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Lo que ha conseguido Jessica Goicoechea al hablar del maltrato en pareja

Hay algo que Jessica Goicoechea ha cambiado sin darse cuenta.

Tras publicarse su entrevista en el canal de Somos Estupendas, organización con la que trabaja Luc Loren, las declaraciones que hizo la influencer rompieron algunos esquemas en redes sociales.

mujer maltrato pareja

PEXELS

(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Hasta hace nada, lo más habitual cuando esto pasaba -siendo «esto» que una mujer hable en cualquier espacio mediático de una experiencia de maltrato con su pareja- la respuesta masiva era la de «¿Y por qué habla ahora? ¿Por qué si su pareja era así, nunca dijo nada antes? ¿Por qué no denunció al instante?»

Una serie de preguntas que no hacen sino menoscabar la credibilidad de la víctima, queriendo decir entre líneas que sería la forma de aprovechar el momento de cualquiera de esas acciones -hablar, denunciar…- para algo.

Pero Jessica es un caso bien distinto. Con su marca de moda a las espaldas y una carrera labrada con mucho trabajo, poco o nada necesita un extra de atención pública (si es que se puede llamar así) concediendo esta entrevista.

Tampoco tiene que tirar del éxito de su pareja para ser famosa -otro clásico argumento con el que se pretende desacreditar la versión de la víctima- cuando el pico de la carrera de su ex River Viiperi es haber sido pareja de Paris Hilton.

(Sé que en la entrevista no se menciona su nombre, pero creo que también nos iría mucho mejor como sociedad si tuviéramos a los maltratados bien identificados para evitar que otras vivan algo parecido por mucho que se cambien de país a empezar de cero como si nada hubiera pasado).

Pero, la principal diferencia, que es lo que convierte a Jessica en precedente, es que nadie pone en duda la versión de la influencer tras haber visto las fotos y vídeos de las agresiones que ha padecido.

Ni todas, ni mucho menos, como ella aclara en la entrevista, pero sí algunas. Más que suficientes.

Recopilándolo como una manera de luchar contra el gaslighting que su ex le hacía (sobre todo tras consumir alcohol), todos hemos tenido acceso a él, bien porque nos ha salido en Instagram o en algún medio online de cuando la policía filtró la información a la prensa.

A estas alturas de la historia, es difícil dar con alguien que crea que es todo una invención. Ni siquiera el discurso de River en Instagram, ‘celebrando la vida’ o diciendo que «esto se va a poner interesante» hace que nos replanteemos cuan doloroso ha sido el infierno que ha vivido Jessica.

Es más, somos capaces de sentir la amenaza velada del «alguien se está cavando su propia tumba», porque quienes hemos topado con maltratadores, hemos aprendido a verles la doble cara porque siguen el mismo patrón de comportamiento.

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Por un lado, no tengo dudas de que el ejemplo de Jessica va a sentar precedente: el de muchas chicas que puedan estar viviendo algo parecido y, recordando su historia, hagan fotos y vídeos de los momentos en los que se sientan amenazadas por su pareja.

Una información que o bien les sirva a ellas para quitarse la venda o puedan utilizarla cuando se sientan preparadas para denunciar.

Porque, como fue mi caso hace unos años cuando salí de una relación del estilo, ni había caído en que ese material habría sido clave en caso de que hubiera necesitado ir a juicio.

Lo que ha hecho Jessica es llevarle la contraria a lo que se nos solía animar a las mujeres: al pacto de silencio que protege a nuestros agresores.

Ese que se mantiene con expresiones tan arraigadas como que los ‘trapos sucios’ se laven en casa, a que los esqueletos no salgan del armario, a no hacer nada público, a llevarlo de forma discreta…

Quizás sin darse cuenta esta haya sido su campaña como influencer de mayor impacto (o al menos la de impacto social más positivo).

Porque no, ni esta situación se va a solucionar por sí sola, ni tratar de arreglarlo sin ayuda externa es la manera de poder salir.

Porque solo expresando a otra persona que se está viviendo esto, compartiendo las pequeñas anécdotas que puede que nos hagan ‘clic’ en el cerebro porque nos suenan familiares, y, sobre todo, cogiendo el teléfono cuando sentimos que ya no podemos, recibiremos la ayuda que necesitamos en ese momento (recuerda que el 016 es el número a víctimas de violencia de género y no queda registrado).

Jessica la tuvo y la seguirá teniendo si lo necesita. Ahora quiero que recuerdes que tú puedes tenerla también.

Mara Mariño

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¿Te han hecho ‘gaslighting’? A mí sí

De todas mis manías, hay una que no consigo quitarme. Cada cierto tiempo busco a mi exnovio.

PIXABAY

Me diréis que no es para tanto, que es algo que entre la curiosidad y lo fácil que lo pone internet, nos pasa a todos de vez en cuando.

Pero yo busco al exnovio con el que sufrí maltrato.

