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Hay amores que matan. Está bien, pero no éste, no a usted

Querid@,

Y morirme contigo si te matas
Y matarme contigo si te mueres
Porque el amor cuando no muere mata
Porque amores que matan nunca mueren.

De eso nada, monada. En forma de poesía ciertamente son palabras sentidas, hermosas, incluso preciosas diría yo. Pero en la vida real es un drama dantesco. Hay amores que nunca mueren, supongo que así es. Otros simplemente se terminan, se esfuman, se consumen y acaban muriendo. ¿Pero eso de que hay amores que matan? Si todavía no ha muerto de amor, hipótesis altamente probable, ¿qué me dice?

¿Se les acabó el amor de tanto usarlo? como cantaba -como nadie- la Más Grande. El amor se ha terminado, o peor aún, le han dejado tirado como una colilla, le han abandonado como si fuera usted un indeseable trasto o un mueble viejo que ya no sabe uno ni dónde colocarlo. Esta usted bien jodido. Desde que le dejó tiene usted un terrible aspecto, come menos -o más- que antes, se pasa el día pegado a un pañuelo inundado de mocos y lágrimas mientras llora como un muffin y escucha esa música de esa de cortarse las venas que perjuró millones de veces que jamás atendería, y cuando le da por salir a la calle, vaga sin rumbo con cara de ido o de ida.

Por si esto fuera poco, se encuentra usted enfadado, triste, iracundo, intratable, nostálgico, todo a la vez. Por si fuera poco, está usted intratable y no hay quien le tosa. Ya no sabe qué hacer, va a volverse usted loco (pero muyyyyy loco) y siente como que se ahoga en un estado manifiestamente catatónico, descendiendo a los infiernos. Es una  verdad innegable, está a punto de tocar fondo.

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Mi más sincero pésame. No me gustaría estar en su pellejo. Pero aquí no estamos para lamentarnos ni para consentir que siga usted paseándose (más bien arrastrándose) cabizbajo y con la mirada perdida por la vida. No, de ninguna de las maneras. Aquí estamos para salir adelante, para que usted se arranque (por bulerías o no). Pero antes de ir al grano, quisiera hacer una reflexión. Que yo sepa, nadie muere de amor. Afortunadamente, convendrán. Morir de amor, aunque suene de lo más romántico y poético, ya no se lleva. Está pasado de moda, como las hombreras, los pantalones de campana o las carpetas forradas de fotos de los protagonistas de Sensación de Vivir. Hablo en serio.

Desde que Romeo y Julieta la liaran parda allá por el siglo XVI y se mataran los dos así sin ton ni son, no he conocido a nadie que se haya muerto de amor. Bueno, están también los amantes de Teruel. Cuenta la leyenda la historia de amor entre dos jóvenes turolenses, Isabel de Segura y Juan Diego Martínez de Marcilla. Además de tonta ella y tonto él, la palmaron los dos por no darse un buen beso a tiempo. Dejemos a los muertos descansar en paz y ocupémonos de usted, que vaga como puta por rastrojo y sumido en un perenne valle de lágrimas tras esa tortuosa ruptura amorosa con la persona amada.

Escúcheme y siga a pies juntillas (o no me haga ni puñetero caso) estos pasos infalibles para salir airoso – dentro de la desgracia- de una demoledora ruptura sentimental.

    1. Deje de escuchar música que le hará sentirse más miserable aún si cabe. Haga oídos sordos a esos cantares que le envalentonen para cometer una insensatez. Les hablo de canciones como esta.

Puestos a escuchar penas del corazón, mejor esta dulce condena.

Parece que no está tan mal, oiga. En cuanto a usted, aproveche hoy (ya que se pone, mañana también) para llorar. El viernes se despertará con los pasos infalibles para salir airoso – dentro de la desgracia- de una demoledora ruptura sentimental.

Que follen mucho y mejor.