Entradas etiquetadas como ‘relaciones’

Si quiere aprender a ligar, atienda

Querid@s,

Se acerca el invierno y, con él el frío. Está usted más sol@ que la una y necesita un hombro en el que llorar, alguien al que arrimarse, un cuerpo que le dé caloret. Si cuando la Madre Naturaleza se puso a repartir dones para la seducción, usted no estaba precisamente cerca y esto de ligar se le hace un tanto cuesta arriba, no desespere. Las majetas de Los Placeres de Lola celebran la cuarta edición del ROSCO FLIRT FESTIVAL, un taller la mar de interesante para aprender a ligar de la mano de profesionales expertas del coqueteo.

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Para convertirse en un irresistible Casanova o una Mata Hari de altos vuelos a la hora de coquetear con el sexo opuesto, o el propio, aquí tiene todo lo que necesitan saber.

Los Placeres de Lola

¿Qué?¿Se animan?

Que follen mucho y mejor.

A veces las segundas citas son las mejores

Querd@s,

Tras el monumental batacazo con el terror de las nenas (sin duda la peor cita que he tenido en mi dilatada experiencia de citas a ciegas) conocí a Jaime, todo un gentleman. Sabía que toparme con alguien peor que el informático era estadísticamente imposible y demasiado para el body, pero Jaime superó sobradamente mis expectativas. Todo hay que decirlo, yo estaba acojonada y a Dios rogando y con el mazo dando mientras pensaba en la joyita que me podía caer teniendo en cuenta la patética suerte que me había tocado otrora.

Pero esta vez tuve suerte. Jaime era, y sigue siendo, un tipo con clase, educado, simpático, guapete y además de mi mismo pueblo. La bella Jávea. Aunque cada uno es de su padre y de su madre, con Jaime conecté enseguida. Hubo química, buen feeling y lo cierto es que la cita se me pasó volando. Hablamos como lo hacen las personas normales, la conversación fluyó desde el principio, ninguno de los dos tenía que hacer esfuerzos sobrehumanos para mostrar interés por la vida del otro, y me di cuenta de que teníamos tantas cosas en común que la cita me supo a poco.

Además esta vez si pude probar el postre, que estaba de rechupete. Gracias Jaime por el buen rato que pasamos juntos. Me hizo olvidar con creces el mal trago del día anterior y pensar que, a veces, las primeras citas son las peores. Y las segundas, las buenas.

Como ya les he comentado, actualmente me encuentro en Chicago hasta nueva orden. Pero una paellita en el pueblo donde los dos pasamos los veranos no nos la quita nadie.

Diganme que les pareció la cita. ¿A que Jaime mola? No me defrauden y sean sinceros plis. Como siempre.

Aunque en el restaurante de Primeras Citas lo de menos es la comida, les animo a que si están solteros y sus corazones abiertos a encontrar el amor, se sienten en una de sus mesas desconociendo por completo con que partenaire les va a tocar compartir mantel y velada. Y que se dejen llevar en esta especie de ruleta rusa del amorPor malérrima suerte que tengan con la cita que les caiga en gracia, les aseguro que, al menos, se lo pasarán bien. Que no se lo tengan que contar.

Que follen mucho y mejor.

Mi cita con el terror de las nenas

Querid@s,

Nuestro paso (el de Víctor y mío) por el programa de Primeras Citas  (#FirstDatesha dado de qué hablar. Tengo un buen amigo con el que acabo de hablar que hasta me dice que entre tanta cita romántica en la que todo eran risas, jolgorio y buenos modales, la de Víctor y la mía, fue una cita que, como poco, dejaba un desagradable sabor de boca. Como cuando uno se come un limón y no le queda otra que poner cara de pocos amigos y de puro asco.

Está claro que lo que mal empieza, bien no puede terminar. Y les confieso que no fue para menos. No me dedicaré a meterme con él. Creo que las cosas caen por su propio peso y que con su actitud lo dijo todo. Sé que algunos pensarán que yo también tengo lo mío y no les quito razón. Pero nadie es perfecto, ni siquiera ustedes. En mi defensa sólo puedo decir que fui yo misma e intenté ser lo más educada posible. Hasta el postre. Me quedé con ganas de hincarle la dentadura, pero a esas alturas del fatal desencuentro, la velada comenzaba a resultarme del todo insoportable, aburrida y mi acompañante, abyecto y bastante anodino. Torrente a su lado, un perfecto caballero.

