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‘Slow love’ o tomarte las cosas con calma cuando estás conociendo a alguien

Recuerdo cuando terminó la pandemia como una etapa muy movida en cuanto ligoteo, era como si se hubiera desatado la revolución sexual que tanto canta La Casa Azul.

cita romántica

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(¿Cómo que aún no me sigues en Instagram? Pues venga…)

Ahora, las mascarillas han desaparecido de la ecuación. Las restricciones también.

Podemos volver a acercarnos disimuladamente al borde de la mesa de la terraza, para estar más cerca de la otra persona, sin miedo de contagiarnos.

Total, hemos perdido la cuenta de las dosis de vacunas que llevamos encima.

Pero esa urgencia de después de los meses de cuarentena, ha terminado por diluirse.

Al encierro le ha seguido otro fenómeno: el de las bodas sin fin.

Las que se retrasaron se han concentrado en este verano y, cuando vas a la tercera de ellas, te planteas si no estaría bien dejar de dar tumbos sentimentales y tener alguna conversación más allá de «¿tienes la casa libre?».

Y es algo que también ha descubierto We-Vibe realizando una encuesta a solteros y solteras.

Lo mejor es que la conclusión a la que han llegado es que nos estamos tomando las cosas no solo con calma, sino con dedicación.

Conocerse bien a todos los niveles ya es más importante que si surge un polvete. La química está muy bien, pero la compatibilidad manda.

Y para averiguar si se tiene, las conversaciones previas son las que ayudan a que se vayan construyendo esa conexión emocional de cuando descubres que a la otra persona también le apasiona El Señor de los Anillos.

Una vez el vínculo emocional es seguido de la afinidad, la química en el sexo no puede faltar, es otra de las pruebas de fuego.

De hecho casi la mitad tanto de hombres como mujeres, terminarían una relación si sexualmente no es satisfactoria, revela el estudio.

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En nuestro caso, el 29% de las mujeres españolas tratan en profundidad el tema de los deseos y fantasías sexuales durante los tres primeros meses de relación, según el estudio de la empresa.

En el caso de ellos, el 27% lo tratan en el primer mes.

Y ahora la pregunta del millón, ¿cómo llego a ese punto de conexión?

Ana Lombardía, que es experta en bienestar y salud sexual de We-Vibe (y le entrevisté hace poco por el lanzamiento de su libro), tiene claro qué claves nos acercan.

Para empezar, es fundamental abrirse en cuanto a los miedos -especialmente si hay nervios de por medio-, también tener la paciencia de conocerse sin prisas por ‘recuperar el tiempo perdido’ y, sobre todo, coquetear.

Según la sexóloga, es como conducir, no se olvida nunca. Pero con un poco de práctica -en un bar, un plan con amigos, una sesión de entrenamiento en el parque-, puedes volver a dejar salir tus encantos y ver qué pasa.

En resumen, tómatelo como la slow food o el slow sex, tan de moda ahora. Hazte fan del slow love.

Mara Mariño

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Por qué deberías hacer tu currículum sexual (y lo que deberías poner en él)

Cuando quieres que una empresa te contrate, preparas un resumen de tu vida laboral. Qué has estudiado, cuál es tu experiencia, en qué competencias te manejas mejor y todo lo que demuestra que ese puesto debería ser para ti.

Pues cuando quieres acostarte con alguien, deberías hacer lo mismo y empezar presentándote con tu currículum sexual.

currículum sexual

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La idea del currículum sexual es algo que me explica la sexóloga y terapeuta sexual Lorena S. Gimeno cuando hablamos de la importancia que tiene darnos a conocer en el ámbito íntimo, más allá de si nos gusta la tortilla con o sin cebolla.

Más que nada porque, cuando la cosa pasa a mayores, damos por hecho que, mágicamente, tiene que estar al tanto de nuestros gustos y particularidades.

Sí, sí, por ciencia infusa. Y de hecho si no lo sabe (que es lo más probable, porque las personas no suelen venir con telepatía incorporada) nos decepcionamos.

Pensar que por esas primeras experiencias quizás es que no funciona es una conclusión a la que seguro que has llegado varias veces en tu vida.

Por supuesto que no funciona. Si no te gusta nada algún tipo de práctica y a él o ella le apasiona.

