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Un paseo (diferente) por el Museo de la Erótica de Barcelona

Barcelona es sexy. Está mal que lo diga siendo de Madrid, pero la ciudad es como un flechazo a primera vista que no deja de sorprenderte y estimularte.

De ella, siempre quieres más.

Y uno de los rincones que hacen de la ciudad un lugar en el que recordar que estamos para disfrutarnos, es el Museo de la Erótica.

museo erótica Barcelona

Museo de la Erótica

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No hay muchos lugares en Europa de estas características. En Ámsterdam, París o Berlín podemos encontrar sitios similares, pero  yo voy a barrer para casa y contarte por qué, el de la Ciudad Condal, merece una visita.

El museo no pasa desapercibido. Es un lugar curioso en mitad de las Ramblas, un punto de encuentro entre despedidas de soltero, amigas que buscan un plan diferente y parejas de todas las edades.

Pero lo cierto es que no solo está el lado divertido de poder hacerte un selfie de recuerdo en una pared llena de dildos con ventosa (y conseguir que tu amiga te pida que le lleves uno, cuando le mandas la foto).

Me quedo con el recorrido que hacen a través de la historia del erotismo.

Como me explica Sarah Rippert, la propia gerente del museo, es increíble descubrir a través de grabados egipcios o cerámica de Pompeya que en vez de ir hacia delante, hemos avanzado hacia atrás.

A ser mucho más conservadores e ir escondiendo el sexo hasta convertirlo casi en un secreto.

Mo deja de ser curioso ver, de primera mano, lo que era el Onlyfans de antaño: una colección de fotografías eróticas que se mandaban a los soldados en el frente durante la guerra.

Si estos mandaban dinero, recibirían más imágenes de las modelos a cambio.

También resulta interesante analizar los primeros vibradores, más parecidos a unas pinzas de cargar la batería del coche que al estimulador de clítoris que tenemos (casi todas, espero) en casa.

O incluso algunas curiosidades de la propia ciudad de Barcelona, como las ‘carasses’ -unas esculturas con forma de cara femenina que se colocaban en las esquinas de los edificios señalando con su vista los burdeles o la pequeña selección de arte erótico, para que los fans de Picasso disfruten de dos grabados originales la serie Suite 347 del artista.

No falta tampoco una sección dedicada a la pornografía, el BDSM o incluso a los récords Guinness mundiales del sexo.

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Como la propia gerente explica:  «En todas las ciudades debería haber un museo así. Si no vemos el erotismo como algo normal, no educaremos a las personas. Y, si todos tuviéramos esta educación, no sería ni un tabú ni tan complicado».

Quizás el hecho de que sea un lugar en el que la erótica se ve casi como un mix entre la parte histórica, artística y luego la parte curiosa o la parte más divertida, no termina de quedar muy claro hasta que punto es un sitio en el que ir a formarse o al que, simplemente, pasar un buen rato.

Lo que sí es cierto es que, justamente por ser un popurrí de tantas cosas, puede dar pie a un sinfín de temas de conversación. Y es algo de lo que el museo, puede sentirse orgulloso.

Mara Mariño

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