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Los juguetes sexuales han cambiado de color por estos motivos (y ya no se lleva el rosa)

Aunque puede parecer que el boom de los juguetes sexuales ha venido con el succionador de clítoris, fue en los años 90 la primera vez que reventaron el mercado (y vaya si lo reventaron).

En concreto gracias a Sexo en Nueva York -¿quién no ha visto la serie a estas alturas?-, cuando Samantha les descubrió a sus amigas su vibrador conejito.

juguetes sexuales

WOMANIZER

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Aquel producto en color rosa semitranslúcido abrió la puerta a un sinfín de vibradores que vendrían detrás y se convirtió en el juguete más buscado.

El placer femenino salía a la luz por la puerta grande con un artilugio que penetraba la vagina y estimulaba el clítoris al mismo tiempo.

Y todas las variantes compartían que, además de buscar dar placer -en la intimidad o acompañadas, eso ya era decisión de cada una- venían en fucsia, rosa chicle, rosa pastel o rosa Barbie.

Si hubieran protagonizado una película habría sido 50 sombras de rosa.

Casi parecía que los empresarios se habían reunido alrededor de una mesa y habían dicho: «Bueno, es un juguete para mujeres, estamos todos pensando en el mismo color, ¿no?».

En los 90 y 2000 daba igual el tipo de producto, su función o por dónde querías introducirlo, solo parecían existir dos categorías, la rosa, la femenina y la negra, la masculina.

Los succionadores, encabezados por el Satisfyer, se hicieron aún más populares que sus predecesores precisamente por poner sobre la mesa lo que nosotras ya sabíamos: que la penetración no es imprescindible para llegar al orgasmo si hay estimulación del clítoris.

Y no solo eso, sino que además se alejaron -por fin- del rosa. Ya no es el color que parece exclusivo de lo femenino.

Los hay de diferentes colores (morados, verdes, lilas, azules, rojos, burdeos…) y con todo tipo de formas, desde los más aerodinámicos, que parecen una escultura moderna, al que tiene forma de rosa o de patito de goma.

Esta nueva generación de juguetes cada vez se parecen menos a las copias plásticas de pene por las que empezaron las empresas de juguetes y se adaptan más a la anatomía (y gustos) de las clientas a las que van destinados.

Entre tanto avance, el morado ha ido escalando posiciones hasta convertirse en el nuevo rosa.

Por un lado porque, al estar ligado con el feminismo, es sinónimo de empoderamiento femenino. También porque además representa riqueza, realeza, magia y espiritualidad.

Otra de las razones que ha hecho que las empresas de juguetes lo utilicen más frecuentemente se debe a que es el tono que resulta de la combinación entre rosa -más asociado a mujeres- y azul -asociado a hombres, por lo que sería un color de género neutro.

Sí, que todas, todos y todes nos sintamos representadas con lo que vemos en las estanterías, es una buena razón para teñir de nuevos colores lo que usamos en la intimidad.

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Aunque no me olvido de los patrones de consumo que hay detrás. Según un artículo de Gizmodo donde hablaban con compañías de juguetes en Norteamérica, verde y naranja tenían poco éxito.

Y el amarillo despertaba antipatía en cualquier producto -no solo juguetes-.

Los colores que escogemos vienen con distintas emociones que asociamos con ellos. Por eso, cuando se trata de diseñar un juguete sexual se buscan tonos relacionados con la diversión y un poco de excitación.

Si para animarte las estilistas recomiendan ponerte colores brillantes, lo mismo pasaría cuando se trata de ‘ponerte’ un juguete.

Mara Mariño

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