¿Cómo va a saber que para ti que te chupe los pies es más un suplicio, porque tienes cosquillas, que algo placentero y encima no se lo dices?

Para la sexóloga, el ejercicio de rellenar un currículum es algo sobre lo que reflexionar a nivel personal, para luego comunicarlo (es decir, no tienes que entregarle el formulario nada más presentarte).

Porque, cuando entramos en este tipo de análisis más íntimo, lo que solemos contar es con cuántas personas hemos estado (el famoso bodycount) o la edad a la que empezamos a tener relaciones, que son datos que no nos sirven a nivel práctico.

@meetingmara No, tu crush no necesita saber cuándo fue tu primera vez 😅 El Cv s3xual que deberías contarle es este… #cita #citas #citaromántica #relaciones #ligar #pareja ♬ sonido original – meetingmara

De hecho, como ella misma dice, se basa en «la idea de que a las personas nos cuesta describir nuestros gustos cuando empieza una relación y no sabes qué le gusta a la otra persona«.

Para evitarlo, como Lorena aconseja: «Todo el mundo debería hacer un examen de currículum ficticio«.

Además, desarrolló una plantilla en la que podemos reflexionar sobre nuestra identidad sexual, necesidades en la cama, salud íntima o medidas de protección que utilizamos.

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Su documento sirve para exteriorizar todo esto y además invita a que te autoexplores e investigues para luego explicarlo.

La sexualidad es como cada persona (no hay dos iguales) y también va cambiando con el tiempo. Por lo que no es lo mismo rellenar esto a día de hoy, que si nos lo preguntan cuando empezamos o incluso en un futuro.

«Tienes que hacer el currículum hoy pero también dentro de 5 años«, afirma Lorena.

Así que, ¿te apuntas a hacerlo y conocerte?

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SEXUALIZADOS.COM

Mara Mariño

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¿Te vienes a analizar mi perfil de Tinder?

¿Sabes ese refrán que dice que todos los caminos llevan a Tinder? Bueno, igual no es un refrán y me lo acabo de inventar.

Pero al final es difícil no caer en la app de la llamita. Y, cuando me lo abrí en mi caso, nueva en la ciudad y soltera, parecía la ocasión perfecta.

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(No me sigues en Instagram? ¡Pues corre!)

Como redactora que soy, la parte más interesante me parecía la de redactar mi biografía. No me mal interpretes, las fotos están muy bien, pero es en el texto donde se cuece la marcha.

Es la diferencia entre que «Jon, 29, entrenador de gimnasio» pase de ser una historia de una noche, a un ligue potencial.

Por eso quise mimarla, quise mimarla tanto que como se me agotaron los caracteres, amplié el contenido en las fotos del perfil poniendo más texto sobre fondo blanco.

Todo eso lo he recopilado para analizarlo contigo y explicarte por qué lo hice así.

 

Para mí era fundamental que el perfil transmitiera naturalidad. Que se viera que soy tan casual como una tapa de aceitunas. Y que tengo sentido del humor.

Haciendo reír a mis citas desde 2008 podría poner también, que es cuando empecé a quedar más en serio.

Qué busco era otro de los palos que quería tocar, y, con el comentario de mis padres -medio chiste medio en serio- quería sacarme de en medio de los que tuvieran en el radar cosas esporádicas.

No busco un hijo en la segunda cita, pero entre broma y broma, la verdad se asoma.

Cosas de mi forma de ser: mi amor por la comida, mi sensibilidad, el que es mi estilo de vida era también importante que quedara reflejado desde el principio. Más vale prevenir que engañar.

Y por último, el tema de proponer citas era para evitarme el clásico “vamos a tomar algo” que no puede parecerme más aburrido. Quiero hacer cosas, no estar sentada como hago el 90% de mi tiempo en casa teletrabajando.

Con este perfil y algunas fotos, los matches llegaron. Lo que no llegaron fueron las citas, ya que en las dos ocasiones recibí plantones o largas, directamente (y es algo que sabía que podía pasar).

Después de la experiencia -y alguna otra que da para artículo aparte-, terminé borrándome la aplicación.

Así que me quedó claro que no todo era lo que yo contara, la suerte de coincidir con la persona en el momento de deslizar, tiene que acompañarte (por muy buena biografía que tengas).

