) ocupan su puesto, realizan su trabajo (como pueden) y se erigen como los profesionales de referencia.

rec_seg_paciente

Que conste que no estoy hablando de supremacías de unos profesionales sobre otros, ni cosa por el estilo, no se trata de ninguna competición. Se trata, tal y como dice la LOPS (y mira que me fastidia el citarla cuando “nos ignora” de la forma que lo hace) de que la atención sanitaria integral suponga la cooperación multidisciplinaria y la integración de los procesos de los distintos profesionales sanitarios. Se trata de trabajar todos solidariamente tratando de dar un mejor servicio, más eficaz y más rentable. No se trata de otra cosa.

Pero como de momento no es así, considero que el dietista-nutricionista es un profesional sanitario multidisciplinar y colectivamente ninguneado. Algo que solo ocurre en este país de pandereta.

Antes de despedirme quiero agradecer a todos esos otros profesionales que perteneciendo a los grupos mencionados (enfermería, farmacia, medicina y tantos otros) defienden y reconocen el valor y la necesidad de la figura profesional del dietista-nutricionista, no son muchos, pero haberlos haylos; entre ellos, por ejemplo, el reconocido Dr. José María Ordovás (para más señas químico de formación).

JM Ordovás

Por último quiero mencionar que si estás interesado en demandar la inclusión del dietista-nutricionista en la sanidad pública, tal y como sucede en el resto de los países de nuestro entorno, en las redes sociales (más en concreto en Twitter) utilices el hagstag de #dn_sns_ya (Dietistas-nutricionistas en el Servicio Nacional de Salud Ya). Además puedes hacer llegar tus demandas a través de ese canal al Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad a su dirección @sanidadgob.

——————————–

Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

——————————–

Foto 1: Nestlé vía Flickr

 

¿Adelgazar a base de masticar chicle?

Chewing_gum_stickSé que la idea puede parecer de bombero. Bueno en realidad lo parece y también lo es, pero hay gente (¿seria?) que se ha llegado a plantear esta cuestión. El punto de partida es muy sencillo: para masticar hace falta invertir una cierta cantidad de energía, mayor que el no hacerlo, y si el chicle no aporta energía, al final se genera un gasto que podría contribuir a la pérdida de peso. Otra teoría (insisto, una teoría) es que el masticar pueda ayudar a aplacar el apetito. No digo a eliminar, pero si al menos a reducir en cierta medida unas ciertas ganas de comer.

Así que, en definitiva, no resulta tan ridículo el poder llegar a teorizar acerca de que el masticar chicle termine por ayudar a perder peso. Como te decía, por impensable que te pudiera parecer, hay gente que lo ha investigado.

Por ejemplo en 1999 en una carta al editor de la prestigiosa revista New England of Journal Medicine firmada por James Levine, un investigador  con bastante experiencia a sus espaldas en la investigación del cálculo del gasto energético, refirió haber estimado el gasto calórico “extra” por el hecho de mascar chicle. Para ello contó con 7 sujetos no obesos a los que midió su gasto energético en reposo y luego mientras masticaban un chicle sin calorías durante 12 minutos y a una frecuencia prestablecida de 100 batidas de mandíbula por minuto marcada por un metrónomo (¡menuda tensión!). Pues bien, se halló que el masticar chicle suponía un aumento medio del gasto energético de unas 11 kcal por hora más que si no se mascaba chicle. Es decir, masticar chicle supone un 19% más de gasto que si no se mastica. Con esta cifra como referencia el investigador se aventuró a afirmar que masticar chicle mientras se está despierto, al cabo de un año podría propiciar pérdidas de peso de hasta 5 kg. Conclusión que al menos a mí me parece un poco precipitada y fuera de lugar. ¡Perder 5 kilos en un año por masticar chicle! Veamos, este dato se obtiene de extrapolar el resultado del gasto por estar masticando durante 12 minutos (solo 12 minutos) a hacerlo durante todo el tiempo de vigilia (al menos no implicaría seguir masticando mientras duermes, algo es algo) y además con esa frecuencia. Sinceramente, me parece desproporcionado.

Desproporcionado en especial cuando en el mismo escrito el autor señala que el incremento del gasto con respecto al gasto basal por el hecho de permanecer de pie es del 11% y que, por ejemplo, del 106% por caminar 1,6 km. En mi opinión, al igual que no se debe, por que no se puede en la práctica, extrapolar los datos puntuales del incremento del gasto por andar 1,6 km, tampoco se deberían extrapolar los datos puntuales de masticar chicle durante 12 minutos.

