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¿Qué es peor, una infidelidad carnal por sexo, o mental con amor?

Cuando la tentación arrecia, ¿qué es peor? ¿La infidelidad carnal, o la mental? ¿Consumar una mera aunque fuerte atracción física, o involucrarse sentimentalmente con alguien pero sin cruzar la línea? Antes de responder habría que ponerse en ambos lugares, en el del que sufre el engaño y en el del que lo comete. Seguramente la perspectiva cambie. O no.

solo una noche

Fotograma de ‘Solo una noche’

El debate viene de lejos, pero merodea por mi cabeza tras volver a ver Solo una noche, la intimista y honesta cinta de Massy Tadjedin. La película no juzga a los protagonistas, solo plantea el dilema. Joanna (Keira Knightley) y Michael Reed (Sam Worthington) son un joven matrimonio, guapos y triunfadores. Se quieren, sin duda, pero el exceso de trabajo los aboca a una crisis, y en esas están cuando él tiene que enfrentar la fuerte atracción sexual que siente por su sexy compañera de trabajo (Eva Mendes), que va a por todas. Ella, entretanto, se encuentra de imprevisto con un antiguo amor, alguien con quien fue feliz y a quien, de alguna forma, nunca ha olvidado.

Aunque la peli es de 2011, no quiero meter ningún spoiler, por si acaso, pero sí diré que, como consecuencia de lo anterior, ambos tendrán que replanteárselo todo. ¿Qué es más peligroso? ¿Qué duele más? ¿Qué es más difícil de perdonar? La propia Keira Knightley decía en una entrevista a ABC que, durante el rodaje, ella cambiaba de opinión cada cinco minutos, al igual que el resto del equipo.

Para mí fue la típica película sobre la que sigues dando vueltas horas después de salir del cine. En frío es fácil pensar en ello, pero supongo que, para poder resolver esa pregunta, hay que pasar por ello. Y cada uno tendrá su respuesta, en función de sus propias experiencias. En ambos casos, alguien lo pasará mal. Algunas parejas superarán eso, otras se romperán. Pero es algo que puede pasar en cualquier momento, y a cualquiera, ya sea a un lado o al otro. Nadie debería sentirse a salvo de eso. Sea como fuere, merece la pena meditar sobre ello, aunque yo, a día de hoy, sigo como Keira. Ahora pienso una cosa, y dentro de cinco minutos no.

 

¿Aumentan el riesgo y lo prohibido el placer sexual?

Varios medios de comunicación informaron el pasado lunes sobre la muerte de una mujer mientras hacía el amor con su pareja en las vías del tren en Ucrania. Ambos fueron arrollados. El suceso ocurrió de madrugada, cuando volvían de pasar la noche bebiendo en casa de unos amigos y quisieron probar algo nuevo y “sentir algo extremo”.  Al menos eso es lo que cuenta el novio, que se recupera en un hospital de la amputación de ambas piernas a la altura de la rodilla. Ella tuvo peor suerte. Murió en el acto.

No es la primera vez que ocurre algo así. En 2008 un tren de carga arrolló a una pareja de veinteañeros que practicaba sexo en las vías en Sudádrica. El chico murió en el acto y ella, horas después en el hospital. El conductor del convoy explicó en su día que tocó la bocina y les hizo señales porque no le daba tiempo a frenar,  pero que ellos “siguieron a lo suyo”.

crashEl trágico incidente, aunque salvando las distancias, por supuesto, me llevó irremediablemente a pensar en Crash, aquella polémica película de David Cronenberg, basada en la novela homónima de J.G.Ballard, en la que los protagonistas encontraban en los accidentes de coche un motivo de excitación sexual in extremis. Sangre, lujuria, peligro, muerte. Un cóctel explosivo y retorcido, un mundo oscuro y prohibido al que un grupo de fetichistas o parafílicos, como quiera llamárseles, se entregaban con pasión autodestructiva.

Y dandole vueltas a esto me acordé, como no, de nuestro querido Walter White cuando, ya avanzada la primera temporada de Breaking Bad, le empieza a meter mano a su mujer por debajo de la mesa en una sala abarrotada de agentes de la DEA  siguiéndole la pista. Cuando más tarde le echa un polvo salvaje en el interior del coche, en plena vía pública, y ella pregunta que por qué de repente el sexo es tan bueno, la respuesta de él no puede ser más clara: «Porque es ilegal», contesta.

La cuestión es, ¿aporta lo ilegal, lo prohibido, lo arriesgado, etc, una dosis extra de morbo y placer al sexo en sí? Supongo que la respuesta dependerá de la persona, pero pienso en mi propia experiencia y en lo que me cuentan mis conocidos, y algo de eso hay. La rutina, la vorágine cotidiana, la montaña de obligaciones… a veces vamos como autómatas por el mundo y buscamos, casi sin saberlo, un catalizador que nos saque de nuestra ataraxia, de nuestro marasmo. Algo que nos vuelva perturbables y, en definitva, nos haga sentir vivos.

Pero claro, como todo en la vida, siempre hay una línea. Y como siempre, esta es difusa. Porque una cosa es que te ponga follar en sitios públicos y otra muy distinta que solo puedas excitarte mientras te estrellas a 120 por hora en la autopista. ¿Dónde acaba el morbo y dónde empieza lo enfermizo?