Mara Mariño

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¿Por qué dejamos que nos traten mal en las aplicaciones de ligar?

Son casi 4 horas las que pasamos al día utilizando internet en el móvil. Compras lo que te falta en casa, reservas los vuelos de Semana Santa, pides la cena y, por supuesto, conoces gente.

Internet te da la oportunidad de que puedas ligar sin tener que quitarte el pijama y bajar al bar de enfrente. Pero también significa que, lo que puedes encontrarte, no siempre va a ser bueno para ti por las libertades que pueden tomarse contigo al ligar de manera virtual.

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La pantalla tiene el poder de cambiar algunas cosas, como el hecho de perder la vergüenza a la hora de proponer un encuentro físico esporádico o de insultar (el fenómeno trol lo demuestra) en el caso de recibir un rechazo.

Hacerlo por esa vía intimida menos que en persona, ya que en vivo o en directo no soltarías ese «tampoco eres tan guapa» o un «no me liaría contigo ni borracha».

Con esa valentía ficticia, hay quienes optan por tratar de una manera despectiva a la otra persona o de utilizar un lenguaje ofensivo o incluso amenazante.

No solo puede deberse a una respuesta defensiva que intente restablecer el ego dañado, también puedes recibir una mala respuesta cuando la otra persona está pasando un mal día o tiene una serie de frustraciones, que no sabe cómo gestionar, y terminan explotando en la aplicación para ligar (lo que no está justificado en absoluto).

Y, por supuesto, también el ghosting entra en la lista de estas malas prácticas.

Lo peor de todo es que ya no es raro esperar -e incluso aceptar- que puede darse ese comportamiento. Hemos llegado al punto de normalizarlo porque parece que, en la búsqueda de amor vía online, es un riesgo que merece la pena correr.

Todo puede pasar, sí, incluso que nos traten mal.

Pero, ¿cómo hemos llegado a comportarnos así? No es ya solo por la confianza de la pantalla de por medio.

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El hecho de que haya tanta gente al alcance de un swipe, hace que tengamos mucha prisa al ‘descartar’ a las personas con la frialdad emocional de no pensar que, al otro lado, hay un ser humano como nosotros.

Nos da igual la forma, lo importante es que llegue la siguiente, no queremos perder más el tiempo.

Un sustituto llegará pronto. Hay tantos matches esperando a ser descubiertos…

Cuando este comportamiento se convierte en algo común, y sabes que a tu amiga le ha pasado, es más aceptado cuando te ocurre a ti. No te gusta, claro, pero no te parece tan raro.

Lo curioso es que, en cualquier otro contexto, charlando con esa persona en un bar, en una fiesta o incluso en un evento de citas rápidas, no permitiríamos de ninguna manera que nos trataran así.

Puede parecer que, como ha pasado en internet, tiene menos importancia. Pero hablamos de una esfera de nuestra vida que también nos afecta emocionalmente, por lo que no hay que permitir esas actitudes (y tenemos que evitarlas en el caso de que seamos quienes las practican).

La consecuencia de dejar que nos traten así se traduce en una baja autoestima. Somos personas quienes estamos detrás de un perfil y tenemos sentimientos que son constantemente heridos.

Por eso siempre, independientemente de a dónde vaya la cosa, deberíamos emplear una comunicación asertiva y sincera en el caso de que queramos algo más.

Si no lo queremos, hay muchas formas de decir las cosas. De una mala manera, por mucho que queramos cerrar el capítulo con alguien, nunca debería ser la elegida.

Mara Mariño

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No eres mala pareja por fijarte en otras personas

En el momento en el que entendí que mi pareja podía fijarse en otras personas sin que cambiara nada, me empecé a tomar nuestra relación de una forma mucho más relajada.

Supongo que los libros y películas que habían llegado a mi vida hasta la fecha, se oponían totalmente a esa idea.

No, si mi novio no tenía ojos solo para mí, es que no era amor verdadero.

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Algo parecido vimos en La Isla de las Tentaciones. Un ofendidísimo Alejandro le recriminaba a Tania que si se sentía atraída por algún otro hombre, es que no estaban hechos para estar juntos.