Bubble gum_Enokson

Sin embargo, el tema del chicle da para estirarlo un poco más (como la propia goma de mascar) o al menos es lo que debió de pensar un equipo de investigadores en la Universidad de Alabama que en 2012 decidió llevar a cabo un ensayo clínico titulado:  Estudio controlado y aleatorizado sobre el uso del chicle para la pérdida de peso (más claro, agua) y publicado en la revista Obesity. Para ello, durante el periodo de intervención, 8 semanas (2 meses) 201 adultos con sobrepeso y obesidad, divididos en dos grupos, contrastaron la teoría de si el chicle (además de recibir información sobre alimentación adecuada) utilizándolo durante un mínimo de 90 minutos al día conduciría a mayor pérdida de peso que si solo se recibiera la información nutricional.

Y el resultado fue… que masticar chicle diariamente 90 minutos al día durante dos meses no facilita la pérdida de peso en adultos con sobrepeso y obesidad. La parte buena de este estudio es que se está bastante seguro que el grupo al que le tocó usar el chicle fue bastante escrupuloso en el seguimiento de esta pauta. Es decir, no es lo mismo que le digas a alguien que coma chicle todos los días durante dos meses, que le sugieras que corra durante hora y media todos los días.

Wrigleys Doublemint

Y para que conste de cómo sí se puede hacer buena ciencia desde la industria patrocinando investigaciones, el estudio fue patrocinado nada más y nada menos que por Wm. Wrigley Jr. Company, Chicago, IL, es decir, una empresa que fabrica y comercializa chicles. A pesar de lo negativo de los resultados para lo que me imagino les hubiera gustado a la empresa Wrigley, ahí está el estudio, publicado en una revista científica (y no en cualquiera)

Por último, nos queda el tema de si el masticar chicle pudiera aplacar las ganas de comer o el apetito. Algunas personas sostienen que el chicle les ayuda a reducir la ansiedad y que ello se traduce en una reducción de las probabilidades de picar. ¿Será cierto? Pues parece que en esto sí que hay algo más sustancioso y útil. Este estudio sostiene que el chicle podría ayuda a reducir el apetito, aun más, a reducir el deseo específico por comer algo dulce y a reducir la cantidad de comida ingerida en un picoteo. Y este otro, editado en la misma publicación que el anterior y firmado por el mismo autor, concluye de manera semejante. Pero el problema es que si bien parece que es posible que se reduzca en cierta medida el apetito y la ingesta, ¿se traducirá eso en una pérdida cuantificable del peso? Está claro que hacen falta más estudios al respecto.

Sinceramente y a modo de resumen, si adelgazar fuera tan fácil como el aplicar una solución consistente en masticar chicle, no creo que a día de hoy hubiera muchos obesos… salvo por su gusto. Que es cierto que en algunos casos el usar el chicle podría ayudar… pues pudiera ser cierto, pero no es ni mucho menos la madre del cordero.

————————————-

Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

————————————-

Foto 1: Lusheeta vía Wikimedia Commons

Foto 2: Enokson vía Flickr

Foto 3: Hephaestos vía Wikimedia Commons

Nutrición-área 51: Houston, tenemos un problema, aquí no hay mostaza

Gus_Grissom_Gemini-3_checklist

La fiebre de algunos por «tener» que almorzar o merendar puede llegar a ser preocupante. No es broma.

Bueno, sí que lo es. Esta es la historia del primer bocata de fiambre de ternera puesto en órbita, una anécdota real que a punto estuvo de echar al traste una misión espacial y que, es más, supuso la adopción de medidas extra a la hora de seguir poniendo hombres en el espacio.

Los hechos se remontan hasta el 23 de marzo de 1965; el marco, la misión Gemini III, la primera de las misiones Gemini tripuladas. Para ponerse en antecedentes quizá te interese saber que el Programa Gemini fue una especie de misiones “puente” los programas espaciales Mercurio y Apolo de la NASA. Con el primero, el Mercurio, la NASA demostró su capacidad para poner un hombre en la órbita terrestre. Por su parte el programa Gemini se previó con la finalidad de cubrir diversos objetivos, entre ellos, el de poner varios astronautas en órbita a bordo de la misma nave, dar el primer paseo espacial en esas circunstancias, practicar el encuentro y acoplamiento entre naves y comprobar los efectos de los vuelos espaciales de más largo plazo. Todos estos objetivos eran eran necesarios antes de iniciar el programa Apolo que aspiraba a poner un hombre en la Luna (y traerlo de vuelta a casa con seguridad, claro).

Así, la misión Gemini III estaba tripulada por el comandante Virgil I. «Gus» Grissom (el veterano) y el piloto John W. Young (el novato) y tenían entre sus ordenes de vuelo el orbitar 3 veces alrededor de la tierra en menos de cinco horas… pero en la 1 hora, 52 minutos y 26 segundos de misión, a 224 km de altura sobre la superficie terrestre, se estableció la siguiente conversación entre los dos astronautas:

Grissom: ¿Qué es eso?
Young: Es un sándwich de fiambre de ternera.
Grissom: (mostrando extrañeza) ¿De dónde ha salido?
Young: Lo he traído yo. Veamos a qué sabe. Huele bien, ¿verdad?
Grissom: Sí, huele bien, y además se está «rompiendo». Mejor me lo voy a guardar en el bolsillo.
Young: ¿Lo vas a guardar? En cualquier caso solo era una idea
Grissom: Ejem, sí… una “idea”
Young: (resignado) Una idea no muy buena.
Grissom: Mejor así, en cualquier caso, mejor si este asunto queda entre nosotros.

