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¿Y si la persona tóxica de la relación soy yo?

Con una relación de violencia y dos terapeutas -uno especializado en pareja- a mis espaldas, el tema de los comportamientos tóxicos me lo conozco al milímetro.

Es más, soy toda una experta en analizar si la persona que tengo delante es potencialmente tóxica o no.

Pero, ¿qué pasa conmigo? Porque mucho hablo de los demás, pero ¿soy la más indicada para hacerlo?

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Este proceso de conocer cómo vivo mis vínculos emocionales ha sido liberador y doloroso a partes iguales por encontrar en mí misma comportamientos que no encajan en lo que son relaciones sanas.

Hablando con Isabel Zanón (psicóloga feminista que me concedió una entrevista muy interesante hace unas semanas) me queda cada vez más claro que el término más popular de internet, se ha diluido al ser usado tan coloquialmente.

Ahora lo más frecuente es llamar ‘tóxico’: si una amiga dice algo que no nos gusta escuchar, se lo soltamos, al igual que si nos contestan de manera más brusca a algo por marcarnos un límite.

Todo es toxicidad y nunca es la nuestra.

«Es importante desterrar el concepto de relaciones tóxicas, o al menos, definirlas muy bien. Creo que es importante delimitar las relaciones tóxicas a esas relaciones que no te sientan bien», explica Isabel.

«No porque la otra persona sea tóxica, sino porque esa dinámica de pareja en cuestión a ti no te hace feliz; por ejemplo, porque no compartís los mismos valores y sin embargo o tú o la otra persona, o ninguna conseguís dejar la relación. Es lo que solemos llamar dependencia emocional», afirma.

Cuando me contaba que le parecía que era una persona tóxica, entiendo a que se refiere Isabel con «el problema es que es una palabra que a menudo lo que consigue es invibilizar las relaciones donde en lugar de primar el buentrato, hay violencia».

«Puede normalizarse porque acabamos usando lo de que ‘tóxico’ o ‘tóxica’ ante comportamientos como los celos o el control», explica.

Tengo un caso reciente de una amiga que dejó de quedar con un chico porque su idea de futuro era que ella dejara de trabajar para que se quedara con los niños.

¿Tóxico? No. ¿Machista? Seguro. La diferencia de compatibilidad hizo que ella saliera de la relación y cada uno siguiera con su vida.

Pero volviendo a cómo saber si soy yo esa persona, si nunca he tocado a mi pareja -porque no es el único maltrato que existe- Isabel da las claves para averiguarlo:

«Podemos preguntarnos lo siguiente: Cuando hay un conflicto de intereses o algo que negociar con mi pareja ¿llegamos a un acuerdo que nos convenga a ambos? ¿Nos sentimos seguros y libres dialogando? ¿Acabo presionando para conseguir lo que quiero? ¿Cedo de vez en cuando? ¿Insisto cuando ya me ha dicho que algo no le parece bien? Lo mismo a nivel económico y gastos: ¿nos convienen los acuerdos económicos a ambos?», comenta.

«Cuando nos peleamos ¿me cuesta mantener el respeto en las palabras que utilizo? ¿Puedo mostrar mi legítimo enfado sin gritar o caer en faltas de respeto como los insultos o los desprecios? ¿Cómo noto a mi pareja: la noto segura y tranquila cuando está conmigo? ¿Se expresa con libertad? O más bien ¿creo que puede tener miedo de que la juzgue o de cualquier otra reacción?»

«¿Alguna vez me ha dicho mi pareja que no está cómoda conmigo? Si es así, ¿en qué tipo de situaciones? ¿La escucho cuando cuenta algo importante? ¿le doy importancia a la conversación cuando me habla de sus sentimientos, aunque me incomode? ¿Sé qué cosas le preocupan y qué cosas le parecen importantes? ¿Le digo cómo tiene que sentirse o acepto cómo se siente sin juzgar? ¿Le doy mi versión de los hechos tirando abajo la suya o asumo que los dos podemos tener dos puntos de vista diferentes?»

«Cuando me equivoco ¿sé reconocerlo o le resto importancia aunque le haya dolido? ¿Puedo hacer esa autocrítica aunque me duela en el orgullo o echo balones fuera (hacia mi pareja o hacia el contexto)? ¿Cómo me siento cuando no sé dónde está o lo que está haciendo? Y más allá de cómo me siento ¿qué hago? ¿Qué me gustaría que hiciera mi pareja si estuviera en mi misma situación?»

«En cuanto a sus amistades y familia ¿me incomoda la relación que mantienen? Y más allá de cómo me siento, ¿qué hago al respecto? ¿Hago algo que directa o indirectamente condicione ese contacto social? ¿Comprendo que una pareja no tiene que cubrir todas las necesidades de apoyo de mi pareja y aun así estoy disponible como apoyo? ¿La tengo en cuenta para tomar decisiones que nos afectan como pareja? ¿Ambos tomamos decisiones y tenemos voz y voto? Si convivimos, ¿cómo están repartidas las tareas y el tiempo de descanso? ¿Hay reciprocidad en los gestos de cuidado y ternura que tenemos el uno con el otro o más bien suele haber alguien que cuida y alguien que se deja querer?».

