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Narcisistas en el amor: cuando el encanto se convierte en toxicidad

Hasta hace poco, cada vez que hablábamos de relaciones donde la sensación de malestar o el daño eran el denominador común, las definíamos como «relaciones tóxicas».

Te sonarán porque, a modo resumen, son aquellas en las que brillan por su ausencia el respeto y los cuidados, la culpabilidad es tu fiel compañera y, aun notando que algo no está funcionando, te es prácticamente imposible imaginarte saliendo de ahí.

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Salvando las diferencias, esas son algunas de las características más comunes de este tipo de vínculos destructivos.

Sin embargo, hoy me gustaría darle una vuelta y preguntar si deberíamos empezar a hablar más de relaciones con narcisistas.

Porque puede que no todas las relaciones tóxicas sean con narcisistas, pero sí que todas las relaciones con narcisistas son tóxicas.

Una persona narcisista es como un insecto palo: si te lo describen, sabes reconocerlo a la perfección, pero una vez está en su ambiente, te cuesta identificarla hasta el punto de que pasa desapercibida ante tus ojos.

Así que, como expareja de un narcisista, quería compartir mi experiencia con algunos ejemplos concretos por si, a diferencia del insecto, te vuelves inmune a su mimetismo.

Lo primero que debes saber de un narcisista (voy a emplear el masculino porque aludiré a mi caso, pero también puede darse el narcisismo en mujeres) es que es una persona que te atrapa de primeras.

Nada más conoceros es todo amabilidad y encanto. Imposible que no caigas rendida, como fue mi caso, ante esa persona tan carismática que te cuenta una vida que daría para serie de Netflix.

Además de parecerte alguien de admirar -se pintan a sí mismos como auténticos cracks de lo que sea, los aires de grandeza son propios de esta personalidad-, su interés por ti solo va a más.

Cuando te quieres dar cuenta está haciendo gestos románticos sin parar e incluso alguna prueba de amor que te parece algo desmesurada para la etapa de conoceros en la que estáis.

No es la prueba de que sea la persona de tu vida, es el lovebombing (de lo que te hablé aquí).

Una vez estás conquistada, ennoviada y convencida de que aquello es amor, la fachada comienza a desmoronarse.

Las palabras románticas, los detalles, la sensación de que eres única en el mundo cada vez son menos frecuentes.

Se ven sustituidas por la inseguridad y culpabilidad por tu parte, generalmente porque te hace sentir inferior respecto a él, por cualquier cosa: puede ir desde querer tiempo para ti, hacerle un comentario que no le ha gustado escuchar, derramar un vaso de agua o llegar tarde al concierto.

En cualquiera de esas ocasiones, su actitud es la de reprenderte como si fueras una niña pequeña y entráis en una dinámica maestro-alumna: bien porque sabes menos que él (o eso dice), porque tienes menos experiencia o menos poder y tienes que ser aleccionada de alguna manera.

La relación ya no es entre iguales, dejáis de ocupar la misma posición. La persona narcisista patroniza: te domina y tú ejerces un rol de plegarte a lo que quiere. La codependencia está servida.

Y es que el narcisista ya ha conseguido su objetivo, que era el de tener una relación que le sirviera a modo de fuente de alimentación de su ego, un vínculo en el cual satisfacer sus necesidades sin tener en cuenta las tuyas.

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Si algo se ha repetido en las ocasiones en las que me he encontrado con narcisistas es que nunca te abandona la sensación de que vas pisando huevos.

El agobio de que cualquier cosa pueda sentarle mal pesa en tu vida hasta el punto de que realmente crees que tienes la responsabilidad de sus comportamientos (e incluso te empieza a afectar al sueño).

Si además se da alguna situación de tensión en la que ves las orejas al lobo y tratas de abordarlo desde una perspectiva asertiva, marcando tus límites, la respuesta que sueles recibir es la del gaslighting.

«Eso no ha pasado», «Estás exagerando», «Creo que estás un poco alterada«, son algunas maneras de desacreditarte, también clásicas de la manipulación emocional.

Abordar discusiones con personas narcisistas es una misión imposible y no las tramas de las películas de Tom Cruise, que en comparación son pan comido.

Y es que como los narcisistas tienen la necesidad de estar siempre en el centro, de sentirse importantes en todo momento y sobre todo de que su ego no se vea tocado por nada, la inteligencia emocional les resbala como el aceite. No asumirá una sola crítica.

Así que la resolución de conflictos es que su pareja asuma todo lo sucedido o bien hacer uso de humillaciones, comentarios que despierten su culpabilidad o, directamente, amenazas.

