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Can Vies, el ADN de Barcelona

Podríamos decir que los altercados nocturnos en Barcelona, tras el desalojo y derribo del edificio okupado de Can Vies, son una actividad no deseada, que solo se debe combatir policial y judicialmente. Pero lo cierto es que «no son un hecho puntual», sino «el reflejo de un malestar social», tal como advirtió el primer día el presidente de la federación de asociaciones de vecinos de la capital catalana, Lluís Rabell. Y esta situación no se da solo en Sants, sino en la Zona Franca, en Ciutat Meridiana, en Bon Pastor, en el Besòs… En todos aquellos barrios en los que el mazo de la crisis ha golpeado más fuerte.

Estos días, en que se han visto imágenes de contenedores quemados, muchos se han apresurado a escribir tuits preguntándose qué pasará con la Marca Barcelona ahora. Pues, nada, porque la quema de contenedores e incluso de coches no es nada nuevo (¿ya nadie se acuerda de aquél coche patrulla de la Guardia Urbana ardiendo en la Plaça Universitat? ¿Y de aquella Intifada del Besòs?). Otras muchas veces se han producido altercados igual o más fuertes que los de estos días y la ciudad ha seguido adelante. ¿Por qué? Porque la contestación social forma parte del ADN de Barcelona. Fijémonos, por ejemplo, en los movimientos de los Yayoflautas o la PAH, que surgieron con más fuerza en esta ciudad para, después, expandirse por toda España. O los propios okupas, que siempre han tenido una gran actividad aquí.

Disturbios por Can Vies

Quema de contenedores y un coche en el Raval tras la manifestación de Can Vies. TONI ALBIR/ EFE

Esta ciudad siempre ha sido un imán para los llamados «movimientos antisistema», porque es en esta ciudad -pujante, moderna, multicultural, acogedora y cosmopolita- donde se reflejan con más matices lo mejor y lo peor del progreso. Barcelona es muy diversa y, en esa diversidad, vemos cómo, al mismo tiempo que triunfa el Primavera Sound en el Fòrum, al otro lado de la ciudad se están quemando contenedores. En un lugar los jóvenes bailan y, en el otro, expresan su rabia. Eso es Barcelona. Ese es su ADN.

La imagen más real de lo que representa el conflicto de Can Vies es la de okupas y vecinos haciendo una cadena humana con los escombros del centro social y, luego, queriendo reconstruirlo ellos mismos. Lo que le están diciendo -no ya al Alcalde, sino a todo el mundo- es que ya viven al margen del sistema porque ese sistema, que nos ha llevado a la crisis, ya no les representa. Esta es la gran lección de Can Vies, que ha hecho que, una vez más, Barcelona haya sido el escaparate del mundo. En este sentido, la gran conclusión que debería quizás extraer no solo el alcalde, Xavier Trias, sino todos los alcaldes y gobernantes con poder de decisión sobre sus ciudadanos, es que el Sistema, tal como lo entendíamos hace 10 años, ya no existe. Hay que practicar otra forma de hacer política y de gobernar, porque la legitimidad ya no se gana solo en las urnas cada cuatro años, sino en el día a día.

Hay seis grandes elementos que habría que tener muy en cuenta a la hora de analizar las consecuencias a corto y largo plazo del conflicto de Can Vies:

