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Razones por las que puedes llorar después del sexo (incluso si ha sido bueno)

El sexo es una montaña rusa.

Estás arriba, te pones bocabajo, sientes que tu cuerpo cobra vida propia y no puedes controlarte en pleno orgasmo…

Calvin Klein

A nivel psicológico sucede lo mismo.

El batiburrillo de emociones va desde la sensación de intimidad y conexión más extrema -por la atmósfera creada con otra persona- a la barra libre de hormonas que producen sensación de euforia.

Así contado, el sexo puede parecer hasta complicado.

Y a eso le tenemos que sumar que cada uno lo vive de manera diferente.

Hay quien ríe después de un orgasmo y quien se arranca a llorar de manera incontrolable.

Quizás el motivo más famoso por el que puede darse el llanto es la disforia poscoital. Pero no es el único.

Nuestra reacción depende de muchos factores.

Si nuestras sensaciones no son las de siempre o notamos que no estamos respondiendo con normalidad, podemos sentir frustración y que eso termine en un mar de lágrimas.

El pico de tensión por la excitación sexual también se puede ver contrarrestado por un buen llanto que ayuda a volver a un estado de relajamiento.

No es tan raro como pensamos, pero sí un buen momento para parar a reflexionar sobre la razón que hay detrás.

Después de echar las lágrimas que hagan falta hay que preguntarse qué ha pasado.

Si solo ha sido una llorera por la situación o hay algo más complejo detrás.

También si es por un malestar físico o emocional, en qué pensábamos al empezar a llorar (el desencadenante) o si está relacionado con haber sentido abuso o miedo en algún momento.

¿Lloras después de tener sexo? Quizás tengas…

“¿Alguna vez has llorado después de correrte?”, me preguntó una amiga hace unas semanas.

Yo no sé tú, pero cuando he acabado de estallar y me despido de los últimos coletazos del orgasmo (esos que te dejan aún temblando y con la boca ligeramente abierta), necesito una pausa para respirar.

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Recuperar el aliento es quizás una de las primeras reacciones que la mayoría tenemos después de explotar. Y, en mi caso, esa relajación de todo el cuerpo, suele venir acompañada de ganas de caricias suaves durante el periodo de descanso (incluso sueño si ya es un poco tarde).

Pero también me ha pasado de quedarme con ganas de repetir y correrme una segunda o tercera vez y, por el contrario, como manera de activarme y continuar el día con ganas. Lo que nunca me ha sucedido es sentir tristeza al terminar.

Fue algo en lo que caí después de que me hiciera aquella pregunta.

Y por muy descabellado que me pareciera que, después de una de las mejores respuestas que tiene el cuerpo humano, pudiera experimentar pena, no es tan raro como me podría sonar en un principio.

Mi fase que sigue al orgasmo, cariñosa, relajada, pero sobre todo, satisfecha, no tiene por qué ser lo habitual. El abatimiento, la tristeza… En definitiva, un cúmulo de emociones de desazón, son las que resumen la disforia poscoital.

Es algo que, en ningún caso significa que la experiencia haya sido mala. Una teoría es que se debe a la reacción cerebral incontrolable que tiene que ver con las hormonas que se liberan después del orgasmo.

Si lo habitual es que el chute de oxitocinas, endorfinas y dopaminas nos quiten de golpe el estrés y hagan que se nos cambie el humor -para bien- de inmediato, las personas con disforia podrían no recibir su ‘dosis’ de hormonas o por el contrario, de otras que contrarresten su efecto.

También puede deberse a que disminuye la actividad de la amígdala, que mantiene a raya el miedo o la ansiedad, así como traumas sexuales del pasado, la idea de que el sexo es algo negativo o incluso la pena por el culmen del momento de unión con la otra persona.

En cualquier caso, siempre y cuando no se necesite terapia para superar problemas que pueden estar interiorizados, tener un rato dedicado a continuar tocándose, haciendo que la unión vaya más allá del momento sexual, puede ser una buena forma de ‘tratar’ la disforia.

Duquesa Doslabios.

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