Si esa cita hubiera tenido lugar sin cámaras y en un contexto normal, ya les aseguro que servidora se hubiera esfumado en el preciso momento en que el informático hizo su estelar entrada en el restaurante. Para los que se lo pueden preguntar, les confirmo de antemano que yo no estaba ahí para buscar novio. Entre otras cosas, porque esas cosas no se buscan. Yo estaba ahí para pasármelo bien, para conocer gente y probar suerte en esto del amor vía un programa de televisión. También a hacer televisión, con mejor o peor suerte– y a intentar darme a conocer, pues a mis treinta y cinco primaveras sigo diciéndole a mi madre que quiero ser artista. Y también a intentar que sean más los lectores que se dejen caer por este blog que siento mi casa.

Por si no quedó revelado en el programa, antes de la cita- según él mismo me afirmó ni corto ni perezoso- había amenizando su velada bebiendo birras con un colega en el parque y que a él las morenas no le gustaban, preferencia que ya había comunicado de antemano al programa y no entendía porque no había ahí una rubia para él. Comentarios zafios inundaron nuestra maravillosa velada. La verdad es que me lo pase hasta bien, pero me dio pena ver cuan profundo puede descender la condición humana con tal de dar de qué hablar.

Lógicamente no sale todo, pero «mi cita» me deleitó con comentarios tan ofensivos que entiendo que la cadena ha decidido omitir. Pero echando mano de aquel refrán manido pero escrupulosamente certero, no ofende quien quiere, sino quien puede. No les entretengo más por hoy. Sólo espero que nadie se encuentre en la fastidiosa tesitura de compartir un desencuentro con un@ señor@ de semejante calaña. Ni siquiera en la televisión.

Resultó que inmediatamente despues de la fatídica cita, los reponsables del programa me dijeron que mi cita verdadera se habia puesto enferma justo antes de que comenzara la grabacion y que el terror de las nenas era el sustituto. Se disculparon conmigo y me confesaron que se habían equivocado con él, a pesar del casting que sí realizó. Fueron muy amables y me pidieron que me quedara un día más y que al día siguiente tendría la cita con el chico que habían buscado ex profeso para mí. Así tuve la oportunidad de probar suerte una vez más en esto del amor y me atreví con una segunda cita a ciegas. Lógicamente infinitamente mejor que la del informático. Ni a la suela de los zapatos le llegaba el terror de las nenas al caballero que tuve el placer de conocer al día siguiente. Por si les apetece, se emite este jueves, o viernes. Ya les contaré…

Que follen mucho y mejor.

En busca del porno ético y de Erika Lust

Querid@s,

Cuánto daño ha hecho el porno tradicional hecho por hombres para hombres. Por muchos motivos. Sólo diré uno. Porque un polvo no tiene porque empezar siempre con una mamada y terminar siempre con él corriéndose en la boca de ella. Muy predecible todo, muy poco original, muy manido principio y final. Bueno dos. Porque no vamos todas depiladas como si fuéramos prepúberes. O tres. Porque la estética sí importa. Pero aun así, si ustedes consumen porno, no se puede negar que es excitante y divertido ver como esos actores desconocidos (algunos no tanto) follan como si no hubiera un mañana.

La actriz porno y feminista Annie Sprinkle dijo una vez que “la solución al porno malo no es que no haya porno…es intentar hacer mejor porno.” Esta máxima es lo que su productora y otras similares están intentando conseguir mediante un porno ético. Y por qué no, un porno más estético, más bonito, más romántico. En definitiva, más real.

Algunas actrices se han cansado de este tipo de porno. Se han cansado de ser explotadas, de aparecer como meros objetos sexuales y de que otros se beneficiaran de su trabajo. Así, actrices y directoras porno están cambiando la forma de hacer porno e incluso el contenido sexual del mismo. El movimiento responde al nombre de «porno ético» y está poniendo patas arriba el mundo del porno tradicional. Es lo que buscábamos muchas mujeres  y hombres a los que nos gusta ver porno, pero sin sentirnos cómplices de una industria muchas veces degradante y abusiva. ¡El porno ético es lo nuestro!

En España, la pionera del porno ético es Erika Lust. Esta directora sueca afincada en Barcelona comenzó con un porno para mujeres, que fue descubriendo que también gustaba a muchos hombres. Después surgieron nuevas productoras independientes que dignificaron el género con propuestas más creativas.

