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Tenemos que hablar del acoso que están recibiendo las sexólogas en redes sociales

Irene Negri, Melanie Quintana y Sara Izquierdo tienen algo en común, las tres se dedican a la sexología y utilizan las redes sociales para la divulgación.

También tienen en común que las tres han sido víctimas de acoso sexual, en la misma plataforma, por su profesión.

mujer teléfono

PEXELS

(Inciso: ¿no me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

Recibir una ‘fotopolla‘ o una invitación sexual de alguien a quien acabas de conocer, es algo a lo que la mayoría de mujeres -por desgracia- nos hemos enfrentado alguna vez. Pero hablando con ellas, me doy cuenta de que esta situación, en su caso, es casi el pan de cada día.

Poco a poco, es un problema que se empieza a denunciar en redes sociales, ya no queda solo entre ellas, como antes. Y la única conclusión, tras compartir el acoso constante con mensajes que se alejan de lo profesional, es que tiene que parar.

Instagram o Facebook son dos herramientas fantásticas para divulgar e interaccionar con seguidores de diferentes edades y partes del mundo. Como afirma Irene, «tu contenido y trabajo se ven expuestos a mayor cantidad de personas».

El problema empieza cuando, en palabras de la sexóloga, «las redes sociales deshumanizan a las personas. La gente es super maleducada, no te saluda no te da las gracias… Tienen esta idea de que nuestro tiempo no vale y si te hacen una pregunta, tienes que responder. De ese lugar parte el acoso».

Melanie pone también en el foco el desconocimiento de su ciencia: «La mayoría de las personas aún hoy en día se piensa que enseñamos a follar bien. En gran parte por ese motivo llegamos a recibir fotopollas no solicitadas, mensajes de hombres que se piensan que enseñamos a follar o que directamente nos dedicamos a follar por dinero y quieren solicitar nuestros ‘servicios’».

«Y digo hombres porque la mayoría que mandan ese tipo de mensajes son hombres cis», afirma.

De las imágenes íntimas a las proposiciones sexuales

«Lo del tema de las fotopollas da para libro y es constante», dice Melanie. «Directamente te abren conversación con la foto o te preguntan si pueden enseñarte algo antes de mandártela. Yo tiendo a bloquearlos pero ha habido ocasiones en los que he denunciado harta de la reiteración».

«Una vez, cansada, a uno le dije que fuera al médico porque tenía una malformación en el glande que era preocupante. Él estaba bien, pero se asustó bastante y declinó en una conversación donde le expliqué los motivos por los que no podía seguir mandando ese tipo de mensajes, y que si se los mandaba a una profesional no esperara otra cosa que no fuera una valoración. El gran problema es que se creen que así nos seducen».

Como ella misma aclara, el sexting no tiene nada que ver con mandar una foto de este estilo. La diferencia es que es una imagen íntima no solicitada.

Otro ejemplo es el que relata Sara Izquierdo cuando ha compartido fotografías suyas en su cuenta.

«Lo que más me sorprendió fue uno que me dijo que me quería hacer de todo», explica. «Te quiero dar placer en esa postura», escribió un seguidor. «Me encantaría comerte el coño y follarte el culo», escribió otro.

«Luego me dijo ‘con perdón’», cuenta Sara. «Realmente se pensaba que estaba siendo educado y que me iba a gustar eso. Se pensaba que no estaba haciendo nada mal con ese comentario».

«Me pasa mucho que tengo seguidores que son súper majos que me responden a todo de buenas, que son simpáticos y punto, pero luego, en cuanto pueden soltar alguna, ya me dicen que o dónde vivo o que si quedamos a tomar algo. En seguida sabes que no están siendo majos, sino que quieren sexo», afirma.

La experiencia de Melanie con las proposiciones sexuales pasa porque incluso ha intentado -como dice ella- ponerse en modo sexóloga, e intentarles explicar que no es la forma de aproximarse de manera íntima a alguien.

«Hay tíos que te mandan mensajes preguntando si pueden follar contigo gratis y cuando les dices que no, y que esa no es forma de entrar a una mujer -porque no activa su deseo-, se enfadan y alegan cosas como ‘pero si eres sexóloga'».

Menos acoso, más educación

Para Melanie, gran culpa de esto la tiene la pornografía que se empieza a consumir a edades muy tempranas: «La interacción con el porno les ha construido unos patrones en la interacción que nada tienen que ver con la realidad o con los patrones de activación del deseo o la seducción».

No quita que, como ella dice, no pueda haber quien se excite con un mensaje directo o una foto privada: «Aunque seguro que haya mujeres que les ponga esto, no se puede dar por hecho. Primero pregunta o conoce a esa tía antes de entrarle así».

«Que seamos mujeres y nos dediquemos a hablar de sexualidad, produce dos cosas. Por un lado un efecto de fascinación, de wow, qué raro lo que haces, qué exótico, qué extraño. Por el otro lado hay esta idea de que si eres sexóloga eres una diosa del sexo, como si esto no fuese una carrera profesional que depende de un montón de conocimientos», explica Irene.

«Es súper frustrante, te encuentras con hombres que tienen estas fantasías y asumen que tienes mucho sexo, asumen que eres muy buena teniendo sexo y asumen que tienes un deseo tan ferviente que, cada día de tu vida, necesitas tener sexo».

Y más allá de las imágenes no solicitadas o las proposiciones, exigir recibir respuesta a cualquier duda es también una forma de acosar a las profesionales.

«Hace poco una persona me preguntaba muy obsesivamente si estaba bien que tuviera un fetichismo de los pies, que qué opinaba yo al respecto… Fue una conversación muy incómoda (no por el fetichismo de los pies), sino por lo insistente que se puso. No aceptar un no también se puede considerar como violencia», dice la sexóloga.

¿Les pasa a los sexólogos hombres?

Hace poco, estando en medio de un directo en Instagram con José Alberto Medina (también psicólogo y sexólogo), un espectador pedía a mi interlocutor que le contestara una consulta personal que le tenía que hacer.

Llegó a tal punto la insistencia que José Alberto, en plena emisión, tuvo que pedirle que por favor le contactara por mensaje privado, en vez de utilizando la sección de comentarios del directo.

Cuando acudió a su bandeja de entrada, se encontró una consulta medio habitual: «Te voy a preguntar algo. Me cuesta ahora empalmarme. ¿Por qué puede ser?».

En esos casos, la respuesta del sexólogo suele ser la de facilitarle su mail, pidiendo que le cuenten un poco sobre el tema, e invitar a hacer la sesión online, lo que hizo también con él.

La sorpresa fue cuando, la respuesta que recibió a su mensaje, fue si lo «quería ver un momento». El psicólogo le aclaró que esa no era una manera profesional de abordar el tema -si ese era su objetivo- y que de otra forma estaría encantado de atenderle.

Curiosamente, por mucho que se ofrece una asesoría online para tratar lo que muchos califican como un ‘problema’, no suelen terminar teniendo lugar. Lo que demuestra que el objetivo de los que contactan no tiene mucho que ver con el ejercicio de los sexólogos.

Así que, con este último ejemplo, hay algo más que debo añadir a la reflexión con la que empezaba el artículo.

Irene, Melanie, Sara y José Alberto, no solo tienen en común su profesión y que, por ejercerla en redes o divulgar conocimientos sobre ella, sufren acoso.

Sino que, quien les acosa, son hombres.

Puedes encontrar en Instagram a todos los participantes de este artículo: Irene Negri (@sexeducando), Melanie Quintana (@mel_apido), Sara Izquierdo (@vozdelagarta) y José Alberto Medina (@sex_esteem).