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Amor ‘millennial’: carroñeros nocturnos y dónde encontrarlos

Que los millennials hemos perdido el romanticismo o las ganas de compromiso, es algo que no pilla a nadie por sorpresa.

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Ligar se ha convertido en algo más parecido a Los juegos del hambre, con un grupo de gente pendiente de su estrategia para sobrevivir sin salir muy malparada, que en el sencillo «¿Estudias o trabajas?» que usaban nuestros padres.

Dentro de la fauna que te puedes encontrar en el mundo del flirteo está el carroñero nocturno, una figura que puede encarnarse tanto en un hombre como en una mujer. Aunque como mi experiencia ha sido con depredadores masculinos, voy a hablar de ellos dando por hecho que, leyéndome, lo podréis aplicar a ambos sexos.

El carroñero nocturno es una criatura que se mueve, como su nombre indica, en la noche, concretamente en la franja horaria entre las 3 y las 6 de la mañana, que es cuando suele dar señales de vida y más que seguramente, vía WhatsApp o contestando a una de tus historias de Instagram.

Pero, ¿cómo analizar este patrón de comportamiento? ¿Qué es lo que quieren? ¿Alimentarse? ¿Marcar el territorio? ¿Reproducirse? Una mezcla de todo un poco.

La relación con el depredador nocturno es intermitente. Puede que coincidas de vez en cuando en otros contextos. Sabes que ha tenido el examen de las oposiciones y la otra persona que tú tenías una entrevista de trabajo, pero no llegas a preguntar qué tal ha salido, todo se limita a hacer caso omiso de la vida de la otra persona hasta que, de repente, la entrepierna pica.

El hecho de que se comuniquen a unas horas tan intempestivas prueba que el interés hacia ti es tan relativo como el paso del tiempo dentro de un Corte Inglés. Quien te quiere escribir, y esto lo sabemos tú y yo, te encuentra hueco por la mañana, por la tarde o en cualquier momento del día.

Pero cuando el contacto sucede a esas horas, y de manera habitual, hablemos claro, formas parte de la cara B de la agenda de contactos. Y te digo más, seguramente no eres más que una de las puertas de todo el vecindario virtual al que se encuentra llamando en el momento en el que recibes el mensaje.

El romanticismo de las películas de Netflix puede que nos haya enseñado que está con el teléfono pegado a su pecho desnudo mientras mira melancólicamente el techo de su habitación.

En la vida real esa persona está de juerga y, si la pesca ha salido mal, tú eres el pececillo que puede (o no) caer en la red de arrastre. No quiere tu conversación, saber qué tal te ha ido el día o si fuiste al restaurante italiano del que hablaste una vez. Quiere sexo, y lo quiere ahora.

Obviamente, la táctica que utiliza el depredador de madrugada no es real. Puede que sus frases te hagan pensar lo contrario, ya que como gancho puede utilizar algún comentario que te haga dudar de la veracidad de sus palabras.

«Creo que tendríamos que habernos conocido más», «Estaba justo pensando en ti» o cualquiera del estilo no son sino otra cosa que el cebo listo para que piques el anzuelo.

Y por supuesto, un clásico de muchos cazadores nocturnos cuando ya no tienen más conversación a la que recurrir, la ‘foto polla’.

La ‘foto polla’ te llega sin que la pidas, sin que hayas mostrado interés y sin que la esperes. Pero está ahí, en tu pantalla. Las hay sutiles con un calzoncillo por delante, una mano sujetándola o en todo su esplendor, pero una vez la recibes, no puedes hacer como si nada.

Su estrategia en ese momento es tan simple como cuando te cogen la mano en persona y te la ponen encima del paquete. ¿Qué esperan? ¿Que no podamos contenernos ante la visión de semejante criatura? ¿Que chillemos de emoción como si de un abono de festival se tratara?

Lo que está haciendo es poner toda la carne, literalmente en el asador. Picar o no de la barbacoa, es una decisión tuya, pero si la tomas, que sea porque eres consciente de que, esa noche, la cena eres tú.

Duquesa Doslabios.

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