Entradas etiquetadas como ‘parejas’

El petting ha vuelto

Querid@s,

El magreo, coloquialmente franela, faje, vuelve a estar de moda. Y a nuestras alcobas. ¿Quién no recuerda el famoso petting, mal denominado follar con ropa? Teníamos 15 años y por aquella época algunas pensábamos que el sexo eral era hablar de sexo. Recuerdo esos besos, frotamientos y caricias, siempre con la ropa puesta. Y ese roce insistente y repetitivo, uno encima del otro, con los vaqueros siempre de por medio. Y de tanto roce, surgía el cariño. Y los mayores calentones insatisfechos que he tenido en mi vida.

Se acuerdan de ese subidón de pensar que lo que estabas haciendo era pecado? Pero qué bien sabía. No había ni pizca de penetración, ni vaginal ni anal, porque aquello era cosa de mayores. El petting nos lo hemos copiado de los ingleses / americanos y procede del verbo to pet, que no sólo tiene un significado sexual, pues también implica acariciar y besar a los animales de compañía, o los mimitos que dan las mamás y los papás a sus bebés.

¡Petting, amor mío, qué recuerdos! Qué manera de rozarse y refregarse en los oscuros callejones de la urbanización, en cualquier parque, en la cama cuando papá y mamá no estaban. Noches en vela recordando aquel sexo adolescente y seguro que se practica cuando se podía.

Barbie y Ken

Recuerdo cómo en el patio del colegio, y entre amigas, nos contábamos las cochinadas que habíamos hecho el finde o la tarde anterior, si había peligro o no, si te podías quedar preñada o ni de coña. De tanto comentar las jugadas descubrimos que había varios grados de petting. El primero, sólo besitos y caricias. Aquí se quedaban l@s más cast@s, lo que por entonces llamábamos  puritanos/ estrechas. El segundo grado era ya vivir al límite: meter mano, POR ENCIMA de la ropa. L@s más madur@s y precoces incluso se atrevían con meterse mano POR DEBAJO de la ropa hasta quedarse en cueros y masturbarse mutuamente. Realmente, en aquella época, con quince años, en MI entorno, aquello era un auténtico escándalo.

El petting emanaba de nuestro cuerpo de forma animal y natural. Las caderas se movían al libre albedrio y las manos se guiaban sin mapas hasta tocar teta o paquete. Pasábamos largas horas frotándonos y refrotándonos hasta llegar al escozor. Y al final ellos se iba con mucho dolor de huevos en forma de frustración sexual y nosotras nos mojábamos las ganas en el café. Pero por aquel entonces, el petting era lo máximo a lo que se podía aspirar. El lado oscuro todavía no entraba en nuestros planes.

Practicantes del petting en un pasado, treintañeros y/0 padres de adolescentes que l@ petan hoy…el petting ha vuelto. Y amenaza con quedarse. Una historia que comienza con petting, jamás puede tener un final infeliz.

Que follen mucho y mejor.

¿Cuál es el mejor momento para el sexo?

Por la mañana, en la siesta, por la tarde, por la noche… ¿Varía el apetito sexual según la hora y el día de la semana? Varios estudios sobre libido masculina y femenina concluyen que sí, que las hormonas y los biorritmos influyen, aunque los resultados que he encontrado son totalmente contradictorios. Por ejemplo, uno, encargado por la revista británica Women’s Health, deduce que el clímax sexual entre las mujeres se produce los sábados por la noche, mientras que otro de la London School of Economics afirma que ellas prefieren las mañana de los jueves para tener relaciones sexuales.

GTRES

GTRES

A mí que me perdonen, pero esto de los jueves por la mañana me parece una memez. A menos, claro, que estemos hablando de un jueves de vacaciones, pero en ese caso valdría cualquier día de la semana. Esto es lo primero que tendrían que tener en cuenta los dichosos estudios, porque anda que no varía el asunto si estamos en días laborables, madrugando y trabajando a tope; si estamos en fin de semana o si, como decía, andamos de vacaciones. El panorama cambia radicalmente.

La mayoría de las investigaciones al respecto deducen que los horarios matutinos favorecen la segregación de testosterona en los hombres y de estrógeno en las mujeres. Es decir, que las respectivas hormonas sexuales de ambos son bastante mayores al comienzo del día. No deben de andar muy desencaminados estos estudios, porque la mayoría de los que he consultado han elegido este momento como su favorito. Eso sí, siempre y cuando no estemos hablando de días entre semana con trabajo de por medio. Me cuentan que en ese caso se suelen levantar con el tiempo justo para ducharse y salir pitando, así que tanto a ellos como a ellas les queda poco tiempo para disfrutar de las famosas erecciones mañaneras.