Erika Lust

El concepto de porno ético no es ni más ni menos que aplicar al porno una serie de “buenas prácticas” que tienen como finalidad desafiar la idea de que el porno es necesariamente explotador, denigrante o abusivo. Tanto la esencia como la finalidad del porno ético difieren de las del porno mainstream, que casi nunca, cumple con las máximas imprescindibles para que ese porno que vemos sea ético y responsable.

  • Tratar a los actores con respeto. A los actores se les da la libertad de tomar decisiones sobre lo que han de hacer durante la película. Algunas productoras de cine porno ético incluso permiten a los actores decidir el contenido sexual. Además se les paga un salario digno y pueden escoger los medios anticonceptivos y de protección contra enfermedades de transmisión sexual.
  • Mostrar sexo y placer reales. El porno ético quiere mostrar todas las cosas buenas que nos gustan del sexo y que no siempre encontramos en el porno tradicional. Se busca la intimidad, las risas, la conexión entre las personas que están teniendo sexo y sentimiento. Las parejas, tríos o grupos follan ante las cámaras como cualquier otro actor o actriz porno, pero sus rostros, sus gestos, sus polvos se ven y suenan diferente. Son más de verdad. Las escenas salen solas, las posturas son menos forzadas, los polvos menos encorsetados y el resultado es más natural. Algunas productoras sólo trabajan con parejas reales.

  • Enfatizar en la diversidad. Las productoras independientes se esmeran en mostrar distintos tipos de cuerpos, sexualidades y razas. Algunas productoras prestan especial predilección por comunidades que han sido tradicionalmente marginadas y ninguneadas por el porno mainstream. Si se pertenece al colectivo LGBTQ o a una minoría, si se tiene alguna discapacidad física, o no se es delgado y joven, este tipo de porno ofrece la oportunidad de ver gente como tú, como cada uno de nosotros disfrutando del sexo.
  • Más y mejor estética: Las productoras independientes éticas se decantan por estéticas que ya nada tienen que ver con el fontanero casposo o la rubia californiana recauchutada con taconazos de infarto. En el porno ético se llevan las gafas, los piercings, las coletas, las gafas y la ropa interior sin encajes. La productora Abbywinters prohíbe a sus actrices emplear maquillaje. La productora Four Rooms promueve un porno artístico, Lust Films juega con una exquisita estética en la que la feminidad y el atractivo distan una eternidad de los clichés del porno mainstream.

Si nunca ha pensado sobre la ética o la falta de ella en el porno mainstream, piense que nunca es tarde si la dicha es buena. Les sugiero que intenten buscar estos ingredientes la próxima vez que vean porno. Si quieren, claro.

Que follen mucho y mejor.

Quiero ser solter@, pero contigo

Querid@s,

Lean la carta que la escritora canadiense Isabelle Tessier le escribió a un chico con el que había salido durante unos meses y que se había ido de viaje por un tiempo indefinido. El pasado mes de julio adaptó esa epístola de amor y la publicó en su blog de la edición canadiense de The Huffington Post.

La cartita se ha hecho viral y ha abierto el debate sobre las relaciones y la vida en pareja. Ese texto suma más de 100.000 “Me gusta” en Facebook y se ha traducido a cinco idiomas ¡Aquí va la versión española, traducida por María Ulzurrun!

Quiero…

Quiero estar soltera contigo.

Quiero que vayas a tomarte una cerveza con tus amigos, para que al día siguiente tengas resaca y me pidas que vaya a verte porque te apetece tenerme entre tus brazos y que nos acurruquemos. Quiero que hablemos en la cama por la mañana de todo tipo de cosas, pero algunas veces por la tarde; quiero que cada uno haga lo que quiera durante el día.

Quiero que me hables sobre las noches que sales con tus amigos. Que me digas que había una chica en el bar que te ponía ojitos. Quiero que me mandes mensajes cuando estés borracho con tus amigos para que me digas chorradas, sólo para que puedas estar seguro de que yo también estoy pensando en ti.

Quiero que nos riamos mientras hacemos el amor. Que empecemos a reírnos porque estamos probando cosas nuevas y no tienen sentido. Quiero que estemos con nuestros amigos, para que me cojas de la mano y me lleves a otra habitación porque ya no puedes aguantarte más y tienes ganas de hacerme el amor ahí mismo. Quiero intentar permanecer en silencio porque hay gente y nos pueden oír.

Quiero comer contigo, que me hagas hablar sobre mí misma y que tú hables sobre ti. Quiero que discutamos sobre cuál es mejor, la costa norte o la costa sur, el barrio occidental o el oriental. Quiero imaginar el apartamento de nuestros sueños, aun sabiendo que probablemente nunca vivamos juntos. Quiero que me cuentes tus planes, esos que no tienen ni pies ni cabeza. Quiero sorprenderme diciendo: «Coge tu pasaporte, que nos vamos».