1. El sentido de la propiedad. Esta crisis ha deslegitimado por completo a los bancos, que fueron rescatados con el dinero de todos después de, en algunos casos, haber engañado a la ciudadanía con productos como las preferentes. También ha dejado desnudos a los poderes públicos, ya que fueron los Gobiernos -elegidos democráticamente- los que no supieron evitar el desastre de la recesión y los que, posteriormente, han aplicado recortes y ajustes a la población. Hoy en día, ¿quién pone en duda que una familia desahuciada le dé una patada a la puerta de un piso vacío de un banco y se ponga a vivir allí? ¿Quién puede dudar de que un grupo de jóvenes puedan tener el derecho a gestionar un centro social en un edificio en desuso desde hace muchos años? La gestión de la propiedad e, incluso, de la propiedad compartida, como puede ser un edificio municipal, hoy en día se debe revisar. ¿Por qué, si no, el Ayuntamiento ha tenido que afrontar también, paralelamente a Can Vies, el conflicto de la gestión del nuevo Casal de barrio de Sant Andreu, reivindicado por l’Ateneu l’Harmonia? ¿Por qué el lema de la manifestación del sábado en el centro de Barcelona era «Construyamos alternativas, defendamos los barrios»? Porque es el momento de hacer micropolítica y gobernar haciendo cirugía vecinal, atendiendo las demandas de los vecinos, no ya por barrios, sino calle a calle. Dicho esto, con respecto a la propiedad, en el movimiento okupa siempre ha habido una contradicción: tú no puedes okupar un edificio para denunciar la especulación de la propiedad privada y, cuando viene la policía a echarte, querer quedarte en él, ya que estás actuando tú mismo como ese propietario al que criticas. Y no vale el argumento de que este edificio es de todos, porque siempre es de alguien más que de otro. Y la especulación tiene muchas caras, lleve o no corbata; además de que, en este caso, no todos los vecinos de Sants estaban de acuerdo con la actividad de Can Vies. ¿Qué importa más, el proyecto social o el lugar donde se pone en práctica? Si es lo segundo, ¿no se está especulando también con la propiedad? Si fuera lo primero, será que no hay otros edificios vacíos en Barcelona donde poder crear otro Can Vies…

Reconstrucción de Can Vies

Vecinos y okupas ayudan en la reconstrucción del centro social Can Vies. TONI ALBIR/ EFE

2. El poder de los lobbies. Barcelona es una ciudad de éxito. Desde los JJOO de 1992 no ha parado de subir como la espuma. Es la capital mundial del móvil, alberga festivales de música de gran éxito internacional, atrae grandes empresas industriales y de la nueva economía, es una smart city… Y es un polo de atracción de turismo. El puerto de Barcelona está entre los cinco más importantes del mundo y es líder en el Mediterráneo; el aeropuerto no para de crecer en pasaje y en rutas y todas las grandes cadenas hoteleras parecen querer abrir ahora sus hoteles más singulares en esta ciudad, donde la crisis inmobiliaria les ha brindado grandes oportunidades de negocio. El poder de los lobbies es muy alargado. Solo así se explica que el Ayuntamiento haya accedido a reformar la Diagona y el Passeig de Gràcia de la forma y en el momento en que se está haciendo. ¿Cómo es posible que esta ciudad tardara tanto en aplicar una tasa turística? Por los lobbies, ni más ni menos. Pero, el problema viene cuando uno no se da cuenta de que hay otros lobbies, que no actúan en los despachos, sino que queman contenedores y coches. Tú no puedes reformar una calle de lujo -y encima colocando mal las baldosas de Gaudí- y mantener una zona del Raval viviendo entre ratas y con un proyecto urbanístico pendiente de ejecución desde el año 2000. La gente no es tonta. Es así como Barcelona se ha convertido en una ciudad donde los hoteleros y demás ejercen de lobby, pero también los okupas (aunque ellos critiquen a los lobbies, también, lo son), Stop Pujades y demás movimientos ciudadanos. Cada uno a su manera y con sus armas.

3. El drama de los barrios. Había un concejal socialista que siempre decía esto: «Nou Barris también es Barcelona». Pues bien, esa lección se ha perdido, porque hay barrios de Barcelona que, a raíz de la crisis, parecen que se han descolgado definitivamente. En las últimas elecciones europeas, Podemos cosechó sus votos precisamente en estas zonas de la ciudad que se sienten más desamparadas. La desigualdad social es creciente. Hay una clase media que está desapareciendo y hay una emergente necesidad de ayuda social directa, con Caritas y Cruz Roja trabajando a destajo. El paro está haciendo estragos en Sant Andreu, Nou Barris, Sant Martí o en la Zona Franca, mientras que en Les Corts o Sarrià-Sant Gervasi se están recuperando niveles de ocupación. Volvemos al argumento del principio. Lo que Can Vies pone de manifiesto es el drama que se vive en algunos barrios. Hay una brecha social y se corre el peligro de que se agrande aún más.