Y si más de cinco años después, cada cierto tiempo, tengo que volver a comprobar por dónde van sus pasos, es porque lo que viví con él fue tan irreal en todos los aspectos, que necesito cerciorarme de que él existe y no de que nuestra relación fue algo tan descabellado que me lo imaginé.

Si de algo se encargó en los meses que estuvimos juntos fue de hacerme dudar de todo. Yo, que, hasta ese momento, había sido una mujer con las ideas claras.

Primero empezó con cosas sencillas, como que estaba exagerando o que tenía que tomarme las cosas de otra manera (la que él quisiera, claro).

Luego ya fue afirmar que estaba imaginando y hasta inventando, empezó a achacarme crisis nerviosas que, con el tiempo, él mismo provocaba.

Llegó a confundirme hasta tal punto -porque bien que se encargó de que no quedaran ni familiares ni amigas en mi entorno cercano para contrariarle- que solo podía creer su palabra, al ser la única persona que tenía en mi vida.

Me cosió alrededor de los ojos una venda tan grande, que hasta me hacía dudar de que, unos segundos antes, me había puesto la mano encima.

Luego había moretones o heridas que me lo recordaban, pero su trabajo de inventar historias alternativas que lo justificaran, era digno de película de ficción.

Historias en las que era mi torpeza la responsable de ello.

Pero el mayor dolor iba por dentro. Porque que él dudara de mi palabra, y fuera tan contundente con su discurso, me hizo dudar de la mía.

Hasta el punto de que ni yo me fiaba de lo que decía o de lo que pensaba. Hasta el punto de que necesitaba que estuviera él para asegurarme o desmentirme.

No fue de un día para otro. Desarmarme y desacreditarme ante mí le llevo meses de cuidadosa manipulación. Y yo solo me di cuenta cuando ya no estaba con él y reparé en lo que había hecho.

Me había hecho naufragar en mí misma. Por suerte, y con ayuda, volví a encontrarme.

Duquesa Doslabios.

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Mi #UnoAlMes: Poncho fue, amores tóxicos en forma de cómic

Querid@s,

Mi #UnoAlMes de julio va para Poncho fue.

Desde hace un tiempo ya podemos encontrar en las librerías el libro de Sole Otero sobre el maltrato psicológico y la violencia machista.

Esta historia sobre amores tóxicos en viñetas lleva por título Poncho fue y en sus 216 páginas narra, con tintes autobiográficos, la angustia y la tortura de vivir en una relación tóxica. Comienza como una historia de amor como cualquier otra, podría ser la vuestra, pero pronto empiezan a despertar los peores monstruos y vicios humanos, y la historia acaba terminando mal, rematadamente mal.

Lu y Santi se conocen por un amigo común. Tienen una cita, se entienden a la perfección, se ríen, se buscan, se besan y pasan a complementarse. Empiezan a compartir, hacen planes de futuro, tienen sexo a todas horas y en cualquier parte y cada uno parece comprender las necesidades del otro. Están hechos el un para el otro. Irremediablemente se enamoran y se van a vivir juntos ¿Demasiado bueno para ser real? Puede ser, pero es real.

El tiempo corre, tic tac tic tac y surgen las primeras diferencias. Hasta aquí, el tradicional panorama del mundo de los casados o emparejados. Sin embargo, las discusiones comienzan a hacerse frecuentes. Las palabras irrespetuosas, los malos gestos, los gritos de ira o la manipulación psicológica siempre están presentes.

A través de multicolores viñetas, Sole Otero nos cuenta cómo de las primeras diferencias entre los dos personajes pasamos a la incomunicación, el maltrato y la violencia machista. Este libro, valiente y lleno de coraje, relata cómo la inseguridad y la falta de autoestima de Lu se convierten en el combustible perfecto que alimenta la soberbia de Santi. Habla de cómo los incómodos silencios y las trifulcas constantes se convierte en la habitual forma de comunicación entre los dos. Y de cómo una preciosa historia de amor puede acabar envenenándolo todo.

Sole Otero es original de Argentina y nació en Buenos Aires en 1985. Tejió sus tardes australes leyendo a Mafalda y Astérix, se graduó en la Universidad de Buenos Aires y hace más de diez años que se dedica al apasionante mundo de la ilustración y el cómic. Desde entonces no ha dejado de crear, es una mujer todo terreno. Ha impartido clases, confecciona muñecos de tela, ha colaborado con multitud de periódicos y revistas y ha ilustrado libros infantiles para editoriales de todo el mundo.

Lo que comenzaba como una historia de amor soñada, poco a poco va develando la pesadilla que anida en su interior. ¿Alguien está boicoteando la relación? ¿Está a buen recaudo la autoestima de cada uno? ¿Eres tú o soy yo? ¿Lo dejamos, lo arreglamos, nos vamos, volvemos? Poncho Fue es el es relato pormenorizado de una relación sentimental fundada en la manipulación psicológica. Una historia de amor intensa y por momentos terrible de la que nadie saldrá siendo el mismo. Cualquier historia de amor convencional podría comenzar así, pero ninguna debería terminar como la de Lu y Santi.

A follar a follar que el mundo se va acabar.