Gemini_3_-_Prime_Crew_(Young_and_Grissom)¿Qué había sucedido? Pues que al bueno del astronauta novato, no se le había ocurrido mejor idea que meter a bordo de la cápsula y de contrabando (con la complicidad de otro astronauta en tierra) un sándwich (de ternera) con la feliz idea de zampárselo en órbita como si estuviera poco menos que en la cantina de Cabo Cañaveral. El caso es que en el transcurso de la conversación detallada, ambos pilotos le dieron algunos mordiscos al bocata en cuestión y, como no podía se de otra forma las migas empezaron a quedar suspendidas en el interior de la cápsula con el consiguiente riesgo de que alguna de ellas pudiera interferir en los sensibles equipos electrónicos, momento en el que decidieron “guardarlo”.

A su regreso la bronca que les cayó fue monumental, un chorreo que también alcanzó al cómplice que había ayudado a Young a colar el “almuerzo”. El incidente llegó a provocar que los representantes de la NASA compadecieran ante el Congreso de los Estados Unidos para asegurar que se habían tomado las medidas oportunas para evitar la presencia de más comida de contrabando en las futuras misiones espaciales.

—————————————–

Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

—————————————–

Foto 1: Grissom realizando el «checklist» (¿estará comprobando el menú?) By NASA [Public domain], via Wikimedia Commons

Foto 2: Young y Grissom By NASA [Public domain], via Wikimedia Commons

 

Sanos a la fuerza: lecciones de la crisis cubana

Hace poco más de un año os comentaba en esta entrada lo difícil que es que nuestra actual situación económica reportara algún beneficio en forma de salud, por ejemplo, a base de reducir las cifras de obesidad. La proposición es tan evidente como falaz: Disponiendo de menos dinero se compran menos alimentos, se come menos y así se reducen las cifras de obesidad. Sin embargo, algunos medios se hacen eco de esta amenazante controversia: la crisis económica global es uno de los principales factores del auge de la obesidad a nivel mundial en los últimos años.

Sigo manteniendo que nuestra actual situación es un campo abonado para la proliferación de ofertas alimentarias que no siendo especialmente recomendables (para incorporarlas en el día a día) terminan garantizándonos el llenar el buche por (aparentemente) poco dinero. En muchos casos comer barato significa comer peor y, claro está, muchos sucumben.

Sin embargo, cuando la crisis se presenta de forma más súbita y cruel sí que se puede sacar tajada. Esto es lo que un reciente estudio ha puesto de relieve en la prestigiosa British Medical Journal después de contrastar lo acontecido en los últimos 30 años en Cuba. En la primera mitad de la década de los 90, en Cuba, se padeció una crisis dramática. De golpe dejó de recibir las provisiones que recibía en forma de petróleo y alimentos por parte de la desaparecida Unión Soviética y además sufrió el embargo comercial por parte de los Estados Unidos. En resumen, poco que comer y mucho que moverse. Puedes consultar el estudio al completo en este enlace.

Crisis Cuba obesidad diabetes enfermedad cardiovascular 2El resultado fue claro. En tales circunstancias la población cubana perdió una considerable cantidad de peso, 5,5 kg de media, y al mismo tiempo un descenso en la mortalidad por diabetes y enfermedades coronarias.

¿Cómo fue esto posible? Sencillo, en los años más duros de la crisis se pasó, antes del año 1990, de una ingesta media de energía de cerca de 3.000kcal/día a otra de cerca de 2.400 kcal/día en 1.995. Al mismo tiempo, al inicio, el porcentaje de población físicamente activa se cifraba entorno al 30% frente al 80% en los últimos años de la crisis. Así, durante aquella crisis se hizo cierta y a la fuerza aquella frase del desaparecido y admirado Profesor Grande-Covián: Menos plato y más zapato.

Perdieron una considerable cantidad de peso y al poco tiempo de comenzar la crisis eso se plasmó en una menor mortalidad por diabetes y una menor incidencia de la enfermedad coronaria.

El problema es que una vez superada la crisis los cubanos recuperaron el peso perdido y además, añadieron una importante propina, la población engordó 9kg. ¿Cómo? Pues fácil también. Se alcanzó una ingesta media diaria de más de 3.200 kcal y la población comenzó a no ser tan activa físicamente hablando (aunque sin llegar a los niveles de inactividad anteriores a la crisis). Como resultado, en 2.002 las muertes por diabetes comenzaron a repuntar y, afortunadamente, la mortalidad por enfermedad coronaria de momento se mantiene. No desciende, pero al menos se mantiene.

