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Descubriendo en carne propia los orgasmos secuenciales

Las mujeres multiorgásmicas son para mí como los billetes de 500 euros. Nunca he visto (ni conozco personalmente) ninguna, pero existir, existen.

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Hasta hace un tiempo incluso pensaba que yo podía formar parte de un club tan selecto ya que descubrí que podía experimentar varios orgasmos en una noche.

Pero empecemos por el principio de los tiempos, que las mujeres, en cuanto a orgasmos se refiere, somos un poquito más complejas.

Como todos sabréis, ya que doy por hecho que no es un secreto para nadie, solemos tardar más en alcanzar el orgasmo.

Si lo representáramos gráficamente, el hombre es como una línea recta ascendente que una vez llega al clímax cae de golpe (algo que te sonará familiar ya que suele caer rendido).

Mientras tanto, la mujer sube progresivamente y cuando llega al orgasmo, la línea cae pero solo un poco, ya que puede tener, al tiempo, otro orgasmo.

Esto es lo que se conoce como orgasmo secuencial y hace precisamente referencia a esos instantes que se dan entre orgasmo y orgasmo, de apenas segundos, hasta que podemos tener otro.

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Para simplificarlo, y que todos (y todas) entendamos la diferencia entre el multiorgasmo y el orgasmo secuencial, imaginad una montaña rusa. Una mujer multiorgásmica puede hacerse varios viajes sin bajarse de la vagoneta, mientras que las secueciales, debemos bajarnos y esperar la cola otra vez para volver a montar.

Ser de un tipo o de otro no implica nada más que cómo experimentas el placer, pero en ambos casos, los orgasmos son igual de buenos para unas que para otras.

En mi caso, el descubrimiento tuvo lugar hace tiempo, en una de esas noches de verano en las que ni aún con la ventana abierta corre una brizna de aire.

Un mosquito (o más bien mosquita por el sonido que hacía) insistía en acercarse a mi cara para poder picarme, y yo, cada vez que notaba el zumbido, encendía la luz para darle caza.

La mosquita, que era una futura mosquita muerta, pero no tonta, en cuanto veía el resplandor desaparecía de la vista y yo tenía que volver a esperar a que se aproximara.

Y claro, ¿qué hace una chica sola en la cama una noche de verano a las dos de la mañana que no puede conciliar el sueño? Masturbarse.

Como después del primer orgasmo me quedé con la curiosidad de si podía tener otro después, descubrí con inmenso placer que no solo podía tener un segundo, sino un tercero (y un cuarto y quinto si me pongo, pero llegar a tres ya me parecía fantástico).

La curiosidad no mató a la gata, pero le descubrió un mundo lleno de muchos orgasmos.

Con el paso del tiempo y más noches en las que me costaba conciliar el sueño, averigüé mis secuencias: veinte segundo de ‘descanso’ para alanzar el segundo y ocho para el tercero.

¿Te animas a descubrir tu secuencia o la de tu pareja?

Duquesa Doslabios.