Si por un casual te encuentras con alguien así, no es tu deber rescatarle ni hacerle ver nada. No va a aceptar que hay algo de su personalidad en lo que puede trabajar ya que se siente superior.

Si no ves por su parte que esté dispuesto a escuchar, a asumir responsabilidad, disculparse, examinarse sin empequeñecer al resto y compromiso con su cambio que pase por regular sus emociones o reconocer los sentimientos de los demás, sal de ahí y no mires atrás.

Mara Mariño

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‘Lovebombing’: aprende a reconocer la táctica de manipulación más dulce

Acabas de conocer a alguien y, curiosamente a diferencia de tus últimas experiencias que iban lentas y a trompicones, es como si hubierais pasado de cero a cien.

Excesiva atención constante (¡no hace ghosting!), gestos románticos, admiración hacia tu persona (lo que te mereces, te diré) y verbalización de que se avance en la relación. ¿Demasiado bueno para ser real?

pareja regalo romántico

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Si tienes los deberes de autocuidado al día, sabrás que te mereces eso, claro que sí, pero que puede que ese derroche de comportamientos románticos no tenga la mejor de las intenciones.

No es que no nos fiemos, es que las posibilidades de que te estén haciendo lovebombing son muy altas.

Pero, ¿cómo saber la diferencia entre lovebombing y simple interés romántico real?

Diría que la duración es una de las variables más fiables. Quien tiene interés en tu persona y esos gestos van con su forma de ser, no dejará de tener detalles contigo.

Es su personalidad y, por tanto, algo que se sostiene con el paso del tiempo.

El lovebombing, por otro lado, es una demostración exagerada de sentimientos a través de detalles que, además, se da en un momento muy prematuro de la relación.

Claro que te pueden regalar unas flores -o una cesta de aguacates, si me preguntas qué prefiero-, pero quizás nada más haberos visto se siente precipitado.

Vale que cada persona tiene sus ritmos (y habrá quien practique ese love language sin segundas intenciones), pero lo primero que caracteriza al lovebombing es sentirlo demasiado apresurado, como que no pega todavía tener o tanto gesto romántico o tan desmesurado.

Pero es que ahí reside el objetivo de esta táctica: abrumar a la persona a conquistar, porque se nutre de la idea de que es algo que va a hacer sentir especial, ya que se nos socializa en que los detalles son una forma de cortejar.

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Por otro lado juega con la idea de que te hace sentir tan especial como nunca antes en tu vida, hasta el punto de que sientas que nadie más te va a tratar de esa manera.

Quien practica el lovebombing sabe que en estos tiempos de mostrar interés a cuentagotas, apostar por el romanticismo o ir fuerte, no es algo habitual.

Otra señal de alarma es que en seguida habla de vuestro futuro, sí, incluso aunque solo llevéis unas pocas citas.

De esta manera va creando un ambiente falso que te propicia a pensar que es él o ella la persona definitiva de tu vida, quien ha venido a quedarse.

Sin embargo lo que está es idealizando su persona y creando una imagen que no se corresponde a la realidad.

Todo esto te genera cierta dependencia porque sientes que estás en ‘deuda’ por ese trato tan especial recibido, o la seguridad que lleva mostrando desde el minuto uno en vuestra relación, y que no eres suficiente.

Por último, se puede identificar que es lovebombing no solo porque llega a su fin, sino porque se ve sustituido por un sentimiento opuesto: el del malestar.

Esa fase de cortejo, donde te sientes especial, se sustituye por enfados, culpabilidad, amenazas y una tensión que va in crescendo.

Con esto no digo que no vuelvas a fiarte de quien llegue a tu vida con ganas de hacerte sentir excepcional, solo que lo disfrutes, pero siempre sin cegarte por lo que está pasando.

Y, ante la duda, el tiempo te dará la razón de si era lovebombing o amor.

Mara Mariño

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No identificamos que nos manipula nuestra pareja por las siguientes razones

Una de las preguntas más difíciles que me encontré al contar que había estado en una relación de maltrato, era que cómo no me había dado cuenta, que con lo espabilada que soy por qué no había identificado las señales.

Yo misma me hacía la pregunta sin parar ni encontrar una respuesta que me satisficiera.

Hasta que la terapia puso las cosas en su sitio y me ayudó a entender que aquello que me había pasado no era ni por poco avispada ni porque él me diera varias vueltas, sino por una serie de factores externos.

pareja abuso emocional

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Si he recordado esta etapa es porque Sarah Brady, la exnovia del actor Jonah Hill (Infiltrados en Clase, El lobo de Wall Street…) ha compartido una serie de mensajes de cuando salía con el intérprete.