Crisis cuba obesidad diabetes enfermedad cardiovascular

No todo es comer y moverse, en el periodo de tiempo estudiado (1980-2010) la prevalencia del hábito tabáquico también ha descendido de forma importante, y como cabe esperar algo habrá tenido que ver.

En resumen, los autores del estudio concluyen que:

En base a la experiencia de Cuba entre los años 1980 y 2010, existe una asociación entre la reducción de peso de la población y la reducción de la mortalidad por diabetes y de la enfermedad cardiovascular. En sentido contrario, el aumento de peso en esta población implica cambios del mismo sentido en la diabetes y la salud cardiovascular.

En resumen, las características de aquella crisis cubana y la que actualmente sufrimos parece que tienen poco que ver. Por un lado, la población cubana era mucho más homogénea en cuanto a niveles de salud, renta y nivel educativo, frente a la amplia heterogeneidad de nuestra población. Por otro lado las particularidades de la crisis también son completamente diferentes, aquella afectó hasta el punto de la drástica reducción, por no decir eliminación, del transporte público y no digamos del particular (por el petróleo), condicionó los sistemas productivos y la obtención de alimentos, cosa que aquí, de momento, parece que estamos alejados. Pero el mensaje para ti, lector individual, por tu salud, sigue siendo el mismo de siempre: come mejor, come menos y muévete más.

——————————–

Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

——————————–

¿Exceso de publicidad emocional? (también de alimentos)

El otro día en Twitter un seguidor correspondido (@EstoNoEsComida) se expresaba contundente: “Demasiada publicidad emocional estoy viendo últimamente, sobre todo en alimentación” y yo suscribí, que me parecía que llevaba toda la razón, la publicidad emocional se usa demasiado. Será cuestión de la crisis, no sé.

Twit esto no es comida

Adelanto que no soy experto en estas cuestiones del márquetin y la publicidad, pero al mismo tiempo reconozco que me apasiona y, a falta de Mr. & Mrs. Brief por estos lares, hoy le voy a dar caña a este tema.

¿Qué se entiende o qué entiendo yo, que entiendo poco, por publicidad emocional?

Se trata de esa publicidad que está diseñada con el fin de provocar en el receptor una serie de emociones o sentimientos de relativa gran intensidad y que confiere un valor añadido al producto o a la marca. Los puristas dicen que toda publicidad es “emocional” en cierto grado, y creo que aciertan, muchos anuncios dejan en el receptor una u otra emoción (deseo, curiosidad…) incluida también la de indiferencia. Pero en el caso concreto de la publicidad que recibe este apelativo, se trata de que los consumidores vinculen esa emoción a la marca normalmente a partir de mensajes humanizadores, afectivos, próximos que transmitan una cierta empatía e incluso cercanía y/o solidaridad (¿real?) con el consumidor. Dicho a las claras, la publicidad emocional transmite o pretende transmitir “buenrollismo”. Muchas veces en ella no se llega ni tan siquiera a mencionar producto alguno, solo se habla de la marca.

¿Quieres ejemplos? Aquí tienes uno bien reciente del mundo de la Banca y aquí otro . El mundo del motor tiene también innumerables muestras del valor de las emociones en la publicidad, aquí tienes un ejemplo y aquí otro. Curioso, anuncios de bancos en los que no hay bancos y de coches en los que no hay coches (o casi)

Pero en este blog lo que nos importan son los anuncios de alimentación y en el post de hoy publicidad emocional de marcas de alimentos. Veamos ejemplos:

Ejemplo 1 de Campofrío

Ejemplo 2 de Coca-Cola (hay decenas de esta marca usando la publicidad emocional)

Ejemplo 3 de Werther’s Original (los caramelos)

Ejemplo 4 de Nescafé

Ejemplo 5 de Casa Tarradellas

He puesto solo 5 ejemplos pero la lista es interminable y no sé qué me da que actualmente el sector publicitario en general y el de la alimentación en concreto está “abusando” del recurso este de la sensiblería.

En líneas generales la publicidad emocional como tal se contrapone a aquella otra más de corte informativo, la que acerca al consumidor las soluciones, características y/o ventajas de optar por el producto objeto de la publicidad y no por otro.

Son diversas las estrategias para la utilización de la publicidad emocional: la utilización del sexo, del humor y de la diversión, de argumentos que ensalzan las cualidades de los consumidores de ese producto… pero como digo, últimamente me parecen más frecuentes las que se enrocan en la nostalgia, la ternura, las escenas de la vida cotidiana, las (supuestas) virtudes de la condición humana, etc.

