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Sexo en el coche, ¿un clásico por necesidad?

No sé quién pasó más vergüenza, si ellos o yo. Volvía de una noche de cena y copas con amigos por la Latina, y como tuve que esperar un buen rato para poder conducir, se me hizo bastante tarde. Llovía a cántaros, así que entré corriendo al aparcamiento de la Plaza de la Cebada. Me disponía a abrir la puerta para entrar en el coche cuando los vi. Estaban, ahí, en un escarabajo negro justo al lado, acometiéndose semidesnudos. Me quedé quieta, boquiabierta, durante no sé cuantos segundos. Entonces la chica abrió los ojos, giró la cabeza y me miró. Grita ella, yo doy un respingo, el tío me mira con cara de susto primero y de cabreo después, y justo cuando empiezo a hacer el gesto de pedir perdón con las manos mientras me meto a toda prisa en el coche, aparece a lo lejos el vigilante con cara de pocos amigos. Arranco y me piro. No está mal para terminar la noche.

sexo en el coche

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Luego, ya de camino a casa, me pongo a pensar. ¿No tendrían mejor sitio? Porque la garita del vigilante estaba llena de cámaras, y además de la pillada, qué incomodidad… que no eran precisamente quinceañeros. ¿O es que era tanta la urgencia? Me pregunté cuándo fue la última vez que yo lo hice en un coche y no pude evitar sonreír. Fue hace años, en verano, en un camino de tierra cerca de la playa. El episodio me recuerda bastante a aquella canción de Extremoduro, Que sonrisa tan rara. Disimula/que ha parado la guardia civil/dónde coño he puesto el pantalón/destrozaron nuestra intimidad/pa pedir la documentación… Pues más o menos igual.

Y así, echando la vista atrás, no pude menos que sentir hacia los coches una gran gratitud. No por ese momento en particular, sino por tantos otros en los que la ecuación juventud + falta de casa y de dinero convierte a cualquier vehículo de cuatro ruedas en tu mejor aliado. Mío, y de tantos otros. Y aunque muchas veces requiera poner a prueba el ingenio y la audacia, ¿cuántos deberían sentirse agradecidos por haber tenido en su día un coche a mano? “Dios bendiga al simca mil”, decía un amigo hace años. Nadie lo explicó mejor que los Inhumanos.

Pues eso, que a falta de pan, buenas son tortas. Aunque, ahora que puedo pagarme un alquiler, va a ser que me quedo con el pan.