Como digo, hace unos años podía compartir ese punto de vista. Pero fue un factor el que me hizo cambiar de idea: la seguridad en mí misma.

Si alguien -quien sea- quiere estar conmigo, es porque realmente quiere estar conmigo. Más que nada porque, si se da el caso contrario, tiene toda la libertad del mundo de dejar la relación (lo mismo que yo).

La elección de estar juntos es libre y entenderlo me quitó muchos agobios innecesarios.

Una vez teniendo claro esto y confiando en la otra persona, que aparezcan terceros –respetando el acuerdo entre los dos-, es lo de menos.

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Mis novios me parecen guapos no, guapísimos. Y de la misma manera que también me fijo en ellos por su aspecto, puedo entender que les suceda lo mismo a otras chicas.

Sé que si salen a un bar con amigos, van a un festival o planean un viaje de trabajo, recibirán atención en algún momento.

Decidiendo que la relación va por delante, lo que pueda suceder en esos casos no pasa de un flirteo.

Y me parece hasta sano tener esa pequeña vía de escape. La inyección de autoestima de que gustas a otra gente te pone la confianza por las nubes.

Puede suceder también que la atracción sea muy grande, es ahí donde debe entrar el razonamiento personal de identificar lo que está sucediendo.

Cualquier conversación o tonteo con una persona nueva va a despertar una serie de emociones que, por la evolución normal de las relaciones, ya no tenemos en la actual pareja.

Se está en otra etapa y esa fase de nervios, emoción, incertidumbre y juego, ha quedado atrás.

Hay que saber distinguir entre que nos haga gracia alguien o si realmente hay algo que nos falte en nuestra relación de pareja (en cuyo caso, lo primero sería solucionarlo). Pero por lo general, esto son solo distracciones momentáneas.

Si te planteas dejar la relación por eso, es probable que, en cuanto vuelvas a ‘acomodarte’, una nueva persona llame tu atención y te plantees lo mismo.

Pero no es señal de alarma que se dé un deseo sexual por alguien más. No cambia la decisión de estar en una relación con alguien.

Al final, todos tenemos ojos en la cara. Que nos resulten llamativas otras personas y que sigamos un poco el juego, no tiene nada de malo.

Mara Mariño

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10 errores que cometes en una cita rápida (o de cualquier tipo)

Ya os comenté hace unos cuantos posts, que había acudido a un evento de citas rápidas.

Y comprobé que independientemente de conocer o no con quien tener una segunda cita, era mejor ese sistema -en vivo y en directo-, que navegar entre perfiles de una aplicación, deslizando a un lado u otro de la pantalla.

pareja cita

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Además, al hablar con los mismos 10 chicos en menos de una hora y media, mis amigas y yo pudimos hacer un resumen de cuáles eran los comportamientos que menos nos habían gustado de ellos cuando pasaban por nuestra mesa:

1.Hablar mal de la anterior cita: que nada más sentarte digas lo aburrida que te ha parecido la charla anterior con otra persona, es algo que deberías evitar. Me va a dar pie a pensar que puedes hacer el mismo comentario sobre mí.

2.No mostrar interés: la idea es conocerse, así que no devolver las preguntas, estar consultando el móvil cada dos por tres -ese mensaje de tu amigo puede esperar- o querer que la otra persona haga todo el trabajo, es una red flag clara. Pasa lo mismo si te quedas en silencio o más serio (o seria) que un ajo. Vale, no te gusta, pero ¿por qué no hacer una nueva amistad?

3.Irte en medio del turno a por una consumición: hay momentos antes y después de que empiecen las citas rápidas para hacerlo. Si justo eliges los 7 minutos de estar con alguien para ello, te vas a perder una de las personas (y le va a sentar regulín).

4.Tener contacto físico: con Covid o sin él, de primeras puede resultar violento. Una cosa es chocar el puño o el codo a modo de saludo y otra que cojas la mano y plantes un beso en su mano de primeras. Es mejor esperar a que haya más confianza entre los dos antes de hacer eso.

5.No decir la verdad: sinceridad ante todo. Sí, aunque sean solo 5 minutos. No te montes la película de que te llevas genial con tu madre si no es así. O de que te encanta el deporte si cuando solo corres cuando se va a poner el semáforo en rojo.