Y no me parece bonito. Como decía aquel, todos tenemos nuestro corazoncito, y que nos traten de calcar un producto tocándonos la fibra sin tener en cuenta o logrando que el consumidor pase por alto las cualidades inherentes al producto anunciado, no me parece adecuado. Y más cuando una de las cosas que se ponen en juego es algo tan importante como la salud, por que al final de lo que se trata de anunciar en este caso al que me refiero son alimentos. En mi opinión, la publicidad emocional debiera estar prohibida para alimentos (o marcas que los elaboren) que se sitúen de forma típica en la cúspide de la alimentación saludable. Es decir, prohibida para todos aquellos cuyas más elementales recomendaciones aludan a un consumo ocasional y en cantidades reducidas.

¿Y tú, has visto alguna publicidad emocional que promocione alguna marca de alimentos? ¿Qué te parece que se use este tipo de publicidad, está todo permitido en este terreno?

——————————–

Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

——————————–

Excusas erróneas (y frecuentes) para tomar un suplemento vitamínico

Vitaminas_veo_

Hay bastantes personas que se escudan en argumentos poco racionales para tomar un suplemento vitamínico. No es que estén en riesgo de que su dieta no les aporte las cantidades necesarias de estas, el caso es que suelen acudir a ellos muchas veces como una especie de seguro, una especie de “por si acaso”. A pesar de no son necesarios en muchos casos hay dos mensajes claros que se suelen repetir con demasiada frecuencia. Por un lado el de más vale prevenir que curar y por el otro el de un poco más (de la vitamina que sea) no me va a hacer daño.

Con independencia de que sea o no cierto el hecho de que “un poco más no me va a hacer daño” (las cosas no funcionan así) el hecho incontrovertido es que, lejos de que tengan o no el efecto deseado suponen una inversión monetaria. Veamos cuáles son los errores más típicos y la realidad con respecto a decidirse por tomar un suplemento  vitamínico. Como veremos la mayor parte provienen de ideas fruto de una cierta desinformación nutricional:

Error: Las vitaminas aportan energía

Realidad: No hay ninguna vitamina que aporte energía por el simple hecho de incorporarla en un suplemento. Sin embargo, el error quizá tenga el punto de partida de considerar que algunas de ellas, en especial las vitaminas del grupo B, intervienen de forma importante en las vías metabólicas específicas de producción de energía. Es decir, las vitaminas no aportan energía, pero sí ayudan al proceso de obtención de esta. Dadas las cantidades con las que las vitaminas han de aportarse en la dieta (mili o microgramos) las vitaminas no son, ni de lejos una fuente de calorías. Es posible que si alguien se siente con “más energía” o más pletórico tras tomar alguno de estos suplementos se deba a un efecto placebo. Aun así, si alguien tiene una deficiencia vitamínica concreta no hay una relación conocida entre el hecho de tomar el suplemento en cuestión y el sentirse “más enérgico” a continuación.

Algunos promotores-vendedores-distribuidores de este tipo de suplementos se aprovechan de la ignorancia del consumidor y le tienden una trampa jugando con las verdaderas funciones de las vitaminas y el efecto ansiado por el usuario (una vez más aquello de decirles lo que quieren oír)

Error: Los alimentos de hoy en día son deficitarios en nutrientes

Realidad: Lo  cierto es que en la actualidad las posibilidades de variedad y cantidad de los alimentos que consumimos en los países desarrollados son inigualables con respecto a años anteriores. Y eso es lo que garantiza un más que suficiente aporte de vitaminas y otros micronutrientes. En algunos casos, ciertas explotaciones agrarias intensivas han limitado de forma sensible la presencia de algunos minerales en el suelo, en especial selenio y yodo. Sin embargo, se pueden obtener cantidades más que suficiente de estos nutrientes como para cubrir las necesidades individuales a partir de otros alimentos, por ejemplo los de origen animal en el caso del selenio y con el uso de la sal yodada de modo general para el caso del yodo, tal y como recomienda la OMS.

Error: Las vitaminas ayudan en las situaciones de estrés

Realidad: Dejando de lado el estrés físico debido a cansancio o agotamiento físico, el estrés “mental” no aumenta las necesidades de vitaminas (o minerales), ni es causado por su déficit, ni tampoco se utilizan en su tratamiento. Es casi seguro que a lo largo de la vida cada uno se enfrente a momentos mejores y peores fruto de las circunstancias, pero la falta de vitaminas no es ni causa ni solución para esas situaciones de mayor abatimiento o de tensión. De nuevo el recurso fácil de la pastilla milagrosa que todo lo cura planeará sobre nuestras cabezas como solución milagrosa para algo que tiene una explicación (y ya no sé si una solución) mucho más sencilla.