Conversaciones que ilustran a la perfección cómo, en el momento, somos incapaces de ver que estamos siendo víctimas del abuso emocional.

Visto desde fuera, parece hasta obvio el comportamiento manipulador de su anterior pareja, pero lo cierto es que la clave de que se dé es que es algo tan sutil que pasa desapercibido.

Sobre todo en el caso del actor, que empleaba lenguaje terapéutico para aislar, controlar y manipular a su novia en función de sus necesidades.

Parece de conocimiento universal que, si te pide la contraseña, que dejes de vestir de cierta manera o que hables con chicos (curiosamente nunca es con chicas), estamos de acuerdo en que es un comportamiento controlador y, por tanto, tóxico.

 

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Sin embargo, identificarlo desde dentro no es tan sencillo.

Al principio ignoramos las red flags. Con el cóctel de sentimientos que empiezan a florecer, pasas por alto actitudes que, sin esas emociones, te harían sospechar.

La propia sociedad normaliza estos comportamientos tóxicos a través de las series o películas románticas.

Los celos, sinónimo de amor, son el mejor ejemplo. Al no ver en ellos o en otras actitudes las señales de alarma que son, no se identifican como problemáticas.

Es decir: si no lo identificas, no buscas ayuda. Y cuando te das cuenta seguramente no tienes a quién acudir porque te han aislado de tu círculo.

También cabe recordar que estamos hablando del abuso más discreto, el abuso emocional, que es el que se vale del maltrato psicológico.

No habiendo violencia, un golpe es mucho más escandaloso que un comentario, no se activa el radar que nos dice que estamos siendo víctimas de una agresión porque no es física.

A eso hay que sumarle que recibes constantemente por parte de tu pareja el mensaje de que no encontrarás a nadie igual, así que no quieres dejarlo por la inseguridad que empieza a invadirte.

Crees que tu alternativa es estar el resto de tu vida en soledad y sintiéndote infeliz (cuando la infelicidad es esa relación).

Prefieres pensar que vuestra historia no es perfecta, que todas las parejas tienen problemas, pero no llegas a la conclusión de que estás en una relación de maltrato psicológico (y seguramente no lo descubras hasta mucho después de haber salido de ella).

Culpabilidad y dudas

Como la exnovia de Jonah Hill, surfista que competía en bañador muy a pesar del actor, crees que son tus acciones -aunque también extensible a palabras u otras cosas- las responsables de cómo reacciona tu pareja.

No sospechas que esté adoptando una actitud de apelar a tu cargo de conciencia para que cambies tu vida.

Además, durante todo este proceso de construcción de la tela de araña del abuso emocional, tiendes a dudar de ti por defecto.

No es que la otra persona se esté pasando de la raya: eres tú quién está exagerando, quien es demasiado sensible, la que está loca.

Si algo tienen en común el maltrato psicológico y el físico es que, en cuanto la víctima llega al límite, la persona que ejerce el abuso se disculpa y se esfuerza por enmendarlo, así que piensas que ha sido algo excepcional.

Que volverá a ser la romántica pareja que era al principio y de la que te enamoraste.

Porque esa es otra, que en la mayoría de ocasiones estás enamorada o al menos queriendo a esa persona. Y esos sentimientos te hacen pasar por alto cualquier cosa.

Mara Mariño

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Lo que ha conseguido Jessica Goicoechea al hablar del maltrato en pareja

Hay algo que Jessica Goicoechea ha cambiado sin darse cuenta.

Tras publicarse su entrevista en el canal de Somos Estupendas, organización con la que trabaja Luc Loren, las declaraciones que hizo la influencer rompieron algunos esquemas en redes sociales.

mujer maltrato pareja

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Hasta hace nada, lo más habitual cuando esto pasaba -siendo «esto» que una mujer hable en cualquier espacio mediático de una experiencia de maltrato con su pareja- la respuesta masiva era la de «¿Y por qué habla ahora? ¿Por qué si su pareja era así, nunca dijo nada antes? ¿Por qué no denunció al instante?»

Una serie de preguntas que no hacen sino menoscabar la credibilidad de la víctima, queriendo decir entre líneas que sería la forma de aprovechar el momento de cualquiera de esas acciones -hablar, denunciar…- para algo.