6.No levantarte cuando suena la campana: puede pasar que, cuando se han agotado los minutos, la conversación (o la persona) sea tan interesante que no te quieras ir. Para eso está la segunda parte del evento, donde puedes tomar algo sin la presión de los tiempos, o el intercambio de matches y teléfonos del día siguiente. Si te paras, retrasas al resto y tu siguiente cita queda descolgada.

7.Gritar: en este tipo de eventos, las mesas están lo bastante juntas como para que no se pierda mucho tiempo pasando de una a otra, así que en cuanto alguien empieza a alzar la voz, o aquello se vuelve un gallinero, o no te enteras de tu propia conversación si le tienes cerca.

8.Comportarte como si estuvieras en una entrevista de trabajo: no tienes que saber de todas tus citas sus dos apellidos, fecha de nacimiento, el trabajo actual o cuántas veces va a ver a su familia al mes.

9.O repetir las mismas preguntas: te aburres tú y se aburre la otra persona. Relájate, sé natural. Pregunta si se lo está pasando bien, permite que la conversación fluya. Déjate llevar. Tira algo sin querer y ríete, eso siempre da puntos de espontaneidad y la torpeza es tierna (o eso me dice mi madre).

10. Sí, hay temas tabú que es mejor evitar: en esta primera toma de contacto, procura dejar fuera exparejas o ideologías políticas (a no ser que quieras que toda la cita vaya sobre eso). Parece de cajón no decir cosas ofensivas, pero cuando lo primero que hace tu cita es decir que intenta no odiar a las mujeres, aunque le cuesta, me toca hacer el recordatorio. Si la frase de misógino o el que se puso a votar físicamente diciendo que aunque él era un ‘8’, y podía conseguir todos los ‘7’ que quisiera, solo iba a por los ‘9’ y ’10’.

Mara Mariño

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Somos más guapos con mascarilla y este estudio lo confirma

Hace unos días, en un monólogo, el cómico nos hacía reír con una verdad universal que ha dejado la pandemia: todos somos guapos de ojos.

La primera vez que te ven sin la mascarilla, asumes que puedes provocar desde un pequeño susto a una agradable sorpresa.

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Para nosotras siempre había sido el maquillaje, para ellos la barba, y para todos por igual, el beneficio estético de la mascarilla de resaltar una parte de nuestro rostro a la que solemos prestarle mucha atención.

Es más, «en los ojos» es una de las respuestas más típicas cuando preguntas qué es en lo primero que solemos fijarnos cuando conocemos a alguien.

Así que tiene todo el sentido del mundo que, quitando el resto de rasgos de la ecuación, quede la mirada como protagonista cuando llevamos la cara tapada.

Y se convierta, por supuesto, es una prolongación de lo que nos imaginamos que acompañan unos ojos tan impactantes (porque puestos a fantasear…).

También es verdad que, en el momento de sentarse en el bar y quitársela para tomar algo, se pierde parte del encanto.

No porque la otra persona sea siempre poco agradable a la vista (que algo bonito todos tenemos), sino porque nuestra imagen fantasiosa ha sido otra, simplemente eso.

Aunque claro, también hay personas que pueden llegar a aprovecharse de esto y utilizar la imagen de alguien con mascarilla para cambiar de identidad en una aplicación de ligar.

Es lo que reivindica el concepto «Magikkun», una palabra que viene de Corea del Sur que podría equivaler al «Maskfishing» y se refiere a las personas llevando mascarillas en sus fotos de aplicaciones de ligar.

Y es que se ha vuelto muy popular llevar el complemento sanitario hasta en la foto de perfil, lo que ha llevado a que las propias apps prohíban este tipo de imágenes.

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El fenómeno de que aumente el nivel de atractivo ha sido hasta estudiado por la Universidad de Cardiff.

En un estudio reciente descubrieron que aquellas personas con mascarilla, antes asociadas al virus, estaban ahora vistas como más atractivas que las que no llevan.

Además de potenciar los ojos, hay algo que nos aporta la mascarilla después de dos años de pandemia: seguridad.

Nuestro subconsciente nos dice «Eh, lleva mascarilla, a lo mejor no baja la tapa del váter pero se preocupa por el virus, merece la pena». De ahí que dentro de las mascarillas, en el estudio salieran las quirúrgicas azules como las más valoradas.