Error: Se toman para prevenir y/o tratar un resfriado u otra enfermedad

Realidad: A día de hoy no existe una evidencia científica suficiente que sugiera que las dosis muy altas de cualquier vitamina (o suplemento mineral) prevengan o curen ninguna enfermedad del tipo cáncer, resfriado, diabetes, etc. Incluidas las megadosis de vitamina C que en el mejor de los casos podría ayudar a, una vez que se sufre el resfriado, reducir algunos de sus síntomas, y además, con bastante probabilidad no de forma muy significativa y siempre dependiendo de una cierta variabilidad individual. Tienes una interesante publicación de la Cochrane  Library al respecto del papel de la vitamina C en la prevención y tratamiento del resfriado común en este enlace

Error: Se toman para contrarrestar los efectos nocivos del consumo de alcohol o del hábito tabáquico

Realidad: En los fumadores las recomendaciones de consumo de vitamina C son de 90mg frente a los 60mg de los no fumadores. Estos 30mg “de más” son fácilmente obtenibles de una alimentación adecuadamente diversificada y variada. Sin embargo, ha de quedar bien claro que tomar suplementos vitamínicos en ningún caso va a prevenir de los efectos nocivos para la salud derivados de ambos hábitos. De forma sencilla: aunque fumar implica una mayor necesidad de vitamina C, esto no quiere decir que tomar más de esta vaya a evitar contraer cáncer de pulmón. Y lo mismo en el caso del consumo de alcohol: tomar más vitaminas (o minerales) no va a proteger más el hígado.

Error: En el deporte son necesarios los suplementos porque se necesitan más vitaminas

Realidad: La primera necesidad aumentada que tienen los deportistas, con independencia de la modalidad deportiva es la energética. Gastan más energía y, por tanto, es preciso aportar más. Así si un deportista come más y lo hace de forma adecuada, resulta fácil de comprender que con esos alimentos “de más” se incorporen también más vitaminas. Ejemplo: Pongamos que las necesidades energéticas medias son de unas 2.500 kcal/día y supongamos que una dieta adecuada y equilibrada para esa persona le aporta un valor vitamínico general cifrado en “X”. Entonces, un deportista que supongamos necesita 5.000 kcal/día comerá el doble que el anterior y su alimentación contendrá un valor vitamínico general de “2X”, el doble. Has de saber que ninguno de los requerimientos medios de vitaminas o de minerales duplican sus recomendaciones en el adulto por ningún concepto. Es decir, una alimentación convenientemente planificada puede (y debería) aportar todas las necesidades de microelementos en el caso del deportista (contadas excepciones aparte)

Recuerda:

1. Los suplementos de vitaminas (y minerales) no deberían utilizarse nunca para compensar una mala elección de alimentos. Revisa tu alimentación y déjate de “tecnicismos”

2. No es buena idea que si no estás especializado en el tema hagas un autodiagnóstico de tus necesidades vitamínicas o posibles deficiencias basándote en lo que puedas leer en internet. Confía en los profesionales especializados.

3. No vas a obtener ni a producir más energía o a sentirte “más vital”  por tomar un suplemento.

4. El establecer vínculos entre cansancio, estrés, falta de rendimiento, etc, y la “necesidad” de suplementos suele ser propio de una estrategia de venta interesada y poco o nada realista. Establece una pauta dietética adecuada, haz ejercicio, descansa y tómate tu tiempo para relajarte.

5. Entra dentro de lo posible que puedas comer algún vegetal con menos vitamina C (por decir algo) que antaño. Pero afortunadamente será un caso aislado y como ya sabemos que comes de una adecuada y variada oferta de alimentos esto carece de la menor importancia en términos generales.

6. Los suplementos, por muchos que tomes, nunca compensan las agresiones que realices sobre tu salud con el alcohol o el tabaco, por poco que los uses.

7. Si eres una persona con riesgo aumentado en relación con la posibilidad de sufrir un déficit nutricional (edad avanzada, mujer embarazada, síndromes malabsotivos, con determinadas intolerancias o alergias, etc.) consulta con un profesional sanitario adecuado

8. Y si no es así, más valdría revisar tu cesta de la compra antes que tu botiquín.

——————————–

Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

——————————–

Foto: veo_

¿Cuánta deficiencia hay de vitamina B12 entre los vegetarianos?

ensalada_freddy

El asunto del vegetarianismo, siempre ha sido relativamente controvertido tanto entre los que lo practican como entre los que no.

Dejando a un lado las diversas motivaciones que pueden llevar a cada uno a seguir este tipo de pauta dietética, que también son variadas y motivo de polémica, la cuestión de la adecuación nutricional suele terminar por ser el centro del debate. Incluso entre los propios vegetarianos ya sean de un tipo o de otro. Muy en resumen hay dos grandes grupos: los vegetarianos estrictos, también llamados veganos; y los ovo y lácteo vegetarianos, es decir los que solo comen vegetales y además lácteos y/o huevo.

En realidad, las dietas vegetarianas bien planificadas son seguras y adecuadas para una gran mayoría de la población. Sin embargo, hay una serie de nutrientes “clave” que siempre planean por encima de la cabeza de este colectivo cual si de espada de Damocles se tratara. A modo de síntesis, los nutrientes “calientes” y origen de debate con respecto al vegetarianismo por su posible deficiencia son, dentro de los minerales, el calcio, el hierro, y el cinc y, dentro de las vitaminas la B12 y la D.

