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¿Qué hacer cuando en la cama te encuentras con un ‘empujacabezas’?

Por mucho que pueda gustarme practicar el sexo oral (siempre con la protección adecuada), hay algo que hace que la experiencia se convierta en una pesadilla: toparme con un ‘empujacabezas’.

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El ‘empujacabezas’ es ese chaval, hombre o señor, aquí la edad es lo de menos, que, en pleno arranque pasional donde el magreo está en el máximo exponente, coloca su mano sobre tu cabeza (porque suele ser sobre la cabeza) y empieza a presionarla para que baje en dirección a su entrepierna.

Cuando eres tú quien está notando que te están redirigiendo a la bragueta, el corte de rollo suele ser inmediato. A no ser que forme parte de un juego de poderes, a nadie le gusta que le impongan lo que tiene que hacer. Y menos en la cama.

Enfrentarse al ‘empujacabezas’ es relativamente sencillo siempre y cuando recuerdes que no está en su mano lo que puede pasar, sino en la tuya.

En una sociedad en la que el sexo es libertad y, sobre todo, igualdad, mi mejor recomendación es parar la acción (a fin de cuentas ya has perdido el interés cuando te empujaba la cabeza) y hablar.

Pregúntale si es consciente de lo que está haciendo y, sobre todo, por qué lo está haciendo, eso le desarmará. Al final el ‘empujacabezas’ no nace, no lleva en el cromosoma Y la información genética que le hace dirigir a las mujeres a su entrepierna, al igual que tampoco va en ese cromosoma una pasión desmesurada por el fútbol.

Toparse con un espécimen de este estilo hace que te preguntes de dónde viene, cuál es su origen.

Aunque quizás no lo sepa, es un hijo más de la pornografía. Se está limitando a repetir un comportamiento que ha visto decenas de veces en las películas y que, según la ficción, da un buen resultado.

Lo que tiene que entender, de ahí la importancia de que habléis, es que tú eres libre de bajar cuando consideres. Es tu decisión y debe ser respetada. El sexo oral no puede convertirse en algo que se hace mediante la fuerza, que es la sensación que nos da al sentir la presión en la cabeza.

Otro motivo por el que puede ser que lo haga es que, directamente, no sepa abordar el sexo oral y termine recurriendo a lo fácil para él, un acto violento que nos hace sentir forzadas.

Y como la clave de todo en esta vida es el diálogo, si por un casual, tú que me lees, eres un ‘empujacabezas’, mi consejo es que esperes a que salga de nosotras (que en algún momento saldrá), en vez de buscarlo con tanta urgencia.

Si por lo que sea te das cuenta de que por su parte no sale nunca, mientras que por la tuya, el pilón es un sitio de paso habitual, te doy el mismo consejo que encuentras unas líneas más arriba: hablar.

Imagínate que tu madre hace croquetas. Las pone en el plato y te empieza a empujar la cabeza hacia ellas. Da igual lo mucho que te gusten o la gran cantidad de amor que le profeses a tu madre.

Tu reacción no sería otra más que responderle con incomodidad que qué hace. No es que no me gusten las croquetas, pero déjame comerlas a mi ritmo, ¿no? Que me las sé meter sola en la boca.

Duquesa Doslabios.

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