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En la cama más besar y menos hablar

Mira que soy pesada. De esas a las que le gusta tanto hablar que, como diría mi madre, no se calla ni debajo del agua. Hablo de lo que sea, donde sea y con quien sea. Hablo tanto que incluso he dado conversación a los de Telefónica cuando no tenía nada que hacer.

Y aún con todo lo que hablo (y con todo lo que me gusta hacerlo), no soporto cuando por un casual encuentro un hombre que habla en la cama.

GTRES

Los hombres que hablan en la cama son un porcentaje pequeño pero que puede llegar a resultar irritante. Echar un polvo con un charlatán sexual es como cuando ves una película online que han grabado con subtítulos en otro idioma. Son totalmente innecesarios y te distraen cada vez que aparecen en la pantalla.

Hay varias clases de dirty talk que puedes encontrar en la cama. Por un lado está el que se dirige hacia ti pero en realidad se dirige hacia sí mismo con expresiones del tipo «Mira lo que tengo» o «Todo esto es para ti» en una especie de intento de reafirmación. Sí, está oscuro pero veo lo que tienes. Y sí, ya sé que es para mí, no veo a nadie más en la habitación.

También está el que va narrando cada acción como si se tratara de los comentarios del director: «Ahora quiero que te pongas encima», «Muévete más rápido»… Una cosa es que en un momento concreto nos digan cómo podemos hacer algo mejor y otra que nos vayan dirigiendo continuamente.

Los hay parlanchines inseguros que a cada instante te preguntan «¿Te gusta?» a lo que tú, mentalmente, pones los ojos en blanco. Si no te has dado cuenta por mi lenguaje no verbal de que me está gustando es que no lo está haciendo.

Y ya no hablemos si además esperan que tú les respondas. Conozco mujeres que se ponen más tensas recitando un diálogo sexual forzado que en la consulta del ginecólogo.

No digo que prescindamos de las palabras, de expresiones u onomatopeyas. Una voz en el momento preciso anima a cualquiera. Pero respetemos la libertad que nos da la cama de, por unos instantes no hablar, de sustituir la conversación verbal por gestos, sonidos o movimientos que solo asoman cuando dejamos salir nuestro lado crudo y animal, ese lado que goza del placer puro sin pensar.

Porque es cuando dejamos de hacerlo que disfrutamos de verdad.

Duquesa Doslabios.