Pero cuando llega el sábado, ya es otra cosa. Muchos han sido también los que, pensando en el fin de semana y en el tiempo de ocio, han optado por la siesta para remolonear entre las sábanas. Tengo que aclarar, no obstante, que estoy hablando de parejas más o menos estables. Cuando he preguntado a solteros/as o parejas recién formadas, las respuesta ha sido unánime: cualquier momento es bueno. Claro, así cualquiera.

Sexercise, o cómo ponerse en forma practicando sexo

Siempre se ha dicho, pero resulta que ahora lo acaban de demostrar: el sexo adelgaza. Bueno, en realidad no es que adelgace, sino que equivale a una sesión considerable de ejercicio físico. Concretamente, a 30 minutos de jogging, running, o cómo demonios se llame ahora a salir a correr, ya sea en el parque o en una máquina de esas en las que siempre estás en el mismo sitio. Claro que, para eso, tienes que estar una hora dándole que te pego. ¿Quién narices aguanta tanto?

Así se desprende del estudio que un equipo de investigadores de la Universidad de Quebec en Canadá acaba de publicar en The Public Library of Science. Según sus descubrimientos, los hombres gastan 120 calorías durante una media hora de sexo, mientras que las mujeres consumen 90 (¡¡¿quiere decir esto que ellas se mueven menos??!!). Esto es casi la mitad de lo que quemarían en una marcha a buen paso de 30 minutos. O lo que es lo mismo, 4,2 calorías por minuto de sexo para ellos y 3,1 para ellas. Es lo que llaman Sexercise.

GTRES

GTRES

Para llegar a semejante conclusión eligieron a un grupo de 21 parejas sanas con edades comprendidas entre los 18 y los 35 años, que tuvieron que mantener relaciones sexuales una vez a la semana durante un mes. Además, corrían moderadamente sobre una cinta durante 30 minutos semanales. La relación sexual en sí, según el estudio, comprendía los llamados juegos preliminares, el coito y al menos un orgasmo por parte de uno de los miembros de la pareja. Resultado: “El sexo puede ser considerado un ejercicio físico significativo”, concluyen los investigadores.

“La actividad sexual es una actividad importante y relevante para la vida humana y parece tener un impacto en la salud mental, física y social, así como la calidad de vida del individuo. Considerando que puede ser una de las actividades más practicadas regularmente durante toda la vida de las personas, parece importante llevar a cabo investigaciones sobre este tema”, añaden.

Pues que sigan investigando, que está muy bien, pero vamos, que digo yo que no hace falta invertir mucho para saber que follar implica ejercicio físico. La novedad de esta investigación, eso sí, radica en que han cuantificado por primera vez hasta qué punto, con el número de calorías y todo ese rollo. Por cierto que, para terminar, los participantes hicieron saber al equipo de investigadores que el sexo les resultó más placentero que el ejercicio puro y duro… Nos ha jodío.

Separados que quieren volver a casa por Navidad

La dejó de la noche a la mañana. Un día cualquiera de este otoño reciente, solo horas después de una comida familiar y una siesta con polvo incluido. Mirada perdida, unos cuantos suspiros para provocar los miedos y la conversación y voilà, un disparo a bocajarro y sin anestesia. La historia, aburrida de tan corriente. Que si tengo que encontrarme a mí mismo y vivir cosas nuevas, que si eres la mujer más maravillosa del mundo pero necesito estar un tiempo solo… Eso, en cuanto al manido discurso de manual; la verdad, como casi siempre, tenía nombre de mujer. El de otra, claro, una desconocida llegada tan solo unos meses antes a la oficina.

Tras la bomba y el aturdimiento iniciales ella vivió su duelo, con todas sus etapas. En ninguna de ellas él mostró el más mínimo signo de arrepentimiento, duda o siquiera compasión. Sin embargo, a medida que la Navidad se acercaba, empezó a dar sospechosas muestras de acercamiento. Aparecía por la casa con cualquier excusa, adoptó un estúpido tono paternalista y no dejaba de curiosearle los planes.

Comida de NavidadLa guinda llegó anoche, cuando con cara de corderito a punto de ser degollado le soltó con ojos llorosos que estaba confundido, que la echaba mucho de menos y que por qué no cenaban todos juntos en Nochebuena y comían en Navidad, en familia, como siempre. Daba la casualidad de que la chica de la oficina, que era de la otra punta de España, se iba a pasar las fiestas con su gente.

Mientras me lo contaba, no pude evitar acordarme de mi madre y de su horda de amigos jseparados, todos cincuentones. “Los ‘medias pagas’ siempre vuelven a casa por Navidad”, le he oído decir toda la vida. Así es como llama ella a los/las separados que tienen que pagar pensión a sus ex por los niños, etc. “Estas fiestas son muy malas, te remueven por dentro y la gente quiere volver a donde se siente seguro”. En definitiva, volver a sentir de cerca el calor del hogar perdido.

