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Ora, el juguete sexual que simula sexo oral

Querid@s,

¡Qué ilusión más grande me ha hecho recibir hoy el correo! La famosa marca de juguetes sexuales LELO me ha regalado el último grito (literalmente) en sexo oral artificial. Ya tengo en mi poder Ora, un elegante simulador de sexo oral creado galardonado con prestigiosos premios internacionales. No es para menos.

Con un cabezal rotatorio más grande situado bajo una suave capa de silicona, Ora ofrece largas y seductoras rotaciones e intensas pulsaciones sobre y alrededor del clítoris. Este hermoso juguete está dotado de un mecanismo interior que “rota” y “toca”, recreando los movimientos de la lengua durante el sexo oral. Con un vanguardista diseño de silicona circular y tecnología SenseTouch, Ora le ofrece hasta 10 programas diferentes de estimulación. Puede usarlo en la ducha, la bañera e incluso bajo el mar. Es 100% sumergible.

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Ora viene con su cargador, su fundita de satén y un muy útil manual para las usuarias, por si se lían. Está disponible en tres colores (morado, negro y azul), y además se lo enviarán discretamente por su cara bonita (entrega exprés en 3 días). Si se le escoña en algún momento de tanto usarlo, que sepa que tiene 1 año de garantía y otros 10 años de garantía de calidad. Todo esto por menos de 130 euros.

En realidad no es el primer juguete que simula el sexo oral, pero sin duda es el más avanzado en su especie. Yo le recomiendo que se entregue al placer oral más fascinante que pueda imaginar. Ora es, además, muy complaciente con la usuaria. Casi tanto como las lenguas más dedicadas.

¿Se acabaron los hombres? No, por Dios. Eso jamás. Pero a falta de lenguas hacendosas y dispuestas, que Ora nos dé placer.

Pruébelo, le va a gustar.

Que follen mucho y mejor.

Las dificultades del sexo en otro idioma

Hay a quien le resulta sexy, pero en mi opinión, relacionarse con alguien en la cama en un idioma que no es el tuyo puede resultar más complicado de lo que parece. Porque, si a veces uno tiene problemas de comunicación con su pareja en ese terreno, a menos que seas bilingüe y tengas un dominio total, imaginaos cómo debe de ser cuando no se habla en la misma lengua.

Aunque sepas defenderte. Que una cosa es conversar durante una cena o en una reunión de trabajo y otra muy distinta explicarle el compañero de catre lo cachonda/o que te pone y las ganas que tienes de esto de aquí o de un poquito más allá. Supongo que cuando has repetido lo suficiente, las piezas van encajando y, a medida que aumentan el aprendizaje y la confianza, todo se vuelve más relajado y natural. No obstante, los primeros encuentros pueden resultar de lo más tragicómico, y hay que tener mucho cuidado con el tono, el contexto y las traducciones literales.

pareja en la cama

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Porque mal que bien, al menos en inglés, uno va aprendiendo algunas frases típicas. Que si you make me so horny (me pones muy cachondo/a), que si go harder (dale más duro), que si I’m coming (me voy a correr)… Pero, aunque se te venga a la mente una frase concreta en un momento concreto, son muchos los que se cortan, ya sea porque les da vergüenza o porque, como me dice una amiga, sienten que les va a sonar “muy falso”. “El problema muchas veces no es ya qué decir, sino cómo decirlo”, me cuenta.

Recuerdo a otra que hace unos meses se enrolló con un tipo de Nueva York, un chaval bastante majo que pasaba una temporada en España por cuestiones de trabajo. Compartía piso con un amigo suyo (nuestro) y una noche, en una fiesta de andar por casa, acabaron revueltos. Ambos se gustaron mucho y se vieron un par de veces más. Todo apuntaba buenas maneras hasta que un día, ella recibió un WhatsApp del chico en cuestión. El texto decía “I wanna fuck your brains out”, lo que viene a significar algo así como “quiero follarte de arriba a abajo”. Pero mi amiga, no muy ducha en esto de los idiomas, entendió que lo que el tipo quería era follársela mientras le masacraba el cerebro, o algo por el estilo. El caso es que lo tomó por un psicópata y, acojonada perdida, no volvió a responderle ni a verlo. Para cuando se dio cuenta de su error y quiso arreglar el malentendido, era demasiado tarde. Aún hoy se da de cabezazos.