Quiero tener miedo contigo. Hacer cosas que no haría con nadie más, porque contigo me siento segura. Volver a casa muy borracha después de una buena noche con amigos. Para que me cojas la cara, me beses, me uses como tu cojín y me abraces muy fuerte por la noche.

Quiero que tengas tu vida, para que decidas irte de viaje unas semanas por puro capricho. Para que me dejes aquí, sola y aburrida, deseando que salte tu carita en Facebook diciéndome «hola».

No quiero que siempre me invites a tus juergas, y no quiero invitarte siempre a las mías. Así, al día siguiente puedo contarte cómo fue la noche y tú puedes contarme la tuya.

Quiero algo que sea simple y, a la vez, complicado. Algo que haga que, a menudo, me haga preguntas a mí misma, pero que, en el momento que esté contigo en la misma habitación, desaparezcan todas las dudas. Quiero que pienses que soy guapa, que estés orgulloso de decir que estamos juntos.

Quiero que me digas te quiero y, sobre todo, poder decírtelo yo a ti. Quiero que me dejes andar por delante de ti para que puedas ver cómo se mueve mi culo de lado a lado. Para que me dejes arañar las ventanas de mi coche en invierno porque mi culo se contonea y eso te hace sonreír.

Quiero hacer planes sin saber si al final los realizaremos. Estar en una relación clara. Quiero ser esa amiga con la que adoras quedar. Quiero que sigas teniendo el deseo de tontear con otras chicas pero que me busques a mí para terminar la noche juntos. Porque quiero ir contigo a casa.

Quiero ser esa a la que le haces el amor y después te quedas dormido. La que te deja en paz cuando estás trabajando y a la que le encanta cuando te pierdes en tu mundo de música. Quiero tener vida de soltera contigo. Porque nuestra vida de pareja sería igual que nuestras vidas de solteros de ahora, pero juntos.

Un día, te encontraré.

Y ahora, por supuesto, opinen, comenten lo que estimen oportuno y digan lo que tengan que decir. Alto y claro, como  siempre.

Que follen mucho y mejor.

Amor prohibido: mujeres obsesionadas con sacerdotes

Cuando me lo contaron, no me lo creí. Pensé “bah, la típica historia exagerada hasta el extremo en el que el único ápice de verdad es casi casual”. Pero un día, en lugar de oírselo al “amigo de un amigo”, se lo escuché de su propia boca al que se supone que era su íntimo y confidente desde la más tierna infancia, su compañero inseparable desde que compartieran vecindario y colegio en tierras murcianas.

El tipo no quería abrir la boca, pero presionado por un amigo común y aliviado por el anonimato y el convencimiento de que yo nunca la conocería en persona, acabó accediendo a contarme la historia de su mejor amiga. La muchacha, que hoy tiene unos 30 años, es hija de cura. Resulta que su madre se enamoró del párroco del pueblo y, entre confesión y confesión, logró que el hombre colgara los hábitos y se casara con ella. O puede que fuera al revés, quién sabe, que fuera él quien le comiera la oreja tras la misa y la mujer perdiera los papeles por el hombre de carne y hueso que se ocultaba tras la sotana.

FOTOGRAMA DE EL PÁJARO ESPINO

FOTOGRAMA DE EL PÁJARO ESPINO

El caso es que se casaron y comieron perdices hasta que, cuando la hija que tuvieron contaba con solo dos años, el pobre exsacerdote, que por lo visto era bastante mayor, falleció. Hasta ahí vale, tampoco es que resulte muy excepcional la cosa. Pero el asunto empieza a complicarse cuando la triste viuda acude en busca de consuelo a moquear el hombro de un seminarista. Es que debía de ser muy espiritual, la pobre… Y de nuevo surgió el amor, porque el tipo en cuestión nunca llegó a ordenarse sacerdote y la viuda volvió a cambiar de estado civil. De esta forma, nuestra protagonista pasó a ser una hija de cura criada por un seminarista.