Si respondiéndolas descubrimos que hay cosas en las que podemos mejorar, es probable que tengamos ciertos hábitos tóxicos. Pero lo esperanzador es que está en nuestra mano cambiarlos.

Mara Mariño

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No participas en ‘La isla de las tentaciones’, pero has tenido alguno de estos (malos) comportamientos

Si algo nos permite la segunda temporada de La isla de las tentaciones es criticar desde el sofá las malas conductas de los concursantes. Soy la primera que se indigna con Tom, sufre con Melyssa o alucina con Mayka.

@islatentaciones

Y aunque mi vida sentimental dista mucho de lo que veo en la pantalla, ¿de verdad puedo presumir de que nunca he caído en los comportamientos que repiten las cinco parejas?

He repasado algunas de sus actuaciones más tóxicas y sí, en algún momento los he experimentado desde uno u otro lado.

Así que es el momento de que el programa de Telecinco me sirva para hacer un poco de autocrítica y me lleve a vivir unas relaciones más sanas.

  1. Uno de los vicios más extendidos es el gaslighting, o táctica de luz de gas. En este caso, se da sobre todo por parte de los chicos de la isla. Es una táctica que consiste en minimizar constantemente tanto sentimientos como ideas de tu pareja, hasta el punto de que la otra persona duda de sus propias reacciones llegando a tildarlas como ‘locuras suyas’. Una forma de invalidar reacciones con las que no están de acuerdo, en vez de asumir su parte de culpa, llegando al clásico ‘todas mis ex están locas’.
  2. Otro problema que comparten varias parejas es el de responsabilizar a otros de sus propias acciones. Tom o Mayka actúan así porque ‘su pareja no les daba eso’. En el caso de Tom es el roce físico el que afirma que le faltaba y, tratándose de Mayka, es la confianza o intimidad emocional que no decía sentir por su pareja de tres años. Es una sutil táctica de manipulación que quita responsabilidad sobre lo que sucede en la relación echándole al otro las culpas de las decisiones y comportamientos que nacen de uno mismo.
  3. La mentira ‘para proteger’ a la otra persona es la que me resulta más familiar de toda la lista. En primera persona he vivido engaños constantes por parte de mi pareja que terminaban por minar mi confianza hacia ella. Y no, ninguna razón justifica que no haya sinceridad. Lo que hay detrás de este tipo de inventos es una salida fácil para quien los emplea, que sabe que diciendo la verdad puede llegar a tener un conflicto al que prefiere no enfrentarse. No es un acto humanitario por mucho que se use la premisa de ocultar para no hacer daño. No hay nada más doloroso que la mentira en sí.
  4. Muchos de los concursantes afirman que por fin, en la isla, están siendo ellos mismos gracias a la distancia con su pareja. Una vez más se echan balones fuera: la culpa es de la otra persona por no ‘permitir’ desarrollar la propia personalidad. Claro que es importante que en una relación los miembros sean auténticos. Pero hay una diferencia entre dejar salir la forma de ser y otra entre portarse como soltero/a.
  5. Las muestras de afecto no tienen valor suficiente, enseguida salen en las hogueras los «Él nunca baila conmigo» o «es que ella no me da cariño por la mañana», cosas que -por mucho que puede ser que no se den en la pareja-, no justifican comportamientos negativos por la otra parte. Además, que no se den momentos puntuales no quita que haya muchas otras cosas en la relación que merezcan la pena. No podemos reducir toda una historia de amor a un caso concreto (y esto es algo en lo que también me toca trabajar, porque soy mucho de quedarme con detalles puntuales y no ver el panorama completo).
  6. Aunque Sandra no se cansa de repetir que la experiencia en la isla es la que conseguirá llevar sus relaciones a un nivel superior, lo cierto es que no es la mejor forma de tratar los celos. Siendo un problema que comparten todos los concursantes, por un lado u otro, nos hacemos a la idea de la dimensión que tiene uno de los peores sentimientos que se pueden experimentar. Lo suyo para que desaparezcan es trabajar en una comunicación abierta y sincera, tratar a la otra persona con cariño y respeto, cuidar la propia autoestima (a veces pueden salir de ahí) y centrarse en los aspectos buenos de la pareja.
  7. Relacionados con ellos, damos con otro vicio emocional en el que la mayoría caemos. ¿Alguien puede afirmar que nunca ha interpretado lo que ha hecho o dicho el otro? Si nos centramos más en nuestras conclusiones que en escuchar a la otra persona, alteramos el canal de comunicación con nuestra pareja. Es como una especie de ‘teléfono escacharrado’ sentimental que termina por hacernos daño. Así que ante la duda, lo mejor es olvidarnos de las deducciones que hemos sacado y, ante la duda, hablarlo.
  8. Tal vez consideran a estas alturas a Inma y a Ángel como vencedores del programa. Pero tampoco es sano vivir en una relación con dependencia extrema, hasta el punto de que no se puede pasar más de dos noches por separado. Hay una gran diferencia entre tener pareja y fagocitarte con ella. Por eso es tan importante no solo mantener las aficiones o las amistades propias, sino también encontrar momentos para uno mismo.

Duquesa Doslabios.

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