El caso de este otro amigo, madrileño de pura cepa, es muy curioso. Se pasó varios años con una novia estadounidense y, aunque ambos eran bilingües, siempre usaban el inglés para dos cosas concretas: el sexo y los enfados. No era algo premeditado, les salía por instinto. Al final lo segundo ganó tanto peso sobre lo primero que lo acabaron dejando, pero a él le costó cambiar el chip. La consecuencia fue que más de una vez, en sus primeros encuentros sexuales con otras chicas tras la separación, en el momento culminante se le escapaba un “fuck”, o “shit”, o alguna otra palabra malsonante en el idioma de Shakespeare. Y claro, el personal alucinaba.

Aunque a veces no hace falta que se trate de una lengua distinta para que el asunto chirríe. Ayer mismo me descojonaba con lo que me vino contando un compañero del curro. Resulta que el fin de semana había conocido a una chica argentina a la que describía como “despampanante”. “Realmente impresionante”, repetía una y otra vez. La pena fue que la concentración se le fue al garete cuando a ella, en pleno lance amoroso, le dio por decir: “¡Dale dale Maradona!”. “Intenté ignorarlo, pero no pude. Me dio un ataque de vergüenza ajena y todo me empezó a parecer ridículo. No podía quitarme a Maradona de la cabeza, era como si estuviéramos allí los tres”, me decía. Yo creo que exageraba para hacernos reír, pero algo de eso hubo y no puedo dejar de imaginármelo sin que se me escape una sonrisa.

En cualquier caso, viva el multiculturalismo, que todo aprendizaje es bueno y que, a las malas, pues a callarse uno y a centrarse en el lenguaje corporal, que es universal y ese sí que no falla.

La importancia de un beso

Hay besos, y besos. Largos, cortos, fugaces, húmedos, apasionados, lentos, rápidos, demoledores, mágicos, insípidos, inolvidables… El Kamasutra, sin ir más lejos, describe en sus textos más de 20 tipos distintos. Porque besar, más allá de un simple intercambio de saliva, es todo un arte tan antiguo como el hombre.

Suele ser la primera manifestación del deseo, el primer contacto entre los amantes y su importancia, tanto desde el punto de vista emocional como erótico, es vital. Hay besos que se te agarran por dentro y ya no te sueltan. Cuando hay dos que se tienen ganas y deciden al fin dar el salto que cruza la línea de sus labios, la descarga eléctrica que recorre los cuerpos y sacude el cerebro si el beso está a la altura es algo a lo que superan muy pocas cosas en este mundo. Química pura.

El BesoSe puede hacer el amor con un solo beso. No pasa a menudo, es cierto, pero a veces pasa. Y cuando pasa, puedes darte por bendecido… o por bien jodido. Porque esas tormentas perfectas no suelen tener marcha atrás y nunca se sale indemne.

Pero también hay besos capaces de arruinar la mejor de las promesas. Nada peor que descubrir, después de un deseo largamente macerado, que el tipo (o tipa) en cuestión es un baboso incapaz de controlar sus glándulas salivales, o que no para de chocar con los dientes, o un ansioso que te mete la lengua hasta la campanilla. Una más como esa y vomito, piensas, y tratas de ganar tiempo mientras encuentras una buena excusa con la que quitarte de en medio. ¿Cómo es posible, con lo bueno que estaba y lo que prometía? Lo es. Quizás sea de nuevo una cuestión de prejuicios, pero nunca me he colgado de ningún tipo que no me removiera la entrañas en el primer beso.