Así que si unimos que nuestro cerebro hace de las suyas para rellenar la parte que queda oculta -y además se esmera en crear una cara bonita- y que sin darnos cuenta ya le estamos dando puntos extra, el resultado es que nos montamos que la otra persona nos va encantar.

De ahí que el magikkun esté cobrando fuerza. Que no está mal que el crush virtual aparezca en alguna foto con ella puesta, pero al final quieres saber con quién estás quedando (por mucha pandemia que haya).

Porque si luego en persona no se la quita, vas a tener siempre la duda de si realmente has quedado con «Jason, británico, 32 años, amante del surf y vegano» o con su compañero de piso.

Duquesa Doslabios.
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De ligar mal en peor

Ligar es como mentir en el currículum. Te puede salir bien la jugada, por pura suerte, o te puede salir fatal (y caerte con todo el equipo).

Y yo quiero hablar de esas ocasiones o formas de entrar que, en mi experiencia, son la crónica de un fracaso anunciado.

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Porque de todas las maneras que hay de llamar la atención de una persona, no hay nada peor que

  1. Despistar haciendo algo tan raro que resulta incómodo. No, soplar el pelo para que me gire a hablarte no es gracioso. Tampoco cuando dices que era para ver mi melena al viento. No te pongas poético. Aunque es solo aire, siento que invades mi espacio personal, estás interrumpiendo mi baile/conversación con mi amiga y me hace sentir insegura (así como que me planteo cuánta saliva habrá en tu soplido y si será la suficiente como para contagiarme coronavirus).
  2. Menospreciarme. Si ponerte a hablar conmigo es tu objetivo, dejarme a la altura del betún para ello le ha funcionado a un total de 0 hombres. Esto no es el colegio. Puede que con 15 años colara, pero a las mujeres adultas no nos interesa ganar tu aprobación. Ni te la hemos pedido ni la necesitamos, podemos vivir sin ella. Así que no me entres metiéndote con mi ropa ni asegurando que no sé decirte el artista de la canción que suena. Me da igual, me lo estoy pasando de maravilla bailándola.
  3. Tocarme o pegarte a mí. Forzar el contacto físico ya era desagradable antes del Covid-19. Ahora ni te cuento. No, por mucho que me metas el codo todo el rato en la discoteca para llamar mi atención, no lo vas a conseguir ni voy a pensar «Oh, cuántas ganas de conocer a este hombre que clava su brazo en mis costillas, seguro que es igual de intenso en la cama».
  4. Decir que soy «muy madura para mi edad». La edad es un número y todo lo que quieras. Pero ver que personas mucho (pero mucho) más mayores intentan algo con alguien mucho (pero mucho) más joven, es raro. Sobre todo porque nunca ves que se acerquen a las de su edad. La frasecita es la guinda del pastel. No es que yo sea muy madura, es que tú eres un poco asaltacunas.

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  5. Invadir mi privacidad rozando la ilegalidad. A esa gente que utiliza mis datos privados para ponerse en contacto conmigo, me encantaría decirle que, además de poco profesional, no, en el amor no vale todo. El límite está en que le hagas sentir inseguridad a la otra persona. Quien te está arreglando el móvil, entregando un paquete o incluso quien los tiene en tu ficha de empleada/o debería dejar tu información personal fuera de la ecuación y entender que va a jugar más en su contra. No vamos a pensar que es un gran gesto romántico, lo probable es que la primera impresión sea la de «qué tío más pirado, me siento acosada».

Duquesa Doslabios.
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Tú también haces Gatsbying para llamar su atención (y lo sabes)

Sábado por la noche. Un mensaje de tu amiga «En media hora hay que estar en la cola» y toda tu colección de maquillaje tirada por encima del edredón.

Te prepararás lo más rápido que puedas. Pero la urgencia de salir de casa no va a estar reñida con el momento de plantarte delante del espejo y sacarle una foto a tu lookazo.

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Estiras el cuerpo, sacas la cadera, adelantas la pierna y disparas. Una, dos, quinientas veces… Hasta dar con la foto buena.