Digan lo que digan, en realidad el nutriente verdaderamente limitante en este tipo de planteamientos es la vitamina B12 . La razón es que esta vitamina solo se encuentra en cantidades apreciables en los productos de origen animal. Del resto, aunque hay que asegurar su aporte, no hay un mayor riesgo de incurrir en una deficiencia siempre que se haga una adecuada planificación dietética.

Aun y todo, siempre ha habido debate acerca de cuánta deficiencia hay (prevalencia) en el colectivo de vegetarianos de esta vitamina. Con mucha frecuencia se ha sostenido que los veganos tienen un mayor riesgo de déficit frente a los vegetarianos que además incorporan lácteos y/o huevo. Sin embargo, un reciente estudio publicado en la revista Nutrition Reviews titulado como esta misma entrada How prevalent is vitamin B(12) deficiency among vegetarians? (¿Qué prevalencia hay de vitamina B12 entre los vegetarianos?) no deja nada claro que haya que ser más indulgente con la deficiencia de B12 en los vegetarianos no estrictos. Para ello se ha abordado esta cuestión realizando una revisión de la literatura a este respecto.

El principal hallazgo obtenido en este estudio fue que los vegetarianos, con independencia de su estilo de vegetarianismo, todos ellos, pueden presentar pérdidas o deficiencias de vitamina B12 independientemente de las características demográficas, de su lugar de residencia y de la edad.

En cuanto a los datos obtenidos de esta deficiencia en B12 por grupo de edad y población, se encontró que:

  • Entre los niños: entre el 25 y el 86% presentaban deficiencia.
  • Entre la población de adolescentes: entre el 21 y 41%
  • Entre las personas de edad avanzada: entre el 11 y el 90%
  • En la población de mujeres embarazadas: cerca del 62%
  • También es cierto que se encontraron mayores tasas de deficiencia entre los vegetarianos estrictos que entre los que consumían además huevo y/o lácteos.
  • Fueron mayores también las cifras de deficiencia entre aquellos que eran vegetarianos desde muy temprana edad, prácticamente desde el nacimiento, que entre aquellos que se hacían vegetarianos en edades más avanzadas.

El aspecto más interesante de este estudio a mi modo de ver es que las medidas preventivas deberían adoptarse por igual con independencia del tipo de vegetarianismo que se siga. Por tanto, recomiendan los autores de este estudio, los vegetarianos (todos) deberían tomar medidas preventivas para asegurar la ingesta adecuada de B12 incluyendo, si es el caso, el uso regular de suplementos que la contengan.

¿Pero es que el huevo y/o la leche no contienen suficiente vitamina B12 como para que quienes los consumen se olviden de su posible deficiencia?

Pues en principio parece que sí… siempre que esos vegetarianos tomen una suficiente cantidad, que no es desorbitada. Sin embargo, la realidad de este tipo de vegetarianos nos dice que con mucha frecuencia se comienza siendo vegetariano mixto (con leche y/o huevos) pero que en la trayectoria de estos vegetarianos mixtos cada vez se va prescindiendo más de estos productos. No es que se terminen por ignorar, haciéndose finalmente veganos (o sí) sino más bien que se terminan por incorporar en menor cantidad.

Así que ya sabes, si has decidido practicar el vegetarianismo controla las cantidades de esos nutrientes “clave” y, muy en especial, asegúrate de obtener regularmente una buena fuente de vitamina B12. Sin lugar a dudas yo le pediría opinión y consejo a un dietista-nutricionista.

Antes que se os disparen los dedos en los comentarios, no me quiero despedir sin citar las conclusiones de este reciente metaanálisis (Mortalidad por enfermedad cardiovascular e incidencia del cáncer entre los vegetarianos: Metaanálisis y revisión sistemática) que dicen textualmente:

Nuestros resultados apuntan hacia el hecho de que los vegetarianos tienen, frente a los no vegetarianos, una mortalidad significativamente menor (29% menos) por enfermedad isquémica del corazón y también una menor incidencia de cáncer en general (18% menos)

——————————–

Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

——————————–

Foto: freddy

 

«Nutrición-área 51»: A la caza de las calorías negativas

Libro calorías negativasUno de los más habituales mitos en la inmensa galaxia de la pérdida de peso es el concepto de “calorías negativas”, una entidad –energética- que lleva bastantes años planeando sobre nuestras cabezas y que de tiempo en tiempo sale a colación entre quienes creen haber encontrado la piedra filosofal del adelgazamiento.

A pesar de lo ridículo del planteamiento (conseguir adelgazar con alimentos que sean fuente de calorías negativas) lo más gracioso es que en el fondo del asunto hay una brizna de verdad. Lo que, sin embargo, como seguro te imaginas no hace que el planteamiento completo sea cierto.