Se ve que la impronta de estos hombres debió de impresionarla, así como la pasión de su madre por las sotanas, porque según cuenta su amigo, ella está obsesionada con ellos y es incapaz de fijarse en un hombre que no tenga en su vida un alzacuellos. Se mudó a Madrid, donde vive y trabaja desde hace años. Y él, su gran amigo, su apoyo incondicional, solo le conoce relaciones y amistades con jóvenes curas o que van camino de serlo. Al parecer los va encadenando. Relaciones estrechas, supuestamente amistosas, pero turbias y extrañas hasta que un día, el tipo se quita de en medio, se evapora, y a los pocos meses aparece con otro. Van con ella al cine, al teatro, a cenar, a fiestas, de copas… Son curas modernos, nada que ver con el viejo párroco que la engendró. En ocasiones se quedan a dormir en su casa. ¿Tienen relaciones sexuales? Nadie lo sabe, pero su amigo apuesta por ello. Él cree que la cosa dura hasta que ellos se ven obligados a elegir… y eligen. De momento, nunca a ella.

Contra todo pronóstico, he acabado por conocerla, por eso me he animado a hablaros de ella, con permiso del amigo. Fue este fin de semana, en una fiesta en la que acabé de forma un tanto forzada. Me moría de curiosidad, lo admito. Supongo que esperaba encontrar una especie de monjita sin hábito, una chica tímida y poca cosa, pero he de confesar que quedé muy sorprendida. Por supuesto, ella no sabe que estoy al tanto de su historia y no pude preguntarle nada, pero ahí estaba, una mujer atractiva, resuelta y extrovertida, y pegado a ella, como una sombra, un joven curita. Él sí que estaba como fuera de su sitio, descolocado. Educado y amable, sí, pero distante. Pensé que iba a marcharse en cualquier momento, pero ahí aguantó, estoico, hasta que un par de horas después ella cogió su chaqueta y ambos salieron por la puerta. Eran las 2 de la madrugada.

¿Un reto? ¿Obsesión? ¿Pasión por lo prohibido? No dejo de darle vueltas. Mientras tanto, me han entrado unas ganas locas de volver a ver El pájaro espino.

Enganchados a relaciones anteriores

Es algo que ha pasado toda la vida, pero últimamente tengo de la sensación de que ocurre cada vez más. Me refiero a la cantidad de gente que hay enganchada a relaciones anteriores. Hombres y mujeres por igual, sin distinción, que por alguna razón (o varias) se muestran incapaces de pasar página y permanecen atados por una especie de hilo, muchas veces invisible, a personas y momentos de sus vidas que les marcaron.

GTRES

GTRES

Esta semana, aprovechando unos días de descanso, bajé a mi pueblo y me encontré con una chica a la que hacía al menos un año que no veía. Hacía más de tres que lo había dejado con su novio, pero él fue de lo primero que me habló nada más verme. Ahí seguía, pendiente de sus idas y sus venidas, de con quien andaba, anclada en el pasado y esperando secreta y vanamente que él se arrepintiera y volviera a su lado. Aquello me hizo pensar y me acordé de todos los que conozco que están en una situación parecida. Como mi amigo Rodrigo, al que 12 años después no se le puede nombrar a su exnovia Begoña porque se le nublan los ojos y se le tuerce el gesto. Creo que no exagero si digo que vive amargado desde entonces, como si no hubiera perdonado al universo por semejante agravio.

¿Amor incondicional? ¿Dependencia afectiva? ¿Problemas de autoestima? Cada persona es un mundo, supongo. Una ruptura nunca es fácil, sobre todo cuando esta ha sido unilateral y es el otro/a quién ha decidido dar el paso, al margen de nuestros sentimientos. Aunque cada uno tiene su propio ritmo, antes o después las heridas cicatrizan y uno sigue adelante. Afortunadamente, porque si no, ¿Cómo podríamos vivir?

Pero a veces pasa que uno se queda atascado, como suspendido. En muchos de estos casos, más allá del dolor por la pérdida, intervienen algunos factores que contribuyen a ello. Dos psicólogas a las que he preguntado por el asunto coinciden al asegurar que muchas veces, amor aparte, se trata de dependencia emocional, un estado que se ve agravado por cuestiones como la inseguridad, una autoestima deficiente, idealización de la persona, intolerancia a la soledad, demasiadas autoexigencias… En ocasiones, dice una de ellas, “si el tiempo ha pasado y no se ha encontrado a nadie más, uno recurre mentalmente al referente inmediato, a aquello que le remite directamente a su experiencia del amor”. Ay, qué complicadito es a veces todo. Con lo fácil que parecía aquello de la mancha de una mora con otra mora se quita…

Cuidado con los adictos a los principios

Para él, todas y cada una de las veces son la verdadera y definitiva. No lo hace a propósito, ni por joder, sencillamente es su naturaleza. Igual que el escorpión en la fábula, que no puede evitar picar a la rana aún a sabiendas de que ambos morirán ahogados. Hay gente diabética, hipertensa, alcohólicos, cocainómanos… y luego están los de su clase. Adictos a los principios, que yo les digo. Y adictas. Calcomanías emocionales de Don Draper (véase Mad Men), aunque no siempre son tan atractivos/as. Depredadores a su pesar.