Metes un filtro (o no) ,  en lo que te llama tu amiga (desesperada porque no vas tarde, vas tardísimo), tu historia ya está publicada.

Las reacciones de tus seguidores no se hace esperar y tu emoción tampoco. Un mensaje, algún que otro me gusta, el fuego de quien siempre aprovecha la ocasión para subirte un poco la autoestima… Pero nada de quien esperas.

Repasas la lista de personas que la han visto y ahí está él (o ella). Su foto es tan característica que ya sabes qué colores buscar esa nube de círculos que son las fotos de perfil.

No ha contestado, pero tienes la prueba de que ha pasado por ahí. De que sigue pendiente de lo que posteas. De que, de una manera o de otra, le interesas.

Al menos la ha visto, y es un pensamiento tranquilizador y frustrante al mismo tiempo. Quizás para la próxima. Será por ocasiones.

Ya contestará.

Lo que quizás no sabías es que, esta manera de intentar llamar su atención, se llama Gatsbying.

En un mundo en el que los términos anglosajones parecen haberse hecho con el monopolio del universo de las citas, toca que conozcas el último de la lista.

Y como el ghosting, es uno de los comportamientos que casi todos hemos puesto en práctica sin saberlo.

Al igual que Jay Gatsby intentando llamar la atención de Daisy, organizando cada vez fiestas más espectaculares, Instagram nos ofrece la misma posibilidad (con menos esfuerzo).

Con las historias de la aplicación nos encargamos de compartir esos vídeos o fotos para que el (o la) crush de turno las vea.

Conseguir que la conteste ya es otra cosa, pero no deja de ser interesante cómo utilizamos la app para ligar de la manera más sutil.

Es una de las ventajas de la tecnología. Que podemos ‘invitar’ a quien nos gusta, como si de un espectador se tratara.

Pero también dejarle caer, disimuladamente, lo que podemos ofrecerle y darle excusas para que nos hable contestando a cualquiera de ellas.

Ya sea a la foto previa de salir de fiesta como al plano de domingo resacoso en pijama y con los gatos en la cama.

Duquesa Doslabios.

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Menos sexo pero más ‘kinky’, así seremos entre las sábanas este otoño

Si, hasta hoy, los días en Barcelona empezaban con un sol radiante, el primer día de otoño ha dejado las cosas claras.

Se acabaron las tardes dando un paseo por la Barcelonesa y sentándome en la arena. La ‘cuddling season -la temporada de abrazarte a alguien debajo de una manta y ver maratones infinitas de series o películas- está a la vuelta de la esquina.

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Después del verano de la revolución sexual en el que además de querer disfrutar por primera vez de viajes fuera del país desde que empezó la pandemia, tocaba ‘recuperar’ el tiempo perdido.

Las citas que nunca llegaron a concretarse y las personas que tenían un polvo pendiente en la lista.

Han sido unos meses tan relajados y fáciles, que el agobio de que se acorten los días, el tiempo empeore y, en definitiva, lo que más apetezca sea estar en casa, está desequilibrando la balanza hasta el punto de que tener pareja, vuelve a ser el objetivo.

O al menos, es lo que ha revelado el último estudio de Hinge Labs.

Parte del público de las aplicaciones de ligar ha cambiado su forma de interactuar desde que el verano ha llegado a su fin.

Por mucho que ambas personas estén vacunadas, un tercio de los usuarios posponen el primer encuentro sexual, alejándose otra vez de los encuentros esporádicos y los líos de una noche.

¿Significa eso que quienes hagan swipe por Tinder, Bumble, Grindr o Happn tienen menos sexo?

No, pero sí con menos gente. Como punto a favor, el sexo que buscan es mucho más interesante.

Ese tercio de usuarios quieren dar con quien explorar sus fantasías, las mismas que descubrieron durante 2020, ese año que nos hizo reflexionar desde si nos gustaba nuestro trabajo a lo que nos excitaba en la cama.

Al buscar personas con las que surja probar cosas nuevas, es más que comprensible que la situación no se dé en un contexto casual.

El BDSM o incluso el sexo anal son algunas prácticas que necesitan la confianza suficiente como para liberarse de estereotipos, superar nuestros propios tabúes y también saber que estás en buenas manos (o genitales).

Duquesa Doslabios.

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