4. La Marca Barcelona. Que nadie se engañe, los turistas seguirán viniendo en masa a la ciudad, aunque se hayan quemado contenedores. Otras veces ha pasado. De hecho, hay turistas que incluso se han pasado por Can Vies a hacer fotos de la excavadora quemada. La llamada Marca Barcelona no se va a resentir por eso, porque los turistas no vienen a Barcelona porque puedan comprar en tiendas de lujo o visitar la Sagrada Familia, sino que les atrae la ciudad en sí misma, su vocación y su forma de ser. Lo que sí es cierto es que la Marca Barcelona corre el riesgo de morir de éxito. ¿Por qué un complejo de ocio y juego que se quiere construir en Tarragona se debe llamar Barcelona World?

Primavera Sound

Ambientazo en el Primavera Sound, en el recinto del Fòrum. MARTA PÉREZ/ EFE

5. El superávit municipal. En un contexto en que los poderes públicos no tienen ni un céntimo para gastar de más -un ejemplo es la Generalitat de Catalunya- el Ayuntamiento de Barcelona tiene una posición privilegiada, ya que declaró un superávit acumulado de 23,5 millones de euros gracias a que cerró el ejercicio de 2013 con un superávit de 139 millones de euros. En este contexto, no es de extrañar que entidades que antes eran menos contestatarias, ahora se junten con otras más guerreras y prediquen el «no pagar» en los transportes públicos. ¿Quién le hubiera criticado al alcalde Trias que hubiera invertido algunos millones en suavizar la subida del precio de la T-10 este año? Nadie. Ya no vale para nada anunciar que en 2015 habrá una nueva financiación del transporte público y que se pondrá en marcha la T-Mobilitat… Todo eso son cuentos chinos para los vecinos de esos barrios más castigados por la crisis. Una cosa hay que tener clara, Can Vies es otra de las patatas calientes que le han caído a Xavier Trias como alcalde, porque el conflicto viene de muy lejos, es decir, cuando los socialistas gobernaban en la ciudad. Otra patata caliente -aún no resuelta y de difícil solución- es Transports Metropolitans de Barcelona (TMB), titular del edificio de Can Vies. Es decir, de momento, TMB ya le ha metido al alcalde en dos líos: el del desalojo y derribo de Can Vies y el de la deuda de 500 millones de euros que arrastra la empresa de transportes y que le ha impedido, por ejemplo, frenar el tarifazo de los billetes de bus y metro, según explicó él mismo.

6. El Sistema. ¿Qué quiere decir hoy en día ser antisistema? ¿Es que hay sistema? O mejor dicho, ¿es el sistema que nos llevó a la crisis el que debe seguir imperando? El alcalde Trias ha disfrutado de tres años de mandato más o menos plácidos, aunque hay que tener en cuenta que gobierna la ciudad en minoría. Esto quiere decir que ha tenido que hacer equilibrios para sacar adelante, por ejemplo, los presupuestos. Le ha beneficiado que no ha tenido una oposición muy fuerte y organizada. Pero, el conflicto de Can Vies ha estallado justo cuando en el PSC ya han resuelto sus primarias y poco después de unas elecciones europeas que han visto la emergencia de ERC -en pleno debate sobre quién será su alcaldable- en la ciudad. Pero, lo más importante es que, si ahora es difícil gobernar la ciudad en minoría, ¿qué pasará de aquí a un año cuando previsiblemente entren en el Ayuntamiento partidos que ahora aún no están representados? ¿Estarán ahí la CUP, Ciutadans y otras marcas nuevas? Can Vies no es un marrón para Trias, sino para todos los gobernantes. Can Vies es el símbolo de que el Sistema ha cambiado y que, para una parte de la población, es tan «antisistema» el que quema contenedores como el que quiere especular en los barrios, como cuando Millet y Montull impulsaron el hotel de lujo del Palau de la Música y los vecinos les pararon los pies.

¡Qué gran oportunidad es gobernar Barcelona, una ciudad que te brinda, como en ningún otro sitio, la ocasión de regenerar el sistema! Can Vies forma parte del ADN de Barcelona, igual que el Primavera Sound, las maravillosas obras de Gaudí o los Yayoflautas, porque esta ciudad es así de plural, diversa y contestataria. Lo es ahora y lo ha sido siempre. Si Can Vies ha demostrado algo es que todo político que quiera ejercer planes de futuro -urbanísticos, sociales…- debe, primero, hacer gestos de presente. Simplemente, porque ya nadie cree la palabra de un político.