Pero Jessica es un caso bien distinto. Con su marca de moda a las espaldas y una carrera labrada con mucho trabajo, poco o nada necesita un extra de atención pública (si es que se puede llamar así) concediendo esta entrevista.

Tampoco tiene que tirar del éxito de su pareja para ser famosa -otro clásico argumento con el que se pretende desacreditar la versión de la víctima- cuando el pico de la carrera de su ex River Viiperi es haber sido pareja de Paris Hilton.

(Sé que en la entrevista no se menciona su nombre, pero creo que también nos iría mucho mejor como sociedad si tuviéramos a los maltratados bien identificados para evitar que otras vivan algo parecido por mucho que se cambien de país a empezar de cero como si nada hubiera pasado).

Pero, la principal diferencia, que es lo que convierte a Jessica en precedente, es que nadie pone en duda la versión de la influencer tras haber visto las fotos y vídeos de las agresiones que ha padecido.

Ni todas, ni mucho menos, como ella aclara en la entrevista, pero sí algunas. Más que suficientes.

Recopilándolo como una manera de luchar contra el gaslighting que su ex le hacía (sobre todo tras consumir alcohol), todos hemos tenido acceso a él, bien porque nos ha salido en Instagram o en algún medio online de cuando la policía filtró la información a la prensa.

A estas alturas de la historia, es difícil dar con alguien que crea que es todo una invención. Ni siquiera el discurso de River en Instagram, ‘celebrando la vida’ o diciendo que «esto se va a poner interesante» hace que nos replanteemos cuan doloroso ha sido el infierno que ha vivido Jessica.

Es más, somos capaces de sentir la amenaza velada del «alguien se está cavando su propia tumba», porque quienes hemos topado con maltratadores, hemos aprendido a verles la doble cara porque siguen el mismo patrón de comportamiento.

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Por un lado, no tengo dudas de que el ejemplo de Jessica va a sentar precedente: el de muchas chicas que puedan estar viviendo algo parecido y, recordando su historia, hagan fotos y vídeos de los momentos en los que se sientan amenazadas por su pareja.

Una información que o bien les sirva a ellas para quitarse la venda o puedan utilizarla cuando se sientan preparadas para denunciar.

Porque, como fue mi caso hace unos años cuando salí de una relación del estilo, ni había caído en que ese material habría sido clave en caso de que hubiera necesitado ir a juicio.

Lo que ha hecho Jessica es llevarle la contraria a lo que se nos solía animar a las mujeres: al pacto de silencio que protege a nuestros agresores.

Ese que se mantiene con expresiones tan arraigadas como que los ‘trapos sucios’ se laven en casa, a que los esqueletos no salgan del armario, a no hacer nada público, a llevarlo de forma discreta…

Quizás sin darse cuenta esta haya sido su campaña como influencer de mayor impacto (o al menos la de impacto social más positivo).

Porque no, ni esta situación se va a solucionar por sí sola, ni tratar de arreglarlo sin ayuda externa es la manera de poder salir.

Porque solo expresando a otra persona que se está viviendo esto, compartiendo las pequeñas anécdotas que puede que nos hagan ‘clic’ en el cerebro porque nos suenan familiares, y, sobre todo, cogiendo el teléfono cuando sentimos que ya no podemos, recibiremos la ayuda que necesitamos en ese momento (recuerda que el 016 es el número a víctimas de violencia de género y no queda registrado).

Jessica la tuvo y la seguirá teniendo si lo necesita. Ahora quiero que recuerdes que tú puedes tenerla también.

Mara Mariño

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¿Te han hecho ‘gaslighting’? A mí sí

De todas mis manías, hay una que no consigo quitarme. Cada cierto tiempo busco a mi exnovio.

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Me diréis que no es para tanto, que es algo que entre la curiosidad y lo fácil que lo pone internet, nos pasa a todos de vez en cuando.

Pero yo busco al exnovio con el que sufrí maltrato.

Y si más de cinco años después, cada cierto tiempo, tengo que volver a comprobar por dónde van sus pasos, es porque lo que viví con él fue tan irreal en todos los aspectos, que necesito cerciorarme de que él existe y no de que nuestra relación fue algo tan descabellado que me lo imaginé.

Si de algo se encargó en los meses que estuvimos juntos fue de hacerme dudar de todo. Yo, que, hasta ese momento, había sido una mujer con las ideas claras.

Primero empezó con cosas sencillas, como que estaba exagerando o que tenía que tomarme las cosas de otra manera (la que él quisiera, claro).