Don y Megan Draper

Fotograma de ‘Mad Men’

En el caso de este amigo en particular, no importa lo fantástica, guapa o divertida que sea la chica en cuestión. En realidad no se trata de ella, sino del enamoramiento y del proceso de seducción. Eso es lo que le engancha, lo que le hace sentir vivo. Un yonqui de la dopamina que envuelve nuestro cerebro cuando nos enamoramos. Mientras esta permanece ahí, en su hipotálamo, no hay problema. Pero cuando empieza a diluirse con el curso de la vida, ya es otro cantar.

Y así sigue, enlazando una novia detrás de otra cada dos o tres años, lo que tarda en volver a iniciar el proceso. A todas les da las llaves de su casa, a todas les presenta a su familia, con todas se ve teniendo hijos. Hasta que, simplemente, se le pasa. Como una pelota de playa que se va desinflando hasta quedar inútil, apartada en el trastero o en el cubo de la basura. Solo que la pelota ni cuestiona nada ni necesita respuestas, a diferencia de la larga lista de mujeres que andan por ahí intentando comprender qué ha pasado, preguntándose si fue culpa suya y repasando mil veces todos los detalles intentando hallar una explicación.

“Es ley de vida”, me dice. “En realidad le pasa a todo el mundo, solo que el resto se conforma”. Pero no, no le pasa a todo el mundo. Y no todo el mundo se conforma. ¿O sí?

Amores de ida y vuelta

Quedamos a cenar y enseguida me di cuenta de que tenía algo que contarme. Las tres veces anteriores me lo había olido, pero en esta ocasión consiguió sorprenderme. “He vuelto con Lidia”, me dijo, y habría jurado que sentía un poco avergonzado. Tardé varios segundos en responder, supongo que en parte porque pensé que me estaba vacilando, aunque al notar su malestar comprendí que era cierto e intenté disimular mi escepticismo: “¿¿¿¿De verdaaaaaaad????, ¿¿¿en serio???, ¡cuánto me alegro!. ¿Y cómo ha sido eso?”.

El cómo es lo de menos, era prefectamente capaz de imaginarlo, pero desde que me lo contó, hace ya varios días, no he podido dejar de pensar en ellos. ¿Qué es lo que lleva a estas dos personas, ambos listos, guapos y divinos de la muerte, a marear la perdiz una y otra vez durante la friolera de ocho años? ¿Por qué no cuajan, si tanto se quieren? Y si no es así, ¿por qué se muestran incapaces de romper del todo y rehacer sus vidas?

Elizabeth Taylor y Richard Burton

ARCHIVO

Ellos dicen que lo han intentado. En el caso de ella me pierdo, pero en el de él, que es al que tengo cerca, es una verdad a medias. Ha tenido mil líos, pero no lo ha intentado en serio con ninguna; ni una sola tuvo la más mínima oportunidad.

La primera vez eran demasiado jóvenes. El exceso de hormonas les llevó a cometer mutuas infidelidades. Él porque era él; ella por rencor… y luego por capricho. La bola de mierda se hizo demasiado grande y acabó llevándoselos por delante.Y ahí han seguido durante todos estos años, unidos por un hilo invisible que nunca rompen y que siempre les lleva de vuelta al mismo lugar, al uno frente al otro.

“Vuelven porque prefieren lo malo conocido”, “no han encontrado a la persona adecuada”, “todos sus amigos están emparejados y se sentían solos”… Son algunas de las frases que he escuchado sobre ellos esta última vez. Yo misma llegué a colarme por el agujero pestilente del que se cree en posesión de la verdad. “¿Por qué se empeñará la gente en relaciones que ya están agotadas?”, me dije.

Este fin de semana estuve con ellos. Ella había regresado tras dos años viviendo en Londres y daba una fiesta en su nueva casa. Lo que vi no fueron dos viejos conocidos, sino miradas cómplices y serenas, ojos y manos que se buscaban, besos acumulados. Va a ser que estos dos se quieren, pensé. Y aunque no fuera así, ¿quién narices soy yo para juzgarlos?