Mi madre es un poco chunga, lo reconozco, pero cuando hago un repaso a los amigos de la familia veo multitud de episodios en los que no ha parado de repetirse ese patrón. Y justo cuando empezaba a creer que era cosa de hombres, resulta que me entero de que la chica de la oficina, la de la otra punta de España, en realidad no se ha movido de la ciudad. Y no lo ha hecho porque ha preferido quedarse estos días a compartir el turrón con el que hasta hace poco ha sido su novio. El mismo al que hace unos meses le dijo que necesitaba tiempo, espacio para pensar. El mismo con el que ha compartido los últimos cinco años. Cosas del espíritu navideño.

Felices fiestas a todos.

Candados para penes, nuevos modelos para juegos eróticos

No, no es broma. Es el producto estrella de la empresa CB-X: un candado para penes. Tal cual. La primera aplicación de la que hablan sus creadores es para prevenir infidelidades, en plan cinturón de castidad del siglo XXI, aunque sinceramente creo que lo dicen de coña. Cuando describen sus otros usos, en cambio, ya vas entendiendo mejor de qué va el rollo.

Se trata de una especie de funda de plástico resistente e hipoalergénica, con diferentes tamaños y acabados. En la parte más cercana a la base del miembro tiene un dispositivo para colocar el candado, de manera que solo podrá ser retirado por la persona que posea la llave. Y ahí es, según dicen, donde reside la gracia.

candado pene

Cb-x.com

“Lo están comprando hombre y mujeres por igual”, afirma la empresa, que divide en dos grandes grupos a sus compradores. Por un lado, fetichistas; por otro, parejas que quieren explorar su sexualidad y disfrutan practicando juegos sexuales. En este caso, se trataría del juego de la llamada “castidad forzada”.

Es decir, el responsable de las llaves tiene el poder, un control absoluto sobre el placer del usuario del candado, que tendrá a su vez que complacer a su “carcelero” para poder recibir la satisfacción que ansía. Algo en plan sufre mamón, devuélveme mi orgasmo. Aseguran, además, que también lo están empezando a usar sexólogos en terapias de pareja y en tratamientos personales de disfunción eréctil.

Pues nada oye, los más aventureros ya tenéis una idea más para regalar en estas entrañables fiestas. Yo, por mi parte, pecaré de tradicional. No es que quiera joderles el negocio, pero la verdad, gastarte 110 euros (sí, eso cuesta) en un trozo de plástico para que el muchacho en cuestión no pueda empalmarse a gusto y que pase las de Caín para orinar, pues no me pone mucho, la verdad. Eso o que me imagino a cualquier hombre desnudo con el cacharro metido en una funda de acabado madera o camuflaje al más puro estilo terminator y lo que me da son ganas de salir corriendo.

En fin.

Amores de ida y vuelta

Quedamos a cenar y enseguida me di cuenta de que tenía algo que contarme. Las tres veces anteriores me lo había olido, pero en esta ocasión consiguió sorprenderme. “He vuelto con Lidia”, me dijo, y habría jurado que sentía un poco avergonzado. Tardé varios segundos en responder, supongo que en parte porque pensé que me estaba vacilando, aunque al notar su malestar comprendí que era cierto e intenté disimular mi escepticismo: “¿¿¿¿De verdaaaaaaad????, ¿¿¿en serio???, ¡cuánto me alegro!. ¿Y cómo ha sido eso?”.

El cómo es lo de menos, era prefectamente capaz de imaginarlo, pero desde que me lo contó, hace ya varios días, no he podido dejar de pensar en ellos. ¿Qué es lo que lleva a estas dos personas, ambos listos, guapos y divinos de la muerte, a marear la perdiz una y otra vez durante la friolera de ocho años? ¿Por qué no cuajan, si tanto se quieren? Y si no es así, ¿por qué se muestran incapaces de romper del todo y rehacer sus vidas?

Elizabeth Taylor y Richard Burton

ARCHIVO

Ellos dicen que lo han intentado. En el caso de ella me pierdo, pero en el de él, que es al que tengo cerca, es una verdad a medias. Ha tenido mil líos, pero no lo ha intentado en serio con ninguna; ni una sola tuvo la más mínima oportunidad.

La primera vez eran demasiado jóvenes. El exceso de hormonas les llevó a cometer mutuas infidelidades. Él porque era él; ella por rencor… y luego por capricho. La bola de mierda se hizo demasiado grande y acabó llevándoselos por delante.Y ahí han seguido durante todos estos años, unidos por un hilo invisible que nunca rompen y que siempre les lleva de vuelta al mismo lugar, al uno frente al otro.