¿Qué se supone que son las calorías negativas?

Este planteamiento sostiene que hay algunos alimentos que gracias a su particular composición requieren el aporte de más energía para masticarlos y digerirlos que la que finalmente terminan por aportar. Así, el balance energético entre las calorías gastadas en su procesamiento y las contenidas en el alimento resulta en forma de “calorías negativas”. Y de aquí su posible efecto a la hora de ayudar a perder grasa. En resumen, que se supone que se queman calorías al comer y que cuanto más comes, más peso pierdes.

La lista de alimentos capaces de obrar este prodigio es relativamente corta y no esperes encontrar entre ellos, el chuletón de Ávila, el cocido montañés, el chocolate o las torrijas. El estilo de alimento con estas características calorías negativas sería el típico del pepino, la berza, los rábanos, la lechuga… y el rey de todos ellos, el apio.

Si bien esta parte parece bastante cierta (hay algunos alimentos que aportan tan pocas calorías que en los procesos de masticación, digestión, absorción y excreción se gastan más) parece bastante difícil, por no decir imposible que alguien consiga mantener un adecuado estado de salud incluyendo una lista cerrada solo con estos alimentos. Además, ¿te vas a comer el apio o la lechuga sin aliñar, la col sin cocinar? Imagino que no. Lo digo por que hay que tener en cuenta que el balance sale tanto más negativo cuanto menos cocinado esté el alimento. La aplicación de las diversas técnicas culinarias, ablanda las estructuras vegetales, hace más disponible algunos nutrientes y, en resumen aumenta la digestibilidad, necesitando menos energía para procesarlos. Es decir, si aun no has desistido de probar esta estrategia dietética con calorías negativas, has de saber que habrás de comer todo crudo y sin aliñar (además recuerda que es el aceite el alimento con más calorías del mundo).

El efecto de las calorías negativas más allá de los alimentos

Pero aun hay más detrás del concepto de las calorías negativas. Si recuerdas esta entrada hay algunas personas que se empeñan en hacer un mal uso de la calculadora y que sin tener muy claro el concepto de “caloría” afirman que tomar bebidas muy frías (casi heladas, sin olvidar la posibilidad de chupar hielo), incluida la cerveza facilita un balance negativo de energía al tener que calentar nuestro cuerpo esas bebidas. Como ese calor no deja de ser una energía que nosotros “gastamos” al final el balance resultaría negativo o no tan positivo. Bueno, como ya comenté se trata de un mal uso de las unidades. Si alguien quisiera llegar a un balance cero (y digo cero, no negativo) entre las calorías que ingresa con los alimentos (supongamos 2.500 kcal) y el consumo de agua helada, debería tragar 67,5 litros al día; y si se quiere “compensar” un exceso calórico de tan solo 500 kcal habría que beber “solo” 13,5 litros.

Otros incluso afirman que en la cuestión de las calorías negativas también interviene lo que nos cuesta obtener el alimento, y por ejemplo, afirman que el esfuerzo de sacar la escasa carne de un cangrejo (rompiendo sus pinzas, urgando, etc.) con tan magro resultado es un elemento a tener en cuenta y que por tanto también los cangrejos (nécoras, centollos, cangrejos de río, bogavante, buey de mar, etc.) habrían de considerarse alimentos con calorías negativas. Claro, y siguiendo con esta argumentación, no habíamos caído antes, podríamos considerar que en vez de ir a la carnicería o a la pescadería o a la panadería a por sus alimentos característicos, podríamos salir al campo a cazar (con las manos, que requiere más esfuerzo) ir al mar a pescar (andando, si vives en Madrid sería un puntazo para sumar calorías negativas con ese pescado que consiguieras) o al campo a recolectar lo que podamos… respectivamente. Así sí que se sumarían un montón de calorías negativas y no con la tontería de los cangrejos.

En resumen, un concepto bonito teóricamente que ha dado para muchos debates e incluso para escribir libros con este tema. Pero la realidad nos dice que no es nada práctico. (Curiosidad: El concepto de producto o elemento “quema grasa” fue acuñado a principios de los años 90 precisamente en el libro que tienes enlazado y que es imagen de esta entrada)

La única parte positiva de este asunto es que los supuestos alimentos con calorías negativas tienen un perfil nutricional bastante saludable y que por tanto no está mal el animar a que la población incorpore más de este tipo de productos (fundamentalmente vegetales) en su alimentación. Pero (siempre hay un “pero” en la nutrición-área 51) no todo el monte es orégano ya que es preciso comentar el “efecto halo” que tienen este tipo de alimentos entre la población general, y que se comentará en una próxima edición de esta subsección.

Puedes consultar otro post de «Nutrición-área 51» en esta entrada.

——————————–

Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

——————————–