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¿Aumentan el riesgo y lo prohibido el placer sexual?

Varios medios de comunicación informaron el pasado lunes sobre la muerte de una mujer mientras hacía el amor con su pareja en las vías del tren en Ucrania. Ambos fueron arrollados. El suceso ocurrió de madrugada, cuando volvían de pasar la noche bebiendo en casa de unos amigos y quisieron probar algo nuevo y “sentir algo extremo”.  Al menos eso es lo que cuenta el novio, que se recupera en un hospital de la amputación de ambas piernas a la altura de la rodilla. Ella tuvo peor suerte. Murió en el acto.

No es la primera vez que ocurre algo así. En 2008 un tren de carga arrolló a una pareja de veinteañeros que practicaba sexo en las vías en Sudádrica. El chico murió en el acto y ella, horas después en el hospital. El conductor del convoy explicó en su día que tocó la bocina y les hizo señales porque no le daba tiempo a frenar,  pero que ellos “siguieron a lo suyo”.

crashEl trágico incidente, aunque salvando las distancias, por supuesto, me llevó irremediablemente a pensar en Crash, aquella polémica película de David Cronenberg, basada en la novela homónima de J.G.Ballard, en la que los protagonistas encontraban en los accidentes de coche un motivo de excitación sexual in extremis. Sangre, lujuria, peligro, muerte. Un cóctel explosivo y retorcido, un mundo oscuro y prohibido al que un grupo de fetichistas o parafílicos, como quiera llamárseles, se entregaban con pasión autodestructiva.

Y dandole vueltas a esto me acordé, como no, de nuestro querido Walter White cuando, ya avanzada la primera temporada de Breaking Bad, le empieza a meter mano a su mujer por debajo de la mesa en una sala abarrotada de agentes de la DEA  siguiéndole la pista. Cuando más tarde le echa un polvo salvaje en el interior del coche, en plena vía pública, y ella pregunta que por qué de repente el sexo es tan bueno, la respuesta de él no puede ser más clara: «Porque es ilegal», contesta.

La cuestión es, ¿aporta lo ilegal, lo prohibido, lo arriesgado, etc, una dosis extra de morbo y placer al sexo en sí? Supongo que la respuesta dependerá de la persona, pero pienso en mi propia experiencia y en lo que me cuentan mis conocidos, y algo de eso hay. La rutina, la vorágine cotidiana, la montaña de obligaciones… a veces vamos como autómatas por el mundo y buscamos, casi sin saberlo, un catalizador que nos saque de nuestra ataraxia, de nuestro marasmo. Algo que nos vuelva perturbables y, en definitva, nos haga sentir vivos.

Pero claro, como todo en la vida, siempre hay una línea. Y como siempre, esta es difusa. Porque una cosa es que te ponga follar en sitios públicos y otra muy distinta que solo puedas excitarte mientras te estrellas a 120 por hora en la autopista. ¿Dónde acaba el morbo y dónde empieza lo enfermizo?