Luego ya fue afirmar que estaba imaginando y hasta inventando, empezó a achacarme crisis nerviosas que, con el tiempo, él mismo provocaba.

Llegó a confundirme hasta tal punto -porque bien que se encargó de que no quedaran ni familiares ni amigas en mi entorno cercano para contrariarle- que solo podía creer su palabra, al ser la única persona que tenía en mi vida.

Me cosió alrededor de los ojos una venda tan grande, que hasta me hacía dudar de que, unos segundos antes, me había puesto la mano encima.

Luego había moretones o heridas que me lo recordaban, pero su trabajo de inventar historias alternativas que lo justificaran, era digno de película de ficción.

Historias en las que era mi torpeza la responsable de ello.

Pero el mayor dolor iba por dentro. Porque que él dudara de mi palabra, y fuera tan contundente con su discurso, me hizo dudar de la mía.

Hasta el punto de que ni yo me fiaba de lo que decía o de lo que pensaba. Hasta el punto de que necesitaba que estuviera él para asegurarme o desmentirme.

No fue de un día para otro. Desarmarme y desacreditarme ante mí le llevo meses de cuidadosa manipulación. Y yo solo me di cuenta cuando ya no estaba con él y reparé en lo que había hecho.

Me había hecho naufragar en mí misma. Por suerte, y con ayuda, volví a encontrarme.

Duquesa Doslabios.

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Mi #UnoAlMes: Poncho fue, amores tóxicos en forma de cómic

Querid@s,

Mi #UnoAlMes de julio va para Poncho fue.

Desde hace un tiempo ya podemos encontrar en las librerías el libro de Sole Otero sobre el maltrato psicológico y la violencia machista.

Esta historia sobre amores tóxicos en viñetas lleva por título Poncho fue y en sus 216 páginas narra, con tintes autobiográficos, la angustia y la tortura de vivir en una relación tóxica. Comienza como una historia de amor como cualquier otra, podría ser la vuestra, pero pronto empiezan a despertar los peores monstruos y vicios humanos, y la historia acaba terminando mal, rematadamente mal.

Lu y Santi se conocen por un amigo común. Tienen una cita, se entienden a la perfección, se ríen, se buscan, se besan y pasan a complementarse. Empiezan a compartir, hacen planes de futuro, tienen sexo a todas horas y en cualquier parte y cada uno parece comprender las necesidades del otro. Están hechos el un para el otro. Irremediablemente se enamoran y se van a vivir juntos ¿Demasiado bueno para ser real? Puede ser, pero es real.

El tiempo corre, tic tac tic tac y surgen las primeras diferencias. Hasta aquí, el tradicional panorama del mundo de los casados o emparejados. Sin embargo, las discusiones comienzan a hacerse frecuentes. Las palabras irrespetuosas, los malos gestos, los gritos de ira o la manipulación psicológica siempre están presentes.

A través de multicolores viñetas, Sole Otero nos cuenta cómo de las primeras diferencias entre los dos personajes pasamos a la incomunicación, el maltrato y la violencia machista. Este libro, valiente y lleno de coraje, relata cómo la inseguridad y la falta de autoestima de Lu se convierten en el combustible perfecto que alimenta la soberbia de Santi. Habla de cómo los incómodos silencios y las trifulcas constantes se convierte en la habitual forma de comunicación entre los dos. Y de cómo una preciosa historia de amor puede acabar envenenándolo todo.

Sole Otero es original de Argentina y nació en Buenos Aires en 1985. Tejió sus tardes australes leyendo a Mafalda y Astérix, se graduó en la Universidad de Buenos Aires y hace más de diez años que se dedica al apasionante mundo de la ilustración y el cómic. Desde entonces no ha dejado de crear, es una mujer todo terreno. Ha impartido clases, confecciona muñecos de tela, ha colaborado con multitud de periódicos y revistas y ha ilustrado libros infantiles para editoriales de todo el mundo.

Lo que comenzaba como una historia de amor soñada, poco a poco va develando la pesadilla que anida en su interior. ¿Alguien está boicoteando la relación? ¿Está a buen recaudo la autoestima de cada uno? ¿Eres tú o soy yo? ¿Lo dejamos, lo arreglamos, nos vamos, volvemos? Poncho Fue es el es relato pormenorizado de una relación sentimental fundada en la manipulación psicológica. Una historia de amor intensa y por momentos terrible de la que nadie saldrá siendo el mismo. Cualquier historia de amor convencional podría comenzar así, pero ninguna debería terminar como la de Lu y Santi.

A follar a follar que el mundo se va acabar.