“Vuelven porque prefieren lo malo conocido”, “no han encontrado a la persona adecuada”, “todos sus amigos están emparejados y se sentían solos”… Son algunas de las frases que he escuchado sobre ellos esta última vez. Yo misma llegué a colarme por el agujero pestilente del que se cree en posesión de la verdad. “¿Por qué se empeñará la gente en relaciones que ya están agotadas?”, me dije.

Este fin de semana estuve con ellos. Ella había regresado tras dos años viviendo en Londres y daba una fiesta en su nueva casa. Lo que vi no fueron dos viejos conocidos, sino miradas cómplices y serenas, ojos y manos que se buscaban, besos acumulados. Va a ser que estos dos se quieren, pensé. Y aunque no fuera así, ¿quién narices soy yo para juzgarlos?

Amistad, amor… y traición

Eran tres parejas jóvenes, de treinta y pocos, y parecían muy amigos. Puede que estuvieran de celebración o, simplemente, que hubieran salido a cenar solo por el placer de disfrutar de su compañía mutua. Resultaba obvio que no era la primera vez.

Entre el ruido de ambiente propio de un restaurante en Malasaña (Madrid) un sábado por la noche era difícil alcanzar a entender nada de lo que hablaban, pero saltaba a la vista que lo estaban pasando en grande. Bromas, anécdotas, carcajadas… Desprendían complicidad y buen rollo, con risas que sobresalían del resto y contagiaban a todos los presentes. Parecían felices.

copas y amigosReconozco, que, desde mi mesa, alguna vez los miré con envidia. Podría decir que era de “la buena”, pero ¿realmente eso existe? Yo estaba allí porque mi amigo Nacho es uno de los camareros y, cada vez que puede, se tira el rollo y nos hace suculentos descuentos a los amigos más pobres. Era él quien atendía a la mesa del amor y la diversión.

El caso es que terminamos la cena, pagamos y nos fuimos al garito de al lado a tomar una copa mientras esperábamos a que Nacho terminase su turno. Al salir dediqué una última mirada al grupo de amigos, que allí seguía, a lo suyo. Pude ver a una de las chicas con lágrimas en los ojos de la risa, mientras otra chocaba la palma de la mano con el chico que tenía enfrente, en plan equipo.

Una hora y media después, cuando apareció Nacho, sacó algo del bolsillo del abrigo que nos dejó a cuadros. Un posavasos. “Lo he encontrado al recoger la mesa de esos seis”, dijo. En el reverso podía leerse: “Llámame luego, cuando Laura esté dormida. A la hora de siempre. Me muero de ganas de ti”.

Religión, porno y viagra

“La Iglesia, el porno y la viagra, esas han sido y son a día de hoy las grandes lacras del sexo”. La que así hablaba era una señora que a buen seguro sobrepasaba de lejos los 60 y que cenaba en la mesa contigua a la que yo compartía con un grupo de amigas. Hacía mucho que no nos veíamos y al principio no reparamos en las tres mujeres que teníamos al lado. Hasta que escuchamos esa frase, claro.

viagraHabían dado buena cuenta de una botella de vino tinto y la que llevaba la voz contante la levantó levemente para mostrarla al camarero, que enseguida les trajo otra. Cuando se hubo retirado, la mujer continuó: “Me pasé la juventud reprimida por todas las mierdas que las monjas nos metieron en la cabeza, me casé virgen y nunca nadie me enseñó a cómo disfrutar en la cama. Después vino el porno, y para lo único que ha servido, al menos en mi caso, es para que Antonio me pidiera imposibles y yo me sintiera aún más frustrada. ¿Pero hay alguien que de verdad haga esas cosas en la vida real?”. Las otras asentían con la cabeza mientras masticaban.

“Y luego, cuando ya crees que estás de vuelta, cuando piensas que lo que te espera es un paraíso de tranquilidad, con paseos por el parque y domingos con los nietos, inventan la puñetera viagra y te joden lo que te queda de vejez”. “Hombre María, no será para tanto…”, dijo la que parecía más joven. “Que no, que eso no es natural… ¿A qué viene este hombre ahora, intentando prolongar lo que ya no tiene remedio?… que no que no, que a mí la viagra esta me está amargando la vida”.

“Pero mujer, digo yo que alguna vez te apetecerá, que es Antonio, que llevas toda la vida con él”, respondió de nuevo la más joven. “Eres muy negativa María, y estás generalizando. Hay muchas parejas mayores que siguen disfrutando del amor”, añadió la tercera. Pero María lo tenía claro: “¿Amor?, ¿Pero de qué narices me estás hablando?”.